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jueves, 18 de mayo de 2023

Mi problema con los lobos espectrales

Saludos a todos, damas y caballeros.

Una de las cosas buenas que tienen los juegos de McCullough es que, aunque en teoría están pensados para que juegues con las miniaturas que ya tengas sueltas por casa, en muchos casos acaba provocando que te hagas con una colección específica para jugar sus muy interesantes campañas y escenarios o, en todo caso, que pintemos esas miniaturas que hemos ido acumulando  a lo largo de los años y que tenemos por ahí tiradas sin mayor propósito. Es algo que, a quien más y a quien menos, nos pasa a todos los frikis, no lo neguéis.

En mi caso, la campaña de The Silver Bayonet me ha servido para hacer algo que llevaba años queriendo hacer, pero a lo que no me había puesto todavía, y es hacerme con nuevos lobos espectrales. Al igual que me sucede con los necrófagos y con los despojos de Mordheim, las que tenía no me convencían demasiado. No obstante, en ese caso la cosa va más allá, pues el cambio de modelo trae consigo una reflexión sobre la naturaleza y escala de los juegos que comparto por si a alguien le interesa.

Hace mucho, mucho tiempo...

Concretamente hace cinco años, que tampoco son tantos pero parecen un cojón por lo mucho que ha cambiado mi vida en particular y el mundo en general en ese tiempo, me propuse, por primera vez en toda mi vida de warhammero, ponerme a coleccionar un ejército como un proyecto estructurado y bien pensado. Supongo que todos hemos comenzado por una fase en la que nuestro concepto de coleccionar ejércitos era simplemente comprar lo que nos apeteciera en cualquier momento sin ton ni son. La idea no es mala (es mucho mejor que comprar porque las reglas sean buenas y puedas machacar al rival) pero eso normalmente viene acompañado por un importante desorden a la hora de montar y pintar. Cualquiera que se iniciara suficientemente joven en el hobby tiene una caja más o menos grande con proyectos que nunca fueron tales, cosas a medio acabar, regimientos con pintados y peanas diferentes, y abominaciones semejantes.

Como digo, no fue hasta 2018 que me propuse coleccionar un ejército de una forma un poco más "profesional", pensando en hacer algo cohesionado y, sobre todo, en pintarlo. A ello dediqué buena parte de ese año y el siguiente, de forma que, con unos pocos retoques, pude finalmente presentar a mediados de 2020 mi primer ejército terminado, que eran no muertos. Un ejército que posteriormente amplié y del que sigo pintando cosas sueltas, porque el concepto de "terminar" un ejército es una quimera, como también sabemos todos los que nos dedicamos a esto.

El ejército en 2020, ahora es bastante mayor

El ejército fue construido en torno a una doble temática, lo espectral y lo erótico. Creo que quedó aceptablemente bien, pero como se puede comprobar, hay una cierta mezcolanza de fabricantes y ediciones. Creo que no desentonan demasiado, pero es el resultado de ser el primer ejército que colecciono como tal, con un mayor desconocimiento de las opciones que había en el mercado, con menos recursos y con más ganas de hacerlo que de hacerlo bien. Al final, lo mejor es enemigo de lo bueno y he visto muchos casos en los que la búsqueda del ejército perfecto ha terminado con la ausencia de ningún ejército, perfecto o imperfecto, y no quería que eso me pasara.

No obstante, desde el momento en que lo terminé supe que había ciertas unidades que terminaría replanteando, haciéndome con otras versiones según pudiera. Una de esas unidades son los necrófagos, de los que ya he hablado en la entrada que os he enlazado anteriormente. También sucede con la hueste espectral, de la que me gustaría conseguir la de sexta edición. Y, por supuesto, es el caso de los lobos espectrales.

Los caballos espectrales

Efectivamente, mi principal problema con ellos es que tienen el tamaño de un caballo, como poco, tal como se puede ver en esta foto.

Estaliano de cuarta edición a medio pintar como escala

Me parece bastante exagerado. Hay dos cosas graciosas respecto a esta unidad: en primer lugar, creo que fue, de hecho, lo primero que compré cuando comencé el ejército. Desde luego tuve buen ojo. La segunda cosa graciosa es que, aunque los condes vampiro pueden usar lobos espectrales en sexta, los no muertos no pueden usarlos en Reforged, que es el sistema con el que suelo jugar. Tampoco es que eso sea muy relevante porque no hay nada que no se solucione con una buena regla de la casa, pero refuerza la tesis de que he tenido puntería.

Creo que, en general, estas miniaturas (que salieron en séptima si no recuerdo mal) no han sido muy queridas. En más de un blog he visto el uso de minis alternativas, como por ejemplo aquí, recurriendo a los lobos de Fenris que, la verdad, están muy bien. Supongo que también tienen un tamaño más bien tocho pero al menos se parecen más a lobos, en vez de a extraños leones con la melenaca esa estrambótica. Efectivamente, el problema de estos lobos espectrales es que no solo son muy grandes para ser lobos sino que, directamente, no parecen lobos. En ese sentido, la renovación que les han hecho recientemente, ya para AoS pero que supongo que se podría usar perfectamente en el Fantasy de toda la vida, recupera un poco el aspecto más lobuno y tradicional. Que unas miniaturas de AoS, que por lo general se preocupan de buscar la originalidad aunque sea a costa de abandonar cualquier atisbo de sentido común, sean más "normales" que las que sacaron para Fantasy, es mucho decir.

