Saludos a todos, damas y caballeros.
Helios se ha animado a escribir relatos para la campaña "La pesadilla de una noche de invierno", lo cual es bastante natural si tenemos en cuenta que está participando con los skaven del Clan Rikkens (usando en reglas el Clan Eshin), cosa siempre molona y carismática.
Así, tras este primer relato que hacía de introducción general de su facción en el microuniverso de las Regiones Devastadas, lo que trae hoy es la introducción de la partida que libró, en esa campaña, contra los ogros de Toni. De hecho, como podréis comprobar la primera parte del relato hace referencia precisamente a esos ogros. Pronto os traeremos el informe de batalla de la partida, pero mientras eso llega os dejamos con este preámbulo. Espero que os guste.
Golgragg notaba que algo había cambiado en los vientos que se arrastraban desde el sur. Se encontraba en las tierras cercanas a Kesuroan del Millar de Lanzas, donde había estado unas semanas brindando sus servicios a cambio de jugosos contratos. Como cazador, el tercero de los hijos de Orcan acostumbraba a moverse lejos de las áreas de control de la tribu. Sentía en su espíritu una necesidad de distancia y descubrimiento que la mayoría de sus congéneres no sabía entender.
Por ello, el líder ogro recorría la geografía de las Regiones Devastadas, buscando siempre nuevos desafíos y formas de imponerse sobre sus hermanos en la frenética carrera por el poder que todos libraban a raíz de la Profecía de Gulluna. Siempre atento a cualquier cosa que pudiera darle ventaja a ojos de su padre, Golgragg exploraba las nuevas tierras para ganarse su favor.
Pero hacía un par de días que sentía cambiar las nubes que se veían en el horizonte. Las oscuras energías que habían ido surgiendo en aquella zona en el último año a veces afectaban al entorno, reflejando su vil naturaleza en aquello que la rodeaba. Casi podía olerlo en el aire. La gente de la región, así como su hermana menor Kriggig, hablaban sobre un núcleo de poder que enterraba sus raíces en las tierras malditas de la Hondonada de los Sueños.
Mal lugar. La zona había sido infectada por la oscuridad hacía mucho, se contaba, en tiempos en que el lugar había sido testigo de un conflicto de enorme escala donde los espíritus de los caídos habían quedado atrapados para siempre. Ahora la región estaba llena de toda clase de criaturas fantasmales y muertos vivientes que surgían de sus tumbas sin más amo que la energía maldita que los animaba. Esas mismas voces hablaban de un centro de poder impío, donde hacía un tiempo tenebrosos hechiceros habían depositado un objeto de gran poder.
Desde entonces, Kriggig no paraba de parlotear entre espumarajos acerca de la unión del lugar con las Grandes Fauces y promesas de grandeza. Sumidos en aquella infatigable búsqueda de recompensa, los hermanos habían reunido a sus seguidores y se habían puesto en marcha hacia el lugar.
Hacía apenas unos días, habían contactado con una fuerza de humanos imperiales que guardaban los caminos de la región. No eran enemigos desconocidos. Los ocupantes de la Fortaleza de la Luz Perpetua se habían convertido en un enemigo de los Tragaimperios conflicto a conflicto en los últimos tiempos. Con determinada firmeza, los humanos habían logrado hacer retroceder a las fuerzas de Golgragg, haciéndoles perder un tiempo valioso al obligarles a dar un gran rodeo para adentrarse en la Hondonada de los Sueños. Pero la potente fuerza ogra reunida aún estaba lejos de estar derrotada, y tenía gente suficiente para plantar batalla a cualquier otro enemigo que se cruzara en su camino.
Debido a todo esto, llegaron al lugar señalado al anochecer del segundo día después de lo planeado, lo que provocó un nuevo conflicto…
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La fuerza skaven avanzaba a buen ritmo, desplazándose con gran velocidad por el terreno. Los ejércitos de hombres rata eran capaces de cubrir grandes distancia en poco tiempo, dotados de una agilidad natural y unos líderes crueles que los espoleaban al amparo de la oscuridad.
