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lunes, 6 de abril de 2020

El peor mekániko del Universo


Saludos a todos, damas y caballeros.

Estos días la cuarentena me está sentando particularmente mal, dado que en circunstancias normales yo no estaría encerrado en mi casa en Madrid sino de vuelta en mi tierra, Almería, viendo a buenos amigos de allí y especialmente a los del Club Antebellum, con los que debería estar echando horas y horas de frikismo intensivo. Pero evidentemente las circunstancias son las que son, y mientras sigo acumulando Family Points hasta que llegue el momento, os traigo lo último que llegué a escribir sobre los orkos más cómicos y brutales de la galaxia, los orkos sosiales.


Concretamente son dos relatos, aunque al ser cortos los he juntado en uno. El primero es posterior a la incursión que los humanos muertos de hambre hicieron en las tierras de los orkos, donde misteriosamente había comida por todas partes causaron estragos con su saqueo, hasta el punto de despertar un dreadnought que la lió parda. Fornidson os trajo un relato de sus gretchins (y snotlings) en este trance. El segundo relato es previo al escenario Muerte en la Noche, del que os hablé en esta entrada.

Espero que os gusten y os arranquen al menos una sonrisilla en estos tiempos que parece que, poco a poco, van siendo cada vez menos sombríos.



Thugsnik no era el manitah más espabilado que hubiera pisado nunca el Poso Sosial. De hecho, era una pregunta bastante legítima el cuestionarse hasta qué punto podía ser realmente considerado un mekániko, o si era más bien un proyecto genético fallido que a mitad de su desarrollo hubiera decidido abortar la cadena genética propia de los mekánikos para finalizar el proyecto convertido en seta. Sin duda, un magus genetista del Adeptus Mechanicus se habría sentido bastante desconcertado al examinar su ADN. Con todo, no se podía negar que tenía arrebatos de extrema lucidez, como aquel en el que había decidido crear el dreadnought orko o, más recientemente, el momento en el que se encontraba en ese preciso instante, sin perder ningún detalle de la forma en que Krukskul blandía amenazadoramente su llave inglesa de veinte kilos, preguntándose hasta dónde llegaría su paciencia.

La incursión de los humanos en el Merkao Libre había enfurecido a los orkos sosiales, aunque era algo relativamente esperable. Ya habían intentado saquear el taller de Rotfang, por suerte sin éxito, y viendo lo muertos de hambre que se encontraban era sólo cuestión de tiempo que incluso la comida orka les empezara a parecer apetitosa. Por tanto, dentro de la lógica ira que despertaba el que los debiluchos y sonrosados humanos hubieran decidido violar de forma tan flagrante las reglas del Merkao Libre, no dejaba de ser un enfado menor. La aparición del dreadnought, en cambio, había sido mucho más estelar. Los destrozos causados por la incursión humana habían sido escasos, pero el dreadnought, libre de cualquier atadura moral o práctica, había causado un auténtico estropicio. Cierto, había provocado la huida de los piratas, pero la devastación causada por la bestia de metal hasta que lograron reducirlo a base de granadas perforantes había sido terrible. Cuando se supo, tras el desconcierto inicial, que aquel armatoste, cuya existencia era desconocida por todos hasta ese infame momento, era obra de Thugsnik, Krukskul montó en cólera. En cólera de verdad.


"¿Asín ke tú kreahte esa mala behtia, nol?" – preguntó el Brutal Associate sin dejar de mover rítmicamente la llave inglesa, levantándola y luego estampándola contra la palma de su mano.

"Hil" – respondió un abatido Thugsnik.

"Pero luego no sabíah kómo kontrolarla…"

"Nol".

"Poh ké bien".

La humareda que desprendía el puro de Kruksul envolvía todo el garaje donde se había engendrado al dreadnought, y que en ese momento servía de lugar de Konseho para los Sosios Soleados del Desierto, Sosiedad Anónima Brutal. Aquello no hacía más que revelar que la furia del Brutal Associate era, en aquel momento, infinita. Pero no dejaba de ser “karkulaor”, y antes de abrirle la cabeza a Thugsnik quería asegurarse de golpear en el sitio preciso, pues estaba totalmente convencido de que la cabeza no estaba hueca sino que era toda hueso.

No obstante, Krukskul no podía, por mucho que quisiera, obviar que iba a necesitar todos los brazos disponibles para no dejarse avasallar por esos sorrosaoh que pensaban que podían saquear el Merkao Libre cuando les viniera en gana. Y Thugsnik podía no ser una cabeza pensante, pero tenía dos brazos para sostener un arma y por lo menos dispararla al aire confiando en dar a algo. Al menos los humanos desconocían su torpeza legendaria. Irritado, apuntó con la llave inglesa a la cara de Thugsnik y rugió:

"¡No vuervah a tokar ná! ¡Pero ná de ná! ¿Ehtamoh?"

