miércoles, 21 de diciembre de 2022

Purgar el mal

Saludos a todos, damas y caballeros.

Hace unos días comencé la segunda misión de la campaña de Exploradores de las Profundidades Sombrías, dentro de la particular adaptación de Frostgrave/EDLPS al universo de los Elder Scrolls que tenemos en el blog. El informe de batalla está aquí.


Estoy descubriendo un valor interesante en los juegos cooperativos o incluso para jugar solo frente a los competitivos, que es, como cabría esperar, un mayor énfasis en lo narrativo. Esto es algo que va de suyo, así que me avergüenza decir que es una especie de epifanía que estoy teniendo, pero en todo caso dedicaré más tiempo a esta cuestión en una entrada posterior. El caso es que en este caso, el valor narrativo que tiene EDLPS ya de por sí se ve reforzado por la adaptación que decidimos hacer de los juegos de McCullough al universo narrativo, maravilloso en mi opinión, de los Elder Scrolls, con lo que me da la oportunidad de hacer muchos relatos al respecto... y aquí está el correspondiente a esa partida enlazada anteriormente. Espero que os guste.

PURGAR EL MAL

Constantino no se sintió moderadamente tranquilo hasta que divisó, al final del Camino Dorado, las blancas torres de Anvil. E incluso aunque semejante visión, con la muralla de su ciudad natal recortándose sobre el dorado del mar abeceano al atardecer, sirviera para reconfortar su corazón, tuvo que esperar a cruzar las puertas de la ciudad para sentirse plenamente seguro. A lo largo de todo el recorrido entre el pueblo devastado a los pies del Refugio del Cuervo y la ciudad costera no había dejado de sentirse observado, como si temibles y escurridizos seres se arrastraran entre las sombras que la vegetación proporcionaba y que el moribundo sol se encargaba de alargar hasta proporciones grotescas. Quizá hubiera sido así. Ya nunca lo sabría, y no le importaba demasiado: había conseguido que los pocos supervivientes del pueblo llegaran con vida a la ciudad que debía servirles de santuario.

Una vez allí, se dirigió a la guardia de la ciudad, y exigió hablar con su comandante. Constantino no pertenecía al cuerpo, pero había nacido en Anvil y su condición de oficial de la Legión Imperial y veterano de guerra le hacía bien conocido en la ciudad, además de darle una gran ascendencia moral sobre los vigilantes de la ciudad e incluso sobre sus gobernantes. Su voz fue escuchada, y pronto, toda la milicia de la ciudad se movilizaba para defenderla de cualquier ataque que pudiera proceder del Refugio del Cuervo.

Mientras esto sucedía, el capitán de la guardia se reunió con Constantino en el castillo de Anvil. Se trataba de un guardia rojo que había sido aventurero en Hammerfell y Cyrodiil hasta que se casó con una vecina de la ciudad, decidiendo poner sus conocimientos bélicos al servicio de la guardia. Su extraordinaria habilidad con las armas y sus conocimientos tácticos le hicieron ascender como la espuma entre sus compañeros, y pronto los Umbranox le cedieron el mando supremo de la guardia de la ciudad. Se trataba por tanto de un hombre capaz, un hombre a quien Constantino respetaba.

"Así que creéis que el Refugio del Cuervo tiene algo que ver con esto..."

"Esa fortaleza tiene un historial tenebroso, y se encuentra cerca del sitio del ataque. Los supervivientes creen que la horda no muerta procedía de allí. No hay pruebas, pero lo veo probable"

El guardia rojo mostró un semblante preocupado en su reflexivo rostro. Era evidente que algo ocupaba sus pensamientos. 

"¿Hay algo que os preocupe?" inquieió Constantino, a quien la expresión de su interlocutor comenzaba a inquietante también. 

La mirada del capitán de la guardia de Anvil pareció reflejar una lucha interna, lucha que en todo caso se resolvió rápidamente. Todos sabían que Constantino Vinicius era un hombre de fiar.

