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viernes, 21 de febrero de 2020

Mizión Heroica

Saludos a todos en esta víspera de fin de semana.

Hoy os traigo otro relato que escribí durante la campaña de Gorkamorka, tras una partida que jugamos en que mis gretchins revolucionarios se comportaron con gran heroicidad y valor (o bueno, tal vez no, pero al Komité le hicieron creer que sí).

El escenario, en el que se asaltaba un mercado orko, lo ideó Malvador, en parte (o principalmente) por necesidad, porque sus hombres estaban a punto de morirse de hambre como consecuencia de sus nefastas tiradas de caza (las bandas de Necromunda que quieran jugar en Gorkamorka deben hacerlas para sobrevivir). Para representar el mercado distribuimos por el tablero algunos edificios muy chulos de manufactura orka que nuestro amigo Dani había fabricado, y en ellos colocamos de manera más o menos equitativa varios marcadores de botín, representando así las distintas tiendas o puestos de venta. Cuando una miniatura entraba en contacto con un marcador debía tirar en una tabla para ver qué botín encontraba (casualmente TODOS los resultados eran de comida, pero bueno), y también en otra tabla para ver qué orkos salían a defender la tienda frente al asalto. Estos podían ser enemigos tan poco peligrosos como "el ayudante del ayudante" (un simple niñato orko) o en cambio ser rivales más peligrosos como Arnork Sosionegger o una delegación del Klan Zol Malvado (entre la que se incluían varios personajes recurrentes en las partidas de Malvador como el mekániko Zkutz). Pero sin duda el enemigo más temible que podía surgir era "La Koza", un dreadnought orko que utilizaba las reglas del escenario Hunt da Dread. En resumen, una mala bestia con la que nadie quería encontrarse. Y lógicamente fueron mis gretchins quienes se la encontraron. Matizo: no fueron mis gretchins, fueron los dos snotlings que tenía en la banda (el kamarada Memo y el kamarada Bobo). De modo que muy posiblemente estemos hablando del peor perfil de atributos de todo el juego contra uno de los bichos más tochos que he visto en Gorkamorka.

Ni qué decir tiene que mis dos snotlings fueron derrotados con suma facilidad por la mole de hierro. Pero después de la partida, los kamaradas Memo y Bobo no solo salieron indemnes tras tirar en la tabla de heridas, sino que además ambos ganaron experiencia suficiente como para tener un desarrollo, queriendo la suerte que les tocaran las habilidades "agazaparse" y "hacerse el muerto", ambas muy coherentes con la intensa experiencia de la que acababan de salir con vida. Así que decidí  aprovechar esto último para reflejar trasfóndicamente que en vez de trabarse con ellos (cosa que no tenía ni mérito ni trascendencia), el dreadnought había ignorado completamente a los snotlings igual que se ignora una mosca y había partido hacia otra tienda en busca de rivales más dignos (que desde luego no encontró en mi banda).

Os dejo por tanto con el relato que me inspiró esta graciosa escena, y espero que os resulte divertido.

No me digáis que no es divertido manejar una banda de inútiles como éstos



A Memo no le olía nada bien el asunto. Tres minutos antes, el Kamarada Kapitán “Charlie” Grizbizz les había encomendado a él y a su compañero Bobo una “gloriosa misión en beneficio de la Revoluzión”, prometiéndoles que, de cumplirla, serían “kondecorados y homenajeadoz por todos los pielezverdez del universo existentes y por existir”. Pero el hecho de que tras desembarcar ellos, la karraka “Llama de la Revoluzión” hubiera acelerado rápidamente alejándose del lugar (o al menos tan rápidamente como seis gretchins pedaleando a toda velocidad pueden hacer) no acababa de convencerle. Con una mezcla de sospecha y resignación miró hacia la tienda de armas que tenía enfrente. Además del típico tenderete, había un amplio almacén situado detrás, cuya puerta automática estaba estropeada y se abría y cerraba constantemente, mientras una bombilla roja parpadeaba rítmicamente.

