El Pacto del Águila es uno de mis equipos de Blood Bowl, concretamente Pacto del Caos consagrado trasfóndicamente a Tzeentch. Son en esencia un hatajo de pirados, cafres y dementes sin la inteligencia necesaria para tener maldad alguna, pero me divierto con ellos.
Este relato que viene a continuación lo escribí como presentación del equipo en una liga que jugué en Almería. Por suerte el Trasfondo de mi equipo está alineado con mis propias capacidades como jugador de Blood Bowl y su desempeño fue acorde, ganando apenas un partido de los quince que debí jugar, por 1-0, contra Goblins y estoy casi seguro de que jugando con 12 toda la primera mitad por un despiste. En cualquier caso me lo pasé muy bien y creo recordar que acabé la liga con un número de bajas causadas múltiplo de 9 (18 concretamente), que era mi verdadero objetivo, con lo que todo en orden :)
Os dejo el relato y a final del mismo foto de familia. Espero que os guste.
El
verano llegaba a su fin, y la luz, que durante meses había brindado una falsa
esperanza a los campesinos que vivían en los lindes del Drakwald, cedía cada
vez más acobardada ante el empuje de las sombras. Sentado bajo un monolito que
representaba un águila con rasgos demoníacos, el Magíster Heinrich Stahremberg
se deleitaba con el simbolismo del momento, atesorando cada centímetro que la
oscuridad lograba arrebatarle a un atardecer moribundo, mientras esperaba que,
a la hora nona del noveno día del mes, los integrantes del Pacto del Águila
acudieran a la cita.
La
reunión de su culto debía celebrarse necesariamente en la intimidad del
Drakwald, dado que Stahremberg hacía mucho tiempo que había dejado de ser
humano. De hecho, ya nadie le llamaba por ese nombre. Todos los que le conocían
se dirigían a él como “El del Cuerpo de Plata”, dado que su dios había decidido
concederle un cuerpo de plata líquida, siempre cambiante y siempre destellando
con tonalidades verdes, azules y púrpuras, como muestra de su generosidad. Por
ello vivía en lo profundo del Drakwald, sin temer a las partidas de guerra de
los Hombres Bestia o los Goblin, dado que su dominio de la magia era tan
abrumador que nadie podría amenazarle. Sólo en las ocasiones en que debía
reunirse con su culto se alejaba hacia los límites del bosque, facilitando a
sus cultistas el camino desde Middenheim, donde la mayoría vivía y desde donde
conspiraban para favorecer los planes del Arquitecto del Destino.
Poco
a poco, los miembros del Pacto del Águila fueron llegando al lugar señalado. El
primero en aparecer fue Luthor Von Balefire, el joven y prometedor catedrático de
Derecho Político en la Universidad de Middenheim y mano derecha de Stahremberg
en la Ciudad del Lobo Blanco. Le siguió Mankar Mythicdawn, quien regentaba una
librería con tomos aparentemente normales pero con algún que otro misterio
oculto, y después Ivar Hexgate, diácono en el Gran Templo de Ulric; Charon
Earthsoul, médico recién licenciado; Slamskar Darksaint, oficial de la Guardia
de Middenheim; y Fenar Metalsword, asesor del Consejo Económico del Conde de
Middenheim. Aquellos no eran sus verdaderos nombres, por supuesto, sino los
usados en el culto. Esto en cuanto a los seguidores humanos. Stahremberg opinaba
que, si bien el asesinato, la violación o los sacrificios humanos eran
actividades bastante respetables para un culto del Caos, la discriminación
racial resultaba intolerable, motivo por el que no había tenido problemas en
admitir a Arun´Goth Voidwalker, elfo; Skokch Dustseeker, skaven; y Juznik el
Renegadillo, un pequeño y taimado goblin.
Juznik
fue precisamente el último en llegar, como siempre, y cuando apareció
Stahremberg dio comienzo a la reunión con unos cánticos arcanos. Él sabía
perfectamente que aquellos cánticos no tenían sentido ninguno y que no habrían
valido ni para invocar una gallina, pero sus cultistas estaban convencidos del
carácter místico de aquella introducción, y era importante guardar las formas.
