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martes, 31 de octubre de 2023

[Informe de batalla] La noche de difuntos

Saludos a todos, damas y caballeros.

Como he dicho en varias ocasiones a lo largo de los años, no soy una persona particularmente amante de Halloween, pero sí del horror gótico clásico, y dado que lo primero va ligado en buena medida a lo segundo al final lo acabo aceptando. Halloween ha aparecido en varias entradas en este blog, la más reciente la del año pasado, en la que jugué un pequeño escenario de Mordheim con la presencia estelar de Sir Calabaza, sin duda uno de las mejores miniaturas que se hayan hecho jamás.

A comienzos de año hice esta entrada hablando de juegos de Historia alternativa y de cómo eran una buena forma de explorar precisamente ese interés por el horror gótico. Para este propósito, el que evidentemente destaca es el Silver Bayonet, que no en vano se define como "un juego de horror gótico napoleónico". La parte de napoleónico es lo que menos me termina de encajar dentro de todo el ambiente, pero como podéis ver aquí, se puede adaptar perfectamente a épocas que me convencen más como la Guerra de los Treinta Años.

Otra de las grandes ventajas que tienen los juegos de McCullough, en general, es que se pueden jugar en solo o en cooperativo. Son juegos con una mecánica base muy sencilla (aunque en Silver Bayonet cambia ligeramente) que se puede aprender rápido, por lo que es ideal para compartirlo con gente que no es del gremio friki o con niños pequeños. Y, tal como ya he hecho en alguna ocasión anterior, aproveché que el Ebro pasa por Zaragoza y preparé una partida también para mis hijos. El pequeño todavía no se entera de un carajo y no para de preguntarme si vamos a jugar al juego de "loz cotez" (Gaslands), pero el mayor ya empieza a entender lo suficiente y creo que poco a poco voy metiéndole el frikismo en vena.

Sea como sea, preparé sobre la marcha un escenario cooperativo de Silver Bayonet donde los buenos tienen que atravesar un pueblo poco recomendable de una punta a otra llevando un investigador de lo sobrenatural, quien tendría que abandonar el pueblo. Puse cuatro pistas en la parte trasera de las casas que se extendían a ambos lados del camino, para forzar un poco la dispersión de las miniaturas, y zombis frente a esas casas, de las cuales saldría uno de una casa al azar al final de cada turno. También coloqué un espantapájaros, figura clásica del horror gótico, en un sembrado, y se animaría al final del tercer turno. Por último, al final del turno sexto haría aparición un ser especial.


Con todo esto en consideración, paso a hacer una especie de informe de batalla más centrado en lo narrativo.

LA NOCHE DE DIFUNTOS

Bernard, el explorador que ayudaba a la Hermandad de la Misericordia a atravesar las implacables tierras germánicas, retornó al campamento. Rodrigo Velázquez, el oficial al mando de la unidad, no tuvo más que mirar su ceño fruncido para saber que las noticias que le iba a dar no eran buenas. 

"Las patrullas de los luteranos están por todas partes" gruñó. "Muchos jinetes. Sería imposible burlarlos"

Velázquez asintió. En los turbulentos años de comienzos del siglo XVII, católicos y luteranos se hallaban en una calma tensa, rearmándose y esperando a saber quién sería el primero en volver a coger las armas. La situación era demasiado inestable como para que el capitán español quisiera arriesgarse a atravesar Hesse con patrullas luteranas pisándole los talones, especialmente cuando pertenecía a una rama de la Inquisición romana. Una rama muy especial.

"¿No han dejado ningún camino sin vigilar? Todavía no estamos en guerra. Parece un esfuerzo demasiado metódico incluso para unos alemanes"

Bernard dudó, y Velázquez notó su miedo. Estaba demasiado familiarizado con esa sensación como para no darse cuenta. Finalmente, el explorador confesó:

"Hay un camino que no están vigilando. Pero tienen un buen motivo para ello. Lleva a las ruinas malditas de Nachtöfen. Nadie sensato querría acercarse allí, no en la noche de difuntos"


Velázquez asintió gravemente. En un mundo donde la superstición y la ignorancia eran demasiado frecuentes, sabía que la palabra "maldita" se usaba en ocasiones a la ligera. Sin embargo, también conocía las terribles implicaciones que podía tener cuando se usaba adecuadamente. Bertrand era un colaborador de la Hermandad de la Misericordia, y también él sabía que había cosas malditas, que en la noche se arrastraban horrores impensables, y que el Mal a veces tomaba forma corpórea.