Si el snotling hubiera sido medianamente inteligente (es decir, si no hubiera sido snotling), se habría dado cuenta enseguida de que ninguna misión a la que mandan únicamente a dos representantes del estrato más bajo de la sociedad pielverde puede ser nunca catalogada como “heroica”. Pero por lo menos el hecho de que Memo se oliera que algo no iba bien podía servir para demostrar, desde un punto de vista biológico, que la selección natural también dejaba su huella, muy tenue en este caso, sobre todas las razas.

Su compañero Bobo ya andaba rebuscando por el tenderete, sin éxito alguno.

“Deja, que ahí no vaz a encontrar nada. Donde quizás enkontremos algo ez en el almazén de ahí detrás.”

“¿Éze con la puerta averiada y que da tan mal rollo, como si algo peligrozo nos esperara en zu interior?”

“Éze mizmo.”

“Muy bien, vamos pa’dentro.”

El almacén estaba a oscuras, aunque se filtraba la luz del medio día por varias ventanas. Una esquina permanecía iluminada precariamente, gracias a un flexo que también parpadeaba. No había nadie en el interior.

“¿Tú zabez a qué hemos venío akí?” – preguntó Bobo.

“Puez zozpecho que a buzkar armas, ¿no? Ze supone que ezto ez una armería.”

“Ah, claro. Puede que tengaz razón. Vamoz a buscar.”

Los dos snotlings se pusieron a la faena, intentando encontrar algo que fuera de valor. No se oía ningún ruido en el almacén, salvo los que ellos hacían. Ni tan siquiera los ruidos de la batalla que se estaba produciendo detrás de las paredes metálicas. Pero pese a tanta calma (o quizás debido a ella), Memo seguía con una sensación inquietante y la idea de que algo peligroso andaba cerca. Intentó desprenderse de ella comiendo un pinchito de garrapato que encontró por ahí (¿por qué había tanta comida en un taller de armas?) y lo consiguió. No hay nada más fácil para un snotling que desprenderse de una idea.

Entonces lo vio. Al fondo, tras unas cajas destartaladas y unos plásticos se encontraba un ídolo de Gorko (o Morko). Era enorme, casi tan alto como el techo, y estaba construido con multitud de piezas distintas de metal. Algunas hasta parecían armas peligrosas.

Sin pensárselo dos veces, Memo se dirigió hacia él, totalmente embelesado por el ídolo.

“¡Eh, mira lo que he encontrado!” – interrumpió Bobo.

El snotling se había hecho con un zeiz tiroz oxidado y ahora jugeteaba con él, sintiéndose importante. Era una visión un tanto ridícula, ya que el arma pesaba más que el pielverde.

“Mira, zoy el kamarada Charlie. Obzerva lo importante que zoy, que no puedo pedalear en la karraka como vozotroz.“

Pero Memo le ignoraba. No tenía ojos más que para su dios hecho metal. Llegó hasta él, pero desde tan abajo no podía observar bien la cara del ídolo, que se alzaba casi cuatro metros por encima suyo. Por lo tanto, tras un razonamiento frío y meditado, que duró tanto como lo que necesitó en pensar qué era lo que realmente le apetecía hacer, decidió trepar.

Tras una accidentada subida, que le llevó más tiempo del que había calculado y que causó que varios cables se soltaran, varios interruptores cambiaran de posición e incluso que una placa del blindaje de una pierna se desprendiera, Memo llegó alcanzó la placa pectoral horizontal, consiguiendo tener frente a frente a su dios. Su cara era tan divina como esperaba, llena de cables, bombillas (ahora apagadas) y demás dispositivos. Incluso alguien, posiblemente el mekániko que lo hubiera construido, le había dibujado con tiza amarilla una enorme sonrisa, que iba de lado a lado de la placa que formaba el rostro.