No es que haya una grandísima diferencia, pero la justa como para que sean más razonables

No obstante, siendo como soy un amante de lo clásico, mi opción para suplir a los lobos que tenía (los cuales he regalado a Sir Sedentor para que los use en un ejército de Condes Vampiro que va a molar) no ha sido recurrir a estos nuevos, sino a los ancestrales, clásicos y viejunos que hemos visto incontables veces en la web de Games Workshop y en aquellas antiguas White Dwarf, cuando ambas cosas merecían la pena.

Una cuestión de escala

La razón por la que he escogido los lobos de comienzos de los noventa es, sobre todo, por su escala, que me parece bastante más ajustada a lo que tiene que ser un lobo (y siguen siendo grandes, pero bueno). Como podéis ver en la foto, en realidad no son los lobos espectrales como tal, sino los que generalmente se han vendido asociados a los goblins. Los lobos espectrales tenían cabezas diferentes, más cadavéricas, aunque el cuerpo es el mismo.

Preciosos. Y eso que a uno se le ha caído la cola.

Esto no es algo que me inquiete, al contrario, prefiero que sea así. Dentro de la cuestión de la escala no me refiero solo al tamaño físico de las miniaturas, que también, sino a la escala de las historias, los escenarios y la narrativa, para los cuales estos lobos son mucho más adecuados. Esto requiere un poco de intrahistoria.

Yo comencé a jugar cuando la sexta edición de Warhammer estaba recién salida, pero todavía quedaban muchas reminiscencias de quinta, entre ellas en los fascículos de Altaya, que fue lo que me enganchó al mundillo. Como he dicho en varias ocasiones, estéticamente, para mí, Warhammer es el de quinta edición. Y una de las cosas que me enamoraron es una cosa que posteriormente se acabaría perdiendo, que es el sentido de las historias pequeñas, íntimas. Evidentemente había grandes campañas y guerras inmensas (cuántas veces pude leer y releer la Gran Guerra contra el Caos) pero eran excepciones. 

Comparemos las campañas, que son el elemento narrativo por excelencia, en quinta y de sexta en adelante. Las campañas en quinta edición eran pequeñas disputas locales, guerras fronterizas y cosas así, que no iban a cambiar el mundo y de las que quizá no se enteraría nadie más allá del sitio en el que se libraran. Eso en el fondo da una cierta sensación de liberación, de poder plantear la historia con mayor libertad creativa y, sobre todo, de que la historia es propia. En comparación con las campañas de sexta, que todas son apocalípticas y deciden el destino del Viejo Mundo (Tormenta del Caos, Corona Némesis, Tamurkhan... incluso Albión en cierta forma), las campañas pequeñas y locales permiten que la historia sea realmente propia. Porque yo puedo destruir el mausoleo de una santa bretoniana o robar un cáliz a los imperiales, pero no puedo arrasar Bretonia o el Imperio. El final en ese tipo de campañas está escrito y no nos pertenece, y todo es demasiado grande e inconmensurable como para pensar en hacerlo propio. 

Eso no pasa en las campañas de quinta o que mantienen ese espíritu, donde se puede hacer la escala todo lo pequeña que se quiera. Se puede incluso jugar con escaramuzas y representar una partida de cazadores enfrentándose a unos lobos. Al final, el enfrentamiento contra el lobo es el más sencillo y clásico de la Historia y está presente en incontables cuentos del folklore occidental. Incluso en El Hobbit, cuando se enfrentan Gandalf y los enanos a los huargos, es un enfrentamiento de tan pequeña escala que incluso se ponen a hablar, aunque luego la peli lo convirtiera en algo mitómano. La verdad es que ahora que lo pienso esa trilogía es un perfecto ejemplo de cómo convertir una aventura pequeña e íntima en los delirios de un maníaco grandilocuente.

Los huargos según Ted Nasmith

Podría extenderme sobre el tema, pero creo que he transmitido la idea. Mi preferencia por una escala menor y más sencilla no solo tiene que ver con el aspecto de las miniaturas sino con la historia que transmiten. Y, dado que difícilmente hay animal más icónico que el lobo en las historias de fantasía, quería que tuvieran la escala adecuada.

Pues hasta aquí esta entrada de desbarre genérico. Mayo está siendo un mes de lo más liado, en algunas cosas para bien y en otras para mal, y el tiempo que estoy pudiendo dedicar al blog es escaso. Pero pronto cambiará la situación, espero.

¡Hasta entonces!

4 comentarios:

  1. Luego no te quejes de que los sacerdotes guerreros de sexta son muy austeros! (Chernov)

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    1. Jajajajajajaja... a ver, una cosa es que sean miniaturas sencillas y otra es que sean unos desharrapados, creo que los sacerdotes de sexta igual se pasan ya. Sabes que, en realidad, la mejor gama del Imperio es la de cuarta/quinta, con detalles, pero no recargados. La de sexta es quizá demasiado sobria y la de séptima en adelante es... peculiar.

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  2. Pues, tienes razón, para qué negarlo. En un ejército debería haber, las miniaturas que te gusten y con una temática o transfondo que más te atraiga, eso de meter tropas por sus perfiles, listas clonadas y copiadas y cosas que no tienen sentido, pues al final se carga el hobby. Y con respecto a la escala, pues también, me pasa con las miniaturas de Necromunda actuales y de Wh40K, los guardias imperiales parecen raquíticos en comparación con Cawdor o Escher... En fin, políticas de pasar por caja supongo.
    Un saludo.

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    1. El ejemplo de Necromunda vale para el doble sentido de la escala: no solo las minis son ahora enormes en comparación con las originales, sino que lo que anteriormente era un conflicto de escala mínima, simplemente con bandas pegándose por cualquier deshecho, es ahora una guerra donde hay PCEs, manipulación genética, bioquímica avanzada, dioses ancestrales... que no es que esté mal, pero es eso, aumentar la escala del conflicto muchos, muchos niveles.

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