miércoles, 26 de febrero de 2025

Un buen botín

Saludos a todos, damas y caballeros.

Tal como es conocido, en el Troglablog lo que más nos gusta es el Trasfondo o, por ponerlo en términos del Señor Serviorco, estamos aquí por la historia. Por aquí han ido apareciendo muchos personajes que, con mayor o menor fortuna, han creado su propia saga a base de tiradas de dados, con momentos épicos (pocos) y pifias monumentales (más de las que querría).

Uno de esos personajes es Leopold Wallenstein, quien todavía no aparece en el relato de hoy, pero sí lo hará en la campaña a la que pertenece este relato. El informe de batalla lo podéis encontrar aquí, y tras la partida toca hacer el relato pertinente, por supuesto. Espero que os guste.

UN BUEN BOTÍN

Grotsnag notaba que la euforia que le había embargado en las últimas horas, desde el cruce del Paso del Fuego Negro, comenzaba a desvanecerse. En el momento de abalanzarse sobre las defensas del Imperio la adrenalina le había poseído, y había sacado lo mejor de sí a lomos de su gigantesco lobo. La energía del Waagh crepitando por las mentes de decenas de miles de orcos y goblins le había impedido sentir duda, miedo o sentido común, aunque eso último tampoco era algo que tuviera asiduamente. 

Sin embargo, todo había quedado atrás, y los supervivientes de la horda pielverde se habían desparramado por las tierras de los humanos y se habían dispersado para hacer más difícil su captura. Grotsnig se había puesto al mando de sus jinetes de lobo goblins, y aunque en un primer momento había estado convencido de que su incursión sería la más exitosa que ningún jefe goblin hubiera liderado nunca contra las tierras de Sigmar, cuanto más tiempo pasaba más se daba cuenta de que quizá sus expectativas eran demasiado altas. El sol poniente se le metía en los ojos y no le dejaba ver bien, el cansancio ganaba terreno a medida que la adrenalina se retiraba, y tenía que empezar a asumir que no tenía ni puñetera idea de dónde se encontraban.

Además, estaba Skraggit.

"Jefe, diría ke eztamoz un poko perdidoz"

Skraggit era insoportable en todos los aspectos. Era astuto, pero dedicaba toda su astucia a conspirar y a hacer el mal. Jamás iría de frente, pero estaría presente en todas las puñaladas por la espalda. Grotsnig sabía que disfrutaba minando su autoridad en cuanto tenía ocasión, pero creía que no lo hacía tanto porque quisiera su posición sino porque disfrutaba haciendo daño, incluso aunque no aspirara a conseguir beneficio alguno. En muchos aspectos era un goblin prototipo, y Grotsnig y él se parecían mucho más de lo que el primero estaba dispuesto a admitir.

"No zeaz ridíkulo. No me he perdido" dijo el jefe goblin intentando sonar convincente.

"¿Puedez entonzez dezirme dónde eztamoz?"

"Eztamoz en el Imperio, zo majadero"

La sonrisa de Skraggit fue mucho más amplia de lo que a Grotsnig le habría gustado.

"¿Podríaz zer un poko máz prezizo?"

"Zí, podría"

El silencio que siguió fue incluso más incómodo que la conversación que acababan de tener. Al menos Grotsnig pudo disfrutar de la muy efímera paz de haber desconcertado a su rival. Culpa suya por haber formulado mal la pregunta... pero tener que aferrarse a la semántica como forma de ganar una discusión era también una forma de tortura, y la victoria que proporcionaba era de muy corto recorrido.

Justo cuando Skraggit estaba a punto de volver a la carga, Grotsnig divisó a lo lejos, recortándose contra la silueta del sol poniente, lo que parecía ser una caravana formada por tres carromatos. No parecía un botín particularmente prometedor, pero al menos le permitía centrar su atención en algo tangible y, con un poco de suerte, hacer creer a sus seguidores que justo eso era lo que habían estado buscando durante todas esas horas.

"¡Aquí eztá nueztro botín, muchachoz! ¡A por elloz!"

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Marco sabía que se le había ido la mano. Tenía esa mala costumbre, y el hecho de reconocerlo no mejoraba la situación. En realidad, tantos años de beber vino le habían dado un gran conocimiento de sí mismo, y sabía cuál era el punto exacto en el que debía parar para no tener problemas... pero, cuando alcanzaba ese punto, seguía bebiendo. Al fin y al cabo, los problemas los tendría el Marco de dos horas en adelante, mientras que el disfrute se lo llevaba el Marco del presente. Y, en un mundo tan complicado como el de las espadas de alquiler, o ballesta de alquiler en su caso, dos horas era mucho tiempo.