"Hilhililhilhilhil" – respondió un asustado Thugsnik, entrando en bucle.

Krukskul aplastó los restos del puro bajo su pesada bota y, resoplando de pura furia, salió del garaje.

" Por Morko (o Gorko), menúo día de mierda…"


Pasaron algunas semanas hasta que el Poso Sosial pudo volver a la normalidad. Los sorrosaoh, prudentemente, no habían vuelto a acercarse a las inmediaciones del asentamiento orko, y el desastre provocado por la intervención del dreadnought de Thugsnik había podido ser reparado en gran medida. Las asosiasiones seguían llegando al enclave desde Vandalucía y desde más allá, algunos para hacer benefisio sosial, otros para proteger a sus kompadreh de los sorrosaoh malajeh que habían asaltado el Merkao, y otros para ambas cosas. Lo importante es que Thugsnik había conseguido mantener sus zarpas alejadas de cualquier cosa que pudiera desatar el caos, lo cual, en un poblado orko, era prácticamente cualquier cosa. Gracias a ello se respiraba un cierto aire de calma, tras los alborotados sucesos previos.

Con todo, Krukskul no se fiaba ni un pelo, y había organizado una patrulla que vigilaba el Poso Sosial en un radio de cincuenta kilómetros. Razgob y Morglum pasaban varias horas al día al volante, algo que en el fondo les encantaba, y aunque eso supusiera un gasto considerable de combustible, varios pequeños “empresarios” de Poso Sosial habían decidido financiar ese gasto para los Sosios Soleados con tal de tener una mayor seguridad y poder detectar otro ataque de sorrosaoh, gretchins malajes comunistas o cualquier basura que el desierto les escupiera antes de que fuera demasiado tarde.

Una tarde cualquiera, en que Krukskul se encontraba en “Er Bien Pagao” degustando un brutal flamenquín de cinco kilos (una deliciosa receta de jamón de lagarto, carne de garrapato y queso de xenobuey, todo ello frito en aceite de motor), entraron Razgob y Morglum en un estado de excitación más allá de lo normal. Lo cual, en el caso de Razgob, era ciertamente extraordinario, pues no se conocía un orko más oligofrénico ni siquiera entre el clan del Sol Malvado, famoso por ser un refugio de pirados y dementes. Tal era su excitación que ni siquiera fue capaz de articular palabra coherente, teniendo que ser Morglum el que soltara a voz en grito a la cara de Krukskul, quien masticaba concienzudamente el flamenquín a apenas medio metro de él:

"¡¡¡¡¡UNA PEASO NAVE BEHTIAL SASTAMPAO EN EL DESIERTO, BRUTAL ASSOCIATE!!!!!"

Krukskul contó hasta donde supo.

"¿Máh behtial ke el sopapo ke te via dar, payaso?"

"¡¡¡¡HIL!!!! Kiero desir… NOL… Bueno, no sé… pero mú tosha tío".


La confusión de Morglum ante la pregunta y el amago de asfixia de Razgob permitieron poner calma en aquella dantesca situación, y Krukskul, apartando a un lado el flamenquín y después de dar un trago a la jarra de rebujito de hongos, dijo:

"A ver, sastampao una nave, vale… ¿dónde?"

"Komo a unoh treinta kilómetroh ar sur".

"¿Y ha kedao argo?"

"Eh… poh hombre… argunoh kashikoh por aki y por allá…"

"¿Argo ke varga la pena sakeá?"

"Hilhilhilhilhil, eso hil. Pero habrá ke darse prisa, hemoh vihto argunoh sorrosaoh merodeando por allí, y eh posible ke loh Gremlin vayan también".

La “ahtusia” relampagueó en los ojillos de Krukskul. Aquel podía ser un buen día, desde luego lo sería si conseguían un buen saqueo y de paso reventar algunas cabezas de ladrones y comunistas. Estaba tan satisfecho que ni siquiera se preguntó por qué demonios una nave preparada para viajes interplanetarios podía acabar derribada sobre el desierto de ese planeta, aunque en un arranque de sensatez, probablemente inconsciente, se dio cuenta de que no faltaba mucho para el anochecer, con lo que le dijo a Morglum:

"Ehtá bien, prepararlo tó, noh vamoh mañana al alba. Y dile a Thugsnik ke komo se le orvide otra véh er gah par motó le arranko la kabesa de kuajo, ¿entendido?"

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