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sábado, 7 de agosto de 2021

La Liberación de Aaxen IV (I)

Saludos a todos, damas y caballeros.

Dentro de la entrada de lo que esperaba (en términos frikis) de 2021, una de las cosas que me había propuesto era escribir un relato largo, que se leyera por partes. Esto lo he hecho ya con la Anabasis de Seadrake, pero mi primera intención era que el relato estuviera ambientado en 40k, y eso es lo que os traigo hoy.

Pese a estar ambientado en el universo de 40k y protagonizado por el líder de mis Devoradores de Mundos, Vlad Khorgal, la acción va a transcurrir en un mundo feudal, medieval. Creo que una de las cosas de las que peca el Trasfondo de 40k de un tiempo a esta parte es que casi todos los mundos que describe son similares (mundos colmena en su mayoría), dejando atrás otros que perfectamente pueden existir en una ambientación tan sumamente vasta y que pueden dar mucho más color. Eso sucedía, por ejemplo, en la colección de relatos "En el Torbellino", seguramente el mejor libro de 40k que he leído, y en el que cada relato estaba ambientado en un mundo diferente. Un ejemplo más reciente es el relato "Nurgle´s Gift", que me gustó mucho precisamente porque tenía también una ambientación medieval o, cuanto menos, campestre. 

Hecha esta aclaración, os dejo con la primera parte del relato. Espero que os guste.

Desde el momento en que vio llegar a la Guardia de Palacio, Aelfric supo exactamente qué estaban buscando. Y supo que tendría que matarlos a todos, o morir en el intento.

Entró apresuradamente en su casa, donde su mujer y sus hijos temblaban de miedo, y cogió su hacha de leñador. Intentó transmitir a su esposa con la mirada que todo iría bien, pero era imposible ser convincente, y ella dejó escapar un grito ahogado, lleno de desesperación, mientras miraba a su pequeña Isolda. Era a ella a quien querían. A la pobre Isolda, de pelo pajizo y cara sonrosada, que jamás había hecho daño a nadie ni seguramente lo haría nunca, dado su carácter bondadoso. Los ojos de su madre se llenaron de lágrimas, pero Isolda se encontraba en un estado de agitación tal que no era capaz ni de lamentar su suerte.

Los guardias llegaron finalmente ante la puerta de la casa, que se encontraba algo apartada del pueblo, y Aelfric salió a recibirlos con el hacha en la mano. Cerró la puerta de la casa, deseoso de poner cuantas barreras fuera posible entre los guardias y su familia, aunque sabía que aquello no serviría de mucho. Inspiró una amplia bocanada de aire, intentando en vano calmarse.

El líder de la expedición dio un paso al frente. Era un hombre curtido y veterano, con el ojo izquierdo tapado por el parche que habría perdido en algún duelo. Su cota de malla estaba pulcra y era de buena calidad, así como la espada larga que llevaba al cinto. El resto de sus hombres mostraban una indumentaria similar, aunque en su caso estaban armados con las tradicionales lanzas usadas por las mesnadas de Aaxen IV, y portaban también mazas para un combate más cerrado.

“¿Aelfric Haggard?”


Aunque teóricamente era una pregunta, el capitán de la guardia lo dijo con tono de afirmación. Se conocían de sobra. Todo el mundo se conocía allí. Sin embargo, Aelfric respondió:

“Soy yo”

“Vuestra hija ha cumplido quince años. Según nuestras leyes, debe ser llevada a palacio”

Aelfric miró al oficial a su único ojo y aferró con fuerza el mango del hacha cuando dijo:

“Ninguna chica ha vuelto jamás de allí”

El capitán no respondió. Sabía de sobra que aquello era cierto. Se limitó a insistir:

“Debe ser llevada a palacio”

Tras unos instantes en que ninguno dijo nada, el oficial ordenó:

“Sacadla de la casa”

“Tendréis que matarme”

“Eso no cambiaría nada, Aelfric. No malgastes tu vida”

Viendo que Aelfric no pensaba colaborar, el oficial indicó a dos de sus hombres que entraran en casa. En ese momento, el leñador estalló y se lanzó, con el hacha firmemente agarrada con sus dos manos, a por uno de los hombres. Pero el oficial había previsto esa acción y tumbó a Aelfric con un puñetazo en la boca del estómago. Aun en el suelo y muerto de dolor, el desesperado padre intentó ponerse en pie, pero los soldados lo desarmaron y lo patearon hasta dejarle semiinconsciente.

“¿Qué está pasando aquí?”

