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domingo, 25 de abril de 2021

Trifón y Khornelissen: lecciones de un duelo

Saludos a todos, damas y caballeros.

Seguimos con el desafío heroico entre Trifón y Khornelissen. Sé que es posible que esté estirando el chicle demasiado; yo personalmente no lo creo, por la simple razón de que es el duelo más épico que he vivido nunca, aunque es obvio que no se puede transmitir toda su gloria sin haberlo vivido en primera persona. 


En todo caso, la entrada de hoy no tiene tanto que ver con el desafío en sí sino con las reflexiones que empezaron a rondar por mi cabeza en los días posteriores a un acontecimiento tan destacado como fue culminar ese desafío, y la forma en que culminó. Quienes nos leéis sabéis que en el Troglablog no somos dados a las entradas de opinión, y esta en el fondo tampoco lo es: es una entrada de desvaríos, semejante a aquella en que hablé de la Niña de la Luz o esta otra en que desvarié sobre el pensamiento político de Angron. Me consta que otros autores del Troglablog a veces se han sentido tentados de desvariar sobre cosas aún más abominables, pero algún dios misericordioso ha detenido su mano. Eso no ha sucedido en este caso, y lo que viene a continuación es producto de mi mente torturada. Avisados estáis.

A medida que uno va madurando en el hobby, comienza a cuidar más los detalles. Generalmente esto pasa por pintarlo todo, tener una mesa adecuada, una buena narrativa... y música. La música es una gran olvidada, a veces porque juegas en espacios comunes y tampoco puedes estar haciendo el cafre, pero es indudable que una buena melodía puede ayudarte a ambientar mucho las partidas. 

Mi colega Helios, de Antebellum, considera que en las partidas de Warhammer, el 50% de las canciones que suenen van a ser de Two Steps From Hell. Fornidson va más allá y, cuando comenzamos la partida, directamente puso una lista de reproducción de tres horas de este maravilloso grupo. 

Pues bien, cuando se resolvió el homérico duelo de Trifón y Khornelissen, la canción que sonaba era esta.


No es ni mucho menos la mejor de este grupo, aunque no está mal. Lo llamativo, si la escucháis, es que tiene dos voces: por un lado un coro de voces masculinas, cuyo tono es más solemne e incluso siniestro, y por otro lado una voz femenina en solitario, de tono más vitalista, alegre. Y me dio por pensar que en realidad esas voces representaban bien el desafío que se había vivido entre Trifón y Khornelissen, e incluso que representaban bien la naturaleza del Caos.

Me explico. El Caos siempre ha sido una de las facciones que más cuidado han recibido en cuanto a su Trasfondo en el mundo de Warhammer. Aunque tampoco es una creación original de GW, es el elemento que más claramente permite diferenciar el Viejo Mundo de la Tierra Media, la gran obra del género, y de hecho es en buena medida lo que convierte el mundo de Warhammer en un mundo de baja fantasía: los buenos pueden luchar todo lo que quieran, pero lo único que harán será retrasar la inevitable victoria del Caos.

Y siempre recordaremos la oportunidad que se perdió aquí para avanzar en esa narrativa

Desde la perspectiva de esos "buenos", el Caos es algo naturalmente malvado. Pero el Caos no es malvado per se, solamente incomprensible. Ese trato, que lleva siendo así desde el Realms of Chaos y quizá antes, es bastante particular: desde la moralidad de elfos, enanos y humanos, es evidente que el Caos es algo malvado, pero el Caos no se somete a esos patrones morales. Es una fuerza al margen de esos conceptos. Melkor y Sauron son malvados, y lo saben y les parece bien, pero el Caos no funciona exactamente así.

Eso se ha visto reflejado también en el carácter de los grandes héroes del Caos que GW nos ha ido ofreciendo a lo largo de las ediciones. Si queremos catalogarlos en términos de "buenos" o "malos", es evidente que son malos, y seguramente ellos mismos tampoco se molestarían demasiado en contradecir esa afirmación. Pero las razones que les llevan a ser campeones de los dioses oscuros pueden ser mucho más complejas.

En tiempos del Realms of Chaos, y en las primeras ediciones de Warhammer, el Caos era tanto una fuerza exterior (los bárbaros del Norte) como interior, que corrompía a los hombres de las naciones civilizadas. Es algo que progresivamente se fue perdiendo a medida que aumentaban las ediciones de Fantasy, y es una pena, porque el Caos daba mucho más juego narrativo cuando podía florecer en cualquier parte. Especialmente porque te permitía contar una buena historia: en el caso de los hombres del norte, adoraban al Caos porque así había sido desde que nacieron; pero aquellos que llegaban al Caos desde otras culturas tienen un interesante camino de conversión que contar.

Como este tipo, uno de los personajes más molones del Caos en mi opinión

Ese es el caso tanto de Trifón como de Khornelissen. Ambos llegaron al Caos por el camino de la conversión, pues no fueron educados en la adoración a los dioses. Más bien lo contrario, de hecho. Trifón era el hijo bastardo, nunca reconocido, de un noble menor de Kislev, mientras que Khornelissen era un caballero bretoniano. Se unen así a una lista de ilustres conversos como Azazel, Ergrimm Van Horstmann o el personaje más definitorio del Caos desde quinta edición: Archaon, el quinto Ungido.

