martes, 7 de febrero de 2023

[Helios] La llegada de la oscuridad

Saludos a todos, damas y caballeros.

Como he mencionado en alguna entrada reciente, 2022 ha sido un año con pocos movimientos en las Regiones Devastadas, dado que ha sido un año de muchos cambios para todos los implicados en el proyecto. Con la vida un poco más asentada, parece, en 2023, se abren oportunidades para nuevas campañas, nuevas historias, nuevos enemigos, nuevas victorias y nuevas muertes.

De esta forma damos por concluida la "temporada 2" y comienza la que sería la temporada 3. Así como la anterior estuvo precedida de este relato, anticipando ligeramente los cambios que se iban a vivir, este inicio de temporada tiene también un relato introductorio, que en este caso ha sido escrito por Helios y que sirve como tarjeta de presentación de los nuevos muchachos que van a aparecer por la zona bajo su mando. Por fin se acabaron los insufribles bretonianos: su lugar va a ser ocupado por... lo que aparece al final del relato.

Os dejo con el mismo. Espero que os guste.

LA LLEGADA DE LA OSCURIDAD

Puerto Gris nunca había sido un buen lugar en el que vivir. Sus calles siempre habían estado abarrotadas de la más baja estofa que la sociedad de las Regiones Devastadas podía ofrecer. La ciudad había perdido el buen orden de las cosas hasta tal punto que allí los humanos convivían con toda clase de criaturas viles que, aunque en menor número, pululaban por las calles dedicándose a sus bajas labores.

Todo esto ya era suficientemente malo, pero desde hacía poco una nueva fuerza se había hecho con el control de casi todo lo que se movía en la ciudad en una escalada de poder sin precedentes. Desde entonces, las cosas solo habían ido aún peor. Figuras y personajes cada vez más siniestros llegaban ahora cada tanto a la región, usando las embarcaciones de mercenarios y piratas que allí atracaban para cumplir sus oscuros objetivos. Incluso los muertos parecían imbuidos de aquella nueva energía maligna, despertando en ocasiones o vagando como fantasmas en la noche para cobrarse el calor vital de algún desdichado solitario. Se habían levantado nuevas estructuras formidables donde las nuevas dueñas del lugar llevaban a cabo sus planes. Los anteriores guardias del puerto de las organizaciones criminales más destacadas habían sido reemplazados por otros matones afines a la nueva dirección, y los viajes por los caminos que llevaban al noroeste y a los Pantanos de las Sombras también eran controlados sin excepción.

Por todo esto, no era de extrañar que una linda muchacha deambulara en solitario por una de las barriadas del puerto donde piratas, y toda clase de criminales enfermizos, hacían su vida temporal entre taberna y taberna. Su paso era la más dulce elegancia al pisar, y el vestido de gaseosa seda carmesí que vestía apenas disimulaba sus formas casi perfectas. Unas piezas de joyería especialmente escogidas completaban un conjunto tan exquisito como provocador. No hacía tanto, ninguna joven luciendo aquel aspecto hubiera podido avanzar más de dos calles en Puerto Gris sin desaparecer para siempre. Sin embargo, nadie tocaría a aquella. Todos sabían distinguir a quienes “formaban parte de esa gente”, y la muchacha rezumaba aquella poderosa aura que parecía envolver a quienes estaban al amparo de los nuevos amos. Con su sonrisa dulce y burlona al mismo tiempo, parecía que nada pudiera hacerle daño allí.

Llegó hasta el lugar que buscaba. La taberna del Tiburón Terrible debía su nombre a una famosa embarcación pirata que había sido aclamada en algún momento de la historia local, y cuyas glorias habían sido completamente olvidadas, a excepción de su nombre, en las mareas del tiempo. La piedra carcomida por el viento marino en la que estaba construída era gris y mortecina, y el portón frente al que se había detenido la muchacha era de una gruesa y viejísima madera oscura, llena de toda clase de marcas y astillas. El sitio tenía una fama especialmente mala en una ciudad donde todo era malo. Alzó la mano un instante y la posó sobre la piedra de la pared, sintiendo un instante la oscuridad que parecía vibrar desde aquella construcción, ocupada con frecuencia por los peores asesinos y dementes, así como seres aún más diabólicos como nigromantes y cultistas de los Poderes Ruinosos.

