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domingo, 22 de marzo de 2020

La isla de los cazadores

Saludos de nuevo, lectores.

Hoy os traigo un relato que he escrito en estos días de confinamiento y que está enmarcado en la campaña que estoy jugando a distancia con Soter. Hace referencia a la primera partida, consistente en una escaramuza donde unos cazadores norses tratan de volver a su aldea después de detectar el bajel de Seadrake para dar la alarma pero que son sorprendidos por una avanzadilla druchii que ya había desembarcado y se encontraba asegurando la zona. La partida en sí no dio para mucho, ya que los elfos oscuros se retiraron en su segundo turno al fallar el chequeo de retirada, pero aun así este relato sirve para aportar más a la historia tras la campaña. Espero que os guste.


La partida de caza de Tiyagone se aproximaba a la playa donde esperaban encontrar las morsas. Con que sus hombres consiguieran abatir a una antes de que reaccionaran y se metieran en el agua sería suficiente, no solo por la cantidad de alimento que esto supondría, sino por la imposibilidad logística de cargar con más de una. Un ejemplar adulto podía llegar a pesar mucho más que lo que diez norses, por muy fornidos que fueran, eran capaces de llevar a cuestas.

El sol comenzó a asomar lentamente sobre el horizonte marino, aunque todavía era una mancha deforme de luz borrosa que tenía que abrirse paso a través de la bruma de la mañana. Los cazadores habían abandonado la isla de Svensfar cuando todavía era noche cerrada y hacía apenas unos minutos que habían desembarcado en la isla en la que se encontraban, que recibía comúnmente el simple nombre de "Isla de los cazadores" por motivos evidentes. El paisaje se iba iluminando progresivamente, revelando los primeros movimientos entre las morsas, que poco a poco iban despertando. Desde la colina en la que se encontraba, Tityagone divisó, ya con claridad, la enorme roca con forma de ave que marcaba el límite norte de la cala y de la cual saldría, señalando el inicio de la cacería, Uthfir con sus mastines. Su misión era asustar a las enormes bestias y evitar que éstas se dirigieran hacia las aguas profundas de esa zona, para que en su lugar lo hicieran hacia la zona sur de la playa, donde se encontrarían Tiyagone y el resto de los cazadores. Allí la playa presentaba algunas balsas de arena, lo que dificultaría la huida de las morsas al mar.

El grupo estaba ya a punto de dividirse, con Uthfir y sus perros listos para dirigirse a su posición, cuando unos metros más adelante Valaska, la rastreadora que más recientemente se había incorporado al grupo de caza, dio la señal de alto. Tiyagone se dirigió sigilosa y rápidamente hacia donde se encontraba la joven y desde ahí pudo verlo ella también. Un siniestro bajel negro de inconfundible manufactura élfica se encontraba fondeado en la playa contigua, oculto parcialmente por las rocas.

La cazadora no tenía forma de saber qué hacían ahí los elfos, aunque probablemente se tratara de piratas o esclavistas que habían desembarcado brevemente para aprovisionarse de agua y alimentos antes de dirigirse a alguna aldea costera que saquear. Este descubrimiento cancelaba por tanto la cacería de ese día, y ella y sus hombres emprendieron el camino de vuelta hacia los botes. Debían regresar cuanto antes a su aldea en Svensfar y alertar a todos de un posible asalto.

Pero no habían terminado de darse la vuelta cuando una andanada de proyectiles de ballesta proveniente de unos árboles cercanos cayó sobre ellos. Un segundo después, una nueva andanada procedente esta vez de un árbol a su espalda hizo lo mismo. Sus hombres buscaron cobertura ante los disparos y Tiyagone pudo ver cómo Uthfir era impactado a poca distancia de ella, cayendo al suelo aparentemente inconsciente. Unas siluetas aparecieron de entre los árboles, revelando un grupo reducido de elfos equipados con finas armaduras y siniestras espadas, y con unas sonrisas diabólicas en sus caras. Pero los norses no estaban desarmados. Puede que solo tuvieran sus capas y vestimentas para protegerse, pero las lanzas que llevaban estaban fabricadas para abrirse paso a través de la gruesa piel de una morsa, que en ocasiones resultaba incluso más resistente que una armadura ligera.

Los mastines de Uthfir no habían sentido el impulso de ponerse a cubierto. De hecho, ver a su dueño herido había despertado el instinto asesino de las bestias, que ya se abalanzaban sobre los atacantes. Esto dio tiempo al resto de cazadores a tomar posiciones para repeler a los enemigos y algunos de ellos les lanzaron sus arpones de caza. A poca distancia Jalarna, la mujer de Uthfir, impactó con un arpón en uno de los elfos, perforando la armadura pectoral sin apenas problemas y matándolo en el acto. Y a la izquierda de Tiyagone, Hälar, el cazador más fuerte del grupo, arrojó el suyo sobre otro de los elfos, con tan buena puntería que le acertó de lleno sobre el rostro. La fuerza del impacto fue tal que el arpón llevó por los aires el cadáver durante un metro, antes de dejarlo ensartado en un árbol.

Ante semejante reacción, los elfos que quedaban dejaron de sonreír y se miraron con evidentes muestras de preocupación. Uno de ellos, que debía ser el jefe, dio una orden en su lengua, y el grupo se internó entre los árboles nuevamente, abandonando el lugar. Tiyagone por su parte no mostró intención de perseguirlos. Podía perfectamente tratarse de una trampa, y la prioridad en ese momento era hacerse cargo de los heridos y embarcar rápidamente para llegar a su aldea de Skjervik antes de que los elfos se reagruparan y partieran en su busca.

Ese día, las morsas podrían descansar en paz.

Dibujo del naturalista Henry Wood Elliott allá por 1872

Nota: la escena del norse que ensarta con su arpón el cráneo del elfo no la he incluido por añadir épica gratuita a la historia, sino porque uno de mis bárbaros sacó cuatro seises seguidos disparando su jabalina (uno para impactar, otro para herir y dos en la tabla de heridas como consecuencia de haber causado un crítico). Y eso se merecía un reconocimiento.

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