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domingo, 3 de septiembre de 2023

Historia de un blog (I)

Saludos a todos, damas y caballeros.

Ésta es una entrada que muchas veces he pensado hacer, pero nunca he encontrado una buena razón para ello. Posiblemente tampoco la haya ahora, y la que he encontrado, que es explicar unos cambios en el blog que por otra parte tampoco necesitarían de una gran explicación, es más una excusa que una causa. Pero debo confesar que siempre he encontrado un cierto placer en leer entradas de este tipo en otros blogs, historias describiendo el proceso por el cual jóvenes adolescentes traspasaron un día una puerta de un mundo mágico para no volver atrás.

Imagen de Ted Nasmith

Cualquiera de las personas que me conozcan lo suficiente saben que mi obsesión siempre es llegar hasta el final de la historia. Cerrar el círculo. Saber quién es el asesino y por qué es el mayordomo, y entender cómo se ha llegado hasta ahí, cuáles son los pasos que han llevado a un desenlace que no podría haber sido de otro modo salvo con unos pasos diferentes. Eso es algo que trasluce en cada entrada del blog y en muchos otros aspectos de mi vida. Yo no juego a wargames para ganar, porque la victoria y la derrota no significan nada. Juego para poder contar la historia, para saber qué sucede, sea favorable o no a "mis" intereses. Todo lo que hago en el blog está guiado por ese propósito de desentrañar la historia, y hoy, en un ejercicio de metanarración, voy a contar la historia del blog, y de mi camino en el frikismo.

Hace mucho tiempo, en una ciudad muy, muy aislada...

Hay varios sitios oportunos para ambientar el comienzo de una historia. Una taberna es siempre un lugar propicio, como bien saben los escritores de aventuras fantásticas y en especial de mazmorreo. Para mí, que soy una persona religiosa, una iglesia también es un buen lugar, y de hecho la mayor aventura de mi vida comenzó en una iglesia. Y un lugar menos explorado, pero no por ello menos propicio, es una estación de tren. Bien, esta historia no comienza en una estación de tren, pero sí en el camino que lleva hacia ella.

En la muy remota y desértica ciudad de Almería, en la Avenida de la Estación (que se llama así porque es la calle que conecta el centro de la ciudad con la estación de tren), había una tienda en la que compré el libro de ejército del Imperio. Eso sucedió en la primavera del año 2002, cuando yo tenía trece años, que es la edad perfecta para iniciarse en la droga, y había un revival de la fantasía causada en buena medida por la excelente trilogía de El Señor de los Anillos. También era cuando la sexta edición de Warhammer Fantasy se encontraba en su apogeo, y estoy seguro de que ambos fenómenos estuvieron interrelacionados, pues el mundo de Fantasy no deja de ser en muchas cosas un "homenaje" a Tolkien y ahí estaba el juego de ESDLA como droga de inicio para Fantasy.

Antes se llamaba Centro Mail. Ya no vende Warhammer, pero hay una tienda en la misma calle que los sigue vendiendo, Game VIP

Mi droga de inicio no fue el libro de ejército del Imperio en cualquier caso, sino los famosos fascículos de Altaya, que creo que fueron responsables de meter a muchísima gente el vicio en el cuerpo. Recuerdo que el primero no lo compré yo, sino uno de mis hermanos, y yo le dije que eso era una chorrada y un sacacuartos. Bueno, en lo segundo tenía razón, vista la cantidad de dinero que me he dejado en Warhammer desde entonces. Esos fascículos se sacaron ya en tiempos de sexta edición, pero la estética y las miniaturas que había en ellas eran de quinta, y eso fue lo que sin duda me fascinó. Para mí, Warhammer Fantasy es la quinta edición, aunque nunca llegara a jugarla. Pero eso fue lo que prendió la llama, por decirlo en términos cursis, y el rostro que he buscado en cada calle.

En mi mente, esto es Warhammer

En cualquier caso, mi interés por Warhammer Fantasy podría haber sido algo transitorio, como sucedió en tantos y tantos casos, de no ser por varias circunstancias que se encadenaron y que lo convirtieron en algo muy importante en mi vida. Lo primero fue que en verano de 2002, con el libro del Imperio recién comprado, mis padres decidieron ir a visitar a un amigo alemán llevándonos a mí y a mis hermanos en una peregrinación en coche hasta allí. Este amigo en cuestión vive en Maguncia, es decir, en Renania, es decir, en Reikland. Recuerdo haber ido de castillo en castillo mientras leía ávidamente el libro del Imperio, y era como si todo lo que estaba leyendo se estuviera reproduciendo delante de mis ojos. Aquello causó una impresión muy profunda en mi cerebro adolescente, y es por eso que el Imperio es y será siempre mi ejército preferido.

