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jueves, 21 de enero de 2021

Liberación en la Sangre: Trasfondo de Vlad Khorgal

Saludos a todos, damas y caballeros.

Cuando os hablé del Proyecto Devoradores de Mundos hace unos meses, escribí que tenía que perfilar bien el Trasfondo que iba a seguir como justificación del proyecto. Al final, el modelismo y el Trasfondo son dos cuestiones que se retroalimentan, de tal forma que se puede optar por usar unas miniaturas concretas y escribir una narrativa para ellas, se puede generar esa narrativa y después buscar las miniaturas acordes para la misma, o las dos cosas a la vez. La verdad es que no tengo muy claro por cuál de las dos opciones estoy tirando (seguramente por ambas a la vez), pero sé que la narrativa es importante, especialmente en este proyecto que es puramente estético.


Así que os presento a mi Señor del Caos para Warhammer 40k, cuyo Trasfondo sustenta en buena medida el del ejército que pretendo hacer. De momento es una introducción genérica, pero seguro que irán apareciendo más relatos con él de protagonista o con sus colegas, algunos de los cuales describiré en una entrada en breve. Hasta entonces, espero que os guste esta presentación.

Vlad Khorgal nació en Terra, en una de las tribus que antaño había pertenecido al Rus De Kievan. En el momento de su nacimiento, la Unificación ya había concluido, y la Gran Cruzada se encontraba en su apogeo. Tras demostrar una extraordinaria fiereza, habilidad con las armas y ánimo combativo, fue aceptado en el seno de la XII Legión, los por entonces conocidos como “Perros de la Guerra”. No pasaría demasiado tiempo hasta que llegara a ser sargento de una escuadra de la infame Octava Compañía, liderada por Kharn.

La XII Legión fue una de las últimas en encontrar a su primarca, algo que generaba pesadumbre en muchos de sus integrantes, y no era menos en el caso de Vlad Khorgal, quien envidiaba a los Cicatrices Blancas que combatían bajo el sereno poderío del Khan o a los Amos de la Noche, guiados por la siniestra majestuosidad de Konrad Curze. Es por ello que sintió una gran alegría cuando encontraron a Angron, y, a diferencia de lo que sucedió con algunos oficiales, no se sintió en absoluto defraudado por el hecho de que su primarca fuera… diferente.

La adoración que sentía hacia su primarca, a quien consideraba el epítome del auténtico guerrero, acabó significando la perdición de Vlad Khorgal. No solo fue de los primeros dispuestos a implantarse los clavos del carnicero, sino que no tuvo el más mínimo reparo en rechazar su juramento de lealtad hacia el Emperador ni en masacrar a aquellos de sus hermanos que se habían mantenido leales a ese juramento en Istvaan III. Vlad Khorgal destacó en varias acciones durante la Herejía de Horus, presa de un entusiasmo homicida difícil de comprender. Su carrera como suboficial en la legión no había sido particularmente destacada, pero parecía tener un gran potencial como asesino psicópata. Cuando Angron culminó su ascensión, hubo muchos entre los Devoradores de Mundos que vieron este cambio con repulsa y miedo. Vlad Khorgal no estaba entre ellos.

Tras la Herejía de Horus, la legión comenzó a desmoronarse bajo el peso de su derrota, la demencia de los clavos y de la disformidad, y la falta de liderazgo. Unos cuantos oficiales intentaron salvar lo que quedaba de los Devoradores de Mundos como fuerza cohesionada, pero Vlad Khorgal se opuso a tal muestra de conservadurismo: su hermandad no estaba formada por otros legionarios, pues esta era una estructura que en el fondo el odiado Emperador había decidido, sino que se nutría de cualquier ser dispuesto a aceptar el credo guerrero de Khorne, independientemente de su legión de origen o incluso de si era o no un marine. Por ello, cuando Kharn acabó con cualquier esperanza de que los Devoradores de Mundos pudieran actuar como otra cosa diferente a una panda de asesinos tarados en Skalathrax, Vlad Khorgal bendijo ese cambio y, junto con unos pocos fieles, formó su propia partida de guerra, con la que se dedicó a seguir su propio camino.

