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lunes, 3 de febrero de 2020

Por qué marcha un enano: Gormar

[Tercera Era - Clavy - Episodio 1]


Viene de: El prólogo: Toki


  • ¿Por qué marcha un enano? 
La voz de Thorma se adivinaba medio jocosa medio quejicosa. Pero la pregunta seguía ahí media hora después de haberse formulado.
  • Ahh... Jeje, si uno supiera…!
Había contestado Gormar media hora antes. Pero la pregunta seguía ahí, en el aire, como una insidiosa compañera.
Gormar escaló otra roca más, de su mismo tamaño, que flanqueaba el camino de Paso del Fuego Negro. Treinta pasos más atrás un par de ballesteros de su diezmada compañía le seguían. Pero a su lado, nadie. Bueno. La pregunta le acompañaba.
  • ¡Qué demonios, a un enano no le importa marchar! - Masculló Gormar - Siempre y cuando sea bajo tierra…
Gormar se abre camino en el Paso del Fuego Negro




Y por un momento pudo sentirse otra vez en los altos túneles de su Karak Hirn natal. Paseando con su abuelo por las cámaras y recorriendo con sus dedos el granito labrado, en vez de la áspera roca que le estaba dejando los dedos en carne viva.


Caminar bajo tierra era algo solemne para un enano. Era como admirar el fruto del trabajo hecho por uno mismo, o el trabajo hecho por tus ancestros, que es casi lo mismo para un enano. Sin embargo llevaba 4 años marchando por la superficie y se le estaba transformando en una eternidad. 


Decidió detenerse un momento a descansar apoyado en una roca...y entonces lo escuchó. Un cuchicheo familiar, un poco más adelante, a escasos…¿40 metros?


Recogió la ballesta del suelo, con cuidado de no hacer ruido, miró hacia atrás y pudo ver a Toki peleándose por trepar un risco. Le hizo señas para que estuviera alerta. Toki asintió e inició el descenso en su dirección. 


Cautelosamente Gormar puso un virote mientras caminaba hacia el siguiente recodo, pisando suavemente, evitando los guijarros, encogido, sigiloso, iracundo. El viento en contra le traía un dulzón olor que le era muy familiar...ya casi podía verles. Se abrazó a la roca que le tapaba la vista y se asomó muy lentamente. Efectivamente, eran dos. Dos goblins.


Levantó la ballesta y apuntó cuidadosamente, un poco por encima de la cabeza para compensar la distancia, un poco más para compensar el viento en contra… Apretó el gatillo y la ballesta se sacudió levemente en su mano. El virote cubrió en un suspiro la distancia e impactó contra el primer goblin, que se sacudió violentamente y dió con su cuerpo en el suelo. El segundo goblin miró a su compinche, atónito y después dirigió sus ojos inyectados en sangre hacia Gormar. Sacó un oxidado bracamarte y echó a correr hacia él vociferando. 
Gormar extrajo el armatoste de su cinturón y comenzó a tensar la cuerda de la ballesta de nuevo. A mitad de camino levantó la vista, “Maldita sea, ese goblin está demasiado cerca ya”. Soltó su ballesta y echó mano a su hacha, con tan mala suerte que esta cayó al suelo.


“¡Torpe! ¡Torpe!” se dijo. 


El goblin ya había llegado al combate cuerpo a cuerpo y le tiró el primer tajo, obligando a Gormar a echarse a un lado para evitarlo. No perdió un segundo y contestó al pielverde con un puñetazo que impactó en medio del tórax. Este trastabilló con un sonoro gruñido pero se abalanzó contra el desarmado enano de nuevo. Un virote cruzó silbando entre ellos, ambos se echaron instintivamente hacia atrás.