De repente, Bobo, que seguía jugando con el zeiz tiroz, en un alarde de torpeza lo dejó caer estrepitosamente. Como consecuencia, éste se disparó solo, y una ráfaga de percusiones rompió el silencio del taller. Memo se sobresaltó y dio un respingo, de tal manera que perdió el equilibrio y cayó al vacío. Cuatro metros más abajo, le esperaba el frío suelo de rococemento, excepto si antes conseguía agarrarse a algo. Y así lo hizo, asiéndose en el último momento a una palanca pequeña ubicada en el pecho del ídolo. El único problema que derivó de ello fue que el dreadnought se activó.

Multitud de bombillas empezaron a iluminarse por todo su cuerpo, mientras que varios engranajes se ponían en funcionamiento. Los cables que Memo había soltado en su ascenso empezaron a agitarse, echando chispas, a la par que una ruidosa turbina comenzaba a girar cada vez más deprisa. Memo, que había conseguido soltarse de la palanca y aterrizar de manera más o menos controlada en el suelo, se quedó plantado enfrente de él. De reojo consiguió ver a Bobo, que se escabullía sigilosamente, decidido a no robarle el protagonismo, mientras cargaba una mochila llena de pinchitos de garrapato y su nuevo zeiz tiroz.

La Koza encendió las bombillas rojas de lo que serían sus ojos y giró lentamente la cabeza hacia el snotling, quien en ese momento carecía de capacidad alguna para pensar (como casi siempre, por otra parte). Fue entonces cuando nuevamente, la selección natural dejó ver rastro de su huella sobre la raza pielverde. Una brillante idea llegó a la mente de Memo, y como había espacio de sobra, se quedó ahí. Era algo tan sencillo como “hazerze el muerto”. “Zi eztáz muerto no te puedez morir” – fue el razonamiento repentino. Así que, en un gran ejemplo de teatralidad barata, el snotling se dejó caer cuidadosamente de espaldas mientras emitía algunos gemidos en absoluto convincentes: “- Me muero, me muero. Ya eztá, ya eztoy muerto, no ze me puede matar máz. ¡Ay!”

Sorprendentemente (o quizás no tanto), el truco funcionó. El dreadnought pasó por encima del snotling, ignorándolo completamente, y se abrió camino al exterior atravesando una de las paredes del taller como si fuera de papel. Pese a que estaba “muerto”, Memo se permitió abrir un ojo y ver cómo se alejaba. Y aunque sintió una gran satisfacción por saber que viviría un día más, ésta fue aún mayor cuando se dio cuenta de que lo haría con una condecoración en su historial.

4 comentarios:

  1. Gorkamorka y Necromunda, los dos mejores juegos de GW. Y cuando se combinan ya ni te cuento jajajajaja
    Aunque a decir verdad, yo soy más de jugar Necromunda exteriores. Useasé, las reglas originales para jugar con bandas fuera de la ciudad colmena, con vehículos y demás, que posteriormente acabaron transformándose en Gorkamorka

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  2. Coincido con lo buenos que resultan esos juegos pese a su avanzada edad. La verdad es que eso de echar partidas en exteriores da más juego para escenarios o situaciones interesantes, aunque también tengo ganas de probar Necromunda clásico, con el ambientillo claustrofóbico que emana. No sé, supongo que es algo parecido a Mordheim, que tiene un encanto particular precisamente por ser algo tan "cerrado".

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    1. Es algo parecido, y a la vez tan diferente... No ya solo por el reglamento, que es bastante diferente. Para mi la mayor diferenciación entre ambos sistemas (y que hace mucho mejor a Necromunda) es que en Necro todos los miembros de tu banda son personajes, y eso aumenta muchísimo el drama. Que el pequeño Timmy el novato muera en una partida es un dolor, que muera Paquito el genérico del grupo de ballesteros secuaces, no.

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    2. No, desde luego, la profundidad de Necromunda es muchísimo mayor que la de Mordheim, precisamente por lo que dices: no existen "guerreros genéricos", cada uno desarrolla su personalidad diferente de las de los demás miembros de la banda.

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