Todo esto se hizo sin la presencia de un minotauro y un ogro quienes,
técnicamente, también formaban parte del culto, pero que eran demasiado
inútiles como para que tuviera sentido llamarles, y sin el troll al que habían
perdido en el último torneo de Blood Bowl disputado en Estalia.
Cuando
el cántico cesó, Stahremberg abrió los brazos de forma teatral y dijo, con su
voz seductora y argéntea:
"Bienvenidos, hermanos, bienvenidos. Me alegra
que estéis aquí… tengo grandes planes para nuestra humilde organización, y
quisiera transmitíroslos en este día sagrado."
"¿Vamos a dejar el Blood Bowl?"
Stahremberg
trató de identificar la voz, una voz preñada de esperanza, pero el hecho de que
los cultistas humanos llevaran máscaras dificultó la identificación. Les tenía
dicho que cuando estaban en el Drakwald podían quitarse la máscara, pero les
molaba ese rollo. Lo que no les gustaba tanto era la idea de su Magíster de
extender la palabra de Tzeentch mediante el Blood Bowl, fundamentalmente porque
se habían llevado unas cuantas palizas en el campo de juego. Incluso uno de sus
integrantes, el Conde Ulrik Doomweaver, había muerto de un cabezazo
particularmente entusiasta propinado por un troll.
"No, no vamos a dejar el Blood Bowl… Char lo ha
ordenado, y se hará como quiere Char. De hecho, vamos a ir más allá… ¡Vamos a
participar en una Liga!"
El Magíster
pudo ver la expresión de horror de los cultistas incluso bajo las máscaras, y
sonrió. Le encantaba extender el terror y la desesperación, incluso aunque
fuera entre sus propios hombres.
"Esto…" - se atrevió a decir una primera voz,
ahogándose por el espanto.
"Eh…" - dijo una segunda voz de forma aún más
elocuente.
"Bueno, bueno, no será para tanto" – Stahremberg
supo que era Luthor Von Balefire, el más inteligente de sus hombres y el único
con la templanza necesaria para pensar en esa situación de tensión, quien
hablaba -. "Seguro que se trata de una liga benéfica, amateur, con partidos
contra halflings, ancianos, mutilados de guerra… ¿Verdad?"
El hechicero
no pudo evitar reírse de forma despiadada y excesivamente teatral.
"¡Por supuesto que no! ¡Vamos a jugar una liga
profesional, contra jugadores profesionales!"
"¡Pero vamoz a morir todoz!" – chilló despavorido
Juznik, el goblin.
"¡Sois un culto del Caos! ¡Estamos aquí para dar
gloria al Arquitecto del Destino! ¿No pensaríais vivir para siempre, no,
malandrines?"
Antes de que
nadie tuviera ocasión de decir que en realidad sí lo esperaba, Luthor Von
Balefire contraargumentó con su habitual estilo jurídico:
"¡Protesto! ¡No podemos adorar al Arquitecto del
Destino si estamos muertos!"
La lógica del
razonamiento era incontestable, pero Stahremberg no se arrugó. No había llegado
a ser el Magíster de un culto de Tzeentch por hacer caso a los razonamientos
lógicos.
"El Gran Águila nos protegerá. Hemos avanzado
mucho en el camino, y volveremos a Estalia, a donde disputamos el último
torneo, a demostrar nuestra inquebrantable fe en Char."
Aquella
afirmación excitó aún más si cabe los nervios y el pánico entre los pobres cultistas.
