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miércoles, 14 de octubre de 2020

El último negativo

 Muy buenos días a todos.

Hoy os traigo un breve relato de Infinity que hice ambientado en la anterior campaña de tres actos que jugué con Soter, Cruzada. En concreto hace referencia al segundo escenario que jugamos, por lo que se podría situar justo entre los dos que escribió Soter, concretamente después de éste pero antes de este otro.

La verdad es que este relato lo escribí, o por lo menos dejé casi terminado, hace ya varios meses. Sin embargo, no sé muy bien cómo en algún momento lo perdí, aunque igual es más acertado decir que conservé el documento Word en el que lo tenía escrito pero debí modificarlo y borrar sin querer el texto, dándole después a guardar. Sea como fuere, el relato había desaparecido. Y he de reconocer que me dio mucha pereza volver a reescribirlo. Pero finalmente lo he hecho (no exactamente igual, obviamente, pero muy similar), en parte motivado por el segundo relato que escribió Soter presentando a su guardia suizo (y que todavía no existía cuando yo hice el mío), y en parte porque tengo en mente otro para la campaña que estamos jugando ahora mismo, la Gran Evasión, y quería dejar por tanto este asunto resuelto.

Una de las particularidades que tuvo este escenario era que, para darle algo de gracia, ambos teníamos un warcor gratis en nuestras filas, que en caso de conseguir impactar a una tropa enemiga con su pulso flash otorgaría un punto de victoria adicional, reflejando así que su bando había conseguido tomar fotografías del conflicto que después podría usar a su favor. Y aunque el escenario lo perdí, al menos me llevé la victoria moral de conseguir este objetivo inventado (mi warcor murió poco después, pero las fotografías a los hospitalarios irrumpiendo violentamente en viviendas de civiles ya estaban hechas).

Os dejo por tanto con el relato, con el que como digo se completan los que hicimos para dicha campaña. Espero que os guste.


Rustam Aliyeva caminó por la azotea tranquilamente, sin perder de vista el bloque de viviendas que se encontraba unos doscientos metros delante de él. Sus hombres habían abandonado ya el lugar y evacuado a los heridos, tres de los cuales se encontraban en situación crítica, pero Rustam confiaba en que con la ayuda de Alá y de la destreza médica haqqislamita pudieran sobreponerse. Él también debía abandonar el lugar pronto, antes de que las fuerzas de seguridad de Rilaspur llegaran, pero podía permitirse unos minutos. El Barid había accedido a la frecuencia de radio que éstas empleaban y sabía que aún se encontraban a varias manzanas de distancia.

Su comando había fracasado. Los cruzados habían sido más rápidos y habían llegado antes que ellos a la vivienda de Azad Ölmez. Por lo que sabía, el locutor de radio había muerto poco antes, cuando las tropas panoceánicas irrumpieron en la emisora Kentin Gerçeği. Su pérdida era un auténtico contratiempo. Rustam nunca había tratado con él en persona, pero sabía que el turco era una pieza valiosa para los Hassassin, principalmente por su capacidad de difusión de noticias y propaganda. Por eso llegar rápido a su vivienda y eliminar todo tipo de información que pudiera relacionarlo con ellos era crucial. Pero no lo habían logrado y ahora los agentes del Hexaedro podrían examinar libremente cualquier cosa que los hospitalarios se hubieran llevado. Seguramente no habría nada de valor que vinculara a su sociedad con el locutor, ya que ellos mismos tenían protocolos de seguridad que permitían limpiar periódicamente todo rastro de su presencia, pero siempre cabía la posibilidad de algún despiste con el que se hubieran dejado un cabo suelto. Por eso era importante su misión. Ahora, lo único que se podía hacer era que el cuerpo de Barids rastreara la huella digital de Ölmez y borrara todo aquello que fuera inconveniente.

El ruido de sirenas que llevaba rato oyendo en la lejanía se escuchaba ya cada vez más cerca. Era el momento de abandonar la zona para evitar problemas, y gracias a las transmisiones interceptadas podía saber en tiempo real por dónde venían las patrullas.  Casi había llegado a la cornisa de la azotea para echar un último vistazo a la que había sido la vivienda del turco cuando observó un hombre tendido pocos metros a su izquierda. La herida que tenía en la garganta y la enorme mancha de sangre en su abrigo dejaban pocas dudas sobre su estado. No era uno de sus hombres, eso estaba claro, pero tampoco parecía un agente panoceánico. Desde luego no era uno de los caballeros blindados a los que se habían enfrentado.

Las sirenas estaban ya en la calle justo debajo de donde se encontraba y, si bien el tiempo apremiaba, Rustam decidió examinar con más detalle al hombre muerto. Sabía que la policía de Rislaspur no contaba con ningún helicóptero disponible en ese momento, lo que le daba algunos minutos más y hacía viable una ruta de escape a través de los tejados. Volteó el brazo del cadáver a fin de poder buscar algún tipo de documentación dentro del abrigo, cuando una pequeña cámara fotográfica cayó. Era un modelo muy antiguo, casi de coleccionista, de aquellos en los que se generaba un negativo que después había que revelar. Con cuidado, el Barid sacó la película y la puso contra el sol para poder ver su contenido.

Rustam no pudo evitar una sonrisa mientras se guardaba el negativo en su bolsillo, pensando en las repercusiones que la publicación de esas fotografías tendrían en la opinión popular. Podía ser que ese día los cruzados hubieran neutralizado un agente útil para los Hassassin en la ciudad, pero desde luego no era algo que les fuera a salir barato.


2 comentarios:

  1. Un auténtico malaje ese Barid, vaya que sí... Y solo por eso, con mucho gusto voy a tener que destruirlo xD.

    Ahora con las nuevas chuches TO y DDO va a ser más difícil hacer fotos a tus Hassassin!

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    1. No sé de qué me hablas. No vas a poder hacerles fotos porque no se puede hacer fotos a lo que no existe. ;)

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