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jueves, 23 de abril de 2020

Combate fugaz


Muy buenas a todos.

Buscando en el ordenador he conseguido encontrar una historia corta que hice durante la Segunda Era pero en la que el protagonista es uno de la Primera. Os explico. Después de que Trifón se convirtiera en un adorador del Caos, hicimos unas reglas para ver qué miembros de su banda seguían sus pasos y quiénes le abandonaban. Algunos como el ogro Moog le acompañaron (lo que me ha permitido posteriormente desarrollarlo como paladín ogro del Caos), mientras que otros como su lugarteniente Enomao se enfrentaron a él. Esto también ha dado pie a que lo hayamos usado como personaje de apoyo en algunos escenarios (como éste o éste). Pero trasfóndicamente no todos los que se negaron a adorar a los poderes ruinosos han acabado tan "bien". Varios de los luchadores del pozo que no partieron a Norsca intentaron rehacer su vida en otras provincias del Imperio o incluso más allá, aunque la gran mayoría permanecieron en la Ciudad Maldita, donde murieron, enloquecieron o (los más afortunados) acabaron ofreciendo su músculo y su experiencia a las bandas bisoñas que acababan de llegar.

A esto hay que sumarle que durante la Segunda Era empleamos las reglas de campamentos para Mordheim que salieron en un Heraldo de Mordheim. Malvador eligió como alojamiento para su banda de poseídos el campamento Nido de Asesinos, que entre otras cosas tenía reglas para poder hacer combates en el pozo contra un gladiador y así ganar oro y experiencia (o una nada desdeñable tirada en la tabla de heridas si las cosas no salían bien). Contando con la resistencia natural de su poseído (que como ya conté en el escenario del Poblado Misterioso era un hombre pez), no dudó en mandarlo a la arena... para ser derrotado por el luchador del pozo. Esto me dio la idea de hacer que ese gladiador que se encontraba en Nido de Asesinos era uno de los integrantes originales de la banda de Trifón y que había decidido quedarse en la Ciudad Maldita (grave error por su parte). Y de ahí surgió Dracma y éste relato.


Por último, decir que cuando en esa misma Era jugamos el escenario de la defensa de Sauerlach, Malvador consiguió irrumpir en la prisión del pueblo y liberar a los presos que allí se encontraban. El azar quiso que liberara a un luchador del pozo, por lo que decidimos hacer que fuera el mismo Dracma al que se había enfrentado en Nido de Asesinos pero que por algún azar había caído prisionero de los cazadores de brujas que yo llevaba en ese momento (la mala vida que llevaba el gladiador sumado al pasado oscuro de algunos de sus compañeros lo hacían candidato para ser detenido por mi banda de fanáticos).

Habiendo hecha esta introducción de Dracma, os dejo con el relato breve que se me ocurrió escribir cuando se enfrentó al hombre pez de Malvador en combate de gladiadores. Espero que os guste.


Dracma se estaba terminado de ajustar las correas de cuero del guantelete, sentado en un banco en el túnel que comunicaba con la arena, cuando oyó a Búnul “el semitroll” anunciar su combate. Había conocido al imperial hacía aproximadamente dos meses, después de que Trifón y el resto de sus compañeros se marcharan a Norsca junto con la tribu de la Serpiente Negra. Aunque estuvo a punto de irse con ellos, una voz interior le aconsejó quedarse en Mordheim. Y maldita fuera aquella voz. Si no fuera por ella ahora mismo estaría en Norsca, viviendo a cuerpo de rey, y no malviviendo en la Ciudad de los Condenados, alquilándose en un sucio pozo de lucha.

Aunque al principio había vivido bastante bien gracias a su parte del botín que Trifón repartió cuando se disolvió el grupo, no había sabido administrarse, y ya estaba empezando a notar que su pequeña fortuna se estaba acabando. Y lo peor era que había cogido gusto a la sombra carmesí, lo cual mermaba aún más sus cada vez más escasos ahorros. Fue en ese momento cuando el azar quiso que se cruzara con Búnul. Éste había sido en el pasado un famoso luchador del pozo en Mordheim, muy conocido por su rápida capacidad de cicatrización (que algunos achacaban a algún tipo de droga que tomaba y otros a que su madre fuera un troll, lo que le dio el apodo), pero que con la edad se había retirado y ahora organizaba combates y apuestas en Nido de Asesinos. A Búnul, en cuanto supo que Dracma se trataba de un antiguo miembro de la banda de Trifón, le brillaron sus ojos codiciosos. Y viendo las condiciones desesperadas del gladiador, las aprovechó en su beneficio para ofrecerle un contrato que, si bien era mejor que el de otros luchadores libres que trabajaban para él, no dejaban de ser condiciones de semiesclavitud.