Sin embargo, tenía una misión que cumplir, una misión crucial. Sus superiores le habían informado de la probable presencia de un vampiro oculto en Maguncia, lo que suponía un grave problema en la sede del Arzobispado más importante del Sacro Imperio y elector al Trono de Carlomagno. El Santo Padre había enviado al renombrado investigador y cazador de vampiros Leonardo Del Piero desde Roma, y la Hermandad de la Misericordia tenía que asegurarse de que llegara sano y salvo a Maguncia... cuanto antes.

"Si ese es el camino, tendremos que atravesarlo" respondió Velázquez con determinación.


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Al llegar a Nachtöfen, los soldados de la Hermandad de la Misericordia pudieron comprobar que el explorador no había exagerado en absoluto. El pueblo estaba rodeado por un aura de corrupción y maldad como pocas veces habían podido ver incluso ellos, que habían dedicado su vida a combatir las obras del Maligno. Un extraño fulgor verdoso se derramaba con parsimonia desde las casas derruidas, envolviendo todo en un halo de luz espectral que permitía ver lo que sucedía. Muchos habrían deseado no verlo: las siluetas de varios cadáveres en descomposición poblaban el grotesco paisaje, y lo terrible era que muchos de esos cuerpos deberían haber estado muertos, pero no lo estaban.

"Que el Señor de los Cielos nos proteja" murmuró Rodrigo Velázquez. "Soldados, manteneos firmes y concedamos la paz a estas almas torturadas"


Los primeros compases de la partida se desarrollaron de forma razonablemente favorable a nuestros hombres. Los zombis se abalanzaron sobre los vivos con ansia homicida, pero poco a poco, la pólvora y el acero hicieron su trabajo. Aunque los zombis tienen una reducción de daño por las armas a disparo, entre pistolas, arcabuces y rematados con espadas iban cayendo.


También era importante el apoyo del campeón de la fe, en este caso representado con un sencillo fraile, quien en los compases iniciales de la partida fue capaz de curar adecuadamente a quienes iban sufriendo daño, particularmente el espadachín, más expuesto a los ataques de los enemigos. Por su parte, el arcabucero conseguía ir rematando a los zombis que estaban malheridos, y todo parecía estar controlado.


Esto permitió dedicar algunos esfuerzos a investigar pistas. El espadachín encontró unas notas que relataban lo sucedido en el pueblo (en un pozo, cosas que pasan en Alemania supongo).


Mientras tanto, el segundo al mando se encontró con el fantasma de una bruja, forzándole a hacer un chequeo de terror que simplemente le dejó un poco acojonado, pero sin más consecuencias.


Giovanni Natale, el espadachín florentino de la Hermandad de la Misericordia, vio lo que parecía ser un pergamino enrollado en una juntura de las vigas que sostenían el pozo. Sorprendido, lo cogió y trató de leerlo. Podía entender el alemán, pero la luz era demasiado crepuscular como para estar seguro de lo que decía, y la situación no era la idónea como para dedicarle una gran atención. No obstante, le pareció ver algo de cómo una bruja había tomado el control del pueblo... de ser así, explicaría que el pergamino estuviera oculto en un lugar tan inesperado, pues habría sido el testimonio de alguien temeroso de las consecuencias de ser encontrado con ese escrito...

Al otro lado del villorrio, el irlandés Ciaran O'Neill divisó lo que parecía ser una mujer llorando. Hizo el signo de la cruz y avanzó con su alabarda por delante, pues sabía que, en esa noche y en esas circunstancias, nadie sería inocente.

Tenía razón. 

"¡Insensatos! ¡Habéis venido a este lugar a morir!"


La mujer no era tal, sino un espectro que le miraba con un fulgor infernal en sus ojos demoníacos. Ciaran era un veterano de la guerra contra la oscuridad, pero no pudo evitar un estremecimiento.

"¡En nombre de Nuestro Señor, vuelve al fuego que no se apaga!"

La aparición hizo un gesto que denotaba la más profunda desesperación, y sus contornos se difuminaron. Pasó un tiempo hasta que el curtido irlandés pudo recuperar la respiración. 

Lamentablemente, habíamos tomado la decisión de ir a investigar demasiado rápido, y los zombis acabaron rodeando a nuestro oficial. Y aunque algunos de sus hombres acudieron a ayudarlo...


Una serie de tiradas muy buenas por parte de los zombis y muy malas por parte de mis soldados causaron varias bajas en cadena, incluyendo al explorador, a Rodrigo Velázquez, el oficial al mando...


Y el cazador de vampiros enviado por el Vaticano, lo que se cargaba la misión.


