miércoles, 22 de mayo de 2024

El alma de Warhammer y una olla caliente

Saludos a todos, damas y caballeros.

El título de esta entrada puede sonar aterrador. Lo es. Es un tipo de entrada que aparece muy raras veces en el Troglablog, tanto es así que, en puridad, solo ha habido una ocasión anterior en que la he usado, y ha sido ésta. Ahí utilicé un relato aparecido en el reglamento del Necromunda original, el de 1995, para ejemplificar las diferencias que veía entre el antiguo y el nuevo trasfondo de Necromunda. Hoy vengo a hacer una cosa parecida, pero más ambiciosa y por tanto más demencial, que es tratar de desentrañar los misterios del alma de Warhammer a través de una olla caliente halfling.

Ya es casualidad ese hechicero junto a esos halflings

Voy a poneros un poco en contexto, aunque no creo que eso vaya a tranquilizaros. Tengo la suerte de tener varios compañeros muy agradables en el trabajo, y con uno de ellos comparto no solo muchos puntos de vista sino también afición friki. Él ha ido más por los temas de mazmorreo y rol que por los wargames, pero al final éste es un mundo muy pequeño y quien más y quien menos todos hemos hecho de todo, y en cualquier caso es imposible estar en ese ambiente y no conocer Warhammer, que de todos modos también extiende sus tentáculos al mazmorreo y al rol. El caso es que hace unos pocos días me hizo un regalo extraordinario en forma de libro de ejército del Imperio de cuarta edición, que es una auténtica maravilla. Ya te lo dije en persona pero si en algún momento lees esto, Ignacio, que sepas que te lo agradezco muchísimo.

Este libro es una joya en todas sus vertientes, pero incluye un relato que yo desconocía y que me ha alegrado mucho encontrar, no solo por el relato en sí, sino por todo lo que implica. Lo primero, que hace referencia a la que debe ser la mejor arma que ha existido nunca en Warhammer, la olla caliente (con permiso del pot de fer, que encima existió de verdad). Un arma que, dicho sea de paso, mis rivales han aprendido a temer con buenos motivos. Pero es que, además, ofrece unas reflexiones interesantes sobre lo que era (¿es?) Warhammer Fantasy, reflexiones que han inspirado esta entrada.

Como no soy del todo mala gente, voy a poner primero el relato y después, para quien tenga ganas y estómago, las reflexiones que me genera.

OLLA CALIENTE HALFLING

Gambo Hartstock cogió su cucharón de hierro y removió distraídamente el contenido de la olla hirviente. Sus dos ayudantes de cocina, Flabagon Dil y Frito Flatfoot, saborearon su delicioso aroma picante e intercambiaron miradas de complicidad. ¡La comida iba a ser memorable! En realidad sería la primera comida caliente que habían probado los halflings en tres semanas, desde que se despidieron de los suyos en el territorio de La Asamblea antes de unirse al ejército imperial.

Desde entonces todo había ido muy mal para el pequeño regimiento de halflings. La mitad de sus provisiones se habían perdido al cruzar el río, al igual que toda la cerveza y el tabaco. Las lluvias continuas habían impedido encender el fuego para cocinar. Todo el regimiento había visto cómo sus raciones eran racionadas a solo tres comidas diarias, frías y mojadas por la lluvia, comidas en absoluto silencio.

Ahora, mientras el ejército acampaba para pasar la noche al pie de las Montañas del Fin del Mundo, el chef Gambo Hartstock preparaba un banquete para levantar el espíritu de los hambrientos halflings. Esa misma mañana había comprado un barril entero de pimienta en polvo a un furriel humano. Había colocado el barril junto a la olla, y una buena parte de su contenido había desaparecido en la olla hirviente, al igual que la menta, las hojas aromáticas y otros ingredientes recogidos por Gambo a primera hora de la mañana (un buen cocinero tiene sus secretos, y Gambo tenía más que ninguno)

"Sí, hijo" explicaba Gambo a Flabagon, "el Emperador sabe reconocer una buena olla caliente cuando la huele... pero ésta" guiñó un ojo con complicidad "ésta es demasiado buena hasta para los humanos, hasta para un Emperador"

Flabagon sonrió débilmente mientras su jefe vigilaba orgullosamente la olla. Su delicioso olor le trastornaba el cerebro, despertándole un hambre atroz. ¿Qué demonios estaba haciendo Gambo? Él tenía hambre. Todos tenían hambre. ¿Todavía no era hora de comer?