Pese a ser un demente como el que más, Vlad Khorgal se diferencia de la inmensa mayoría de los Devoradores de Mundos en que no cree que la violencia sea un fin en sí mismo, sino que es un medio para alcanzar algo más importante. Ese algo es la libertad. Khorgal, inspirado por la historia de su padre genético, aspira a ser un libertador de esclavos y un destructor de tiranos. Cree que el único camino para alcanzar la libertad es aceptar el credo guerrero de Khorne, pues solo aquel dispuesto a luchar, matar y morir merecerá ser libre: todo el que confíe en otro para defender esa libertad acabará siendo finalmente esclavizado por aquel en el que confió. Así sucedió con la Humanidad, y especialmente con los marines espaciales, cuando confiaron en que el Emperador les haría libres, como prometía. Al final el Emperador acabó siendo el mayor tirano de la Historia, y la rebelión violenta contra su mandato, la única forma de evitar su dictadura. El hecho de que el Imperio, diez mil años después de la Herejía, sea una forma de totalitarismo horrible no supone para Vlad Khorgal una ironía, sino el desenlace natural de la debilidad de aquellos que se arrodillaron ante el Emperador creyendo que les salvaría, en lugar de buscar esa salvación por ellos mismos.

Este pensamiento hace que, curiosamente, Vlad Khorgal sea un hombre muy abierto en cuanto a quiénes se unen a él. Su partida de guerra es pequeña (apenas una treintena de marines y unos ocho mil mutantes, cultistas y renegados), pero acepta a individuos de todas las procedencias. Por ejemplo, su segundo al mando es Kublai el Decapitador, un Cicatriz Blanca renegado. Entre sus filas también se encuentran marines procedentes de los Caídos, los Ultramarines, Guerreros de Hierro… Vlad Khorgal acepta a casi cualquier persona dispuesta a compartir su credo mesiánico y convertirse en un paladín de la libertad bajo la mirada del único capaz de concederla, el dios de la guerra. Mantiene buenas relaciones con miembros de otras legiones renegadas, particularmente con los Amos de la Noche, cuya brutal anarquía encuentra inspiradora, o los Guerreros de Hierro, a quienes siempre agradecerá que abrieran una brecha en el Palacio Imperial para que los elegidos de Khorne pudieran descargar su ira sobre los tiranos. Además, disfruta patrocinando rebeliones contra los opresores en todos los mundos que encuentra, y muchos de los que sobreviven a esas rebeliones acaban uniéndose a su partida de guerra, por lo que sus tropas auxiliares son una variopinta colección de cultistas enfervorizados, tecnobárbaros, tribus primitivas, guerreros feudales, mutantes e incluso xenos.

Esta tolerancia no es, por supuesto, infinita. Vlad Khorgal odia profundamente a los seguidores del Príncipe Negro, a quienes considera esclavos de sus propias pasiones y depravados innobles. Tampoco es particularmente amistoso con la Legión Negra, a la que considera culpable del fracaso durante la Herejía por el hecho de que no querían acabar con la tiranía, sino sustituir un tirano por otro, o con la Guardia de la Muerte, con quienes ha tenido varios choques sangrientos. Pero si hay alguna legión a la que Vlad Khorgal odia con toda su alma es a los Lobos Espaciales, a los que considera hipócritas sin valor: por mucho que fanfarroneen sobre su supuesta independencia y su carácter “rebelde”, Vlad recuerda perfectamente su papel como ejecutores del Emperador. Es por ello que jamás aceptará a un Lobo Espacial entre sus filas: para él, todos deben morir.

La partida de guerra de Vlad Khorgal, conocida como “Los Libertadores”, viaja en un Destructor de Clase Idólatra, una pequeña nave resistente y bien artillada que, en cualquier caso, cumple su función de transportar a los sirvientes de Khorne de un sitio a otro. La hueste es demasiado pequeña como para tomar parte en ofensivas de gran envergadura, pese a lo que Vlad Khorgal simplemente se deja llevar, navegando en la disformidad sin campo Geller hasta que Khorne decide que deben volver al espacio real para asaltar el planeta que haya decidido. Pese a lo reducido de su fuerza, Vlad Khorgal ha conseguido triunfar en escenarios en los que su victoria era muy improbable gracias a tres factores: en primer lugar, la extrema violencia que él y sus seguidores son capaces de desatar; en segundo lugar, el favor de Khorne, que se manifiesta en los demonios que acuden a ayudarle cuando lo necesita; y, en tercer lugar, una cualidad bastante extraña para un berserker: su oratoria. Es tal la convicción que tiene en su mensaje mesiánico de liberación a través del derramamiento de sangre que, durante breves instantes, es capaz de alcanzar una claridad de mente y de propósito tal que enhebra discursos incendiarios que animan a la población de un planeta a rebelarse contra sus opresores y seguir el camino del dios de la sangre. La mayor parte de las veces ni siquiera es capaz de recordar esos discursos, lo que sugiere que en realidad son los demonios quienes hablan a través de él, pero sea como sea atrae a muchos seguidores a su causa.


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