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domingo, 26 de enero de 2020

Encuentro en la niebla

Tres hombres, una mujer y tres mastines (uno de ellos hembra) avanzaban por el viejo camino, envueltos en la niebla. Habían abandonado la posada antes de que saliera el sol, y llevaban ya cuatro horas caminando. Aunque al principio habían hablado más, ahora se mantenían en silencio, en parte porque empezaban a acusar la caminata (aunque no llevaban equipaje demasiado pesado), en parte porque con esa niebla era peligroso llamar la atención sin saber qué había a más de veinte metros. Se dirigían al pueblo imperial de Sauerlach y aún les quedaba al menos una hora de viaje. Allí, si las condiciones eran las adecuadas, permanecerían durante bastante tiempo. El hombre que iba en tercer lugar llevaba un documento que le otorgaba poderes especiales, entre los que se encontraba la obligación para todo ciudadano imperial  de proporcionarle alojamiento y alimentación si así lo solicitaba. Maximilian esperaba no tener que llegar a tal extremo, pues de momento él y sus subordinados todavía contaban con fondos suficientes como para poder mantenerse una temporada. Pero de ser necesario no dudaría en emplear su autoridad para poder llevar a cabo su misión.


La acólita interrogadora Livia Bibácula, que en ese momento abría la marcha unos tres metros por delante suyo, seguida de cerca por el jóven Víctor Spiegel, se detuvo, con los brazos que sujetaban su ballesta en ligera tensión, intentando discernir algo entre la niebla frente a ella. Yesca, la feroz mastín gruñía en posición de ataque, mientras que Tizón y Pedernal se aproximaban recelosamente.


"¿Qué ocurre?" - preguntó Maximilian mientras se ponía a su altura.

"Algo o alguien se aproxima por el camino, lo oigo."

Sebastian Vulkermaier, que cerraba el grupo, se acercó mientras descolgaba del hombro su ballesta. Era cierto, podían oírse ruidos más adelante, dirigiéndose hacia ellos.

"Son cadenas." - continuó Livia - "Puede tratarse de una patrulla con prisioneros."

"O puede tratarse de un grupo de esclavistas. Esperemos no tener contratiempos."

El grupo se quedó quieto en mitad del camino, preparados para desenvainar las espadas al primer atisbo de peligro. En ese momento se encontraban atravesando un páramo pantanoso, por lo que no era posible apostarse tras ningún árbol o roca, y no procedía salirse del camino e internarse en el pantano, por lo menos no hasta que se evaluara la posible amenaza.

Unas siluetas empezaron a recortarse en la niebla. Eran tres o cuatro hombres, uno de ellos portando una especie de asta larga en la que se apoyaba para caminar. Los demás parecían llevar mayales y flagelos. En cuanto les detectaron, se detuvieron a su vez, y el del asta se dirigió a ellos:

"Apartad del camino si sois personas temerosas de Sigmar y dejadnos paso libre."

"Somos, efectivamente hombres temerosos de Sigmar, y servidores de su iglesia. Estáis hablando con el capitán cazador de brujas Maximilian von Fornid. Y no me apartaré del camino sin saber quién lo exige y con qué autoridad."

"Soy el padre Aldous, sacerdote de Sigmar, y éstos - dijo mientras se giraba hacia los hombres que le acompañaban - son hombres devotos del pueblo de Sauerlach. La autoridad con que os lo pido reside en la urgencia e importancia de nuestro viaje. Nos dirigimos a las ruinas de Holzkirchen, a limpiarlas de varios fragmentos de piedra bruja que un buhonero nos dijo que había visto, antes de que alguien más los descubra y supongan un peligro para su alma."

"Sauerlach decís. Precisamente hacia allí nos dirigimos. Pretendemos establecerlo como campamento durante una temporada para poder llevar a cabo una misión que me ha encomendado el mismísimo Gran Teogonista." - Maximilian extrajo de uno de sus bolsillos el decreto firmado y lo mostró - "Me dijeron que en Sauerlach encontraría un sacerdote que podría ayudarme con mi tarea, y tengo la sospecha de estar hablando con él."

"Efectivamente." - Aldous rió roncamente - "Ése debo ser yo. Y si venís con intención de purgar el mal sois bienvenidos en Sauerlach, con decreto o sin él. Por ello os estaríamos muy agradecidos mi grupo y yo si nos acompañarais antes a Holzkirchen, cuyo desvío imagino que habréis pasado hace poco, y ya después volviéramos juntos a Sauerlach, donde podría introduciros a la población."

Aquello era un trato justo, pensó Maximilian, y cuanto antes se ganara el favor de los lugareños, más fácil le serían las cosas, por lo que accedió a acompañar al sacerdote y su grupo a Holzkirchen. Total, buscar entre las ruinas y recoger unos pocos fragmentos no debería suponer un retraso mayor de un par de horas…


 Nota de campaña: inmediatamente después de este breve encuentro tuvo lugar la escaramuza inaugural de la Segunda Era, jugándose el escenario "A la caza de piedra bruja".

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