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jueves, 25 de junio de 2020

Chantal conoce a Beatrice


Saludos a todos, damas y caballeros.

Ayer me puse a hacer una revisión del blog y me di cuenta de que llevaba cerca de un mes sin subir ningún relato nuevo, lo cual, siendo el Troglablog un blog dedicado al juego narrativo y el Trasfondo, es imperdonable. Así que para celebrar que anoche pinté finalmente a Chantal, mi nigromante, os traigo un relato de cómo conoció a Beatrice, su lugarteniente, amante y suma sacerdotisa de su demencial culto de pirados adoradores de la muerte.

Chantal (la rubia) y Beatrice (la morena)
Este relato corresponde a la Segunda Era de Mordheim, donde Chantal y Beatrice se conocieron. Beatrice es la nigromante que recluté para sustituir a Ayn Ad-Dhalam, la bruja original de la banda, quien murió en el asalto a Sauerlach. Chantal era una simple despojo a la que hice que aprendiera habilidades académicas en lugar de fuerza para representar que era la aprendiz de Ayn Ad-Dhalam. Con el tiempo Chantal se convertiría en una poderosa nigromante y crearía una cábala de hechiceras tan sádicas y despiadadas como ella, pero en el momento en que escribí esto era simplemente una chica absolutamente tarada que se entregaba a la lujuria y el sadismo en la Ciudad de los Condenados, sometida al vampiro Aurelian. Chantal, como Trifón, representa la satisfacción narrativa de poder contar los orígenes humildes de personas que llegarían a comandar ejércitos y arrasar naciones.

Os dejo con el relato. Espero que os guste.


"Conque vienes de Mousillon…"

Aurelian, sentado en un sillón demasiado desvencijado para mostrar el lujo que antaño mostró, examinaba a la nigromante bretoniana y disfrutaba, por qué negarlo, del evidente temor que despertaba en la humana, y que para la visión privilegiada de un vampiro se manifestaba en una neblina púrpura en torno al pecho. A su lado se encontraba Chantal. Intentaba mantenerse en segundo plano, pero era imposible que alguien como ella no destacara.

"¿Cómo os habéis conocido?"

La pregunta iba dirigida a la aprendiz rubia, y fue ella quien respondió, sin perder su habitual coquetería pese a la muerte de su hermana y el respeto que inspiraba Aurelian.

"Oh, bueno… ya sabéis" – dijo, con esa provocadora sonrisa que no podía esconder ni siquiera frente a un vástago de Abhorash.

Efectivamente. Aurelian conocía los gustos heterodoxos de las hermanas, y las cosas que habían practicado con Ayn ad-Dhalam, no todas necesariamente relacionadas con la magia pero todas indudablemente blasfemas. También sabía cómo estaba sobrellevando Chantal la muerte de su hermana a manos de los fanáticos salvajes de Sauerlach. En los últimos días habían aparecido varios cadáveres de prostitutas salvajemente acuchilladas o flageladas, y seguro que esa no había sido la única interacción entre Chantal y las inconscientes mujeres que habían permitido que esa rubia descocada se les acercara demasiado.

¿Habría intentado matar a aquella mujer que se hacía llamar la Ladrona de Almas? Desde luego, era una buena forma de comenzar su… “amistad”. Aurelian sonrió para sí.

Tampoco era difícil imaginar qué tenía la nigromante para llamar la atención de Chantal de aquella manera. Su cabello era negro y salvaje, y contrastaba vivamente con una piel excepcionalmente blanca y los ojos color caoba. Su túnica mostraba intencionadamente sus encantos en varias partes, y una variopinta colección de tatuajes arcanos, joyas y aros colocados estratégicamente realzaban ese efecto de belleza peligrosa. Justo como Chantal… aunque ella era más sutil. A primera vista nadie sospechaba de ella.

Menuda pareja.

"Creo que podría seros útil, poderoso guerrero" – dijo la nigromante, inquieta ante el escrutinio al que la sometía el vampiro.

"Tendrás oportunidad de demostrarlo" – afirmó el vampiro.

Ella hizo una reverencia que mostró aún más encantos, gesto que fue seguido con gran atención y no poco descaro por Chantal. Aurelian volvió a sonreír en su interior. Nunca había conocido a una persona con una libido tan exagerada.

"Lo que quisiera saber es…" - prosiguió el vampiro – "qué hace que una bretoniana viaje tan lejos".

La nigromante dudó, y el guerrero notó su duda. Creyó conveniente advertir:

"Sea de lo que sea de lo que huyes, puedo protegerte, si me sirves bien. Mientras me seas útil, me encargaré de que nada ni nadie te haga daño, y no tendrás mejor defensa en esta ciudad."

Ella intentó hacer de nuevo aquella reverencia tan provocadora, que probablemente habría encandilado a muchos nobles y mafiosos, pero Aurelian dijo antes con su tono más duro:

"Pero, si me mientes, nada podrá salvarte. Sea lo que sea de lo que huyes, no te causará tanto terror como el que produce mi ira."

Beatrice Noir, que así se llamaba la nigromante, no tardó demasiado tiempo en decidir que el vampiro tenía razón. Intentando vencer sus reticencias, dijo finalmente:

"El Rey de los Necrófagos me persigue.

Nadie dijo nada, y ella continuó:

"Las criptas de Mousillon son muy extensas, y en ella se refugian varios necrófagos y criaturas aún peores. Su líder es, naturalmente, un vampiro. Aunque viven en el subsuelo, esta mafia tiene un gran control sobre lo que sucede en la superficie, y mueven sus hilos de forma que parece difícil creer que se trata de simples necrófagos. Naturalmente, no es sensato contrariarles."

"Pero tú lo hiciste…" - dijo Aurelian, llegando a la conclusión lógica.

"Debo decir en mi defensa que fue involuntario. No sabía que aquella mujer estaba protegida por el Rey de los Necrófagos."

"Aquella mujer…"

"Una… buena amiga" – dijo Beatrice mirando de forma significativa a Chantal -. "Hasta que dejó de serlo, claro."

Desde luego, aquella pareja haría las delicias de los dramaturgos más perturbados del Imperio.

"Bien" – dijo Aurelian levantándose -, "eso aclara mucho. El Rey de los Necrófagos te perseguirá, pero, si lo mereces, te protegeré de él y salvarás la vida. Si me decepcionas, no me interpondré entre su ejecutor y tú. La buena noticia para ti es que tu vida ahora depende de lo que tú hagas. No desperdicies esa oportunidad."

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