Definitivamente, navegar el Stir primero y el Reik después sin que nadie te pregunte quién eres era algo poco creíble |
Gunnar acompañó casi hasta tierra
a la patrulla que había abordado la Perca Gris. Los soldados y un funcionario
de controles de mercancías habían subido unos minutos antes al pequeño bajel
como parte de la inspección rutinaria a la que sometían a todos los barcos que
llegaban a Middenland procedentes de cualquier punto del río Reik, bien fuera
desde Stirland, bien fuera desde Marienburgo. La guerra civil que azotaba al
Imperio había aumentado ese tipo de controles, pero la lengua de plata de
Gunnar (que hablaba Reikspiel casi sin acento), así como el “regalo” de algunos
barriles de vino e incluso alguna botella de grog Le Coblanc habían ayudado a
convencer al funcionario de que ese grupo de norses eran simples comerciantes que
intentaban volver a sus hogares antes de que el invierno se les echara encima,
y que los otros integrantes del grupo (un ogro incluido) no eran más que
guardias pagados para su defensa.
Hacía una semana que los norses y los gladiadores habían zarpado de Mordheim, empleando para ello uno de los pequeños barcos fluviales que habían encontrado en el puerto de la ciudad. El navío en el que la Tribu de la Serpiente Negra había llegado meses atrás, haciendo el mismo camino pero en sentido contrario, todavía se encontraba allí, pero gracias a su experiencia de navegantes, los norses determinaron que la Perca Gris era mejor barco. Un par de días habían bastado para adecentarlo, hacer alguna reparación menor y cargarlo con los botines y tesoros conseguidos en la que ahora algunos comenzaban a llamar la Ciudad Maldita. Después habían estado navegando río Stir abajo bajo el disfraz de comerciantes.
Cuando el último de los soldados
abandonó el barco, Gunnar se volvió hacia Trifón.
“Y bien, éste debería ser el
último control en Middenland antes de llegar a Triedshaag. Afortunadamente el mes de Ulriczeit,
como lo llaman aquí, está bastante avanzado, de modo que todas las campañas
militares se han detenido hasta que pase el invierno, lo que también supone
menos controles imprevistos.”
“Creía que dijiste que íbamos a
Marienburgo, y de allí pondríamos rumbo al pueblo de Aarsas, donde dejasteis
vuestro barco.”
“No, lo de Marienburgo se lo he
dicho a este imbécil que acaba de subir para convencerle de que somos honrados
comerciantes sin nada que esconder, y por tanto, sin reparos a pasar por allí.
Pero lo cierto es que los funcionarios marienburgueses son mucho más avispados
que los de Middenland, y no se conformarán con echar un vistazo rápido a nuestra
bodega. Ellos abrirían cada saco y acabarían descubriendo el verdadero valor de
lo que transportamos. No, no vamos a pasar por Marienburgo. Mi idea es
desembarcar en Triedshaag, que está apenas a tres jornadas de la Ciudad de Oro,
y desde allí atravesar los Páramos Amargos hasta Aarsas. El trayecto será más
largo así, pero también menos arriesgado. Es una región apenas transitada, por
lo que no nos encontraremos ninguna patrulla, menos aún en invierno.”
“¿Y cómo estás tan seguro de que
tu barco seguirá en Aarsas? No sería más seguro continuar con este barco no sea
que luego el tuyo no esté?”
“No,
dejamos el barco en manos de un pariente lejano de Ivar que se estableció en
Aarsas, al que además de prometerle un pago generoso a nuestra vuelta, Thorvald
le prometió un mal de ojo si le pasaba algo, por lo que contamos con que siga
allí. Por otra parte, este cascarón en el que vamos ahora no nos serviría de
nada en mar abierto. No, si queremos atravesar el Mar de las Garras hace falta
un buen bajel norse. Eso y un capitán lo suficientemente loco como para navegar esas
aguas en invierno. Pero tranquilo, el barco lo encontraremos en Aarsas, en el
mismo lugar en que lo dejamos, y el capitán lo tienes justo delante de ti.”
***
Trifón contemplaba los delfines que en ese momento acompañaban al barco, jugando a ponerse en su proa y a nadar a su lado, como si estuvieran compitiendo con él por ver quién avanzaba más rápido. Los había visto por vez primera el día anterior, y Droki el Viejo, un norse veterano que había participado en incontables expediciones y navegado más veces que ninguno de los demás miembros de la Tribu de la Serpiente Negra, le contó todo lo que sabía sobre esas criaturas. Según él, los delfines eran considerados por la mayoría de los norses como augurios de un viaje seguro, más aún después de haberlos visto tan pronto (apenas hacía tres días que habían entrado en el Mar de las Garras, dejando atrás el pueblo pesquero de Aarsas), y eso explicaba el buen humor de toda la tripulación.
