Saludos a todos, damas y caballeros.
Recuerdo un mes de julio, hace exactamente ocho años, en los que mi mujer y yo teníamos que dormir con el aire acondicionado encañonándonos directamente, puesto a 16 grados, y seguíamos teniendo calor. La razón era que, por mis pecados, me encontraba sirviendo a la Patria en el recóndito Sultanato de Omán, que tiene nombre de sitio exótico, y lo es, pero entre su exotismo se encuentra el vivir a 55 grados con un 80% de humedad. Yo he vivido eso. Con lo cual, después de exponerme a semejante locura, el calor de mi tierra natal almeriense y sus apenas 32 grados si es que llega me parecen una bendición.
No hice foto de grupo, así que valga esto que robo a la escalada de Fornidson |
Supongo que alguien de Sevilla puede decirme que la situación allí no es tan diferente de lo que describo, y tendría razón. También recuerdo pasear por Sevilla en agosto, a las once de la noche, a cuarenta grados. En todo caso, ya sabemos que el calor saca lo mejor de mí, y la escalada, que es de lo que hemos venido a hablar, sigue bien. Especialmente si se tiene en cuenta que a 15 de julio no tenía pintada ni una miniatura, con lo que he conseguido salvar la papeleta de forma aceptable.