“Y ahora, – se oía decir a Búnul a los espectadores – después de haber disfrutado todos viendo a estos siete valientes halflings pelear por sus vidas contra un oso, que por cierto, han sobrevivido bastante más tiempo del que me esperaba, vamos a ofrecer una nueva actuación de nuestro aclamado amigo Dracma el Hedonista, que aunque lleva poco tiempo con nosotros ya se ha ganado el corazón del público. En esta ocasión le hemos preparado un oponente digno de su altura, una feroz criatura que a mi entender y por su aspecto debe haber salido del propio río Stir y cuyo patrón, el Magíster Pablet, -¿y este tío quién diablos es?- me ha garantizado que va a proporcionarnos un sangriento espectáculo. Así que señoras y señores, niños y niñas, ladrones y asesinos, hombres y no hombres… ¡que mane la sangre!”

Las puertas del túnel donde estaba Dracma se abrieron y la luz le cegó temporalmente. Salió a la arena, mientras el gentío rugía y las apuestas empezaban a correr. Se preguntó qué aspecto tendría su oponente, dadas las palabras de Búnul. Quizás un troll de río. Nunca se había enfrentado a uno, pero se acordó de un consejo que le dio Gannicus: “Mátalos rápido. A la larga un troll te acaba venciendo porque regenera brazos cortados mientras que tú no, así que mátalos rápido.”

“Qué jodido. – pensó – Ojalá te encuentres muchos trolls allá por Norsca y tengas que averiguar la manera de matarlos rápido.”

La puerta que comunicaba con el túnel de donde debía salir su adversario seguía abierta, pero sin que nadie asomara. Dracma empezaba a impacientarse. Quería acabar cuanto antes y poder ir a tumbarse y descansar, porque llevaba un rato doliéndole la cabeza. Lo mismo el troll era tan estúpido que ya no se acordaba de cómo caminar.

Finalmente su oponente surgió del oscuro túnel. Aquello no era un troll, pero entendió por qué Búnul lo había descrito de aquella manera. Era una especie de pez gigante, con una boca llena de multitud colmillos largos y afilados, pero con piernas y brazos como un hombre. El cuerpo terminaba en una cola corta que se movía rítmicamente al andar, como si estuviera nadando. A Dracma le recordó vagamente a la merluza que había tomado para cenar dos días antes. Quizás se tratara de un pariente no muy lejano.

El hombre pez (no se le ocurría mejor forma para definirlo) se paró en medio de la arena y contempló a la multitud que lo observaba desde el graderío. Dirigió su mirada a una figura entre el público, sentada en la zona habilitada para lanistas ricos o para quienes aportaran sus propios luchadores a los combates y a quien Dracma tuvo la ligera sensación de haber visto antes. Sí, quizás lo había visto en el pueblo de Adanérenburg, al poco de la fuga que encabezó Trifón pero antes de que llegaran los norses a Mordheim. En cualquier caso no pudo dedicar más tiempo a estudiar al personaje misterioso, pues el hombre pez profirió un extraño sonido (que parecía impropio de una criatura con agallas) y cargó contra él. Afortunadamente, Dracma había sido un hábil perseguidor, por lo que consiguió esquivar a la masa de músculo y escamas que se le venía encima y contraatacó a su vez según su adversario pasaba de largo. No pudo ver la cara del hombre pez, pero seguramente mostraría desconcierto, preguntándose dónde se había metido el gladiador, aunque ese desconcierto no duró mucho tiempo, al menos no más que el que tardó Dracma en descargar su mangual sobre él. Un golpe quedó amortiguado por las escamas resbaladizas del monstruo, pero otro le acertó de lleno en la cabeza, dejándolo inconsciente en el acto. Y así, de forma tan rápida, acabó todo. El público seguía gritando y los que habían apostado dinero a favor de uno de los combatientes estaban ya cobrando o pagando sus apuestas. Una puerta lateral se abrió y varios trabajadores halflings entraron para retirar al hombre pez.

“Rezad para que Búlun consiga comprarle a Ashen el Esclavista más amigos vuestros antes de que le apetezca repetir el número del oso” – pensó Dracma antes de dirigirse de nuevo a la oscuridad del túnel.

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