Saludos a todos, damas y caballeros.
Seguimos con el relato de mis Devoradores de Mundos, La Liberación de Aaxen IV, cuya primera parte podéis ver aquí y cuya segunda parte está aquí.
Esta parte del relato es importante porque describe tanto el modus operandi como el sistema de creencias que me gusta imaginar que tiene Vlad Khorgal, el cual como buen Devorador de Mundos es un completo demente, pero cuya demencia tiene unas características y una lógica particular. Como describí en la entrada de su Trasfondo, Vlad Khorgal es sorprendentemente un buen orador, lo cual no se debe tanto a sus propias capacidades como a que, por alguna razón, Khorne lo utiliza para expandir su credo, el cual por otra parte tampoco es excesivamente complejo. En el caso de Vlad Khorgal, ese credo está interpretado desde el punto de vista de su obsesión personal, que es la guerra como forma de enfrentarse a la tiranía. Vlad Khorgal es de los que prefiere una buena guerra a una mala paz, en lugar de al revés, como la gente sensata. Y eso, creo, se ve en este relato. Espero que os guste.
Los
pueblerinos no habían osado pronunciar palabra enfrente de individuos con un
aura de poder y violencia tan extrema, pero, ante semejante revelación, el
silencio casi tomó forma corpórea. Era evidente que los habitantes de Darnoig
odiaban al Dragón y aprobaban la muerte de sus soldados, pero también temían su
por otra parte segura represalia. De hecho, el simple hecho de que alguien
hubiera tenido la osadía de enfrentarse al Dragón y viviera para contarlo era
algo inconcebible, y desde ese mismo momento resultó evidente que nada volvería
a ser lo mismo.
“Querían
llevarse a la hija de vuestro vecino, Aelfric Haggard. Quiero que me expliquéis
quién o qué es ese Dragón y por qué quería llevarse a la hija de Aelfric”
Nadie
se atrevió a hablar durante un buen rato. Vlad Khorgal lo había previsto. De
hecho, podría haber obtenido esas mismas respuestas por parte de Aelfric, pero
quería ver qué tenía que decir cada población en su conjunto. Era evidente que
el Dragón era un tirano al que derrocar, y quería saber si la resistencia de
Aelfric era un hecho puntual en aquel planeta o una conducta habitual. El propio
Aelfric estuvo a punto de hablar, pero tuvo la intuición, en medio del
agotamiento de su cuerpo y de su mente, que aquel gigante de armadura roja y
dorada estaba buscando determinar quiénes eran sus amigos y sus enemigos en ese
planeta, y por alguna razón había considerado que Aelfric estaba entre los
primeros. Visto lo visto respecto a su capacidad asesina, era mejor no
arriesgarse a decir algo inapropiado y acabar entre los segundos.
“El
Dragón lleva aquí más tiempo del que casi ninguno de nosotros podemos contar”,
dijo finalmente una mujer con el rostro surcado de unas arrugas que no habían
sido provocadas por la edad, pues no debía ser demasiado mayor, sino por un
dolor tan extraordinario que nada podía ya perder. “Solo los más viejos
recuerdan un tiempo anterior a su llegada”
Vlad
Khorgal no habló, esperando que alguien continuara. Al ver que no sucedía nada
malo por hablar, otros pueblerinos se fueron animando.
“Gobierna
el planeta con puño de hierro. Sus soldados son como nosotros, son nuestros
vecinos, pero en el momento en que pasan al servicio del Dragón se convierten
en fanáticos implacables”
“Eso
es porque temen al Dragón” terció otro. Pocos vieron el casi imperceptible
gesto del bíceps de Vlad Khorgal tensándose.
“Muchas
de las niñas, cuando cumplen quince años, son llevadas a palacio… y nunca…” la
voz de la mujer que estaba hablando se quebró “nunca vuelven”.
“¿Por
qué no os habéis alzado contra él?”
Nadie
osó responder a la pregunta… nadie salvo un anciano que tenía la mala suerte de
haber perdido la vista y, por consiguiente, no ser siquiera capaz de imaginar a
quién se estaba dirigiendo.
“No
podemos enfrentarnos a él. Sus soldados son más fuertes que nosotros, su poder
es supremo, y jamás podríamos triunfar. ¿Qué sentido tiene luchar? Es mejor
someterse y al menos...”
El
hombre no pudo terminar su argumentación, por la sencilla razón de que su
cabeza había quedado separada de su cuerpo y había salido disparada varios
metros tras un brutal tajo propiciado por Vlad Khorgal. Crassus, el Ultramarine
renegado, hizo ademán de ir a recoger el cráneo cosechado, pero Vlad negó con
la cabeza. Aquel cráneo no merecía reposar al pie del Trono de los Cráneos.