Rodrigo Velázquez cayó al suelo, barrido por la impía fuerza que mostraban los cadáveres reanimados. La maldición de Nachtöfen era mucho más poderosa de lo que había pensado, pues jamás se había enfrentado a monstruos con una vitalidad tan abominable. Pese a lo desesperado de su propia situación, se sintió desfallecer cuando vio, a lo lejos, cómo el investigador del Vaticano era asesinado por una de esas criaturas, que le arrancó la garganta de una dentellada. La misión había fracasado...

En ese instante, y pese a todo, sintió que una oleada de serenidad le invadía y le revitalizaba. No había podido evitar la muerte del cazador de vampiros, y tendría que asumir las consecuencias de su error. Pero, mientras tuviera vida, al menos podía intentar purgar el Mal que asolaba Nachtöfen de una vez y para siempre. Determinado, se puso de nuevo en pie y elevó una plegaria a San Miguel Arcángel, el Príncipe de la Milicia Celeste.


Tengo que decir que había añadido al investigador de lo sobrenatural no solo como un recurso narrativo sino porque no sabía qué me iba a encontrar, y ya que me ponía a hacer esto para los enanos (para mí en realidad, con ellos como excusa) no quería que fuera una masacre, tal como sucedió en la última partida que jugué en solitario al Silver Bayonet. Esto era ligeramente más probable en este caso, dado que el escenario era por completo invención mía sin ningún tipo de testeo previo ni cosa que se le pareciera, y además había metido dos enemigos bastante jodidos, el espantapájaros y el otro que veréis después. Visto lo visto, tenía razón.

En circunstancias normales habría terminado aquí la partida, pero ya que había conseguido la atención de mi hijo mayor y que se había "pedido jugar" con el oficial al mando, iba a ser un poco lamentable dejarlo ahí... así que me inventé, como recurso narrativo desesperado, que los milagros pudieran aplicarse sobre una miniatura que acababa de morir. Y, efectivamente, el fraile consiguió devolver a la vida a Rodrigo Velázquez con 3 puntos de vida.

A partir de aquí la suerte cambió un poco, y aunque el espadachín cayó también, poco a poco los zombis comenzaron a caer ante la pistola de Velázquez...


Y la alabarda de su segundo al mando.


Desafortunadamente, el espantapájaros ya se había despertado, y avanzaba con paso siniestro hacia lo que quedaba de nuestros hombres.


Y, por si fuera poco, hizo aparición la estrella de la partida.

Al final del pueblo, cerca a lo que antes había sido una iglesia luterana, el extraño fulgor que impregnaba todo se intensificó. De alguna forma que Velázquez no podía comprender, no era luz lo que emitía, sino desesperación. Un grito horrible llenó el ambiente, un grito que no fue emitido por garganta alguna y que no llegó a los oídos de ningún ser vivo, sino directamente a sus corazones. Y, entonces, apareció.


Un jinete espectral, a lomos de un caballo muerto, blandiendo una guadaña y portando las cabezas de reyes y sacerdotes caídos. Era el heraldo del infierno, era la maldición caída sobre la tierra, era la visión de la catástrofe que no tardaría en convertir Europa en un campo de batalla sangriento.

A partir de aquí la lucha se volvió totalmente desesperada. El espantapájaros entró entre mis filas como un cuchillo en la mantequilla, cargándose todo lo que tenía a su paso. El segundo al mando tenía fuego y podría haberle puesto en apuros, pero cayó...


Y, poco después, lo hizo el fraile, quien nunca tuvo la más mínima opción.


La única noticia positiva fue la sorprendente victoria del oficial sobre el espectro, especialmente teniendo en cuenta que estaba muy malherido. Esto también fue un poco de "trampa" para que la partida no perdiera emoción, puesto que el oficial no tenía una espada hechizada ni sal y, sin eso, simplemente era imposible dañar al fantasma. De nuevo, hubo que improvisar algo para dar un final suficientemente climático a mi hijo mayor (el pequeño ya hacía tiempo que se había vuelto a su monomanía, los coches) y que no terminara sin tener opción de hacer algo interesante.

A medida que el espectro de la guerra cabalgaba hacia él, Rodrigo Velázquez hizo un esfuerzo sobrehumano por no dejarse llevar por el pánico y echar a correr en dirección contraria. Sabía que, si hacía eso, moriría sin remedio. Agarró con fuerza la medalla que llevaba colgada al cuello, la cual parecía arder en presencia de la oscuridad, mas no por ello la soltó. Con la otra mano, alzó la espada hacia el ser del inframundo y gritó:

"¡Así alumbre vuestra luz delante de los hombres!"

