Saludos a todos, damas y caballeros.
Lamento estar apareciendo tan de Pascuas a Ramos por aquí, estas últimas semanas estoy teniendo bastante trabajo y estoy pegando acelerones con cosas que quiero dejar liquidadas antes de que llegue el verano, motivo por el que no dispongo de mucho tiempo para dedicarlo al blog. Algo bastante lamentable teniendo en cuenta que sigue habiendo muchas cosas maravillosas que contar (tampoco tantas porque no es que esté jugando mucho, pero tengo muchos planes para cuando lo haga, vaya que sí)
Una de esas cosas que tenía pendiente hacer era escribir un relatillo ambientado en la Guerra de Fe que estamos jugando Chernov y yo, pues llevamos ya cuatro partidas y no he escrito nada al respecto, y esa no es forma de hacer las cosas. Lo único bueno de eso es que ha dado un cierto tiempo a que la propia dinámica de las partidas haya generado una cierta mística, con sus propios héroes y sus propios villanos encumbrándose o descendiendo a los abismos siguiendo el implacable, pero justo, dictamen de los dados.
Además, recuerdo un relato que siempre me ha gustado mucho sobre un inquisidor que no se le ocurre cosa mejor que meterse en lo que creo que era un Land Raider poseído, y claro, acaba el hombre tó majara con lo que ve y puede que incluso fusionado con la máquina o no sé qué. Mis recuerdos son confusos porque no he conseguido localizar el relato, pero lo tengo ahí guardado en algún archivo perdido de mi cerebro está en la White Dwarf 91, que no lo encontraba. Y ahora tengo una gran oportunidad para rendirle un homenaje.
Dicho todo lo cual, os dejo con el relato. Espero que os guste.
BAJO LA SOMBRA DEL DESTRUCTOR
El soldado Kel Shora comprobó su equipo por enésima vez mientras se mecía con el traqueteo del chimera avanzando por el campo de batalla. La primera vez que tuvo que entrar en combate aquel bamboleo le había sacado de quicio, pero tras unos pocos meses había sido capaz de comprender al Espíritu Máquina del vehículo, y de alguna forma casi inconsciente su propio cuerpo se acompasaba a los movimientos del blindado, de forma que podía centrarse en otras tareas.
Su bautizo de fuego había sido en Tyrus IV, que también era el único planeta que había visitado aparte de su Armageddon natal. No se diferenciaban mucho, lo cual explicaba, junto con la cercanía, que la Legión de Acero hubiera sido la encargada de sofocar la rebelión contra el legítimo gobierno del Emperador. Kel Shora no sabía mucho acerca de sus enemigos, y como tampoco había estado en otras campañas, no tenía forma de saber si la sobreabundancia de agentes eclesiásticos e inquisidores era habitual en las operaciones de la Legión de Acero. Imaginaba que tenía más que ver con la naturaleza de mundo cardenalicio de Tyrus IV, y que era perfectamente normal...
Y, sin embargo, una parte de sí mismo le decía que aquello tenía más que ver con su enemigo. Era una parte que procuraba suprimir, pues la curiosidad era peligrosa en una galaxia que albergaba tantos horrores, pero no podía evitar preguntarse quiénes eran en realidad esos enemigos. En las no pocas batallas que ya había luchado contra ellos había visto que eran también humanos, muchos de ellos guardias imperiales también, aunque les acompañaban extraños mutantes con formas terribles y violentas. Incluso los propios humanos se habían alejado de la luz del Emperador y mostraban símbolos que Kel Shora desconocía, pero que mostraban aviesas y barbáricas intenciones.
Su propio comportamiento estaba en consonancia con esos símbolos salvajes, pues eran oponentes que combatían con una ferocidad que nunca antes había visto, ni siquiera había creído posible en un ser humano. Su desprecio por la vida, tanto ajena como propia, era estremecedor, y había algo en la forma que tenían de cubrirse con sangrientos trofeos que hacía que Kel Shora sintiera ganas de vomitar al verlos. Lo inquietante es que no por ello resultaban menos peligrosos en combate. Era cierto que algunos de ellos, especialmente los que no habían formado parte del ejército imperial en el pasado, eran demasiado indisciplinados como para ser una auténtica amenaza, salvo que se acercaran demasiado. Pero unos pocos de ellos habían sublimado la forma de hacer la guerra hasta el punto en que parecía que era lo único a lo que se dedicaban, y esos pocos eran ciertamente temibles.
"¿Creéis que estará El Destructor?"
El soldado más joven de su pelotón fue el que se atrevió a expresar lo que todos estaban pensando. De todos los monstruos a los que habían tenido que enfrentarse desde que llegaran a Tyrus IV, pocos eran tan temibles como El Destructor, el nombre por el que conocían a un carro de combate que había producido ya varias bajas entre los leales. El arcaico Leman Russ era una visión de pesadilla, con su chasis recubierto de cráneos y con estandartes que mostraban esos símbolos blasfemos que Kel Shora no podía mirar sin sentir náuseas. Era un vehículo, pero de alguna forma parecía un demonio, un monstruo abominable surgido de las peores pesadillas de un demente.