"Sí, Flabby" prosiguió orgullosamente Gambo "si uno de esos soldados humanos llegara tan solo a oler esta olla caliente, probablemente caería desplomado al suelo, y si, por alguna imperdonable negligencia por nuestra parte llegara a probarla, bien, yo no querría hacerme responsable". Gambo añadió otro cucharón de pimienta a la olla, y por si acaso un par de chiles y más ajo.

De repente, el fuerte sonido de una trompeta perturbó el silencio con una nota ligeramente llena de urgencia. Gambo quedó tan sorprendido que dejó caer el cucharón, enviando trozos del contenido de la olla en todas direcciones. "¿Qué sucede?" jadeó. "¿Aún no es hora de comer, verdad?"

Pero era obvio que el sonido procedía de otro lugar; no procedía del campamento halfling, ni tan solo de los regimientos humanos del ejército imperial, sino de los feroces jinetes de lobo goblin que estaban atacando y mordiendo impunemente mientras los halfling corrían aterrorizados de aquí para allá. Totalmente absortos en la olla caliente, ninguno de ellos había visto a los jinetes de lobo mientras salían de un valle entre las montañas, rodeaban el campamento, y se colocaban entre ellos y el resto del ejército imperial. Era una emboscada. Pero lo peor es que era una emboscada antes de comer.

"Esa maldita chusma goblin", sollozó Gambo al ver un jinete de lobo dirigiéndose hacia él, blandiendo su lanza y sonriendo con anticipación ante una víctima fácil. Cogiendo una pesada cuchilla de carnicero, Gambo partió a la criatura verdosa por la mitad, tan fácilmente como si hubiera cortado un tallo de apio. Su sangre verde manó a borbotones, cayendo en la olla, salpicando, y crujiendo como pequeños disparos.

"¡Arruinada!" aulló Gambo, fuera de control. "¡Mi olla caliente, toda la menta y el ajo, la mitad de la pimienta, toda arruinada!". Partió la cabeza de otro goblin y buscó en su delantal una botella de malta de La Asamblea. Estaba vacía. "¡Aargh!" gritó horrorizado al darse cuenta de su problema. Y entonces algo brilló en la mente del pequeño cocinero. Sus ojos brillaron con una determinación impropia de él, sus manos asieron con fuerza la cuchilla de carnicero. "Flabagon... Frito", dijo "es hora de hacer un último sacrificio... buscad una cuerda y traed el resto de la pimienta"

En pocos segundos, los perplejos ayudantes de cocina habían atado la cuerda a la olla, y habían colocado la masa hirviente sobre un asador bifurcado. Las lágrimas afloraron en los ojos de Frito al ver la masacre cometida por goblins y lobos mientras arrasaban el campamento y mataban a los halflings que corrían como conejos. O quizás eran las cebollas las que le hacían llorar.

"¡Seguid así chicos!" gritó Gambo agitando amenazadoramente su cuchilla de carnicero hacia otro jinete de lobo. "Ahora tirad de la cuerda con todas vuestras fuerzas". Los jinetes de lobo, que ya habían aprendido a alejarse de la cuchilla de carnicero de Gambo, estaban reagrupándose para atacar el campamento imperial.

Seguro de su victoria, el propio rey goblin estaba preparándose rápidamente para dirigir la carga desde su carruaje de guerra. Otros pielesverdes estaban preparándose para atacar, entre ellos infantería con lanzas y arqueros, y al fondo dos enormes trolls avanzaban lentamente entre un mar de snotlings juguetones.

Los ayudantes de cocina tensaron la cuerda y la olla se tambaleó lentamente hacia atrás. El asador de madera empezó a doblarse y crujir; los halfling gimieron, pero resistieron.

"Solo un poco más" gritó Gambo, apartándose y preparando su cuchilla de carnicero para cortar la cuerda tensada. Cortó la cuerda de un solo golpe. Flabagon y Frito cayeron de espaldas y la olla salió disparada contra el rey goblin. Gambo empezó a saltar arriba y abajo ansiosamente, observando la trayectoria del proyectil. "¡Sííííííí!" gritó. "¡Adelante preciosa, sigue así! ¡La mejor olla caliente de mi vida, y espero que te atragantes!"

El caudillo goblin Grom el Panzudo de la Montaña de la Niebla, el infame señor de la guerra goblin y Señor de los Riscos, fue alcanzado de repente y sin previo aviso por lo que podía haber sido una roca grande si no fuera por el líquido rojo que derramaba sobre toda la horda goblin. Los goblins gritaron al ser quemados por el líquido hirviendo. Su piel saltó a tiras y quedó arrugada. Sus ojos rojos se llenaron de lágrimas. Grom, habiéndose recuperado de la sorpresa inicial, aulló de dolor y rabia antes de empezar a atragantarse y toser entre el humo. Los lobos aullaron fuera de control, derribando a sus jinetes antes de huir hacia las colinas con la cola entre las piernas.