El castillo de Cochem, listo para sufrir el asedio de un Waagh orco

La segunda circunstancia, mucho más importante, fue que tras ese verano nos mudamos a Madrid, y allí conocí a un grupo de socios que siguen siendo mis amigos a día de hoy, algo que me alegra profundamente. Malvador, Fornidson, Pirro, Snorri, Broltimer... los "nombres en clave" de miembros de este blog o amigos con los que hemos jugado partidas y campañas, pues lo que nos unió en aquel primer momento fue nuestra afición compartida, el Warhammer. Incluso con Clavy, a quien conocía desde que nací y con quien me reencontré en Madrid, y que también se había convertido en un coleccionista de moñecos. Veintipico años después nuestra amistad ha ido mucho más allá, como era de esperar, pero diría que los wargames en general y Warhammer en particular siguen siendo una parte no menor de nuestra relación, aunque sea como excusa para juntarnos todos y echar una tarde tirando dados y riéndonos de las desgracias de nuestras miniaturas.

La luz de las estrellas en el desierto

Aunque nos mudamos a Madrid, seguíamos volviendo a Almería en cuanto teníamos ocasión. Estos colegas que he listado pueden dar fe de que, si el colegio terminaba el 22 de junio, el 20 yo ya estaba en el sur. En ese primer verano de retorno a Almería conocí Warhammer 40k de la mano de un colega que tenía el reglamento y cuyos padres eran muy amigos de los míos, por lo que íbamos con cierta frecuencia a su casa. Cada vez que nos presentábamos allí a cenar, yo me pasaba la noche leyendo y releyendo el reglamento de 40k, hasta que el chaval me lo regaló, visto que no había forma de que lo soltara. 

Cuando volvimos por Navidades a Almería, compré el Codex de los Eldar en la misma tienda en que había comprado el libro de ejército del Imperio, y después mis padres nos llevaron a pasar un fin de semana a Laujar, en las Alpujarras. Estrictamente hablando, la Alpujarra no es desértica, pero tiene zonas más bien áridas y, en invierno, muy frías, como corresponde a lo que no deja de ser las estribaciones de Sierra Nevada. En aquel fin de semana largo yo devoré el Codex Eldar varias veces, y recuerdo que, a la luz de la luna y con el frío del invierno, aquel paisaje era en cierta forma como un planeta distante, uno de los incontables mundos en que la agonizante raza de los Eldar podría librar una batalla contra su inevitable destino.

Otra imagen que guardaré siempre en la memoria

Mis preferencias siempre han ido más por la fantasía que por la ciencia ficción, y aunque en realidad 40k es fantasía en el espacio, ni amo a los Eldar como amo al Imperio de Fantasy ni la experiencia en Laujar fue tan profunda como la vivida en Alemania. En cualquier caso, fue mi primer paso hacia la politoxicomanía miniaturil, que a partir de ahí solo fue a peor.

Guardo un recuerdo particularmente grato de Mordheim, un gran juego que Clavy, quien tiene buen ojo para eso del rol, consiguió convertir en una experiencia narrativa mucho más potente que lo que ofrece el juego de por sí, que ya es bastante. También gracias a Clavy conocí Blood Bowl, el cual me fascinó desde el minuto uno por su ambientación gamberra y sus posibilidades roleras con progresión de jugadores, lesiones, fichajes... si me dieran a elegir un único juego al que poder jugar el resto de mi vida, tendría una seria dificultad para elegir entre Infinity o Blood Bowl. Y pensar que no estoy jugando a ninguno de estos dos juegos ahora...

La de partidos que he perdido a este juego...