Lo curioso en el caso de los conversos es que hay dos perfiles: están los que llegan al Caos por el rechazo, y los que llegan por la aceptación. Los primeros están motivados por el odio a lo que han sido, y quieren destruirlo consagrándose al Caos. Es el caso de Archaon, quien era un cazador de brujas que se volvió majara al leer algunos textos que no debía y decidió cargarse todo cuanto había amado. En 40k tenemos un caso muy similar en Abaddon, quien de hecho no es muy amante del Caos, se contenta con cargarse al EMPRAH. Como muchos otros de los primarcas, como Mortarion, Perturabo o Magnus, quien ni siquiera quiere unirse al Caos, simplemente es engañado.

Eso le pasa por saber leer

Pero hay otro perfil, que es el que llega al Caos por la aceptación, en este caso de su propia naturaleza. Para estos paladines, el Caos en realidad es una fuerza liberadora, algo que les permite llegar a ser todo lo que querían ser, y no están guiados por el odio hacia lo que han sido, sino por la esperanza de lo que pueden alcanzar. Es por ejemplo el caso de Ergrimm Van Horstmann, quien no está necesariamente concentrado en destruir nada, sino en alcanzar su meta de ser uno de los mayores hechiceros de todos los tiempos. De nuevo, en 40k encontramos también personajes así, siendo Lucius y Typhus seguramente los más paradigmáticos: ninguno de ellos ha consagrado su existencia a destruir nada (aunque, de forma colateral, eso acaba pasando) sino a sublimarse a sí mismos a través de su adoración a los poderes que pueden satisfacer sus deseos más salvajes.

Esto no es necesariamente algo bueno, claro. Lucius adora a Slaanesh porque le da sentido a su propia naturaleza, pero esa naturaleza es la de un hijoputa redomado. Y sin embargo, desde su perspectiva, me imagino (y el Trasfondo así lo detalla a veces) que lo que estos individuos experimentan es un sentimiento de salvaje alegría y liberación por poder finalmente abrazar lo que son. Esa es la doble naturaleza del Caos: visto externamente es algo infernal, pero visto desde dentro es, para algunos, lo mejor que les ha pasado en la vida. Y el caso es que ambas percepciones son correctas.

Trifón y Khornelissen encajan en estos dos paradigmas. Trifón es un personaje desarrollado por Fornidson y él podrá corregirme si quiere, pero tal como yo lo veo es un tipo que llega a la adoración del Caos a través del rechazo de lo que es y, sobre todo, de la sociedad en la que vive: hijo bastardo de un noble, vendido como esclavo y forzado a pelear en el coliseo de gladiadores de Mordheim, el tipo lo que quiere es cargarse todo eso. Esto es particularmente cierto desde que deja de adorar a Slaanesh y pasa a adorar al Caos Absoluto, momento a partir del cual, si he entendido bien lo que Fornidson quería transmitir, pasa a estar centrado 100% en la destrucción y nada más que la destrucción, dejando atrás incluso la búsqueda de gloria personal que le podía preocupar cuando servía a Slaanesh.

Como el salvaje de Engra Espada de Muerte, con quien coincidiría en Praag

Por su parte, Khornelissen es todo lo contrario: un noble bretoniano que está fatal de la cabeza y al que le gusta la guerra, pero la guerra de verdad, no la patochada seudo artúrica que se montan sus compatriotas (que mola mucho, pero a él le parece una patochada). Cuando los demás nobles le convencen de que adopte el Voto de la Búsqueda para quitárselo de en medio, él acepta porque en realidad está deseando perderlos de vista... y es en ese camino donde acaba encontrando lo que en realidad buscaba sin saberlo, que no era a la Dama, sino a Khorne: un poder que no le censuraría por su brutalidad desmesurada sino que le recompensaría por ella. Por eso yo me imagino a Khornelissen como un tipo vitalista, incluso alegre a su retorcida y chunga manera. Su adoración a Khorne le permite ser abiertamente lo que siempre ha sido: un genocida demente.

Como conclusión a toda esta ida de olla, una de las cosas buenas de este desafío que han mantenido Khornelissen y Trifón es que nos ha permitido explorar en cierta medida la intrahistoria del Caos, y ha acabado representando también un duelo entre las dos formas, complementarias, de entender esta parte del Trasfondo que tanto juego ha dado siempre.

La historia de estos dos no ha terminado. Pronto publicaré los planes que tengo en mente para Khornelissen. Hasta entonces!

2 comentarios:

  1. Interesante reflexión, sí. La verdad es que no había pensado en que nuestros personajes se pudieran enmarcar dentro de esos "estilos" de paladines del Caos, pero tienes toda la razón. Y como dices, ¡su historia no ha terminado todavía!

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    1. Ves, si es que Trifón es un amargado... Tendría que ser más como Khornelissen, un tío alegre, deportivo, brutal xD

      Sin duda, aun quedan muchas historias que contar de ambos. Sin ir más lejos, creo recordar que Trifón y Chantal tenían una cita en la muy misteriosa y nada romántica isla de Albión ;)

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