Sonrió y empujó el portón de madera, que chirrió al abrirse, entrando en el sitio. La atmósfera del interior era incluso más siniestra que su fachada. No tenía mucha iluminación, salvo alguna vela gruesa y amarillenta aquí y allá, y ninguna puesta de forma que diera luz sobre los cuerpos y rostros que se distinguían perfilados sentados alrededor de las mesas. Esclavos y esclavas vestidos solo por gruesas argollas al cuello servían aquí y allá, donde los tétricos clientes solicitaban sus servicios. Algunas de las mesas estaban separadas de otras por harapientas cortinas amarillentas llenas de rotos, sujetas por estructuras de madera. No eran numerosas, quedaba en todo caso bastante lugar para zonas comunes y un ancho pasillo central, de modo que aquellas mesas aisladas las ocupaban quienes no querían ser acompañados por otros, bebiendo en soledad.

La joven caminó por el centro observando las sombras a su alrededor, fascinada por la decadencia de aquel sitio, donde en las esquinas se acumulaba el humo del opio y sustancias aún peores que consumían algunos clientes. Observó las siluetas casi ocultas en las mesas, hasta detenerse frente a una de las que estaban cubiertas por las cortinas. En ella estaba sentado un único hombre frente a una jarra. Tenía un aspecto algo exótico, quizá un mestizo entre los habitantes del Viejo Mundo y los de las tierras muy lejos al este. Tenía la cabeza totalmente afeitada, y una gran cicatriz le subía desde la comisura del labio superior derecho, partiéndoselo y ascendiendo hasta cruzarle el ojo derecho, que estaba ciego, más allá de la ceja. Con los dedos de las manos cruzados sobre la mesa tras la jarra, parecía sumido en sus propios pensamientos, de los que salió al notarse observado por la muchacha. Ambos quedaron mirándose fijamente unos segundos, estudiándose mutuamente. Finalmente, ella sonrió ampliamente y tomó asiento frente al hombre, que la observaba con el rostro helado.

"Debes ser Zaulon". - Dijo ella con una voz dulce y calmada. - "Por tu aspecto. Me dijeron que te encontraría aquí".

"¿Y quién te lo dijo?"

Respondió él con voz grave y calmada, cogiendo la jarra de licor y dando un trago de ella sin apartar los ojos afilados de la chica.

"Encanto… ¿acaso no sabes para quién trabajo? ¡Nosotras nos enteramos de todo!" - La muchacha rió levemente, con un encanto arrebatador.

"Sí. Eso dicen". - Respondió Zaulon.

"También me han dicho que eres un hombre oscuro. Con amigos aún más oscuros."

El asesino, que había alzado de nuevo la jarra para darle otro trago, la volvió a bajar a medio camino, clavando su único ojo sano en su espontánea acompañante, analizándola durante unos segundos antes de volver a hablar. Aquella frase no era producto del azar de una conversación inesperada. Era un código secreto con el que él trabajaba. Una clave para recurrir al más extraño y diabólico de sus cometidos.

"Debe ser algo realmente serio para buscar algo así". - Responde finalmente, rompiendo el tenso silencio en el que ella se había mantenido encantadoramente sonriente.

"Eso nos han dicho".

Zaulon dio el trago a la jarra, dejándola caer en la mesa con algo de fuerza, aunque sin violencia abierta, marcando su peligrosidad. Sin embargo su ojo mostraba de pronto algo inesperado. Ahora parecía haber cierta vibración de duda, ¿o era incluso temor? en su mirada.

"Estáis locas. Sé que sois poderosas pero no tenéis idea de lo que estáis haciendo. Esa gente no son asesinos a sueldo. Son… otra cosa…"

"Conocemos esa información. Y estamos muy interesadas en hablar con ellos por un asunto que creo que puede ser de mucho interés". - Hizo una breve pausa, acomodándose en el respaldo del asiento mientras cruzaba las piernas con elegancia. - "El dinero no es problema".

Zaulon dudaba. Miraba a la muchacha y a la jarra alternativamente, claramente evaluando la situación.

"Mil escudos de oro. Y hará falta una fortuna para convencer a algunos marineros lo bastante locos o desesperados para llevarnos hasta allí."

La joven se limitó a mantenerse en silencio con la misma sonrisa. El asesino dio otro trago a la jarra. Había dicho que el dinero no era problema. Los términos estaban cerrados.

"Muy bien, vosotras sabréis cuales son vuestros asuntos. El primer día de la siguiente luna llena, la próxima semana. Estaré esperando en el muelle frente a la lonja sur."