Como podéis ver, hay dos elementos que definen esta politoxicomanía miniaturil: en primer lugar, que todos los juegos eran de GW, lo cual obedece únicamente a una cuestión de facilidad logística y de desconocimiento de alternativas. En segundo lugar, ya desde el principio nuestros juegos tenían un peso muy profundo de lo narrativo. Creo que entre todos los colegas acabamos creando una especie de conciencia compartida (¿una Mente Enjambre? Hil I say) en que lo que nos importaba, desde el principio, era ver el desarrollo de la historia. Desde una primera campaña que nos inventamos en una isla perdida en lo que debía ser el año 2003, y en la que mi general elfo oscuro fue capturado y ejecutado por el general alto elfo de Jaime, hasta el día de hoy con las Tierras del Sur y mil cosas más, siempre hemos puesto el enfoque en el Trasfondo. Mención especial merece la infame y famosa campaña de Abrahel IV, en la que los necrones crearon una ciudad universitaria, mi Legión Alfa tenía espías para espiar a mis propios espías, los guardias imperiales fortificaron el desierto y un Waagh orco okupó una ciudad humana y la renombró como Kamelork, antes de que todo fuera devorado por una marea monstruosa de tiránidos a la que nadie había hecho demasiado caso mientras nos dedicábamos a hacer el chorra. Sublime todo.

Historia de una ida y una vuelta

Los que descubrimos este hobby siendo niños o adolescentes, que debemos ser la mayoría, en muchos casos pasamos por una fase en que nos desligamos del mismo. Muchos no volvieron, y los que sí lo hicimos, en realidad creo que volvimos a una cosa diferente. El mismo hobby, pero visto con unos ojos completamente nuevos, no necesariamente mejores o peores, sino distintos. Tal fue mi caso cuando, tras haber estado tres o cuatro años completamente alejado del hobby mientras terminaba de sacarme la carrera y ordenar un poco mi vida (todo lo que la puede ordenar un veinteañero), volví al hobby en 2013.

Con este Codex, que era tan poderoso que me creó cargo de conciencia

Lo recuerdo vívidamente porque fue el año que me casé, para consternación de mi mujer, que no había previsto el tener que compartir la casa con ejércitos enteros de hombrecitos de metal. Y eso no fue casualidad. Mi matrimonio, esa gran aventura de mi vida que comenzó en una iglesia (porque a mi mujer la conocí en una iglesia), hizo que tuviera ganas de volver a los recuerdos de mi infancia. La gran paradoja del progreso es que nunca puede abandonar el pasado, porque entonces se pierde cualquier referencia de cuánto y hacia dónde se ha progresado, y mi vuelta a los wargames fue en cierta forma mi vuelta a lo que me hizo feliz en mi adolescencia para, sobre esa base, construir un futuro.

La base, por supuesto, no eran los wargames. La base era la nostalgia.

Cuando digo que los que volvimos al hobby volvimos a una cosa diferente, pienso que muchos retornamos, no a lo que fue el hobby en su momento, sino a lo que querríamos que hubiera sido. Un niño o un adolescente vive el hobby de forma más pasiva, descubriendo las cosas fantásticas que van apareciendo ante sus ojos por primera vez y contentándose con conocerlas. Un adulto, en cambio, ya aspira a moldear esa realidad y darle una forma que se adecúe a una personalidad que ya ha desarrollado. Y creo que lo que buscamos la inmensa mayoría de personas que seguimos jugando a esto en nuestra edad adulta es satisfacer lo que en nuestra juventud solo era una aspiración, al tiempo que nos refugiamos en algo que sabemos que nos hizo felices. No creo que haya nada malo o infantil en ello. La costa de Almería está salpicada de fortalezas donde los lugareños corrían a refugiarse cuando aparecían los esclavizadores berberiscos, y también es bueno que el espíritu tenga una fortaleza en la que refugiarse ante los avatares de una vida cada vez más incierta.

Como la fortaleza de Los Escullos, que, aprovecho para decir, es el rincón más hermoso del planeta

Así, me empeñé en aprovechar este retorno al hobby para construir los mundos que en la primera etapa solo había vislumbrado, y de ese empeño ha surgido la que con diferencia ha sido mi etapa más prolífica en el hobby, incluyendo este blog...

Pero de todo esto hablaremos otro día.

Ir a la parte II

4 comentarios:

  1. Me ha encantado esta entrada. La narrativa de un hobby ligado a una vida (o una vida ligada a un hobby). Una historia personal ligada a lugares de fantasía con personas no menos fantásticas. Un camino que representa en gran medida al de otros, donde me incluyo.
    Me ha parecido muy emotiva. Deseando ver la próxima entrega.
    Un abrazo

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    1. ¡Muchas gracias! Haces bien en incluirte, en la próxima entrada verás que tu influencia en este blog ha sido mucho más de la que imaginas :)

      ¡Un abrazo!

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