Ahora, una vez se había repuesto de la impresión que le causó el mar cuando lo vio por primera vez, lo contemplaba con tranquilidad pese a la tormenta que se divisaba en el horizonte. Aunque todavía se encontraba muy lejos, el resplandor de varios rayos y relámpagos iluminaba las nubes de vez en cuando, y hacía poco un potente viento se había alzado en torno al barco. A medida que las nubes negras se iban acercando lentamente, Trifón reflexionó sobre todo lo que había acontecido en Mordheim los meses anteriores.
Recordó cómo el cometa había sembrado el caos en la ciudad, cómo aprovechando ese caos él y los demás gladiadores habían escapado del ludus de Ménsulo Batracio, cómo habían evitado la ciudad durante un tiempo hasta que oyeron que había quien pagaba grandes cantidades por los fragmentos del cometa que pudieran encontrarse entre sus ruinas, cómo habían sido contratados por un grupo de marienburgueses que los dejaron tirados cuando las cosas se complicaron, cómo se enfrentaron por vez primera a los estalianos… y cómo éstos continuaron persiguiéndolos desde entonces.
Habían sucedido muchas cosas durante esos meses en que estuvieron investigando las ruinas de Mordheim, y se habían encontrado con todo tipo de peligros y adversarios, pero ninguno tan tenaz como el Caballero de Rivas y su banda de justicieros. Justicieros para sus estándares, claro, para Trifón no eran más que una banda de fanáticos, responsables de la muerte de varios de sus compañeros. Por suerte, los gladiadores habían encontrado poderosos aliados entre los norses, cuyo chamán había sido capaz incluso de invocar a un ancestro de la tribu para otorgarles su bendición. Y además el kislevita había encontrado otro tipo de aliados, de aquellos que inspiran miedo en los hombres débiles y cobardes, sin la fuerza de voluntad suficiente como para mirar a la cara a entidades más poderosas y aun así mantener el control de uno mismo.
Pero esa tierra de hombres cobardes quedaba ya atrás, pensó Trifón mirando una vez más a los delfines. El navío norse surcaba velozmente el agua rumbo a las tierras del norte, donde según Gunnar los hombres eran realmente libres y podían convertirse en quienes estaban destinados a ser. Pero nunca gratis, los dioses exigían un elevado pago antes de conceder sus dones. Como decían en esas tierras, cada hombre debía pagar el precio en que se había tasado a sí mismo, a fin de demostrar que era digno de su atención. Definitivamente no iba a ser un camino fácil, se dijo Trifón, pero por otra parte nada en su vida lo había sido hasta entonces. La diferencia era que igual allí, sus sacrificios obtendrían recompensa.
Los delfines desaparecieron. El navío norse continuó su rumbo, directo hacia la tormenta.
¡Y haces bien en hacerme caso! La saga de Trifón es la obra narrativa cumbre del Troglablog, no todas las veces coges a un tío y lo llevas desde luchador del Pozo a ser llamado por el mismísimo Asavar Kul (lo que hace que Trifón haya conocido a dos de los cinco Ungidos del Caos, pues con el tercero coincidió en Mordheim)
ResponderEliminarMe ha molado mucho el Trasfondo, muy estilo clásico, cuando los norses eran gente semicivilizada que podía trazar planes en lugar de lanzarse de frente contra las murallas de un castillo para derribarlo a cabezazos, y no todos ellos eran caóticos. No vamos a reeditar los encendidos debates que tuvimos respecto a la religiosidad de Gunnar pero vamos, efectivamente era un tipo suficientemente normal como para hacerse pasar por mercader.
A ver qué tal el de la conversión, ahí seguramente habrá más Caos en estado puro ;)
¡Muchas gracias! Quién lo diría cuando me puse a pensar en utilizar una banda "rara" para Mordheim para darle algo de color a nuestra campaña (igual que quién diría que esa campaña sería la primera de varias).
EliminarSí, la verdad es que he tenido que abandonar un poco el estilo "moderno" de trasfondo si pretendía hacer creíble que unos norses y unos gladiadores con influencias caóticas podían hacer turismo por el Imperio como si nada. Eso y aprovechar la marca de Slaanesh que ganó Gunnar durante la campaña, lo que hace que (atendiendo a las reglas que le da) trasfóndicamente sea más engatusador.
Acabo de subir el de la conversión, pero algo me dice que no será el último que escriba de Trifón, porque como dices, es un personaje que da para mucho. ;)