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domingo, 16 de febrero de 2020

Comparecencia ante el Komité

La campaña de Gorkamorka que jugamos hasta el año pasado (que realmente fue de Gorkamunda, ya que usamos las reglas para adaptar bandas de Necromunda), no la ambientamos en el clásico planeta del reglamento sino en otro llamado Vandalusía (creación de Soter y del que estoy seguro que tarde o temprano os hablará), pero en general seguía las mismas reglas y usábamos las mismas bandas para jugar. Inicialmente empecé con una banda de incursores mutantes, porque me parecía que tenían cierta gracia con eso de ir a caballo y tener a su disposición tanta tecnología rara, pero tras la primera partida descubrí que su forma de jugar no era quizás la que me interesaba en ese momento (me di cuenta de que lo que yo quería realmente era abordar kamiones orkos). De modo que coincidiendo con que mi líder murió vergonzosamente tras ese primer enfrentamiento, decidí abandonarlos a su suerte y probar una banda más divertida y mucho más ridícula. Sí, se trataba de los gretchins comunistas tan icónicos de ese juego. Lo gracioso es que no contaba con que hicieran nada bien, y en ese aspecto no me defraudaron en absoluto. De hecho no gané una sola de todas las escaramuzas que jugué con ellos, como bien refleja el hecho de que mi kabecilla siguiera al final de la campaña con L5 (los jefes en Gorkamorka normalmente suman +1 al liderazgo tras su primera victoria, y éste jamás llegó a L6). Pero divertirme me divertí mucho, con semejante horda de inútiles surfeando los desiertos en sus vehículos con velas o, mejor aún, en su karraka movida por tracción gretchin (y en la cual, por puro trasfondismo, mi kabecilla nunca se dignaba a pedalear ya que para algo era el jefe, pese a que eso supusiera mover 3 cm. menos cada turno).

Os dejo a continuación el texto introductorio que hice para mi banda y más adelante el primer relato en el que se explicaba cómo se había formado ésta. Espero que os guste y os inspire a probar esta banda si en alguna ocasión decidís darle una oportunidad a Gorkamorka.


"El Komando Revoluzionario Daltóniko recibe su nombre a causa de las múltiples disputas que mantienen constantemente sus integrantes acerca de su color. Unos dicen que son rojos, mientras otros mantienen que no, que claramente son verdes. Esta discusión metafísica con gran componente físico aún no se ha resuelto y no tiene pinta de que lo haga en el corto plazo.

Al mando de este komando de “aguerridos” gretchins se encuentra el Kamarada Kapitán Grizbizz, bautizado Charlie por varios mekánikos orkos sin saberse por qué. El kamarada kapitán es un veterano kabecilla bajo cuyas órdenes han servido numerosos gretchins revoluzionarios (realmente, esto se debe a la gran mortandad que ha sufrido su komando, no a que el Komité Revoluzionario le haya asignado el mando de muchos gretchins simultáneamente). Charlie Grizbizz tomó parte en la gloriosa batalla del Piño de Hierro, en la que él y sus muchachos destruyeron tres kamiones, un oruga y dos buggies orkos (o al menos de eso informó él al Komité). Tanta heroicidad y buen desempeño de sus funciones le sirvieron para ganar la Medalla de la Orden de Nelin, pero eso también ha servido para despertar numerosas envidias y algunos hasta le acusan de exagerar sus triunfos o incluso de mentir descaradamente al Komité.

En cualquier caso, lo que es innegable es que las tácticas empleadas por Grizbizz y sus “pekeñoz grandes chikoz”, como él los llama, les han permitido sumar grandes éxitos contra la brutal e injusta opresión orka. Sus tácticas de abordaje consisten en mandar valientes gretchins parapetados con escudos que absorben todos los impactos del enemigo mientras que el resto de la tripulación, convertido en un auténtico enjambre de diminutas manos verdes, ataca desde detrás armada con cuchillos, cadenas o cualquier cosa puntiaguda. Grizbizz nunca toma parte en esos abordajes excepto cuando la situación lo requiere expresamente (según algunos, cuando la situación es segura), ya que considera que es más útil quedándose en su karraka dando instrucciones, animando a sus muchachos y disparando su ezkopetón.