El Pacto del Águila sólo había participado en dos torneos de Blood Bowl, y en
el primero, celebrado en el villorrio imperial de Koslademburg, la cosa no
había ido mal del todo. No habían ganado ni un solo partido, por supuesto, pero
habían logrado empatar dos e incluso se habían dado el gusto de quedar entre
los equipos más brutales del torneo. Pero en su segundo torneo, celebrado en
una ciudad costera del sur de Estalia, su actuación había sido penosa, pues
habían perdido todos los partidos y en más de uno habían recibido importantes
palizas. Todos los jugadores habían jurado en su fuero interno que, si no eran
capaces de abandonar el Blood Bowl, al menos harían todo lo posible por no
volver a jugar en aquella ciudad. Por eso, cuando su Magíster les dijo que
debían volver, y para una liga nada menos, todos se sintieron desfallecer.
"No quisiera cuestionar vuestros métodos,
poderoso señor…"
“Claro que
quieres, maldito librero” pensó Stahremberg al reconocer la voz melosa de
Mankar Mythicdawn"
"Pero… en Estalia fuimos prácticamente
aniquilados, y… no sé en qué medida es prudente, si me lo permitís, volver
allí."
"Bah, si yo hubiera jugado podríais haber hecho
algo en condiciones, panda de torpes" – dijo Arun´Goth Voidwalker, el elfo, con
tono de suficiencia.
"¿Si tú hubieras jugado, cosa-elfa?" – gritó con
su voz chillona Skokch Dustseeker, el skaven -. "La noche de antes te bebiste
todo-todo el vino de la ciudad… ¡No podías ni dar un paso!"
"Además, hemos perdido a nuestro troll" – siguió
Mankar intentando encontrar un resquicio de esperanza -. "Sin él será mucho más
difícil competir."
"Lo perdimos en Estalia, precisamente" – dijo otro
cultista -. "Supongo que seguirá allí…"
"Es un troll de río, se iría hacia el mar."
"Entonces es capaz de haberse ahogado."
"¿Cómo demonios se va a ahogar un troll de río?"
"Era tan imbécil que sería capaz de ahogarse con
la lluvia."
"¡¡¡BASTA!!!"
La voz de
Stahremberg inundó el claro, y la desquiciante conversación de los cultistas
cesó súbitamente.
"Hermanos míos, hermanos míos, estoy muy decepcionado…
vuestra fe en el Gran Engañador y en mí es escasa. Haced memoria, ¿seríais
capaces de decirme cuántos touchdowns hemos marcado hasta ahora?"
Los cultistas
no entendieron muy bien a qué venía eso, pero quizá espoleados por la
conciencia de que su pasado parecía mucho más brillante que su futuro,
comenzaron a recordar tiempos pretéritos:
"Pues a ver, nuestro primer partido lo empatamos
a dos contra aquellas elfas oscuras…"
"Dos touchdowns" – dijo el Magíster.
"Después empatamos a uno en el partido aquel
contra los Goblins…"
"Je, al ogro aún le duelen las costillas tras
aquel partido. El fanático estuvo jugando al golf con él hasta que le echaron."
"Tres touchdowns" – contó el Magíster ignorando el
lamento del cultista.
" Luego marcamos cuatro touchdowns en el torneo en
Koslademburg."
"Siete touchdowns."
"Y en el torneo en Estalia marcamos dos, con lo
que hace…"
"Nueve touchdowns" – terminó el Magíster con voz
triunfante.
"Nueve…" - repitió Luthor Von Balefire.
"Nueve…" - repitieron los cultistas a medida que
la idea iba calando en sus mentes, sustituyendo el miedo por la euforia.
"¿Lo veis, hermanos? ¡Hemos alcanzado el número
sagrado! Por supuesto que estamos preparados, ¿qué mayor prueba necesitáis? ¡El
Gran Águila nos protegerá, os lo digo!"
Los cultistas,
quienes nueve minutos antes se encontraban intimidados, comenzaron a rugir con
entusiasmo. Si habían marcado un número sagrado de touchdowns, era evidente que
su dios les protegería… un observador más imparcial habría considerado que el
uso de la palabra “evidente” era demasiado exagerada, pero claro, un observador
imparcial y sensato nunca se habría unido a un culto del Caos… y probablemente
no se habría planteado nunca jugar un partido de Blood Bowl.
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