Ella sonrió más ampliamente y se echó hacia delante, apoyando los antebrazos en la mesa bajo el pecho mientras estudiaba detenidamente las curiosas facciones del mestizo, que se limitó a devolverle la mirada de nuevo en silencio.

"¡Estupendo!" - Celebró con alegría la muchacha. - "Allí nos veremos…"

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El mar estaba en total calma aquella noche. Zaulon sabía que, durante aquella estación, la marea era tranquila las noches de luna llena en la costa este del Pico Esmeralda. Además, la luminosidad nocturna permitía distinguir la mayor parte de las cosas sin necesidad de usar luces.

Nunca usar luces al acercarse a la isla. Era una de las normas. Y las normas debían ser respetadas siempre sin excepción.

Los dos remeros fornidos y encorvados que hacían mover la embarcación que transportaba a Zaulon y a la muchacha se mantenían en un tenso silencio, observando con desconfianza la gigantesca silueta del gran pico montañoso que coronaba la isla casi en el centro, eternamente poblado de una variedad de árbol de hoja perenne de un verde intenso, que daba nombre a la isla. A ojos del cielo nocturno, la montaña parecía un enorme colmillo surgido de las fauces de las negras aguas.

Tal como había predicho el asesino, había hecho falta un cofre del tesoro para pagar a aquellos dos desgraciados, que por fortuna para ellos parecían necesitar urgentemente reunir un gran capital como para poder marcharse lo antes posible de la ciudad. Ni a Zaulon ni a la joven le importaba lo más mínimo saber qué tipo de problema podía obligar a dos hombres así a huir rápidamente, ni con quién lo tenían. Pero estaban lo bastante desesperados para aceptar aquel trabajo, y eso era todo lo que necesitaban.

Poco a poco, la pequeña embarcación fue llegando hasta la orilla de una pequeña playa entre las rocas. No era muy amplia, y su arena, que en la noche parecía de un gris suave, se extendía solo unos cuantos metros a lo ancho y unos pocos de profundidad antes de perderse entre el espeso bosque que cubría una gran cantidad de la isla además de la famosa montaña. La barca dio contra la arena, y los cuatro ocupantes bajaron observando el lugar a la luz de la luna llena. Los dos remeros se pusieron a trabajar atando una enorme soga a la barca para arrastrarla algo más adentro de la playa y evitar que la marea se la llevara. Mientras, Zaulon y la hermosa joven se adelantaron un poco, acercándose a una pequeña formación rocosa a la derecha del lugar. El hombre sacó una vela roja y usando yesca y pedernal prendió unos ramajes secos para luego dar fuego a la propia vela. Esta se iluminó con una llama rojiza que proyectaba un halo de la misma luz. La joven observó fascinada el sorprendente tono de color del fuego.

Una vela roja en la playa al llegar. Solo una. Y solo roja. Ellos mismos se las proporcionarían. Esa era otra de las normas.

Llevaban ambos observando el fuego o los alrededores durante un rato, cuando los remeros terminaron con la labor de arrastrar la barca y se acercaron a donde estaban ellos, sin apartar los ojos de la joven, a la que llevaban observando con poco disimulo desde que habían salido de puerto. Ella se limitaba a sonreír con aquel gesto de excitante superioridad, totalmente impermeable al comportamiento de los demás. De pronto cayeron en la cuenta de la luz rojiza y de la vela que la emitía, mirándola con curiosidad.

"¿De qué demonios estará hecha esa vela para brillar así? ¿O será alguna clase de truco o ilusión?"

Preguntó uno de ellos en voz alta, rompiendo el sereno ambiente en el que por un instante habían quedado sumidos la muchacha y Zaulon, que los observaron con desagrado.

"Yo creo que se trata de…"

Comenzó a responder el otro, pero sus palabras se convirtieron de pronto en un quejido gorgoteante mientras el aire salía por una gran herida, causada por un afilado cuchillo corto que de pronto se había clavado en su garganta. Antes siquiera de que nadie más pudiera reaccionar, mientras observaban lo ocurrido, se escuchó un disparo desde la oscuridad junto al linde del bosque y un agujero del tamaño de un huevo de gallina se abrió en el abdomen del segundo remero, lanzando un gran chorro de sangre por su espalda cuando el proyectil lo atravesó por completo. El pobre desgraciado cayó a la arena, abandonado a la intensa agonía que sufriría antes de su inevitable muerte.

