Asanda escuchó el
coriáceo y ominoso batir de unas alas ultraterrenas, y supo inmediatamente lo
que iba a pasar. Frente a ella, a no demasiada distancia, se encontraba la
Maestra de la Carne, la poderosa y escurridiza nigromante que evitaba que
Voronezh se uniera a la larga lista de trofeos reclamados por los Degolladores.
Tendría que correr mucho si quería evitar su destino esta vez.
I'bhakor el Desterrado, el señor demoníaco rechazado por los dioses, alzó el vuelo lleno
de ira, elevándose por encima del combate que sostenían las tropas no muertas
contra los invasores. Antes incluso de que el condenado se alzara en toda su
majestuosidad, Chantal ya había comenzado a correr, sabiendo que su
condenación se encontraba cerca. Asanda sonrió. Le habría gustado poder invocar
a alguien más poderoso que I'bhakor, pero la magia de Shyish era demasiado
poderosa en el lugar, y no habían conseguido erradicar ese foco, con lo que
sólo aquellos demonios demasiado desesperados de gloria o demasiado humillados
para soportar una última humillación acudirían a su llamada. El Principe Negro
ya había sido suficientemente generoso, y solicitar que alguno de sus grandes
campeones se uniera a la refriega habría sido hacer una petición demasiado
enervante. Pero I'bhakor había respondido, y eso debería bastar.