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del oficial de la guardia al escuchar esas palabras. Él y sus hombres habían estado tan preocupados por reducir a Aelfric que no se habían dado cuenta de que otros hombres se habían acercado hasta ellos… si es que se les podía considerar hombres. Eran ocho gigantes sobrehumanos, embutidos en armaduras impenetrables pintadas de rojo y bronce, en las que muchos de ellos lucían trofeos como cabezas cortadas, calaveras o manos. El que había hablado tenía un yelmo dorado en forma de calavera ocultando su rostro, y su brazo derecho no estaba protegido por la armadura, mostrando unos músculos imposibles de desarrollar en ningún ser humano. Su antebrazo estaba rodeado de cadenas, y portaba dos hachas, una en cada mano, cada una de ellas casi tan grandes como una persona.

El capitán tuvo que recurrir a todo su valor para murmurar:

“Venimos a llevarnos a una doncella, de quince años recién cumplidos, a palacio. Según las leyes dictadas por nuestro gobernante, amado por todos…”

“¿Por qué las lleváis al palacio de ese gobernante?” preguntó el gigante siniestro. Al oficial le costaba mirarle directamente. En torno a él había un aura de violencia y poder que le generaba náuseas, y las extrañas runas de su armadura parecían latir como si fueran arterias bombeando sangre.

Imagen de Dan Farin

“Así lo pide su alteza, amado por…”

El gigante vio que el oficial no quería desvelar cuál era el destino de las chicas, así que debía ser algo espantoso. Miró al hombre ensangrentado tirado en el suelo y preguntó:

“¿Se trata de tu hija?”

Aelfric asintió. El guerrero señaló su hacha y preguntó si había intentado defenderla, a lo que Aelfric asintió de nuevo.

Durante un instante, el gigante pareció reflexionar, y finalmente le dijo al capitán de la guardia:

“No podéis llevaros a su hija”

El humano sintió que su corazón se le iba a salir por la boca. De no haber sido un hombre tan curtido, se habría echado a llorar, pues lo que tenía frente a sí era una disyuntiva espantosa. Pese a lo cual, reunió todo el valor que pudo para decir:

“Tenemos órdenes…”

“No me importan vuestras órdenes”

El oficial supo que aquel sería su último movimiento, pero lo hizo de todos modos: desenvainó su espada.

“No podemos hacer lo que nos pedís, señor”

“Discrepo”

Con el tiempo, Aelfric descubriría que lo que había visto en ese momento no había sido un sueño, pero entonces no fue capaz de entenderlo. En apenas unos segundos, los ocho gigantes se convirtieron en una borrosa sombra carmesí, y los guardianes de palacio fueron asesinados sin tener oportunidad siquiera de levantar sus armas. Casi tan estremecedor como eso fue que, una vez estuvieron todos muertos, los gigantes cogieron sus cabezas, decapitando a aquellos que no habían sido ya ejecutados de ese modo, y formaron con ellas un montículo ante el que se arrodillaron. El del yelmo con forma de calavera alzó los brazos hacia el cielo y murmuró, sin alzar la voz, pero con un tono que hizo estremecerse a Aelfric:

“Señor Khorne, gracias por permitirnos depositar cráneos ante tu trono”

Tras eso, se pusieron todos en pie, y el que había hablado se dirigió al leñador, quien seguía caído en el suelo, incapaz de moverse no por sus heridas, sino por el miedo.

“¿Cómo te llamas?”

“Aelfric Haggard”

“Eres un hombre valiente, Aelfric. Levántate, coge tu hacha, y explícanos por qué estos hombres han decidido morir antes que desobedecer a ese gobernante… amado por todos”

Parte II

4 comentarios:

  1. ¡Muy chulo el relato! Y la ambientación, como dices, muy buena, fuera de lo típico y habitual. Los contrastes tecnológicos no hacen sino darle más ambientación y personalidad. :)

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    1. ¡Muchas gracias! En realidad los Devoradores de Mundos ya viven en el medievo, esto es solo una forma de ponerlos en su ambiente real xD

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  2. ¿Dónde hay que suscribirse para recibirlo?
    Llevas mucha razón en que se han unificado mucho los mundos de W40K. Siempre retornan a una pesadilla urbana e industrial. Me alegra ver que resucitas viejos paradigmas.
    Me ha gustado mucho.
    Un saludo

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    1. ¡Muchas gracias! Sí, es una pena la prevalencia casi absoluta de la, como bien defines, pesadilla urbana e industrial. Que no está mal porque es verdad que es muy icónica, pero es dejarte fuera el 95% de los mundos que podrías estar desarrollando, lo que es una pena.

      Por aquí seguirán apareciendo las aventuras de estos buenos tarados. Estilo un yanqui en la Corte del Rey Arturo pero a lo bruto!

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