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martes, 17 de diciembre de 2019

En busca y captura



El hombre farfulló algo ininteligible con aire huraño, mirando con hosco recelo a todos cuantos tenía alrededor, desde detrás de su espesa barba. Su armadura pesada y sus espuelas tintineaban con cada paso, y el barullo del gentío pronto se extinguió ante la imponente presencia de aquel desconocido alto y fornido que acababa de entrar en la taberna como si fuese su propia casa, con el yelmo bajo el brazo y luciendo los colores de Averland en su embarrado uniforme. Carraspeó y siguió farfullando:
-“Soy el sargento guarda de caminos Brúmbrumbrum” -Hölderlin sabía que había oído mal, eso ni siquiera era un nombre, pero aquel patán no vocalizaba en absoluto- “...pagaré por información acerca del paradero de este hombre. Va armado y es peligroso...” -el hombre masculla algo más, que no se llega a entender- “...se hace llamar Dismas, y es un asesino y un ladrón de caballos. Entre otros delitos. Quien le esconda o le ayude en modo alguno, será ejecutado igual que él.”

Aunque no lo llevaba en la mano, un martillo de caballería de mango largo colgaba a un costado de su cinto, como una advertencia muda. Mientras se paseaba lentamente por entre las mesas, sostenía en alto un amarillento papel, un cartel de recompensa con un dibujo del forajido que buscaba. Se lo iba mostrando a cada hombre y mujer y, en ocasiones, les miraba a los ojos y se detenía durante un instante, como desafiándoles a que le mintieran. La gente apartaba la mirada temerosa, y el hombre proseguía ceñudo su recorrido, con su pesado andar.

A Hölderlin le fascinaban los hombres como aquel. Entraban en una taberna llena de gente, aparentemente sin refuerzos ni acompañantes de ninguna clase, y se dedicaban a desafiar con prepotencia a todos los presentes mientras buscaban a un asesino peligroso. Un asesino peligroso que muy bien podría estar realmente en la taberna, y quizá con refuerzos y acompañantes de diversas clases. En este caso, al parecer, ese bastardo iba a tener suerte, ya que Dismas hacía rato que se había marchado. No mucho rato, eso sí, y el tabernero sin duda había reparado en el parecido que compartían el hombre dibujado en el papel y el hombre que, media hora antes, había estado bebiendo una cerveza compartiendo mesa con Hölderlin, Von Hagen, Funderlin y algunos otros que estaban allí sentados. El tabernero, al parecer un hombre listo y con cierto control de sus emociones, dirigió una furtiva mirada a donde estaba Hölderlin -quien le sonreía cordialmente mientras alzaba su jarra, de forma inofensiva- y después negó respetuosamente haber visto a aquel hombre. El guarda de caminos prosiguió su recorrido y llegó por fin hasta la mesa. Hölderlin no pudo resistirse.

-“Disculpadme, ¿cómo habéis dicho que os llamábais, señor? Temo que no os he entendido cuando os habéis presentado, al entrar.”
El hombre pareció algo extrañado ante aquella sorprendente cordialidad… si es que era cordialidad y no una provocación. Era difícil decirlo con la sonrisilla burlona de aquel hombre que estaba sentado a la mesa.
-“Brúmbrumbrum” -medio tosió, recuperando su ceñuda expresión. Sin duda debía de tener algún problema de dicción, pensó Hölderlin… o eso o provenía de una familia con ascendientes realmente exóticos, dado su apellido- “...béis visto a este hombre? Está buscado por la ley -gruñido procedente de la tupida barba- “...y se pagará a quienes colaboren en su captura.”
El hombre sentado a la mesa le miró desafiante a los ojos. Era un hombre apuesto, aunque con aspecto curtido, y una cicatriz en su mejilla, fruto probablemente de un navajazo, dejaba ver que no solamente se dedicaba a beber cerveza en sus ratos libres. A diferencia de Brúmbrumbrum, quien era corpulento y musculoso, el otro era alto y delgado, con el tipo de constitución fibrosa que hace que los músculos no destaquen en exceso… pero se vea que están ahí igualmente, y pueden entrar en acción como un virote de ballesta en cualquier momento. Vestía un jubón de cuero tachonado sin mangas, tenía el cabello rubio y alborotado y pendientes en ambas orejas. Un bigotillo y una perilla recortada enmarcaban aquella medio sonrisa desconcertante. Transcurrieron algunos segundos tensos.
-“Si dijera que sí, mentiría, señor.” -miró por fin el cartel, con su cara transmitiendo verdadera curiosidad- “No lo he visto en mi vida.” -concluyó.
El guarda le sostuvo la mirada varios segundos más, con su imperturbable expresión. La taberna se había sumido en un silencio expectante, como si en cualquier momento pudiese estallar una tormenta. Von Hagen seguía bebiendo su cerveza con despreocupación a la izquierda de Hölderlin. No había por qué ponerse nerviosos, aquel hombre tenía una mano ocupada por el cartel de recompensa y la otra por el yelmo que llevaba bajo el brazo, y si intentaba soltar cualquiera de las dos cosas y hacer alguna estupidez, él ya tenía su brazo izquierdo descansando relajadamente sobre el respaldo del banco, a apenas un cómodo movimiento de la pistola que llevaba enfundada a la cintura. Por no hablar de sus compañeros, una media docena de hombres que llevaban cruzadas al pecho correas y bandoleras con dagas, cuchillos lanzables, estiletes… Von Hagen hizo un gesto apenas perceptible a Funderlin, un tipo flacucho que estaba delante de él. Éste, ante la levísima negación de cabeza de Von Hagen, guardó la daga que estaba empuñando con disimulo bajo su raída capa verde.
-“No lo olviden… Cualquiera que lo oculte será castigado con la misma severidad. No hay clemencia para los asesinos y los ladrones.” -farfulló algo mientras se daba la vuelta y se alejaba caminando con la misma parsimonia con que había entrado, hasta salir del local, que poco a poco fue recuperando su bulliciosa atmósfera.
Los hombres de Hölderlin intercambiaron miradas cargadas de significado y complicidad.
-“Vaya, vaya, vaya… Bueno, creo que ya empiezo a imaginar por qué nuestro nuevo amigo Dismas estaba tan dispuesto a incorporarse a nuestra variopinta organización. Sí, se hizo el duro con eso de exigir una remuneración especial, pero… parece que simplemente huye de algo… Como todos” -añadió mirando significativamente a su compañero- “¿Qué opinas tú, Von Hagen?”
-“Bueno, dada su lista de antecedentes y que al parecer han mandado a un guardia de caminos desde Averland en su busca… yo diría que hemos invertido bien nuestro dinero.”

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