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miércoles, 15 de enero de 2020

El prólogo: Toki

[Tercera Era - Clavy - Episodio 0]


Esta entrada inaugura el trasfondo de la banda de Clavy. Unos enanos buscadores de tesoros que se estrenan en esta campaña.


El ambiente era tórrido en la taberna, a las afueras de Mordheim, antes de cruzar el puente. Los enanos estaban desperdigados por la planta baja, apoltronados en diferentes poses, enfurruñados, mirando de cuando en cuando al piso superior.

Señor enano en una taberna



Toki, sentado sobre un banco, respiraba pesadamente a pesar de su corta edad. No sabía si era la cerveza, la comida, el cansancio o todo junto, pero sentía como si toda la banda fuera un sólo cuerpo maltrecho y el estupor se hubiera apoderado de él. Un estupor cultivado con cuidado por el río pútrido que irrigaba los desagües de la ciudad, las noches sin dormir, los confusos combates en la niebla y la muerte de los amigos.



Echó la vista atrás ¿Cómo habían llegado a este punto? Él conocía parte de la historia y sobre el resto sólo podía conjeturar. 


La banda se había conformado alrededor de un Noble Enano, Zerum. Zerum provenía sin duda de una familia adinerada; o que al menos había sido adinerada. Era el segundo hijo de un Señor que había tenido influencia sobre su montaña y un valle cercano a Athel Loren. Su familia se había visto languidecer junto a la riqueza de su reino. De las omisiones en los relatos que Zerum contaba, Toki podía intuir que su único hermano había muerto.


Poco después de la muerte de su hermano, Zerum debió de recibir la visita del Ingeniero Thora y debería de haberse de embarcado en algún tipo de aventura que terminó dando con sus huesos en Mordheim.


Por el camino conoció a Sigga y a Sigvor, los matatrolls. A un grupo de exploradores y al mismo Toki. Un grupo destinado a la gloria…


Los exploradores eran callados incluso para ser enanos. Al parecer Gormar y los suyos habían luchado durante meses en la cercanía del bosque de Loren, formaban una unidad de 30 en un inicio, pero su ejército recibió terribles bajas. Tras la desbandada general, los más resilientes habían logrado resistir, esperando una ayuda que nunca llegó, luego los elfos les dejaron en paz. Su moral había caído con sus efectivos, cuando se encontraron con Zerun eran sólo 7, al parecer Thora intercedió y se unieron al grupo con la promesa de devolver el daño que les habían hecho. Sin embargo 2 murieron por enfermedad de camino a la ciudad de los Condenados y otros 2 en las batallas de la ciudad. Los últimos días hablaban muy poco y parecían preguntarse todo el rato si estaban devolviendo los golpes que recibían o si hubiera sido mejor perecer en el verde bosque en el que fueron héroes.


Los hermanos Sig eran un caso aparte. 


En general y cuando no eran presas de su furia vengativa eran hasta optimistas. La primera vez que los vieron fue cuando literalmente cayeron sobre su carruaje en un angosto camino, habían tropezado tratando de escalar un escarpado risco para “aplastar unos huevos de Troll”. 


Desde luego no eran grandes lumbreras, eran fanfarrones y su predisposición a la violencia les hacía ideales para el cometido que le necesitaban, pero a veces sus caras hablaban de una vida que no había sido esa. Por sus conversaciones habían sido dos simples granjeros, en las llanuras de Nachthafen, cerca del asentamiento enano de Zhufbar. Su familia había huido de la guarnición en busca de tranquilidad que la Laguna Oscura no podía darles. Sin embargo su vida en el monte se había truncado, el día que Sigga y Sigvor volvieron a su casa y la vieron aplastada. Era el trabajo de una manada de Trolls del Bosque Demonio, en su camino hacia a Mordheim. Desde aquel día los hermanos Sig tomaron el juramento de muerte, aceptando que su destino les habría de llevar a un fin violento, matando a aquellas estúpidas criaturas.


Sin embargo era evidente que aquello no les sentaba bien a los hermanos. Su carácter podría ser emocional pero no desesperado; en ocasiones vengativo, pero no pesimista… ¿Por qué habían tomado entonces el juramento?