"Voy a compartir con vos una confidencia que, confío, no saldrá de aquí"

Constantino asintió, y su interlocutor continuó. 

"Hace unos días hubo rumores acerca del Refugio del Cuervo. Algunos mercaderes que recorrían el Camino Dorado al alba o al crepúsculo dijeron haber visto extrañas luces en la fortaleza, luces que tenían una apariencia espectral..."

El guardia rojo hizo una pausa, evidenciando que lo que le preocupaba no era lo que acababa de decir, sino lo que iba a soltar a continuación. 

"Así que envié unos pocos hombres a investigar. Debo decir que eran pocos, en parte porque no puedo prescindir de demasiados hombres y menos en un asunto que queda fuera de las murallas de Anvil, pero también porque confieso que no le di demasiada credibilidad a esos relatos. De no ser por el nombre infame del castillo, ni me habría molestado"

Cerró el puño en un gesto de rabia, y terminó:

"Espero no haber fallado a esos hombres. Espero no haberles mandado a una muerte segura."

Constantino entendió lo que el capitán de la guardia intentaba decirle. Había subestimado la amenaza, y solo quería enmendar su error y salvar a sus hombres, caso de que aun fuera posible salvarlos. Pero no podía. No debía dejar Anvil desprotegida y menos aún internarse en territorio enemigo sin saber a qué se enfrentaba. Si permanecía en Anvil, sus gruesas murallas podrían interponerse entre sus hombres y sus enemigos si éstos les superaban en número, y, en caso de asedio, podía aprovisionarse fácilmente por mar. Pero, si marchaba inconscientemente sobre el Refugio del Cuervo, quizá encontrara allí la muerte, dejando la ciudad desprotegida.

"Reuniré a los guerreros que puedan acompañarme y marcharé sobre el Refugio del Cuervo", aseveró Constantino. "Investigaré la naturaleza del Mal que pueda esconderse tras sus muros y regresaré con esa información. Podéis contar con ello"

El guardia rojo asintió, mostrando agradecimiento. La misión de Constantino podía ser casi suicida, según lo que se estuviera agitando entre las sombras del castillo, pero sabía que, si había alguien con quien se pudiera contar, era con aquel héroe de la Legión Imperial.

"Yo no puedo prescindir de ningún soldado" dijo el capitán de la guardia "pero no os será difícil reclutar aventureros o marineros capaces en el puerto. O, por supuesto, miembros del Gremio de Luchadores. Estoy seguro de que el Conde podrá correr con los gastos..."

"No será necesario. De hecho, no he estado investigando el poblado solo, sino con unos guerreros del Gremio de Luchadores. Los contrató una hechicera, que fue quien me advirtió del peligro..."

Fue entonces cuando Constantino cayó en la cuenta de que no había preguntado por Oleana. La hechicera había partido antes que ellos con la misión de alertar a la guardia, pero lo cierto es que las noticias que él había traído parecían ser completamente nuevas para la milicia de Anvil, lo que no hacía presagiar nada bueno. 

"Después de internarnos en el pueblo, y antes de investigar el cementerio, nos dejó para venir aquí y avisaros... pero me temo que eso no sucedió"

El guardia rojo negó con la cabeza.

"Es la primera noticia que tenemos de la destrucción de este pueblo. Si mandasteis a alguien con el mensaje... no se entregó", concluyó en tono ominoso.

Constantino sintió la inquietud crecer dentro de su alma. Había mandado a Oleana sola porque confiaba en que los caminos eran seguros, pero entre las sombras que habían acompañado su propio camino y la confirmación de que Oleana no había sido capaz de alcanzar Anvil, quizá su enemigo, fuera quien fuera, tuviera más fuerza de lo esperado, y su dominio no se circunscribiera a los derruidos muros del Refugio del Cuervo.

En todo caso, cuando se despidió del capitán de la guardia y salió del castillo, aferraba su espada con fuerza. Sabía lo que debía hacer. Sabía que debía purgar el mal que había reclamado la antigua fortaleza para sí.

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