Un troll pisó sin querer un charco hirviendo, e inmediatamente empezó a disolverse. En ese momento, el ejército imperial, reagrupado apresuradamente, entró en combate y el resto de la horda fue aniquilada por los caballeros de la Reiksguard. El Imperio estaba a salvo.

El Emperador encontró a Gambo Hartstock llorando desconsoladamente, con una botella vacía de malta de La Asamblea en una mano y una cuchilla de carnicero manchada de sangre colgando flácidamente en la otra. Apartando a sus capitanes, cogió al halfling por el hombro y lo sacudió suavemente. "¡Señor chef!", dijo "no sé qué había en su olla caliente, pero sin duda nos ha dado la victoria y ha salvado muchas vidas. Dígame la receta y haré que los ingenieros imperiales fabriquen un arma para destruir definitivamente las hordas goblin".

Gambo miró la firme expresión del Emperador, y sus ojos se aclararon rápidamente. "¡Señor!", exclamó "no puedo decírselo, sería una traición a todos los juramentos del libro de cocina".

El Emperador, sabiamente, no insistió pero entregó a Gambo una bolsa de oro como agradecimiento por su participación en la batalla y se fue tranquilamente. Con el tiempo, Gambo llegó a hacerse bastante famoso y le arrastraron de batalla en batalla esperando que utilizara su famosa Olla Caliente halfling contra el enemigo. Jamás logró el mismo efecto que aquel día, cuando Grom el Panzudo de la Montaña de la Niebla tuvo que abandonar el campo de batalla. En realidad, Gambo no pudo recordar exactamente cuál era la receta. Sin embargo, la olla caliente logró aumentar el prestigio de los regimientos halfling, y enseñó a los goblins una lección que les sería muy difícil de olvidar.

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Una maravilla, de principio a fin. Como detalle curioso, no sé si podemos estar ante la primera aparición en el Trasfondo de Grom el Panzudo, porque creo que el Imperio fue el primer libro de ejército de cuarta edición (en Inglaterra, en España salió después) y no sé si en tercera o en el reglamento de cuarta se menciona a Grom. Pero bueno, eso es un detalle menor. Las reflexiones que este relato me suscitan son dos, una en cuanto a la escala, otra en cuanto a la propia naturaleza de Warhammer.

En cuanto a la escala, me hace gracia que lo que se describe son las vivencias de tres halflings, esto es, la dotación de una única olla, y cómo matan a un jinete de lobo goblin y después, con un único y preciso disparo, ganan la batalla. No es una batalla menor ojo, están por ahí el rey goblin, que es Grom, y el EMPRAH en persona (un Emperador, no sé si Karl Franz), pero aun así la escala del relato es pequeña, centrada en una única máquina de guerra, un único disparo, etc. 

Seguro que también tiene su intención comercial y lo que quiere es que la gente vea lo potente que es la olla y la compre, aunque para vender esa preciosidad de mini no hace falta ningún relato ni reglas buenas. Pero los relatos posteriores, que también tenían o incluso aumentaban su intención comercial, multiplican exponencialmente la escala. Este relato diez o quince años más tarde ya no estaría hablando de una única olla, sino de un regimiento entero de halflings con ollas enfrentándose, no a un jinete de lobo goblin, sino a una cantidad incontable de ellos en una batalla tremendamente apocalíptica, como no se había visto desde los tiempos de Sigmar o la Gran Guerra contra el Caos.

Con muchísimas minis

En cuarta edición Warhammer todavía estaba cerca de lo que esencialmente había sido un juego de rol, y aunque ya lo iban a convertir en un juego de batallas, no eran batallas tan masivas como lo serían posteriormente. Eso se ve, ya no solo en la cantidad de miniaturas en mesa, sino en el enfoque de los relatos, que todavía pueden centrarse en individuos con nombres y apellidos y sus pequeñas pero decisivas acciones. Esto nunca se perdería del todo, pero se fue difuminando a medida que se iba incrementando la escala de las batallas y se fueron perdiendo los últimos elementos que lo ataban al rol para ir convirtiéndose en algo de corte más competitivo.