Entre sus mejores soldados se encuentra su segundo al mando, el Kamarada Ejemplar Petri. El título se lo ha ganado a pulso, habiendo tomado parte (¡y sobrevivido!) en diez abordajes. El escudo con el que se defiende, el llamado “Gran Ezkudo Rojo” es todo un símbolo que inspira a sus compañeros a realizar actos “heroicos” y darlo todo por la Revoluzión."


Comparecencia ante el Komité

Grizbizz abrió la puerta. Tras hora y media esperando, por fin le habían hecho pasar a la sala donde le recibiría el Komité. No era en absoluto un momento agradable. Si bien todos los gretchins vivían constantemente atemorizados por naturaleza, en estos momentos lo que Grizbizz experimentaba era auténtico terror. Aunque no era la primera vez que comparecía ante el Komité eso no hacía que cada nueva visita fuera menos traumática. De hecho cada vez lo era más, porque el historial de actividades por las que era juzgado era cada vez más extenso.

La sala estaba en semioscuridad, y cuando Grizbizz cerró la puerta tras de sí apenas pudo ver nada a más de dos metros. Una austera silla de madera, sin absolutamente nada a su alrededor y aislada en el centro de la sala, se encontraba a pocos pasos de él. Todo estaba en un silencio sepulcral.
De repente, un potente foco se iluminó, alumbrándole directamente y dejándole completamente cegado. Grizbizz no pudo evitar un dar respingo de pánico.

“Kamarada Grizbizz, acércate a la zilla para que podamoz verte bien.”

La voz había venido de algún lugar inidentificable de la sala. El eco contribuía a dificultar la percepción, aunque el gretchin intuía que se encontraba en una sala grande y de techo alto. Sabía que en algún lugar habría una mesa larga y que varios miembros del Komité le estarían observando, aunque no tenía forma de saber cuántos eran. De hecho era posible que la mesa fuera larga y que no estuviera solo frente a él, sino también hacia los lados. Con los focos cegándole y la oscuridad en el resto de la sala no era capaz de averiguarlo.

Intentando aparentar una seguridad que en absoluto tenía, Grizbizz avanzó hacia la silla. Era bastante alta, lo que hacía que las piernas le colgaran, contribuyendo así a su sensación de vulnerabilidad. A eso se le sumaba la ausencia de una mesa o similar que le permitiera esconder sus manos nerviosas. Sabía de sobra que nada de eso era casual, todo estaba dispuesto para producir una sensación de alarma e incomodidad en quienes se sentaran ahí. Así que lo mejor que pudo hacer fue juntar sus manos para evitar que temblaran y apoyarlas en su regazo.

“Kamarada Grizbizz – prosiguió la misma voz –, ¿zabez por qué haz zido llamado?”

La verdad es que Grizbizz no tenía ni pajolera idea, pero desde luego que se cuidaría mucho de expresarlo. Sin embargo, sospechaba que no sería por algo bueno. Intentó recordar qué cosas había hecho recientemente que fueran merecedoras de castigo, pero pronto perdió la cuenta. Aun así, era completamente imposible que el Komité estuviera al tanto de todas. Es decir, podía saber muchas cosas gracias a su red de chivatos y delatores, pero no podía saberlo TODO. Por lo menos no creía que supiera sobre el ezkopetón de cuarta o quinta mano que había comprado hacía tres días de manera ilegal, o sobre la granja de hongos clandestina que estaba montando a las afueras del campamento, bien alejada de miradas de curiosos.

“Eztooo… ¿es por la Auditoría Revoluzionaria Anual?”

“No, idiota – replicó otra voz distinta –; la Auditoría ya te la hicimoz el mes pazado.”