Hacía dos días que tres buques de guerra del clan Rikkens habían atracado en Puerto Gris, desembarcando aquella fuerza. Patas skaven pisaban esos terrenos por primera vez, guiados hasta allí por una información demasiado valiosa como para no comprobar su veracidad. Alguien interesado en ello les había puesto sobre la pista de algo que valía más que cualquier otra cosa: piedra de disformidad. Según este contacto, en la zona de la Hondonada de los Sueños se encontraba un lugar donde antaño unos oscuros hechiceros habían forjado un pináculo de poder sobre una base de piedra bruja pura. Por lo que decía la información, calculaban que al menos dos cofres de ella. La suficiente como para armar y alimentar un ejército durante varios meses. Sin duda el potencial beneficio superaba los riesgos.
¿Quién podría dudarlo?
Como había sido desde tiempos de su fundación, el Clan Rikkens era liderado por once Rikoukii, a los que se sumaba el propio Oikii, el Gran Maestro del Loto Esmeralda y Señor del Clan, y un decimotercer lugar reservado a algo demasiado oscuro para ser nombrado a la ligera.
Tres de los Rikoukii habían sido enviados desde Ciudad Núcleo, la base de poder del clan Rikkens en el Viejo Mundo, para ocuparse de la nueva colonia en Pico Esmeralda. Dos de ellos se ocupaban en aquel momento de la expedición a la Hondonada de los Sueños. Uno formaba una defensa perimetral, separada unos pocos kilómetros de una segunda fuerza principal, que tenía como misión directa apoderarse de la piedra de disformidad que pudiera haber allí. Este ejército de asalto llegó hasta el punto señalado de la Hondonada, surgiendo desde la penumbra mientras sentían como la noche caía sobre el lugar, encontrándose con que una fuerza de ogros se aproximaba también desde el norte.
Kan’o’Tichek fue el primer skaven en pisar en campo de batalla, seguido de miles más, cuyos ojos amarillos destellaban en la oscuridad como un mar de diminutas velas siniestras. Era uno de los dos Grandes Almirantes de la formidable flota Rikkens, y se hacía reconocer entre sus guerreros portando a su espalda un incensario de fuego verdoso y frío que apenas arrojaba luz, pero creaba siniestras sombras en su destellante armadura verde. El Rikkens era un clan más beligerante y propenso a la violencia que la mayoría de sus congéneres, sólo superado en ese aspecto por el terrible clan Mors. El Rikoukii Kan’o’Tichek representaba bien aquel espíritu tan particular de los adeptos del Loto Esmeralda. Era sanguinario hasta el extremo, y disfrutaba enormemente acuchillando a cualquier cosa viva que se pusiera delante de su negro hocico. Maestro de las artes marciales enseñadas en el clan, había dado muerte a muchos enemigos tanto ajenos como propios para escalar en la jerarquía hasta estar solo por debajo del propio Gwadwel. Su soberbia y su ansia de poder no conocían límites, y no le temblaba el pulso ante la presencia de los terribles ogros.
Los exploradores de la Senda Tenebrosa llegaron hasta su lado.
"Una gran fuerza de ogros nos cierra el paso, maestro. Bestias y gigantes en los flancos. Artillería posicionándose, sí-sí".
Informaron a su líder. Su ojos amarillos, casi psicóticos, brillaron un instante.
"El Clan quiere esa piedra de disformidad". - Gruñó este en respuesta, con una voz grave y rasposa de ira contenida mientras se giraba hacia sus oficiales. - "¡Organizad las líneas! ¡Sempkii al centro! ¡Cañones en posición!"
Mientras hablaba, las innatas cualidades de los Rikkens infectados por la Sangre del Dragón se manifestaban en torno a él. Unos jirones de oscuridad casi sólida se agitaron como tentáculos bajo sus pies, provocando que sus seguidores dieran un par de pasos atrás, encogiéndose con sumisión a su paso, temerosos del general. Al situarse en su lugar en la línea, clavó de nuevo sus ojos en la lejanía, donde la noche no le impedía ver a la perfección al ejército enemigo. Lanzó un grito lleno de rabia y violencia
"¡Matar-matar! ¡Matar a todos!"
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