Saludos a todos, damas y caballeros.
Dentro de mi año de Tzeentch, marzo ha sido un mes particularmente bendecido por el Gran Arquitecto. Comenzó, de hecho, con un intento de sabotaje por parte del Abuelo Nurgle, con una gastroenteritis que me hizo pasar la que posiblemente haya sido la peor noche de mi vida. Y ya es decir. Por suerte me recuperé rápido, y Tzeentch decidió usar mi adoración a Khorne en su favor para precipitar uno de los cambios que tenía previsto para este 2022: me cargué mi viejo ordenador de un golpe y me tuve que comprar uno en el que, ahora sí, puedo jugar tranquilamente sin tener que esperar a que un juego se cargue durante media hora. Y otras cosas que no vienen a cuento. Un mes con mucho cambio y muy politeísta, el único con el que sigo sin congeniar es con Slaanesh, aunque quizá la escalada del IPC pueda considerarse penetración anal con piñas.
En todo caso, ha sido un mes en el que he tenido menos tiempo del habitual para pintar, lo cual se ha traducido en una menor cantidad y, sobre todo, calidad de miniaturas pintadas. Siempre he dicho que ni soy un buen pintor ni lo he pretendido nunca, pero me había propuesto este año cuidar un poco más el apartado de la calidad y la verdad es que no solo no lo he conseguido sino que voy para atrás. A lo mejor Tzeentch me quiere decir que demasiado cambio me convertirá en un engendro y empieza por mis miniaturas. No lo sé, nunca me cayó demasiado bien el pajarraco.