viernes, 28 de mayo de 2021

El sueño de Pequeño Rudoksson

Saludos a todos, damas y caballeros.

Personalmente, no me gustan demasiado las batallas enormes. Es evidente que tienen su gracia y que una al año no hace daño, pero mi amor por el juego narrativo hace que prefiera ver esas batallas como lo que narrativamente deben ser: situaciones excepcionales y poco comunes. A la inversa, las batallas a una escala pequeña me suelen atraer más, en buena medida por la mayor facilidad narrativa para justificarlas: no todos los días se ve un Devorador de Almas o un tanque de vapor en acción, pero unos hombres bestia asaltando una posada fortificada o un puñado de muertos que se alzan de sus tumbas es una visión más cotidiana (lo que te indica que el mundo de Warhammer Fantasy es un sitio chungo de verdad, pero esa es otra historia).


En ese sentido, las escaramuzas son la escala más reducida a la que puedes llevar un enfrentamiento, una escala en la que prácticamente puedes poner nombre a cada miniatura que participa, lo cual es narrativamente cojonudo. Ese es el motivo de mi desaforado amor hacia Mordheim y, aunque vaya de otra cosa, Blood Bowl. Y también es el motivo por el que los escenarios de escaramuzas me gustan tanto. Así que, cuando Pueblic me propuso echar una escaramuza entre sus enanos y mis no muertos, ambientada en las Regiones Devastadas, dije que sí.

Os dejo primero con un relato escrito por Pueblic a tal efecto y después con las escaramuzas en cuestión (que fueron dos al final).

Los Guardianes del Mineral estaban en ruta desde Rocapicacho al puesto de avanzada de Karak-Hirn. 

Esta vez transportaban una carga especialmente valiosa y secreta. Aunque desde que Torek el Comerciante creara esta compañía dedicada a la escolta de mercancías, tras haber pasado largos años en el Imperio, era la primera vez que Manuelita se encontraba especialmente inquieta. 

Manuelita era la encargada de tirar del carro blindado de gromril, descendiente de la manada de ponis estalianos que Torek había comprado con el dinero que obtuvo al emplearse como ballestero mercenario en una disputa de lindes entre nobles en Averland. El animal parecía tener un sexto sentido para predecir el peligro. 

Los Guardianes acamparon a un lado del viejo camino enano y montaron campamento. Las pipas se encendieron, corrió la cerveza y corrieron también las disparatadas historias que relataba con frecuencia Tiro rápido Jonsson, solo soportadas por su increíble pericia con la ballesta, arma favorita de la escuadra. Bradoksson el Leñador cortó unos enormes troncos con su hacha de metal estelar y todo quedó preparado para las sucesivas guardias nocturnas. 

Dan “Pequeño” Rudoksson fue de los primeros en dormir. Este enano joven e intrépido era famoso por lo temerario de sus acciones, aunque su habilidad para guisar un buen estofado era muy valorada en la unidad desde que se hizo con un recetario de cocina halfling. 

Esta noche había cometido la temeridad de haber incluido tocino rancio en lo que consideró que eran 10 veces la cantidad necesaria para matar a un elfo de una indigestión, y lo acuso con un sueño intranquilo.

Así, en una pesadilla creyó divisar a una horda de encorvados monstruos devoradores de cadáveres, cuyos números eran infinitos, atacarles desde una colina en lontananza y acabar con la resistencia enana tras un rápido embate con ponzoñosas garras y colmillos. 

De seguido soñó con otra horda de esqueletos, esta vez pudo divisar al nigromante que los comandaba espolear su ataque desde la retaguardia. Los enanos estaban dispuestos a vender caras sus vidas y en este sueño repelieron la agresión, como si se hubiese tratado de un ataque de grobi en un paso de montaña. 

Pequeño Rudoksson se despertó sobresaltado, y la siniestra apariencia del gastado tomo que transportaban, encuadernado en cuero con motivos horribles, pasó por su mente.

El tramo de la carretera enana donde Pequeño Rudoksson tuvo sus sueños inquietantes

Quizá os resulte llamativo que Pueblic haya decidido que las escaramuzas no fueran "reales", sino sueños de uno de sus enanos. La razón es que fueron un poco particulares. Habíamos cogido el escenario "Guard the Magnificent", en el que un grupo de jinetes de lobo goblins debe destruir a los defensores de un tanque de vapor imperial atascado. Tiene 10 turnos para ello y los jinetes que mueran se irán reponiendo. En este caso, el escenario era "Guard Manuelita", el poni estaliano que tiraba del cargamento de mineral escoltado por 10 ballesteros.

Las colinas tienen ojos

Para la primera partida, jugué con necrófagos. 11 necrófagos, concretamente (Pueblic tenía 110 puntos y el atacante tiene un 80% de los puntos del defensor, ergo 88). Y fue... Bueno, bestial. La combinación de tener 2A envenenados, R4 y unas tiradas muy buenas por mi parte dieron como resultado que, en apenas tres turnos, ya me hubiera comido a todos los enanos. Ese fue el primer sueño de Pequeño Rudoksson... y fue jodido.

Los enanos, avasallados por una horda de gentuza

Nadie disfruta de las batallas desequilibradas, y yo tampoco, ni siquiera aunque estén desequilibradas a mi favor. Así que, como en todo caso habíamos terminado pronto, fuimos a desayunar y después echamos una segunda partida, sustituyendo en este caso los 11 necrófagos por 11 esqueletos, que cuestan lo mismo.

Una horda de esqueletos tambaleantes surge de las colinas (la nigromante de fondo es decorativa)

En este caso la situación fue radicalmente la contraria, ya no solo porque los esqueletos tienen peores atributos, sino por no poder marchar. De esta forma, los Guardianes del Mineral solo tuvieron que desatar el fuego de sus ballestas para frenar un ataque de los esqueletos que nunca llegó, y cuando lo hizo fue de forma descoordinada. Los enanos no tuvieron mucho problema porque en vez de matar a los 8 que necesitaba matar para ganar el escenario maté solo a uno, y en el último turno (mientras que los enanos debieron matar como a 20 esqueletos!!)

Pero los enanos frenan su avance con precisos tiros de ballesta

Es probable que esto se debiera a una elección de tropas un poco extrema por nuestra parte. Generalmente, en los escenarios de escaramuzas hay varias tropas diferentes, precisamente para evitar que sea una especie de piedra-papel-tijera. Por ejemplo, el problema que tenían los ballesteros contra los necrófagos era que salvaban con su armadura ligera, mientras que de haber tenido guerreros, una salvación por armadura mejor podría haber compensado los ataques envenenados hiriendo automáticamente. Alternativamente, una mezcla de necrófagos y esqueletos probablemente habría resultado más interesante que todo necrófagos o todo esqueletos.

Dicho lo cual, yo al final me lo pasé bien, y creo que Pueblic también. Al final lo importante de todo esto es tirar dados y hacer el cafre. Así que no descartéis ver más escaramuzas por aquí. De hecho, veis que, en el relato, Pueblic habla de un extraño tomo que los Guardianes del Mineral están transportando...

Hasta entonces!

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