Esto está relacionado con la segunda reflexión que extraigo de todo esto, que es el tono del relato. Me llama muy poderosamente la atención, porque es muy peculiar. Por un lado, tiene un toque cómico que difícilmente podemos encontrar en los relatos posteriores, donde todo se volvió mucho más sombrío, oscuro y desesperado, y donde como mucho podría haber humor negro. Aquí, leyendo este relato, ni siquiera piensas que pueda suceder nada horrible. Sí, hay enemigos en forma de goblins y trolls, pero incluso estos enemigos son casi risibles. El gran rey goblin enemigo no se llama Grom el Terrible, Grom el Despellejador o Grom el Destructor, se llama Grom el Panzudo. Y es derrotado por una olla.

Como khornita que soy, confieso que esa hacha me da mucha envidia

Esto no quiere decir que no deba ser tomado en serio, porque por otro lado sigue habiendo una batalla donde los buenos son buenos, y los malos son malos. Y eso se sabe precisamente por el tono humorístico, que separa a los buenos, los que tienen sentido del humor, de los malos, que no lo tienen o son risibles. Uno puede creer que este enfoque es más infantil y que la moralidad gris que vino posteriormente, donde había gente terriblemente perversa y gente sólo un poco perversa, es mucho más adulta y madura. Yo discrepo con eso, porque se requiere ser muy adulto para reconocer la bondad. Mucha gente no lo consigue nunca. Y la bondad muchas veces está en ser capaz de tomarse la vida con humor.

Esto hace que este relato, y en general el Warhammer de esta época, se encuentre en una situación peculiar. Frente al enfoque de baja fantasía de sexta en adelante, estas ediciones son más propias de alta fantasía, con buenos y malos razonablemente definidos. Pero no es solemne en su planteamiento, como lo es por ejemplo El Señor de los Anillos. En este sentido me recuerda más, salvando todas las obvias distancias, a El Hobbit, otra obra maestra que ha sido injustamente concebida como un cuento para niños (y después violada en una trilogía infame, pero esa es otra historia).

¿Es ésta la esencia de Warhammer? Es muy difícil responder a esa pregunta y probablemente sea un ejercicio estéril, porque Warhammer no es un ser vivo que tenga un alma que lo defina. Pero sí que creo posible afirmar que este planteamiento, junto con la estética de las miniaturas y el pintado de aquellos años, forman un conjunto que crea una identidad muy poderosa. Es un universo mucho más complejo, peculiar y especial de lo que cabría esperar de algo que no deja de estar pensado para vender miniaturas, también en aquellos años. Un mundo donde, como decía su propia publicidad, hay grandes héroes y lo son sin dobleces, hay villanos que son de verdad villanos y no gente incomprendida, hay gestas, hay hazañas, hay tragedias y hay humor.

Y hay maravillosos dibujos de Dave Gallagher, como éste o los que encabezan el blog

Todo eso se perdió, sabe Dios por qué. Mi teoría es que nada escapa al momento histórico en que se desarrolla, y los noventa fueron momentos de particular optimismo con la caída de la URSS, el pretendido Fin de la Historia y el inevitable triunfo de Occidente, y que todo se volvió mucho más sombrío tras el 11-S y el renacer del expansionismo ruso. No se nota solo en Warhammer, también en los dibujos animados, los libros y muchas otras cosas. Sea por lo que sea, ese mundo se perdió, y no ha de volver, porque incluso si volviera ya será diferente. 

Pero fue, y nos hizo felices que fuera, y supongo que eso es lo que de alguna manera perdurará cuando todo lo demás se haya marchitado.

9 comentarios:

  1. Como odio esa olla, lástima no los hubieran trinchado como a pollos los goblins… mis piqueros mercenarios aún se acuerdan.. (Chernov)

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    1. Morir por una olla halfling es al mismo tiempo la muerte más sublime y la más chorra. Una historia que contar a los nietos, y también una que ocultar. Lo tiene todo.

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  2. No sé si se trata del espíritu de Warhammer, pero está claro que es el encanto de las historias más humildes, sin grandes pretensiones, en las que no hace falta salvar el mundo a cada momento.

    Para mí este tipo de historias, más personales y comedidas, tienen ese punto que hace que conecte mejor con ellas. Quizá sea porque suelen tratar sobre personajes "normales", que no llamarían la atención en otras historias más "grandes", y esto resuene con mi forma de ser introvertida y tímida.

    El ejemplo que comentas de El Hobbit me parece muy ilustrativo sobre esto, ya que se trata de la historia de un simple hobbit que sale de aventuras y, aunque los conflictos escalen hasta la batalla de los cinco ejércitos, al final de la misma Bilbo sigue siendo el mismo de hobbit del principio. Todo lo vivido le ha cambiado, sobre todo de forma interior, pero no deja de ser un simple hobbit que vive en su agujero.