Al
ver este asesinato, los pueblerinos reaccionaron en primer lugar con un pavor
monstruoso, pero poco a poco, a medida que iban siendo conscientes de lo
sucedido, el silencio atenazado se comenzó a convertir en el grito desesperado
de algunos y el sollozo desconsolado de otros. Vlad Khorgal cortó ambas
reacciones inmediatamente con un feroz rugido.
“¡No
lloréis a este hombre!”, exclamó con voz potente. “¡No lloréis su muerte, pues
no se ha producido hoy, sino en el momento en que su corazón decidió que era
mejor el sometimiento que la guerra!”
Ante
el grito de Vlad Khorgal, las nubes se volvieron incluso más oscuras, tanto
que, de no haber sido por un inquietante resplandor rojizo en el ambiente,
prácticamente se habría podido considerar que el día se había convertido en una
noche cerrada. Aelfric notó una sensación extraña, como si sus músculos se
estuvieran revitalizando tras la paliza recibida, y la fuerza volviera a ellos.
Tenía ganas de blandir un arma y usarla contra los soldados del Dragón. Tenía
ganar de luchar, matar y mutilar. Se preguntó si eso le estaría sucediendo solo
a él, o si más de sus vecinos estaban en la misma situación.
“Pueblo
de Darnoig, escuchad mis palabras. Mi señor Khorne me ha traído para libraros
de la tiranía. Pero no de la tiranía del Dragón, sino de aquella a la que os
somete vuestra propia debilidad. Vosotros mismos recuperaréis vuestra libertad
cuando seáis capaces de luchar y matar por ella”.
Aelfric
sabía que había algo en las palabras de aquel gigante que no era del todo
natural. En cierta forma, tenía la sensación de que alguien, o algo, hablaba a
través de él. Y lo peor de todo es que esa sensación le resultaba tan
inquietante como reconfortante. Una parte de su alma ansiaba esas palabras
procedentes de más allá del velo.
“Aquellos
de vosotros que no queráis luchar, volved a vuestras casas. Los que deseéis seguirme,
a mí y a mi gran dios Khorne, armaos con lo que podáis, y venid conmigo a
derramar la sangre de los tiranos”
Un
rugido se alzó de la multitud, que se dispersó, de forma entusiasta, buscando
algo con lo que armarse. Unos pocos se encerraron en sus casas y atrancaron las
puertas, demasiado asustados al ver lo que estaba pasando, o suficientemente
racionales como para saber que lo que se estaba desarrollando ante sus ojos no
era ninguna bendición, y no acabaría bien. Lo único que deseaban es que los
gigantes de armadura roja y dorada se fueran y se llevaran consigo a los que
habían caído bajo su sangriento embrujo. Pero eso no iba a suceder.
Unos
minutos más tarde, la muchedumbre volvió a la plaza, armada con una variopinta
colección de martillos, hachas, rastrillos, cuchillos y, en general, cualquier
herramienta o apero que habían considerado suficientemente adecuada como para
usarse en combate. Vlad Khorgal inspeccionó a los cerca de doscientos hombres y
mujeres que habían escuchado su mandato, y dirigiéndose a Aelfric, le hizo
bajar del caballo y le entregó un hacha sierra. En circunstancias normales, el
humano no habría sido capaz de empuñarla y menos tras la paliza recibida
anteriormente, pero un extraño vigor se estaba apoderando de su cuerpo y,
aunque fuera a dos manos, fue capaz de sostener el arma.
“Aelfric,
eres un hombre valiente, y quiero que seas tú quien dirija a estos guerreros”,
le encomendó Vlad Khorgal. “Combatiréis bajo mis órdenes, y juntos derrocaremos
al Dragón”
Aelfric
alzó la mirada hacia el Devorador de Mundos, con el orgullo y la furia
corriendo por sus venas. Sabía que haría cualquier cosa que le mandara.
“Esta
es mi primera orden, Aelfric: matad a todos los habitantes de Darnoig que no se
han unido a vosotros”
me está encantando el relato. Me ha gustado mucho la idea de una partida del Caos de marines de varias legiones
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Así es, mi ejército de Devoradores de Mundos tiene una base de tal, pero muchos de ellos proceden de otras legiones. Al final, si algo hay que reconocerle a 40k es que tiene una amplitud brutal en cuanto a los orígenes/culturas/particularidades de cada legión o capítulo, y lo bueno que tiene el Caos es que te permite desarrollar esa mezcolanza, con lo que lo suyo es aprovechar la oportunidad.
EliminarBien, bien, ¡por fin empieza el rock and roll! ¡Que se note que esto es un culto a Khorne! xD
ResponderEliminarJajajajajajajajajaja... ya te digo. Las cosas se van a poner turbias a partir de ahora. Es lo que tienen los cultos a Khorne... y el Dragón, que tampoco es nada agradable.
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