Dejar de beber era mucho más difícil cuando se tenía oportunidad de catar el vino de la familia Wallenstein. Los mercenarios de Tilea y Estalia querían trabajar para ellos porque, además de ser muy ricos y pagar sin racaneos, eran devotos de Myrmidia y tenían ramas establecidas en las naciones sureñas del Viejo Mundo, cuyos idiomas hablaban incluso los Wallenstein del Imperio. El propio Leopold, quien les había contratado, hablaba el tileano a la perfección y se defendía bastante bien en estaliano. Pero encima hacían unos vinos que eran sublimes en comparación con el resto de los vinos imperiales y bastante potables incluso si se los comparaba con los vinos estalianos y tileanos, por lo que, para Marco, eran los patrones perfectos. Y claro, habría sido una descortesía no beber todo el vino que pudiera... al fin y al cabo, tenía que protegerlo.

Marco formaba parte de los cuarenta soldados, entre ballesteros y rodeleros, que los Wallenstein habían contratado para proteger su cargamento de vino. Lo habían recogido en la bodega de la familia, a orillas del Reik, y debían transportarlo hacia Wurtbad. Incluso para eso era bueno trabajar para los Wallenstein, pues no hacía falta cruzar el Aver y dejar la comodidad de Averland para adentrarse en el abominable condado de Stirland. Lo peor que podía pasar era encontrarse con bandidos o con alguna partida de saqueadores pielesverdes...

¿Como esa que se aproximaba por los campos?

"¡Jinetes de lobo! ¡A las armas!"

Marco soltó una carcajada. Ya debería haber aprendido que cuanto más bebiera, más probabilidades habría de que se encontrara con problemas. Estaba seguro de que eso estaba escrito en alguna parte, una especie de ley inmutable de la realidad o algo así. En cualquier caso, cargó un virote en la ballesta y fijó su atención en uno de los goblins que se acercaban. Iba a hacer que se arrepintiera...

En cuanto fuera capaz de saber cuál de las copias del mismo goblin que veía era la correcta.

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La escaramuza había sido rápida y, desde la perspectiva de Grotsnig, sorprendentemente indolora. Los humanos se habían defendido bien, pero el ataque había sido muy rápido y muy violento, y nunca había sido posible otro desenlace que su total aniquilación. Además, aunque la caravana solo estaba formada por tres carromatos, estaban hasta arriba de toneles de vino, lo que era una buena cosa. No tenía intención de gastarlo entero, pero tampoco tenía muchos medios de transportarlo, por lo que una parte sustancial sí tendría que beberse esa noche. Qué remedio...

Los exaltados goblins habían encendido varias fogatas y bebían vino en torno a ellas. Al poco de comenzar no quedó ninguno que no estuviera borracho. Aquello, pensó Grotsnig, era un golpe de suerte importante, aunque había hecho todo lo posible por mostrar que saquear aquella caravana había sido su plan desde el principio. Siempre era mejor dar con un cargamento de vino que con uno de patatas. Con el vino todos sus subalternos acabarían como estaban acabando, y durante un tiempo no tendrían energía para discutir sus órdenes. Ni siquiera el malaje de Skraggit...

Grotsnig lo buscó con la mirada, y lo vio a lo lejos, tambaleándose bajo el peso del sopor etílico. La boca del jefe goblin se contrajo en una mueca maligna: su rival iba caminando sin ton ni son, pero muy cerca de una hoguera. Si se acercaba un poco...

Como si Gorko (o Morko) hubiera escuchado su plegaria, Skraggit se tropezó demasiado cerca de las llamas, en las que cayó de pleno. Estaba tan borracho que tardó en darse cuenta de lo que le había sucedido, y cuando finalmente lo hizo, fue incapaz de salir del fuego. Por supuesto, ninguno de los pielesverdes cercanos le ayudaron. Al contrario, su agonía fue acompañada por un coro de risas perversas hasta que finalmente se apagaron y el hedor a carne chamuscada inundó el campamento.

Después de todo, sí que había sido un buen botín, pensó Grotsnig.


3 comentarios:

  1. El trasfondo es una de las partes que más disfruto de este hobby (junto a la pintura), y la verdad es que siempre me hace una ilusión enorme leer cómo otros compañeros lo dan todo en ese aspecto <3

    Sé que no debería reírme del pobre Marco, pero... Ains, el vino xD ¡y me ha encantado leer la palabra «malaje», que es muy de mi tierra! Espero que continuéis subiendo más cositas de estas, porque son un golpe de aire fresco y gustan mucho.

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    1. ¡Muchísimas gracias! Me alegra que te haya gustado. El Trasfondo es la base de este blog, todo lo que hacemos está enfocado hacia eso en mayor o menor medida.

      Marco se lo estaba buscando. Y la palabra malaje es de las mejores. Yo me crie en Almería, donde quizá no se usa tanto, pero nací en Sevilla y la tomo prestada.

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    2. Como malagueña, yo sí llevo toda la vida escuchándola. Esto muchas veces depende del dialecto en cada zona, que cambia hasta de pueblo a pueblo... ¡Imagínate entre provincias!

      Es una maravilla que los trasfondos sean tan importantes para este blog, porque la verdad es que son de mi parte favorita del hobby (junto con pintar). ¡Muchas gracias de nuevo!

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