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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Entrada en Puerto Gélido

Saludos a todos, damas y caballeros.

Tras la penúltima partida de la campaña del Refugio del Cuervo (ya sabéis, la adaptación al universo de los Elder Scrolls de la campaña de Exploradores de Profundidades Sombrías) llega la hora de narrarla, que es para lo que estamos aquí. Me gustaría terminarla en lo que queda de año, y creo que podré traerla... pero no precipitemos acontecimientos.

Narrativamente me gustan estas últimas partidas porque me recuerdan a las misiones en que había que adentrarse en Oblivion en el juego homónimo, que disfruté enormemente. Supongo que será lo mismo en el Elder Scrolls online adentrándose en Puerto Gélido, que es donde yo me estoy metiendo narrativamente, pero no lo sé porque no he sido capaz de adentrarme en este juego. Lo tengo pendiente para cuando tenga tiempo.

Pero bueno, me pongo a divagar. Os dejo con el relato. Espero que os guste.

ENTRADA EN PUERTO GÉLIDO

Las deformadas escaleras que habían descendido hacia la oscuridad terminaron, y Constantino vislumbró, entre la penumbra, lo que parecía ser algún tipo de lago subterráneo. Los diablillos que les habían acosado durante el descenso no les habían perseguido hasta allí, pero la quietud que eso ofrecía no resultaba tranquilizadora en modo alguno. Había un aura amenazante en el agua que la hacía mucho más aterradora que todo lo que habían encontrado desde que cruzaran el portal hacia el oscuro reino de Molag Bal. Por un momento, el antiguo legionario vaciló.

"No podemos detenernos. Ya no" dijo a sus espaldas Varus, el caballero de Skingrad, como si notara su duda.

"Lo sé" respondió Constantino. No había aspereza en su voz, sino resignación. Desde el momento en que habían decidido adentrarse en Puerto Gélido, su única opción era seguir adelante.

El explorador bosmer fue el primero en lanzarse al agua. Para sorpresa de todos, ésta solo le llegó hasta el pecho, lo que era una buena noticia para aquellos que estaban más acorazados. El agua pareció estremecerse en ominosas ondulaciones, como si fuera un monstruo ancestral que se desperezara de su sueño milenario ante la intrusión, pero no sucedió nada. Uno a uno, los cinco soldados siguieron al explorador bosmer y abandonaron la relativa seguridad de la piedra para adentrarse en aquel lago desconocido y, manteniendo una formación cerrada, avanzaron. No era posible saber qué había frente a ellos, ni la extensión del cuerpo de agua. A lo lejos, en el límite de su campo visual, extrañas formas se agitaban apenas rompiendo la superficie, pero nada se acercó a ellos.

Para su ventura, no pasó demasiado tiempo hasta que la negrura comenzó a ceder, y reveló lo que parecían casas en una tierra firme que no estaba muy lejos. Aquello alivió a los cinco conjurados al darles una dirección y un propósito, e inconscientemente aceleraron el paso, algo favorecido por el terreno submarino, que comenzaba a elevarse para ir al encuentro de aquel poblado. Parecía que lo que habían tomado por un inacabable lago no era más que una playa, lo que supuso la primera buena noticia que el grupo había recibido desde que comenzaron las actividades siniestras en torno al Refugio del Cuervo.

No tardaron en alcanzar el poblado, y al hacerlo, el momentáneo alivio que habían experimentado al llegar a tierra firme se desvaneció rápidamente. Había en él una atmósfera tétrica, tanto más perturbadora por el hecho de que era un sitio familiar en lugar de alienígena. Era como si se hubieran adentrado, no en un reino ultraterreno, sino en lo más íntimo de sus propias pesadillas.

"Ya hemos estado aquí antes" dijo el explorador bosmer, expresando el sentir de todos.

Un rayo de iluminación golpeó el cerebro de Marius, el arquero, y exclamó:

"Es el pueblo que está a la sombra del Refugio del Cuervo"

Efectivamente, la disposición del lugar era exactamente igual a la del poblado en que habían comenzado su aventura, tanto tiempo atrás, buscando al fallecido maestro de la hechicera que después les había traicionado y había ayudado a desatar la locura y la maldad sobre Anvil. De alguna forma, resultaba adecuado que todo terminara en el mismo sitio en que empezó... pero no era el mismo. Constantino, quien por sus muchos pecados conocía bien la naturaleza de los reinos daédricos, informó:

"Esa es la naturaleza de Puerto Gélido. Un mundo retorcido que imita a Nirn, pero lo deforma para desesperación de los mortales y reflejo de los perversos caprichos de Molag Bal"

Una brisa helada recorrió el espinazo de los guerreros al escuchar ese nombre, brisa que no podían saber si había sido real o un estremecimiento del alma. Todos conocían al daedra y habían escuchado antes su nombre, pero una cosa era hacerlo en la Nirn protegida por los fuegos de Santa Alessia y otra muy diferente era escucharlo en el corazón de su propio reino.

"Eso significa..." comenzó a decir Varus.

Constantino intuyó lo que el caballero quería decir y expresó lo que él no se atrevía a expresar:

"El ancla del portal que se ha abierto en el Refugio del Cuervo se encontrará en el reflejo que tenga la fortaleza en este reino, allá donde las dos realidades se superpongan y se junten. Si eliminamos ese anclaje, cerraremos el portal"

Algunas figuras comenzaron a arrastrarse entre las esquinas de los edificios, grotescos seres que quizá antaño hubieran sido humanos, pero que ya no eran más que una parodia de la no vida. Acaso podían haber sido los habitantes del pueblo arrasado por las hordas de Molag Bal, arrastrados a aquel reino temible. Constantino, al verlos, invocó la protección del Dragón Solar, desenvainó su espada de cristal, y dijo:

"Avancemos. Quizá cuando destruyamos el portal podamos también proporcionar la paz a estas pobres almas"

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