“Toki. Seguro que nos ha visto” pensó Gormar. hizo un ademán de coger el hacha del suelo, pero su adversario ya había previsto esa posibilidad y estaba lanzando otro tajo en esa dirección. Gormar se echó otra vez hacia atrás, furioso. El goblin contempló con satisfacción enfermiza el rostro enojado del enano y pareció decidir que era el momento de hacer el ataque definitivo, antes de que llegara el otro enano. Se lanzó a fondo hacia adelante, atacando de punta con su cruda espada, pero Gormar estaba preparado y echando su pié derecho hacia atrás se apartó al mismo tiempo que asió la muñeca de su encapuchado enemigo. Con un violento tirón hacia abjo lo mandó dando una voltereta a la cuneta. 


Gormar vió su momento y mientras su enemigo se recomponía se tiró a por su hacha. Se levantó a toda prisa enarbolándola al mismo tiempo que el goblin se ponía de pié. Se miraron un largo segundo y entonces el pierverde se sacudió y cayó al suelo. De su espalda sobresalía el hacha de Toki, que miraba con ojos vidriosos a su víctima.
  • ¡Ohhh, ohhh sire Gormar! Gimió Toki aterrorizado.
Gormar le miró largamente mientras recuperaba el resuello. Le respondió airado.


¡Eso digo yo! ¡Ohhh señor Munek! ¿Qué disparo ha sido ese? ¿Era eso un intento de proteger a la vanguardia?
  • Yo...Yo... Sólo prentendí...
Gormar echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos un segundo.
  • Da igual, está bien...no sufras Toki, lo has hecho bien, dadas las complicaciones del momento.
Despegó el hacha de la espalda del desafortunado y se la entregó de nuevo a Toki Munek, quien la cogió con una expresión de pena y asco. Gormar levantó una ceja.
  • ¿Primera vez señor Munek?
  • Ohhh, ohhh sí…
El veterano esbozó una media sonrisa y le pasó un brazo por encima al recluta.
  • ¡No ha estado tan mal entonces! ¡Anímese, si le dijera cómo fué la primera vez que yo vertí sangre no lo creería! ¡Fué bastante peor que la suya, se lo puedo asegurar!
El veterano hacía grandes esfuerzos por resultar más afable y conciliador de lo que normalmente era, aquel barbilampiño le había ablandado el corazón.



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Quinientos pasos más atrás Thora miraba por su catalejo. 
  • ¿Qué divisa sire Thora? - La voz cansada de Zerum inquirió desde las rocas
  • El capitán y el muchacho vuelven. Parece que ha habido combate.
  • Hmmm tal cosa parecía, reconocería el silbido de esa ballesta en cualquier parte.
Thora sentó al lado de Zerum.
  • Ha sido el día largo y los peligros muchos… - Comentó Thora, mientras Zerum gruñía al moverse para hacer un hueco a su subalterno. - ¿Cómo se haya Vuecencia?
  • Oh, como todos, imagino. Ahora que tenemos un momento, quería preguntarle. Este paseo accidentado no cambia nuestros planes sustancialmente, ¿Verdad?
  • Hmmm, no, no, todo sigue en orden. Tenemos una pieza, conseguiremos el plano y fabricaremos la segunda. Luego es cuestión de unirlas.
  • Bien, bien…
Thora miró a su empleador, respondiendo a su cara de preocupación con un gesto de comprensión.
  • No le pido una confianza ciega…
  • No, no, lo sé. - Hizo un inciso para aportar seguridad a su siguiente frase. - Conozco los riesgos, pero creo en la empresa.
Thora asintió y bajó la mirada. Ambos guardaron silencio un momento.
  • ¿Dónde se haya el plano? De forma exacta.
  • Tengo un informante en un pueblo que no está muy lejos de aquí. Él conoce el paradero del documento.
  • ¿Accederá a dárnoslo?
  • Y si no lo hace, le daremos un motivo. Sé que intentará esconderse. Pero le sacaremos de su guarida. La quemaremos. Si hace falta quemaremos el pueblo entero.
La cara de Zerum esbozó una sonrisa idiotizada. Casi podía tocar las llamas, oir los lamentos, sentir la gloria retornar a él.


