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lunes, 4 de mayo de 2020

El Vigilante (IV)


Saludos a todos, damas y caballeros.

Cuando colgué la primera parte de este relato fue en esos días terribles de finales de marzo, en que no se veía la luz al final del túnel. Mes y medio después las cosas parecen estar mucho mejor y ya hay incluso perspectiva de que, si todo va bien, en unos días podremos estar echando partidas de nuevo en nuestras casas... Espero que sea así y que lo peor haya quedado atrás.

Qué ganas de echar una partida...
No obstante, ese no es para nada el caso de la banda Delaque que ha estado protagonizando esta serie de relatos que hoy termina. Como veréis, para ellos las cosas no están mejorando... Más bien lo contrario. Os dejo con el desenlace de la saga. Espero que os guste.
“¿Dónde está Kalar? ¿Y Vinssac?”

Salvor había estado a punto de matar a los dos reclutas cuando entraron corriendo en la zona exterior del refugio, gritando con pánico la contraseña. Cuando se dio cuenta de que dos de los miembros de su banda habían desaparecido, su impaciencia creció, y los jovenzuelos empezaron a dudar sobre si estaban más seguros cerca de él o con los Orlock. 

“Están… están muertos”, susurró Lejish, intentando recuperar el aliento. 

“Kalar ha muerto sin duda. Pero no sabemos si Vinssac también”, añadió Jaskar, agarrándose a cualquier esperanza que pudiera encontrar. 

“Exijo una explicación” dijo Salvor, y Jaskar se dio cuenta de que su bólter apuntaba directamente hacia él. 

“Los Cabezas de Hierro… cayeron sobre nosotros” respondió Jaskar, con la voz plena de fatiga y miedo. “Mataron a Kalar antes de que pudiéramos verlos, y Vinssac… está ahí fuera, enfrentándose a ellos… los retiene para que pudiéramos venir y avisaros” 

Llevó mucho tiempo, una eternidad desde la perspectiva de Jaskar, hasta que Salvor se decidió a dejar de apuntarle con el bolter y murmurara, desesperado: 

“Entonces también está muerto” 

“Bueno, aquí estamos a salvo” dijo un pandillero, con un optimismo bastante forzado. 

“No” respondió Salvor. “Nos han vendido. Los Cabezas de Hierro conocen este lugar, y lo asaltarán”. 

“No tienes pruebas” replicó el pandillero en tono de desafío. 

“Y no las necesito. El Vigilante ha dado la información a los Orlocks, imagino. Todo lo que sé es que si no abandonamos este lugar pronto, estaremos condenados” 

“¡No hay ningún Vigilante!” gritó otro de los pandilleros. “¡Te lo has inventado!” 

Todo el mundo se quedó esperando un ataque de ira por parte de Salvor pero, contrariamente a lo que esperaban, se limitó a sonreír y sisear: 

“Bueno, podéis quedaros aquí a esperar y ver quién tiene razón. Si la tenéis vosotros, quizá sobrevivamos. Pero si yo estoy en lo cierto…”


Comprobó la munición de su bolter y comenzó a moverse hacia la ruta secreta de escape que le alejaría de lo que ya no era un refugio, sino una trampa mortal. A medida que abría la puerta, dijo: 

“Aquellos de vosotros que queráis vivir haríais bien en seguirme” 

Toda su banda le siguió, algunos por convencimiento, otros a regañadientes, dado que nadie quería quedarse atrás. Avanzaron a través de corredores estrechos con el suelo irregular, y su caminar fue terriblemente lento, pero seguro. La paranoia de Salvor había traído cosas buenas, y el camino estaba razonablemente cuidado, con suficiente iluminación y ninguna oportunidad de encontrarse con alguno de las criaturas antropófagas de la Subcolmena. Finalmente, tras una hora de camino llegaron a una zona más amplia, posiblemente una antigua cúpula que había sido abandonada u olvidada, y donde Salvor pretendía descansar un rato y reaprovisionarse. Pero no pudieron. No estaban solos. 

La cúpula, o lo que fuera aquella zona, era realmente grande, y su final apenas podía ser visto en condiciones desde la entrada. No obstante, todos los Videntes percibieron la silueta que se erguía al otro extremo de la cúpula, una sombra que, curiosamente, no parecía tener el más mínimo interés en ocultarse, y que revelaba una figura vagamente humana, aunque mucho más alta y fuerte, con una armadura jamás vista en la Subcolmena. La banda alzó sus armas ante el temor de estar enfrentándose a un depredador de la cúspide, pero cuando la sombra comenzó a moverse y alcanzó una zona mejor iluminada, los Videntes fueron capaces de ver a su acompañante. 

Era un marine espacial. 

“Por el Trono…” 

Evidentemente, todos los pandilleros conocían la existencia de los Capítulos de marines espaciales, pero jamás habían soñado con la posibilidad de estar frente a uno de los guerreros sobrehumanos cuyas victorias eran anunciadas por la propaganda imperial. Encontrarse frente a frente con uno de ellos les hizo darse cuenta de que, con hombres así, los relatos de impresionantes victorias imperiales a lo largo y a lo ancho de la galaxia no eran en absoluto una exageración. Incluso su poderío físico no era nada comparado con el aura de autocontrol, habilidad y disciplina que rodeaba al guerrero. No era un hombre, sino un arma viviente, un soldado devoto muy por encima incluso del pandillero más duro y despiadado de la Subcolmena. 