Imagen de Gustavo Doré

El fantasma atacó con su guadaña, pero Rodrigo, veterano de muchas batallas, detuvo el golpe del arma sin demasiada dificultad y dirigió su propia espada contra la aparición. Ésta se puso al rojo vivo a medida que penetraba en lo que debería haber sido un cuerpo, y estalló. La fuerza del impacto arrojó a Rodrigo hacia atrás, y cuando pudo incorporarse, descubrió que no tenía espada... pero tampoco el espectro estaba allí.

Miró a su alrededor. El espantapájaros sostenía entre sus manos el cadáver quebrado del fraile, y amenazó con avanzar hacia él, pero la maligna hechicería que lo animaba hizo que se descompusiera y cayera al suelo, convertido en el montón de paja y madera que siempre debería haber sido. Los pocos zombis que seguían en pie cayeron al suelo también, dejando de ser una amenaza. El propio fulgor ominoso que había bañado al pueblo en una luz tenebrosa retrocedió, y fue sustituido por la fantástica luz de un amanecer lejano. Rodrigo Velázquez creyó oír, a lo lejos, el cálido repicar de la campana de algún monasterio llamando a la oración.

Y entonces, cayó de rodillas al suelo, y lloró hasta que el sol coronó las cumbres de los árboles.

Bueno, aunque al final le he dado un toque narrativo bonito y optimista, es la segunda partida seguida al Silver Bayonet en solitario (o casi cooperativo en este caso) en que me llevo una paliza fina. Creo que hay algo en este juego que no termina de estar bien calibrado, no tanto como el Rangers of Shadow Deep, lo que supongo que se debe a que ha sido pensado para jugar en competitivo mientras que el Rangers nace desde el principio para ser jugado en cooperativo/solitario.

Pero bueno, tampoco es que esto importe mucho en realidad. En los wargames, como en la vida, lo único que de verdad se puede ganar o perder es el tiempo, y creo que ha sido un tiempo bien invertido. Por mi parte desde luego y si además he conseguido que poco a poco vaya germinando el amor por el frikismo en mis hijos, tanto mejor. Desde luego es un hobby bastante sano, sobre todo en comparación con cómo está el mundo por ahí fuera, que da mucho más miedo que zombis o espantapájaros.

En fin, espero que esta historia de terror gótico os haya entretenido. ¡Hasta la próxima!

6 comentarios:

  1. Buen relato de la partida. Tiene pinta de haber sido muy entretenida. Estoy bastante de acuerdo en cuanto a improvisar cosas sobre la marcha para que todo resulte más divertido, que creo que es lo importante en esto; y si además sale un relato como este, mucho mejor.

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    1. ¡Muchas gracias! Bienvenido de nuevo por aquí. Efectivamente, al final la clave de todo esto es pasarlo bien, y si para eso es necesario modificar alguna cosa sobre la marcha no debería haber problema. De hecho, creo que esa es una buena piedra de toque para diferenciar al jugador de verdad y al que solo le interesa ganar, la disposición que tenga a hacer cambios o apaños sobre la marcha de algo que no funciona.

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  2. Espectacular la narración, Soter!!! Me ha molado mucho, me he reído mucho con la parte que dices que "nunca había visto monstruos con esa vitalidad" siendo zombies XD.
    Por cierto, no viene al caso pero bueno, mi nivel de friki no solo se aplica a los juegos y wargames; la ilustración de Gustave Doré que has usado, fue usada en un disco compartido de dos bandas que me encantan Emperor y Enslaved y que además fue uno de los primeros discos de black metal que tuve... Curioso!
    Gracias por la publicación.
    Un saludo.

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    1. ¡Muchas gracias a ti! Me alegra que te haya gustado. Los zombis tienen derecho a tener vitalidad también, pobrecicos míos xD

      Doré son palabras mayores. Sus ilustraciones son impresionantes, y me encanta lo polifacético que es, porque tan pronto te está ilustrando la Biblia como El Quijote como Caperucita Roja... y, aunque seguramente él no lo pudo prever, discos de black metal por lo que me cuentas. O informes de batalla del Silver Bayonet. Y joer, en todos queda bien.

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  3. Que no falte ese combo terror clásico-halloween- miniaturas y familia! Qué más se puede pedir. Me alegra sobremanera que pasarais un buen rato. Y el resto... palabras menores.
    Nosotros tenemos la partida de halloween postpuesta. Ese es nuestro nivel.
    Me gusta ver que se intenta mantener la chispa con las nuevas generaciones. Que nadie desespere. Yo tengo para este mes que ver el retorno del rey con mi hija y sus amigas de 2 de primaria, que están flipadas con el anillo. Qué responsabilidad! Se admiten consejos.
    Un abrazo

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