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jueves, 4 de abril de 2024

Así en la tierra como en el cielo

Saludos a todos, damas y caballeros.

En la tradición de culminar las campañas con un relato adecuado, traigo hoy el epílogo de la campaña de Infinity "Los Mercaderes y el Templo", cuya batalla final publiqué hace unos días y cuyo resultado fue muy satisfactorio para los intereses del NeoVaticano, con lo que tengo motivo doble para escribir el relato.

Como hemos comentado en más de una ocasión, creo que lo mejor del Trasfondo de Infinity es que presenta un futuro luminoso y optimista, además de racional, sin magia ni cosas raras. La gente viaja a través de agujeros de gusano, no a través del puto infierno, y los ejércitos son ejércitos profesionales, no hordas de dementes a cada cual más perjudicado. También es un Trasfondo que va evolucionando, aunque yo me he perdido los últimos libros en ese sentido, el de Raveneye y el de Endsong. Tendré que corregir ese fallo, porque si me metí en esto (y en cualquier otro juego) es por el Trasfondo, que es maravilloso.

Dicho lo cual, pasamos de lo general a lo particular y os dejo con el relato de nuestra campaña. Espero que os guste.

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

El hermano Francesco, de la Orden de Santiago, avanzaba con cautela por los pasillos de la Leona de Asiria, la nave mercante haqqislamita que estaba siendo usada como tapadera para que espías al servicio de Bourak trataran de huir con la información robada de Neoterra. Su camino estaba trazado y, aunque era la primera vez que lo recorría, había podido simularlo un par de veces antes de entrar en acción, lo cual era de agradecer, porque el tiempo era crucial para el cumplimiento de su cometido. 

La hostilidad con que los tripulantes de la Leona de Asiria estaban reaccionando a su abordaje no era sino una prueba de su culpabilidad. Estos tripulantes, además, pertenecían a la Qapu Khalqi, la fuerza naval haqqislamita. No cabía duda de que la operación por parte de la inteligencia haqqislamita estaba bien orquestada, pues la presencia de la Qapu Khalqi en un carguero podía encontrar una justificación más o menos razonable si se argumentaba que obedecía a la naturaleza estratégica de los bienes transportados, y que no tenía nada que ver con que se hubiera producido un robo de información vital panoceánica. 

Quizá, pensó el hermano Francesco, ni siquiera los propios soldados de la Qapu Khalqi sabían que disponían de esa información. Era cierto que se estaban defendiendo con una violencia inusitada, pero eso podía deberse a que conocían la trascendencia de su cargamento real o a que estuvieran realmente convencidos de su inocencia y de ser víctimas de una injusticia. Tampoco los asaltantes podían reconocer el objetivo exacto de su misión, porque no podían admitir haber sufrido un robo de información confidencial de semejante magnitud. Quizá quien hubiera orquestado toda la operación había contado con que su propia naturaleza hacía imposible una resolución pacífica, y por tanto había enviado a la Qapu Khalqi a combatir por algo que ni sabían que tenían. El hermano Francesco sabía que las agencias de inteligencia eran completamente despiadadas para asegurar la consecución de sus objetivos, y probablemente lo serían más en Haqqislam. Al fin y al cabo, no podían derivarse actitudes correctas de un sistema de creencias erróneo.

Fuera cual fuera la verdad, no importaba mucho. O al menos, no a él. La Orden de Santiago tenía sus propios analistas, quienes serían los encargados de determinar qué había sucedido, pero ésa no era su labor. Él era un hombre de acción, una espada ejecutora, un vigilante de la seguridad de las rutas interestelares. Si la primitiva Orden de Santiago había velado por la seguridad de la ruta de peregrinación que llevaba a la tumba del Apóstol, mil años después la Orden había renacido para proporcionar la misma seguridad en el espacio. "Así en la tierra como en el cielo", como decía la oración. Los viajeros del siglo XXII podían sentir la misma tranquilidad al ver la cruz de Santiago que los peregrinos de un milenio atrás... y sus enemigos, el mismo temor.

"Hermano Francesco, ¿me recibes?"

El caballero de Santiago se detuvo un instante para asegurarse de que podía mantener la comunicación sin ser detectado. Sabía que el grueso de sus hermanos estaba enfrascado en la tarea de encontrar el dispositivo en que los espías haqqislamitas habían almacenado los datos robados, y cuando lo consiguieran, él tendría que llevar a cabo una misión aún más decisiva: destruirlo.

"Te recibo, hermano Konrad"

La voz del caballero de la Orden Teutónica sonaba áspera, distorsionada. Era evidente que los haqqislamitas estaban haciendo todo lo posible por interferir en las comunicaciones o, al menos, cortarlas.

"Hemos localizado el dispositivo. Transmito las claves de posición"

Casi inmediatamente, el hermano Francesco recibió las claves. El sistema de rastreo de su armadura potenciada trazó el camino, y sin dudarlo se puso en marcha mientras confirmaba:

"Recibido, hermano Konrad"

"La resistencia es feroz" dijo el teutón como advertencia final. "Equipos de eliminación de drusos. Supervivencia improbable"

El hermano Francesco sabía que el laconismo de las expresiones del teutón obedecían a que se encontraba bajo intenso fuego, real y cibernético, y temía que se cortaran las comunicaciones... aunque, de no mediar esas circunstancias, probablemente habría sido igual de escueto. Era hombre de pocas palabras.

"Deus Vult" dijo el caballero de Santiago.

"Deus Vult" respondió el teutón mientras reía.

Las comunicaciones se cortaron y el caballero de Santiago se preparó para entrar en combate. Sabía que, como había dicho el hermano Konrad, sus probabilidades de supervivencia eran escasas. Él estaba preparado para entrar tras las líneas enemigas, prácticamente sin apoyos, y cumplir con el objetivo de la misión. Salir vivo era algo secundario. Su petaca, en cualquier caso, estaba a buen recaudo en Neoterra, y si finalmente moría se podría intentar la resurrección... si bien, incluso contando con aquella medida de salvaguarda, siempre cabía la posibilidad de que se produjera una Muerte Verdadera. No importaba. De ser así, vería el rostro de Dios.

No tardó en llegar al lugar que las claves de posición le habían mostrado, y divisó, a lo lejos, un servidor... que, efectivamente, estaba rodeado por mercenarios drusos, sin duda los más sanguinarios de la Esfera Humana. Pese a ello, cuando el cumplimiento de su objetivo estaba tan cerca, no serían capaces de detenerle.

"Hágase Tu voluntad" recitó justo antes de preparar las cargas de demolición "así en la tierra como en el Cielo"

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