“Claro, claro, por supuezto – intentó corregir Grizbizz –. Lo decía porque igual el Komité quería comprobar que mi lealtad a la causa gretchin sigue ziendo total y absoluta.”

“Rezpekto a eso, la auditoría dejó ciertas dudas. Creo recordar que te pillamoz mintiendo máz de una vez… - dijo una tercera voz.”

Grizbizz no sabía a dónde mirar para rebatir esa acusación (cierta por otra parte), así que siguió haciendo como hasta ese momento: mirarse las puntas de sus botas, que bailoteaban nerviosas colgando de la silla.

“Ezo no fueron mentiras, sino errorez de ekzprezión que cometí por causa del cansancio. Trabajar tanto por la Revoluzión hizo que me equivocara al escoger miz palabraz. Por eso agradezco de corazón al Komité que me permitieran dezcanzar dos zemanaz en una celda ozcura y fría, donde recuperé laz energíaz.”

“Bueno, en cualquier caso ya te hemos dicho que no eztás aquí por eso – dijo de nuevo la primera voz –. Eztás aquí porque hemoz decidido enkomendarte una mizión.”

“Una mizión a la altura de tuz méritoz – dijo una cuarta voz chillona.”

“Deberaz – prosiguió la primera voz – dirigir un komando de entuziaztaz kamaradaz. Inizialmente te otorgaremos el mando de una karraka y trez kaskaronez. Si desempeñaz bien tus funcionez es posible que te asignemos más rekurzoz.”

Grizbizz no se acababa de creer la buena suerte que había tenido. Había entrado en la sala pensando que iba a ser castigado por algún crimen, y había acabado con el mando de un komando, como en sus buenos tiempos. Volvería a emboscar a bandas de “orkoz zozialez”, a confiscar sus buggies en nombre del Komité y a ir ascendiendo dentro de la cúpula del Partido gracias a sus méritos y a alguna mentirijilla de vez en cuando. Y aunque tendría que pagar una tasa por dirigir un komando más los impuestos asociados a disponer de tres vehículos, confiaba en que los beneficios del saqueo lo compensaran. Sí, se avecinaban buenos tiempos.

“Eztoy tremendamente agradecido. Reuniré a miz chikoz y empezaré lo antez pozible a hostigar a ezoz orkoz iletradoz que no zaben hablar bien…”

“Nadie ha hablado de loz orkoz analfabetoz, todavía – interrumpió una voz que Grizbizz no supo si era la segunda que había hablado o una nueva. – Tu primera misión será dirigirte hacia una nave de zonrozaoz que acaba de aterrizar en el planeta. No creo que estén interezadoz en unirse a la Revoluzión, pero en cualquier caso deberás plantearlez una posible alianza contra loz orkoz. Si no, siempre podrás intentar comerciar armamento y munizión con elloz, o directamente robárzelo zi los vez debiluchoz.”

“Así lo haré – dijo Grizbizz. Al fin y al cabo no eran órdenes tan difíciles de recordar: robar y saquear a los humanos, comerciar solo si querían unirse a la Revoluzión, y ofrecerles una alianza si los veía debiluchos. – ¿Algo máz que deba saber antes de partir?”

“Sí, una cosa más – dijo la primera voz. – En el Komité mantenemos la directriz principal de que todos los gretchins son igualez, aunque zabemoz que algunos gretchins son más igualez que otroz. Por eso vamos a permitirte que mantengaz eze ezkopetón ilegal que compraste por trez piñoz hace poco. Aunque antes tendrás que pagar el impuesto de sucesionez materiales, por supuesto.”

3 comentarios:

  1. Vandalusía era el planeta del que procedían mis orkos sosiales, no donde estábamos combatiendo. Y sí, tendré que explicar esa ida de olla en algún momento xD

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  2. DE ECHO ES ALGO COMO LAS LEGIONES PERDIDAS, NUNCA LLEGAMOS A DARLE NOMBRE AL PLANETA...ERA SIMPLEMENTE LA MIERDA DE SITIO ESTE...

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