Toki se dejó caer por el terraplén sonoramente. Deslizándose sentado sobre sus recios pantalones verdes y llegando al final de la cuesta, quedando frente a los capataces de la banda.
  • ¡Sus eminencias! Encontramos resistencia, pero les hicimos frentes, el paso está despejado, ya se divisan al otro lado los prados verdes. - Sus ojos hicieron chiribitas. - No soy ningún experto en la logística, pero... ¿Quizás el pueblo más cercano tenga alojamiento y algo de cerveza para refrescarnos?
Zerum cambió la expresión y miró tiernamente al joven Toki. Thora se apresuró a contestar.
  • No es mala idea, joven. Pero ese pueblo es de importancia capital en nuestra empresa y no habremos de verlo hoy, sino mañana al amanecer. Puesto que nuestra intención es atacarlo mañana. Sepa pequeño Toki, que muchas fuerzas están en juego y es codiciada la plaza que mañana asolaremos. - El resto de enanos se había concentrado en el cráter, todos se sentaron a escuchar el plan. - Cualquier descuido y perderemos el premio. Ya no estamos en la ciudad del caos en la anarquía, esta será una campaña donde las grandes potencias tienen intereses. Somos una fuerza modesta, habremos de ser los más inteligentes, escoger dónde hacer esfuerzo y dónde ceder será vital. Por el momento el tablero está dispuesto y las piezas ya se mueven. Sabed pueblo de Grimnir, que esta noche se descansa y mañana al albor se lucha.
Thora desprendió el cuerno de su cinto, el resto hizo lo propio. Sacó un pequeño barril de su mochila y fué llenando los cuernos de todos los presentes. Cuando hubo terminado, levantó el suyo y todos le siguieron.
  • ¡Yunque! - Bramó Thora
  • ¡Yunque! - Respondieron todos



Un rato más tarde, ya todos bebían y charlaban con voz queda, sobre el día que venía. Gormar se acercó a Thora, que seguía charlando con Zerum.
  • Eminencia. Ya tengo una respuesta. 
  • ¿A qué, señor Gormar?
  • A su pregunta de antes. A por qué marcha un enano.
  • Oh - Sonrió Thora - Tanto marchar... no dudo que habrá dado con la respuesta. 
  • Un enano marcha sobre y bajo tierra. Y seguirá marchando de buena gana por desiertos inhóspitos, glaciares muertos e incluso, en mi caso, por bosques mortales.
El ingeniero asintió, sonriendo, como esperando a la siguiente parte de la frase.
  • Un enano marcha porque aunque sus piernas son cortas y su velocidad lenta, siempre tiene algo en mente, tiene un motivo que le hace de guía y de escudo.
  • ¿Y es?

  • La codicia. Un enano siempre querrá lo que no tiene. Si lo tuvo en el pasado pensará que se le debe. Si nunca lo tuvo pensará que es su destino o que beneficiará a los suyos. Y cuando lo consiga pensará que no es suficiente. Fabulará incluso con que necesita más, con que los suyos merecen algo superior. Tal es la filosofía del enano. Nuestra mayor baza es nuestra mayor maldición, nuestras ganas de medrar sólo esconden nuestra ruina.



Thora se encogió. Zerum se levantó con un “dispensen” y se fué a su estera.
El sabio se aclaró la garganta.
  • No digo que no tenga razón. Somos sin duda un pueblo complicado, quizás por eso yo centre mis esfuerzos en las máquinas. No tienen más objetivo que el que les damos, más complicaciones ocultas que las que sobre ellas se implementan.
  • Ahh pero a veces no es el mecanismo; es la mano que construye y lo guía… Usted lo ha dicho, nosotros damos objetivo a la máquina. Y los objetivos de los enanos no han cambiado.
  • ¿Quiere decirme algo, señor Gormar?
  • Yo sólo estaba respondiendo a su pregunta. - Se levantó y agarró su tremenda hacha - Buenas noches señor ingeniero. Descanse, pues mañana necesitaremos su fuerza además de su ingenio.


Todos se estaban retirando ya a sus esteras, apurando sus cuernos, arrastrando los pies.


Quedó sólo Thora delante del fuego. Agarró su casco, lo sopesó, acariciando la extraña gema que lo coronaba. Seguía pensando en la conversación, esa noche no dormiría.

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