No obstante, su apariencia no matizaba en nada su inmensa capacidad combativa. Aquella bestia había sido vista en varios campos de batalla a lo largo y ancho de Tyrus IV, y siempre que había aparecido había habido muerte y destrucción a gran escala. Por las noches, los soldados susurraban historias sobre cómo había acabado con el chimera de mando del teniente Lajos, o la matanza causada en la carretera TR-145. Su tripulación debía estar compuesta por asesinos consumados, aunque Kel Shora a veces tenía la sospecha de que esa tripulación no era humana. Quizá ni siquiera el propio vehículo perteneciera al mundo de los vivos. Las pocas veces que Kel Shora había tenido la desgracia de estar frente a él le parecía que brillaba con un aura rojiza de violencia palpable, y que ese aura aparentaba absorber todo el daño que pudiera recibir. Dada su fama, el ejército imperial había hecho muchos esfuerzos por destruirlo, pero al parecer no había nada que pudiera dañarlo. E incluso cuando conseguían que así fuera, de alguna forma se las apañaba para reaparecer a las pocas semanas, en otra parte de Tyrus IV, como si no hubiera pasado nada. Más que un carro de combate, parecía un fantasma, un espectro que les atormentaría por sus pecados para siempre.
"Espero que no" dijo Kel Shora con poca convicción.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Alexandr Kharval sonrió con malicia cuando vio la columna de blindados imperiales avanzando, dejando al descubierto unos dientes afiladísimos en una boca que hacía tiempo que había perdido los labios. La sangre le hirvió, como solía sucederle cuando anticipaba la carnicería, y se metió de nuevo en el habitáculo del carro de combate del cual era oficial, el Leman Russ conocido como "El Destructor". En su interior, otros cuatro soldados con mutaciones incluso más groseras que la suya compartían espacio con varios trofeos macabros dispuestos a lo largo de paredes empapadas en sangre. Aquel vehículo era tanto un arma como una capilla, ambas consagradas a Khorne, el señor de la violencia.
"¿Están las armas cargadas?"
"Sí, capitán"
"Perfecto. Conocéis los protocolos de selección. Objetivo prioritario, los vehículos con armamento antipersona como los Hellhound"
La doctrina de combate del 88º de Laetio se ajustaba a los parámetros operativos de la campaña que estuvieran combatiendo. En Tyrus IV, la infantería del 88º era por lo general superior a su contrapartida imperial, pero carecían de equipo anticarro de largo alcance, motivo por el que los imperiales procuraban hacer ofensivas con sus compañías acorazadas. En consecuencia, los carros de combate renegados tenían como objetivo prioritario los blindados enemigos que pudieran causar estragos entre la infantería. Eran ya muchos los que habían caído ante El Destructor... y Alexandr Kharval esperaba que fueran muchos más.
"¡Sangre para el dios de la sangre!" gritó.
"¡Cráneos para el Trono de los Cráneos!" respondieron sus soldados, enardecidos ante la perspectiva del combate.
Que Leman russ más pesado, sólo de verlo da mala gana ya.. xd morirá entre terribles sufrimientos la próxima vez!! El Emperador protege (Chernov)
ResponderEliminarLo que más estoy disfrutando de la campaña y además con diferencia es la cara de terror que pones cuando digo que te voy a disparar con ese Leman Russ...
EliminarCompensa la profunda incapacidad física y mental de mi sacerdote, que dice que adora a Khorne pero tiene la misma agresividad que un budista de noventa años.
Grandísimo relato!
ResponderEliminarLo de la escala da para debate: una de las cuestiones por las que no me convenció del todo la octava edición (aparte por la velocidad a la que salían actualizaciones) es por la escala de matanza. Era imposible un caso como este. Y me pasa igual con la era indomitus, cuyo trasfondo tiene potencial pero la escala (9.000 gritones de muertos) me deja friísimo. Así que os doy un diez, partidas con épica.
El destructor está muy on fire, habrá misión especial contra él?
Un abrazo
PD: blogger me ha borrado el comentario varias veces o me habéis baneado por plasta, con razón.
¡Muchísimas gracias! Serán malajes estos de blogger tratando de censurarte... yo no te voy a banear en la vida, primero porque no sé cómo se hace y segundo porque prefiero cortarme los cohone (pongo esto como prueba a ver si lo censura también o qué hace xD)
EliminarEs como dices, yo he ido siguiendo más o menos los desarrollos de Trasfondo recientes a través de, por supuesto, La Voz de Horus y aunque efectivamente tiene potencial estilo cruzada de reconquista de Belisario, y algunas tramas paralelas molonas que han ido sacando, lo de que en cada batalla se reúnan varios trillones de guerreros y muera el 95% de ellos es un poco cansino, sobre todo porque al día siguiente ya siguen todos adelante como si no hubiera pasado nada. Incluso cuando alguien muere, lo reviven y listo. Es un juego que es demasiado diferente de segunda o incluso tercera edición.
Es buena idea esa de un escenario especial contra El Destructor. Recuerdo que hay uno en el reglamento de tercera que es de asesinar a alguien... lo mismo puede ser asesinar un carro de combate oye. Se lo propondré a Chernov.
¡Un abrazo!