En batalla, de todas formas, no cabía duda de que valían su peso en oro. Y su peso era muy alto. No partían cabezas, las destruían más allá de toda reconstrucción. Contemplarlos era abrirse a la verdad de la guerra, a la injusticia del combate. Sólo que por una vez los enanos salían ganando.


Ellos fueron los que le rescataron, a Toki, el novato, después de ser acorralado en un torreón por una banda orka. Su rescate le dejó igual de endeudado que aterrorizado… Pobre Toki, el talismán del grupo. El optimista cazador de tesoros que abandonó la mina y se embarcó con sus pocas posesiones y la bendición de su familia.


La compañía de enanos buscadores de tesoros



Apartó sus pensamientos y decidió ser pragmático. Quitó los pies del taburete y apoyó su enorme hacha sobre él. El grupo contiguo de Mariemburgueses se tensó. Toki miró el hacha de su padre con tristeza y volvió a empezar su lucha contra la corrosión otra noche más. Frotar y frotar…


Las puertas de la sala de reuniones se abrieron, Thora el Ingeniero (un completo misterio para él) se abrió paso hacia las escaleras, seguido de Zerum. Verlos era contemplar un pequeño ejemplo de la sociedad enana en sus últimos y flemáticos días. El resto del grupo se levantó pesadamente y se reunió a los pies de la escalinata. Thora se dirigió al grupo:

- ¿Cómo están los ánimos Sire Gormar?

- Como siempre, eminencia.

- Habíamos pensado en... un cambio

- ¿Estratégico quizás? ¿Una nueva incorporación?

- Mas bien de localización.

- ¿Los barrios del Oeste?

- Me temo que más al Oeste todavía, mi buen soldado - Intercedió Zerum - Esta ciudad no da tregua ni acusa los golpes. Y por más que castigamos sus horrores estos no parecen tener fin.


Bajó la cabeza un momento y el resto del grupo miró al suelo con él. Prosiguió.

- Marchamos a Averland, tierra agraciada, donde el enemigo que se muestra a plena luz y los aventureros que encontraremos tendrán causas nobles como las nuestras.

El grupo guardó silencio por un momento...¿Averland? ¿Qué se les había perdido allí?

- Zerum, digo... mi señor - Se interrumpió a sí mismo Sigvor - Mi hermano y yo hicimos un juramento. ¿No es abandonar esta ciudad faltar a nuestra palabra?

- Sigvor! Sigga! mis queridos! No, no. Vuestra misión será cumplida sin duda alguna. Recordad que es mejor muerte la más honorable. - Apartó los ojos un momento a la ventana, a lo lejos se divisaba una humareda proveniente de un convento - Decidme... ¿Queda algo honorable en esta ciudad?



Sigvor miró a su hermano menor y este asintió.

- Tal parece que sólo nosotros, mi señor Zerum. - Concedió Sigga

Zerum esbozó una triste sonrisa. Se estiró, inspirando sonoramente, mientras con una mano se apoyaba el pesado pomo de su martillo y con la otra se aferraba a la misteriosa bolsita que pendía de su cinturón. Espiró todavía más sonoramente, haciendo moverse los pelos de su enorme barba como su fuera un vendaval que recorre los árboles del bosque.

- No regalemos pues, más tiempo a este lugar. Que tanto nos ha robado.

El grupo se dedicó una mirada, como si el hechizo de la rutina les mantuviese todavía estáticos, incapaces de dar el primer paso hacia un rumbo nuevo. Fue Toki el primero que se desperezó y echó mano a su peluda bolsa de viaje. El resto hizo lo mismo perezosamente, poco a poco, haciendo acopio de sus prendas desperdigadas y pertrechos

Muchas incógnitas rondaban la cabeza de Toki. ¿Por qué ese súbito cambio de campo de batalla? ¿Era desesperación lo que les movía a otro lugar? ¿O había un plan detrás de todo ello? ¿Qué llevaba Zerum en su bolsita desde hacía una semana...?


El grupo se dirigió a la salida de la Taberna, el amanecer les esperaba afuera con un pálido halo de esperanza, ese día madrugar compensaba. Toki dirigió una última mirada a la taberna que tantas noches les había acompañado...no echaría de menos ese lugar, esa amarga escuela.

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