“¿Quién eres?” preguntó Salvor, el único capaz de decir palabra ante tal hombre. 

“Soy tu salvador” contestó el astartes. 

“¿Cómo es eso posible?” replicó Salvor, quien empezaba a sentir que había algo extraño en aquel asunto. 

“No hay tiempo de explicaciones. Tu Casa te ha vendido a los Orlock. Ven conmigo y podrás vivir” 

Todos los pandilleros comenzaron a moverse hacia el marine espacial, sintiéndose afortunados por contar con un auxilio tan poderoso. Todos excepto Salvor, quien apuntó con su bolter al marine y gritó: 

“¡No! ¡Tú eres el Vigilante!” 

“¡Salvor, por el Emperador!” chilló uno de los pandilleros, “¡Es un marine espacial! ¿Qué demonios estás haciendo?” 

“¡Es un marine espacial del Caos! Es un caído, un traidor. Ha venido aquí para acabar con nosotros. ¡MATADLE!” 

“¡¡NO!!” ordenó Lúvan.


Su orden fue obedecida, pero Lúvan sabía que los pandilleros no estarían bajo su control durante mucho tiempo. La sugestión hipnótica era un medio perfecto para doblegar la voluntad de cualquiera, pero para que fuera efectiva requería semanas, incluso meses de preparación adecuada. Él tenía solo unos segundos. 

“Creedme. Es vuestra Casa la que quiere veros muertos. Soy vuestra única esperanza” 

Durante un instante, los pandilleros permanecieron quietos, incapaces de moverse debido a la influencia hipnótica del marine renegado. Después, la influencia desapareció, y Salvor rugió: 

“¡Mientes!” 

Disparó su bolter, pero el marine del Caos ya no estaba allí. Desesperado, el líder pandillero intentó encontrar a su enemigo, pero aquellos de los Delaque que habían sido persuadidos por la retórica hereje del Legionario Alfa dispararon contra los que no. En un abrir y cerrar de ojos, los Videntes se mataron entre sí. 

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Lúvan apagó el dispositivo de camuflaje y empezó a rematar a los pandilleros que aún vivían con su pistola bolter silenciada. Los conocía a todos, y sabía que excepto por Vinssac y Kalar, muertos a manos de los Orlock, solo quedaba un Delaque con vida. Usando sus lentes de visión térmica encontró al único superviviente, escondido tras una pared de rococemento no muy lejos de él. Desactivó las lentes y avanzó calmadamente hacia el objetivo. 

Al dar la vuelta a la pared se encontró con algo que podría haber matado a cualquier hombre de puro terror. Allí no había ningún pandillero, sino una araña lobo inmensa, una bestia horripilante nativa de Necromunda, del doble de su tamaño, que le observaba con intenciones malignas. Su inconmensurable mandíbula se movía lista para desgarrar su carne, y sus inmundos miembros ansiaban el momento de la caza. Sin embargo, Lúvan ni siquiera alzó su arma… en su lugar, se rió. 

“No te molestes, chico. He matado a monstruos mucho más temibles… y también muchas arañas lobo” 

La araña desapareció, y en su lugar Lúvan se encontró con un jovenzuelo asustado y tembloroso. 

“Todos… han muerto todos” dijo Jaskar, incapaz de controlar su miedo. 

“Todos excepto tú” respondió Lúvan. 

“Mi tío… tenía razón. Todo este tiempo… tú eres el Vigilante” 

“Bueno, en realidad no era tu tío. Nos inventamos eso para que te aceptara en su banda. Pero después de enfrentarse al Purificador… supongo que solo era paranoia, pero de una forma u otra sus miedos eran reales, sí” 

Tras un rato en que ninguno de los dos habló, Jaskar consiguió reunir el valor suficiente como para preguntar: 

“¿Vas a matarme?” 

Lúvan sonrió. 

“Como dije, estoy aquí para salvarte” 

“¿Por qué? ¿Por qué a mí?” 

“Ya lo sabes. Eres un psíquico. Pero incluso si puedes invocar imágenes de arañas lobo en la mente de otra persona, no tienes futuro en la Subcolmena: te cazarán y te matarán. Salvor estaba a punto de hacerlo, por eso tuve que detenerlo. Pero si vienes conmigo, serás valorado. Serás poderoso. Y vivirás” 

Jaskar sabía que no tenía opción. Lo que decía el marine, fuera del Caos o no, era cierto: los psíquicos llevaban una vida difícil en la Subcolmena, si es que eran suficientemente afortunados como para sobrevivir. Fuera lo que fuera lo que le ofrecía el marine, no podía ser peor que su futuro en Necromunda. 

Lúvan tendió la mano hacia el muchacho y susurró: 

“¿Te gustaría ver las estrellas?”

2 comentarios:

  1. Mola mucho como ha acabado la historia de tu banda. No todos eran herejes al final jejeje.

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    1. ¡Muchas gracias! No lo eran todos, efectivamente, pero esto es el cuadragésimo primer milenio... Y la inocencia no es prueba de nada xD

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