    Todo este rollo para decir simplemente que, aunque el espíritu de Warhammer pueda ser diferente para cada cual (dependiendo sobre todo de gustos y la edición con la que se haya iniciado en este mundo), las ediciones más antiguas sí tienen ese encanto de las historias más pequeñas.

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    1. Totalmente de acuerdo. Las historias "pequeñas" tienen algo con lo que te puedes identificar con mayor facilidad, y además tienen la ventaja de que se pueden repetir indefinidamente, porque no es posible salvar el mundo cada mes, pero sí se puede vivir una aventura cada fin de semana. En ese sentido, lo grandilocuente acaba por aburrir si se repite demasiado, pero lo más cotidiano puede ser excitante todo el rato. Puede sonar a paradoja, pero no por eso es menos cierta.

      Además como dices, en estos momentos en que se busca tanto la identificación del lector/espectador con los protagonistas de la historia, siempre es más fácil identificarte con alguien normal y conectar con sus vivencias que con el socio ultramegapoderoso de turno, digo yo.

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    2. Déjate de rollos, nada de esto justifica lo que les pasó a mis pobres piqueros xdd (Chernov)

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    3. Deberías escribir un relato sobre una olla cayendo en el centro de la formación de piqueros, matando a un puñao... y cómo los que sobreviven lo festejan, porque tocan a más ;)

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    4. No se puede culpar a los halflings por compartir semejante manjar, ni a los piqueros por darse un atracón puntual :D.

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  3. Se me había pasado esta entrada. Estoy completamente de acuerdo con todo lo que expones en ella. Esa época de la historia de Warhammer, es que sencillamente, es otro juego distinto a lo que vino a partir de sexta sencillamente. Por mucho que lo quisieran vender como un avance del trasfondo, un juego más "adulto" etc, no lo era. Era otro juego, aunque las reglas fueran las mismas.
    Pasa lo mismo que cuando en el club (cuando éramos Ludere) había jugadores de 40.000 que nos decían que no entendían porque no queríamos echar una partida con ellos. "Porque jugamos a juegos distintos aunque ambos se llamen 40.000 y aunque juguemos a la misma edición incluso"
    Y respecto a lo de los relatos ambientados a más pequeña escala, coincido de lleno. Ya sabes que al igual que tu, yo soy de escribir el trasfondo y nombres de mis personajes/ejércitos. Pero en ellos, mis generales y héroes, son unos "Don nadie" por decirlo así. O sea, a ver estamos en el mundo de Warhammer, y por tanto me ciño al trasfondo oficial de ese juego. Que el general de mi ejército sea un mindundi al mando de una pequeña fuerza imperial en los bosques de Drakwald, y muera en la batalla, no va a cambiar el trasfondo del mundo de Warhammer. Soldados como el mío mueren a centenares cada día en el viejo mundo. La derrota o victoria de mi ejército ya sea en una batalla puntual, o en una campaña ambientada en cualquiera de las épocas del Imperio por ejemplo, no altera esa historia del mundo. Puede suceder perfectamente sin que nunca haya constancia de ello en ningún libro de "historia" y por tanto nunca nadie nada más que los implicados haya oído o leído nada sobre ellos. Pero la costumbre que tiene la gente cuando hace el trasfondo de sus ejércitos de hacer a sus personajes, la puta rehostia con cebolla, campeón de miles de batallas, comandante de ejércitos inconmensurables, y hasta de reinos propios, no la entiendo ¿Si tu tío es tan increíblemente heroico y famoso, como es que nadie más que tu lo conoce? SI tu reino es tan sumamente importante, porque no aparece en el trasfondo del juego?...
    No se si me entiendes.

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  4. No comparto esa forma de ver el juego. Estás cambiando el trasfondo global del juego para que se adapte a lo que tu querrías que fuera, y no adaptando a tus personajes a un entorno que ya existe. Es decir, estás usando las reglas de Warhammer, pero para jugar en un mundo distinto.
    Y eso es lo que pasa que las ediciones posteriores a 5ª, que sencillamente era un mundo distinto al que había hasta entonces. No era ese Warhammer de alta fantasía, era otro mundo.
    PD. Grom si existían en 3ª, era el líder de un regimiento de renombre de goblins. Pero no era el panzudo, porque aún no se había comido la carne de Troll.
    http://www.sodemons.com/rhror/2rr03groms/index.htm

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