lunes, 19 de agosto de 2024

Descenso a la oscuridad

Saludos a todos, damas y caballeros. 

La entrada de hoy es simplemente la continuación obligada a la que publiqué hace unos días, en que relataba una partida más de la campaña El Refugio del Cuervo. Como he hecho en todas las anteriores, a cada partida le sigue su relato correspondiente.

Los juegos de McCullough tienden a ser bastante narrativos de por sí, y Exploradores de las Profundidades Sombrías lo es más, pues es un juego en solitario que tiene que compensar con una carga narrativa potente. Al final, esa es la razón para jugar en solitario. Llevo bastante tiempo rumiando una entrada al respecto y es posible que ahora que estoy de vacaciones y por tanto con tiempo libre para delirar divagar me anime a escribirla. Estáis avisados.

Pero bueno, mientras tanto os dejo con este relato concreto. Espero que os guste.

DESCENSO A LA OSCURIDAD

Constantino observó al ejército enemigo reunido a las puertas de Anvil. Aunque su vigilancia era constante, no se había acostumbrado a su presencia, y probablemente no lo hiciera nunca. Al fin y al cabo, aquella no era una hueste normal, sino una colección de horrores surgidas de lo más profundo de Puerto Gélido, una legión infernal con la que no se podía negociar y a la que no se podía sobornar, que no se atemorizaría ante nada, no sufriría indisciplina ni deserción y no necesitaba salario ni sustento...

Aunque eso último no era del todo cierto.

"Decidme la verdad" le había pedido el Conde de Anvil cuando se habían reunido, unas horas antes, en el castillo de la ciudad, "no hay esperanza alguna"

El legionario imperial sabía que el conde era un hombre valiente y que no estaba tramando su huida. Moriría con la espada en la mano defendiendo sus dominios hasta el final, si era necesario... y simplemente quería saber si ese era el destino al que se encaminaba.

"No podemos resistir el asedio" respondió con franqueza Constantino. "Ya es bastante milagroso que hayamos podido aguantar hasta ahora, y quizá se deba a que nuestro enemigo está mostrando la crueldad propia de su naturaleza y se está contentando con pequeños ataques más destinados a sembrar el desánimo que a penetrar realmente en nuestros muros".

"Quieren jugar con nosotros... malditos sean los siervos de los daedra"

"Nuestro terror les es tan preciado como nuestra sangre. Haremos lo posible por negarles ambos. Sin embargo, esta conducta nos da una oportunidad"

"¿A qué os referís?"

"Al portal que abrieron los vampiros en el Refugio del Cuervo"

El conde de Anvil había notado el sentimiento de culpa que embargaba a Constantino. Al fin y al cabo, él había nacido en la ciudad, y su fracaso al tratar de evitar que culminara la conspiración de los vampiros en el Refugio del Cuervo era lo que había propiciado el ataque de los demonios. El conde conocía bien a Constantino y estaba seguro de que había hecho todo cuanto había podido, pero también sabía que decírselo no le serviría de nada, no mitigar su dolor ni su necesidad de redimirse.

"Continuad"

"En la crisis de Oblivion se abrieron varios portales que conectaban Cyrodiil con el reino maldito de Mehrunes Dagon. Esto es algo bien conocido en mi orden, como lo esa forma de cerrar esos portales. Todos ellos se sustentan sobre un anclaje mágico que, si se retira, cierra el portal"

"¿Y dónde se encuentran esos anclajes?"

"En los reinos de los daedra, al otro lado del portal"

El silencio del conde fue suficientemente elocuente, pero Constantino estaba convencido.

"Si no lo cerramos, no podremos sobrevivir. Ellos podrán reponer sus bajas indefinidamente a través del portal, pero nosotros no. Por ahora disfrutan de su presencia en el mundo real y del terror que nos provocan, pero cuando se aburran de nosotros nos destruirán sin contemplaciones. No podremos resistir un ataque en serio"

"No puedo permitirme enviar hombres allí"

"Yo iré" se ofreció inmediatamente Constantino. "Me llevaré a cuatro guerreros de confianza. Con eso bastará"

"La ciudad está sitiada" replicó el conde "¿cómo burlaréis su vigilancia?"

"Saldremos por mar. Los siervos de Molag Bal no vigilan la costa, y el Refugio del Cuervo está cerca de la playa. No tardaremos mucho en llegar"

El conde de Anvil había asentido, y el plan había quedado trazado. Y al llegar la noche, mientras Constantino observaba, con la esperanza de que fuera la última vez, al ejército demoníaco que amenazaba a su ciudad, uno de sus hombres se acercó y le dijo:

"Todo está dispuesto"

El imperial dio la espalda a la hueste enemiga y se dirigió a los muelles de Anvil, sintiendo sobre sí las miradas suplicantes de todos sus ciudadanos, implorando que los salvara.

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El portal brillaba ante ellos como un espejo oscuro que reflejara toda la maldad de miles de mundos. No había forma de mirarlo sin sentir un estremecimiento en lo más íntimo del alma, un terror informe que de ninguna manera se apagaría, pues aquel portal no tenía derecho a existir, era una subversión de la realidad misma.

"Os agradezco que me hayáis seguido hasta aquí" dijo Constantino a los cuatro guerreros que le acompañaban. Tal como había previsto, no habían encontrado mucha resistencia en el camino de vuelta al Refugio del Cuervo, seguramente porque los sirvientes de Molag Bal no esperaban un contraataque. "No sabemos qué hay al otro lado. Si alguno no quiere seguirme, lo comprenderé"

Miró a todos sus soldados, y todos ellos le devolvieron la misma mirada de determinación. Fuera lo que fuera que les esperara al otro lado de la realidad, lo descubrirían juntos y lo afrontarían juntos. Constantino sintió que su miedo remitía, y estaba seguro de que a todos los demás les pasaba lo mismo. Siempre era preferible afrontar el temor y la incertidumbre contando con la camaradería de los hermanos de armas.

Observó el Refugio del Cuervo. No es que aquella fortaleza maldita resultara una visión tranquilizadora, pero al menos formaba parte de la realidad, realidad que quizá jamás volviera a contemplar. Pero se armó de valor, y dijo:

"Adelante, pues. Marchemos contra la oscuridad"

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