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viernes, 21 de agosto de 2020

Disturbios en Rilaspur

Saludos a todos, damas y caballeros.

Hace unos días Fornidson os mostró una campaña narrativa de Infinity que fuimos jugando el año pasado entre sus Hassassin y mis Órdenes Militares. Como os contó, para la segunda partida ya era evidente que yo había ganado la campaña, pues el ganador lo íbamos a determinar por la suma de los puntos de objetivo en cada partida (no por el vencedor de la última partida, como estamos haciendo en La Gran Evasión) y yo gané la primera (Cuadrícula) por 10-2 y la segunda (Altamente Clasificado) por 8-4, lo que sumaba un 18-6 que hacía imposible que Fornidson remontara, ni siquiera ganando la última partida 10-0.

No obstante, como es obvio la jugamos aun así, y en este caso ya ganó Fornidson 6-0. Las reglas de la campaña nos permitían meter una unidad de la facción genérica, no del sectorial, en la última partida, lo que yo aproveché para incluir un Guardia Suizo... que la verdad, no hizo gran cosa, pues fue cazado inmisericordemente por gentuza con armas E/M. 

Esta entrada es el relato introductorio de esta última partida. Para entenderlo adecuadamente seguramente sea necesario ver el relato anterior, donde se introduce a Mario Ricetti, del Hexaedro. Espero que os guste.

Mario Ricetti se dejó caer pesadamente sobre la silla de su despacho, y se encendió un cigarro. La industria farmacéutica haqqislamita había logrado desarrollar tabaco que, sin perder su sabor, eliminaba todo agente cancerígeno en su producción, pero el agente del Hexaedro no cayó en la ironía que suponía estar relajándose con algo creado en el mismo planeta del que procedían los operativos que tantos quebraderos de cabeza le estaban dando.

Ollehrstafen había fracasado. No había logrado tomar ni una sola foto de esos malditos Hassassin. Ricetti tampoco sabía si había llegado a creer en él en algún momento. Era un buen periodista, listo y arrojado, pero para documentar actividad militar Hassassin había que ser casi un mago. Lo que le frustraba en realidad no era eso, sino el hecho de que sus oponentes sí hubieran conseguido lo mismo que él se había propuesto. Por las redes sociales circulaban como la pólvora imágenes de los caballeros panoceánicos introduciéndose en las oficinas que habían albergado material de la emisora rebelde y disparando sobre personas que, naturalmente, no aparecían en el vídeo. Todo ello acompañado por mensajes del estilo de “Panoceanía suprime la libertad de prensa” o “Esta es la famosa democracia de la hiperpotencia”.

El espía sonrió y liberó una bocanada de humo hacia el techo. “Panoceanía suprime la libertad de prensa”… por supuesto. Y todas las demás naciones. Si la gente supiera lo que realmente estaba pasando en Paradiso…

Se relajó. En realidad, la operación que se acababa de desarrollar había sido un éxito rotundo, y los caballeros liderados por Catalina del Piero habían logrado incautar una ingente cantidad de material. Ordenadores, documentos, imágenes, grabaciones… tardarían varias semanas en revisar todo en la delegación del Hexaedro en Rilaspur, pero lo harían, y con bastante probabilidad aparecería alguna clave de por qué demonios el Anciano de la Montaña había concedido tanta importancia a lo que no dejaba de ser una emisora de radio clandestina en manos de un exaltado. Los Hassassin se habían presentado de nuevo en el lugar, pero una vez más habían sido suprimidos sin que los cristianos sufrieran demasiadas bajas. De hecho solo habían resultado heridos la propia Catalina y su segundo al mando, el Caballero del Santo Sepulcro John McDougal, pero sus heridas no revestían gravedad. Lo único negativo era que el comando había quedado temporalmente sin liderazgo, al menos hasta que se recuperaran los dos, pero Mario Ricetti contaba con no necesitar sus servicios en el corto plazo.

Por supuesto, sabía perfectamente que todo era susceptible de empeorar. Y rápido.

Una llamada entró en su comlog, y una voz que intentaba infructuosamente mantener la calma le informó de que se estaban produciendo disturbios en el campamento de refugiados de Rilaspur. Al parecer, las noticias habían corrido como la pólvora, y algunos refugiados haqqislamitas estaban intentando abandonar el campamento, asustados ante la posibilidad de que un destacamento infiltrado de sus propios soldados los usara como escudos humanos. Al mismo tiempo, un grupo de paramilitares haqqislamitas había tomado como rehenes a algunos voluntarios y cooperantes panoceánicos.

En realidad, la voz no dijo necesariamente eso. Pero Mario Ricetti sabía que esa era la versión que filtrarían aquellos periodistas sobre los que tenia influencia.

El espía colgó la comunicación, apagó el cigarro y comenzó a pensar. El incidente tenía que estar relacionado con las operaciones en la emisora disruptiva, eso seguro. Su primera tentación fue hablar con Jean Pierre de Villiers, el superior de Catalina del Piero, para que la mandara a pacificar el lugar. Pero Catalina estaba herida. Dado que el Caballero del Santo Sepulcro también, el siguiente en la cadena de mando era el sargento Klaus, de la Orden Teutónica. Mario Ricetti tuvo que reprimir un escalofrío al pensar en lo que sucedería si mandaba a los teutones a un campamento de refugiados, pero no parecía tener otra opción. Las fuerzas de seguridad de Rilaspur no serían capaces de lidiar con la cuestión en caso de que esos paramilitares fueran efectivamente Hassassin, y no tenía ningún otro destacamento de tropas de élite cerca.

A no ser…

Mario Ricetti se encendió otro cigarro y marcó el número de una línea codificada en su comlog. Una voz dura e inflexible le respondió al otro lado.

“Teniente Rudi, necesito que se presente en treinta minutos en las coordenadas que le estoy enviando”

Tras una brevísima pausa, durante la cual el interlocutor del espía verificaba la dirección, éste respondió:

“Estaré allí en veinte”

Lo bueno de los guardias suizos, pensó Mario, es que siempre se puede contar con su puntualidad.


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