La muchacha se sobresaltó ante el disparo, posando una de sus delicadas manos sobre el pecho mientras escrutaba con los ojos muy abiertos a la zona oscuridad de donde se podía intuir que había surgido el disparo, mirando alternativamente allí y a los remeros asesinados, con una amplia sonrisa en el rostro. Por su fascinación, parecía que acabara de presenciar un espectáculo teatral.

"Si te mueves de donde estás antes de que la negociación termine, eres mujer muerta". - Advirtió Zaulon a la chica con un murmuro bajo, antes de adelantarse un par de pasos. - "¡Esta es vuestra cliente!"

Dijo el asesino alzando la voz hacia la oscuridad insondable del bosque. Luego se giró y caminó de regreso al bote a esperar lo que tuviera que acontecer. Su parte del trabajo ya estaba hecha.

Ella se mantuvo donde estaba, con gesto tranquilo. La paciencia era algo que a las personas como ella les sobraba, pues tenían una percepción poco habitual del paso del tiempo. Pasaron unos segundos sin que nada ocurriera. Luego, distinguió algunos sonidos metálicos no muy fuertes y una silueta apareció entre la oscuridad, sin llegar a surgir del todo de las sombras. La figura era más o menos igual de alta que la joven, pero bastante más corpulenta. Parecía cubierta de algún tipo de pelaje, negro como la noche que los rodeaba. Portaba una armadura de color verde intenso cuya manufactura la muchacha no reconocía, y diversas armas que jamás había visto antes. Al moverse, el aire a su alrededor parecía vibrar con una violencia apenas contenida, un deseo genuino por matar que ella conocía bien, y que parecía impregnar el aire a cada víctima. Y, a juzgar por la forma en que se había deshecho de los dos hombres, no debían ser pocas.

Unos ojos amarillos, que parecían arder con un odio intenso, la observaron.

"¿Qué quieres de nosotros, hembra humana?"

Preguntó una voz grave y chasqueante cuyo acento ella no reconocía tampoco.

"Vengo de parte de mi señora. Es una mujer muy poderosa, que se ha hecho con el control de una de las ciudades portuarias cercanas a esta isla, en el continente. Sabe de vuestra presencia aquí, y está muy interesada en favoreceros con información que cree que podría ser de gran interés para vosotros…"

"Oro. Y esclavos. Esos son nuestros pagos". - Respondió el ser, con aquel tono poco agradable en la voz. - "Con eso tendréis la fuerza de nuestras armas en una de vuestras causas".

"Tenemos oro y esclavos, mi extraño anfitrión. Pero mi señora quiere ofreceros algo aún mejor…"

Dijo ella a su vez, sonriendo con un gesto que rezumaba crueldad en su trazo. Con un gesto extremadamente lento, metió la mano en una de las mangas de su traje de seda y extrajo de ella una pequeña caja de madera, sobre la que se habían tallado runas de sangre destinadas a mantener alguna clase de poder encerrado. Arrojó la caja hacia la criatura, que la atrapó en el aire sin siquiera mirarla. Prácticamente de reojo, la observó un instante antes de abrirla.

Sin embargo, lo que vio en el interior sí cambió el brillo de sus ojos amarillos, que aumentaron en intensidad un momento antes de devolver la atención de nuevo a la humana.

"Piedra bruja". - Se adelantó a hablar ella. - "Sabemos dónde encontrar más, y mi señora está dispuesta a compartir esa información…"

El ser cerró la caja de madera y la guardó en su cinto, caminando hacia la muchacha, mientras su naturaleza se revelaba sin opción a la duda a medida que la luz de la luna lo iluminó por completo. Se detuvo a escasos metros de la humana.

"De acuerdo". - Chasqueó finalmente. - "Tienes la atención del Clan…"

4 comentarios:

  1. Se avecinan tiempos interesantes en las Regiones Devastadas. ¡Tiempos interesantes y divertidos!

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    1. Seeeeeeeeeeeeehhhhhh

      Ya conoces la antigua maldición china... ¡ojalá que vivas tiempos interesantes!

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  2. Respuestas
    1. Habrá que enseñar un par de cosas sobre higiene a esas ratas. Por ejemplo, lo limpio que se queda un campo de batalla cuando las matas a todas y quemas sus cadáveres.

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