Saludos a todos, damas y caballeros.
Creo que los cambios de estación me sientan fatal. Es la única forma que tengo de explicar que mis entradas más ñoñas, lacrimógenas y existenciales se concentren en torno a la primavera y al otoño. Por alguna razón, cuando los días empiezan a alargarse o acortarse, cuando llegan el frío o el calor y aparecen o desaparecen las nubes me convierto en una persona que no debería ser, un despojo sensiblero sin nada bueno que aportar a la sociedad. Tampoco es que el resto del año sea mucho mejor persona, pero al menos lo camuflo con un poco más de dignidad.
Como en muchas de esas otras entradas, la relación con los moñecos es más bien tangencial, pero como a estas alturas el blog ya es básicamente mío y me lo follo como quiero, y dado que lo estoy usando en buena medida como forma de guardar las cosas que quiero recordar, pues toca entrada ñoña otra vez. Es posible que, dada la edad media de los que nos dedicamos a este hobby, alguno lo lea y tenga una sensación parecida a la que me ha sugerido esta entrada. De ser así pues mira, otro motivo para escribirla.
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De haberle enseñado esta mini le habrían gustado los Lobos Espaciales, pero fui suficientemente hábil como para ocultársela |
El caso es que hace unos días compré sendas miniaturas para mis hijos como forma de volver a meterlos en la pintura, que durante el verano habíamos dejado desatendida. Le compré un Mano de Hierro al mayor y un Cicatriz Blanca al pequeño, por supuesto con su pajarito reglamentario. El hijo de Medusa sigue esperando a que lo monten, porque parece que el mayor está escapando de mi perniciosa influencia, pero el pequeño montó su Cicatriz Blanca en cuanto le llegó y se puso a pintarlo. Lo bueno es que es demasiado chiquitín como para darse cuenta de que esto le convierte en el heredero principal; lo hace por genuino entusiasmo.
Aquí tenéis al Cicatriz Blanca pintado. Él lo llama su jefe, porque tiene interiorizado que es el jefe del ejército de "zeñoritoz" (entiéndase como señores pequeños) que todavía no tiene. Obviamente ha sido destruido, pero para su tierna edad de seis añitos no es un mal trabajo. Y lo que carece de técnica lo compensa con ingenuidad y ternura. En cierta forma es lo mejor que ha aparecido nunca por este blog, y lo que sí puedo decir es que el rato que pasamos él y yo pintándolo es un momento en que fui inmensamente feliz.
La cuestión es que este pintado coincidió con dos sucesos, uno menor y otro mayor, por usar las categorías mentales de M. Rajoy. La menor es que también compré un autarca, cosa que tampoco tendría mayor trascendencia de no ser porque será el que use para representar al que durante mucho tiempo fue mi personaje Eldar y que jamás tuvo una miniatura adecuada, para mi vergüenza. Ya lo traeré por aquí en una presentación adecuada, pero no deja de hacerme gracia que en el mismo paquete vinieran un personaje nuevo para mi hijo y el que yo empecé a usar hace más de veinte años. El Eldar tiene toda una larga historia detrás, la del Cicatriz Blanca simplemente acaba de empezar... como nos pasa a mi hijo y a mí. Ahí es donde el pasado y el futuro se cruzan.
Había pensado incluso escribir un relato relatando este encuentro entre mi Eldar y el Cicatriz Blanca, pero creo que voy a pasar. Quizá lo haga en un futuro. Bastante martirio tiene ya esta entrada, y no quiero desviarme de lo principal...
Que es que, justo la semana en que pintó a este "zeñorito jefe", llegó con los pies al suelo de la iglesia. Ésta es la cosa mayor. Todos los domingos lo veía sentado en el banco y los piececillos no le llegaban al suelo, y en mi fuero interno sabía que, el día que lo consiguiera, habría perdido su último vestigio de bebé y se habría convertido en otra cosa. Sé que es un criterio tan aleatorio y absurdo como cualquier otro que me hubiera inventado, pero para mí ver esos piececillos bamboleándose sin llegar a tocar el suelo hacía que todavía pudiera pensar en él como el bebé que hace tiempo dejó de ser. Desde este domingo, eso ya no es posible. Ahora es algo más, y vuelven a mí las palabras de San Juan el Bautista que de alguna forma sentí cuando nació mi hijo mayor: es preciso que él crezca y que yo disminuya.
En fin. Quizá algún día volvamos a ver a este buen Cicatriz Blanca ya en cosas menos trascendentales, jugando partidas y haciendo cosas frikis. Una vez le pregunté a mi hijo si aparte de montar y pintar también le gusta jugar, a lo que respondió "a lo mejor cuando zea mayor como tú". Lo que no sabe es que ya es mayor, en cierto modo.
Creo que la mejor forma de terminar esta entrada es con un mensaje para mi hijito: si algún día lees esto, que sepas que hay una parte de ti que siempre será ese niño que no llegaba con los pies al suelo de la iglesia. Yo custodiaré ese recuerdo. Es mi deber como padre, y también mi tremenda alegría.
¡Hasta la próxima!
Efectivamente, ha sido una entrada muy cursi, pero necesaria. Pero debo decir:
ResponderEliminar1: A mi el mayor no me hace ni caso, tal vez cuando tenga el cuarto de los moñacos terminado haya más suerte.
2: Hacerte elfos del espacio te está afectando más de lo que pensaba.
3: No hagas una entrada con los dos personajes, a menos que el desenlace quieras que sea con la calavera del autarca colgando de una cadena enganchada al cinturón del marine.
Nos vemos pronto!