lunes, 14 de noviembre de 2022

[Helios] La defensa de la Capilla de los Abedules

Saludos a todos, damas y caballeros.

Dentro de la minicampaña "Una noche para la supervivencia", el primer escenario era uno aparecido en el reglamento de Warhammer Fantasy, en que 1500 puntos de héroes se enfrentan a un ejército del mismo tamaño en una escena muy cinemática al estilo de los siete samuráis, en el que claramente se inspira el escenario. Éste se puede librar de forma genérica entre ejércitos de cualquier tipo, pero narrativamente era una batalla en que unos caballeros bretonianos debían defender un pueblo de una incursión de goblins.

La verdad es que Bretonia parece el ejército más indicado para tomar el papel de defensor con héroes, ya no solo por las reglas, pues los personajes bretonianos son bastante buenos en general, sino por la narrativa propia de caballeros de la Mesa Cuadrada Redonda que históricamente han tenido. Esto es especialmente cierto para el caso de los caballeros de Helios, de los cuales tiene mucho Trasfondo escrito y quienes encajan bien defendiendo a los pueblerinos de sus tierras frente al Mal en cualquiera de sus formas. Si encima el Mal adquiere la forma de esclavistas elfos oscuros, para qué queremos más...

Os dejo con el relato introductorio de esta primera partida, escrito por el propio Helios. Espero que os guste.

LA DEFENSA DE LA CAPILLA DE LOS ABEDULES

En Las Ocho Villas de Plata existen gran cantidad de festejos y costumbres, que pueblan el calendario de momentos religiosos y bélicos de toda índole, fiel reflejo de los habitantes que pueblan la baronía. Muchas de estas costumbres tienen sus raíces en la Bretonia natal, y otras se fueron incorporando con el paso de los siglos. Fuertemente influenciados por sus orígenes cruzados, los hombres y mujeres de la región celebran toda clase de rituales y torneos en honor a la Dama del Lago y a sus Damiselas y Caballeros Santos.

Fue en una de estas fechas señaladas cuando, llegado el otoño en las Regiones Devastadas, se produjo por primera vez un enfrentamiento que, aunque resultó inesperado en aquel momento, traería más consecuencias en el futuro…

Como cada año tras su llegada al poder, los miembros presentes de la familia Devance, así como sus principales adelantados, habían acudido a la celebración de una misa ritual que se celebraba en aquella fecha. Se realizaba en la Capilla de los Abedules, llamada así porque se encontraba prácticamente integrada en un bosque de dichos árboles que rodeaba casi toda la región. Solo la presencia de un río de bajo caudal permitía el acceso a la poca zona llana que había frente al edificio.

La Capilla de los Abedules se encontraba en el límite norte de la zona controlada por Las Ocho Villas de Plata, muy cerca de la escarpada formación montañosa donde bandadas de hipogrifos y mantícoras luchaban constantemente por el territorio. Debido a ello, era una zona relativamente tranquila a pesar de estar en las fronteras del dominio de los hombres, y la presencia de los ejércitos del barón era escasa comparadas con otras zonas mucho más conflictivas.

Por ello, cuando una patrulla de jinetes de la tribu de los Kitay interrumpió los rituales para avisar de la presencia de una fuerza de elfos oscuros avanzando hacia el lugar, la noticia causó una gran sorpresa entre los presentes. No solo por la inesperada incursión en la zona, sino también porque nadie había visto elfos oscuros por allí anteriormente. No al menos nadie que viviera aún para recordarlo.

Además de las personalidades importantes, el evento atraía siempre a un gran número de pueblerinos a la zona, que serían fácil presa de los esclavistas. León dió instrucciones a sus sirvientes para que se retiraran hacia el sur usando el paso de los bosques, y ordenó a la patrulla kitay que los escoltara para mantenerlos a salvo.

Pero los elfos oscuros se movían con mucha más celeridad de lo que los campesinos podrían lograr atravesando los árboles. Dotados de una gracilidad natural muy por encima de la de los hombres, los elfos terminarían cayendo sobre ellos antes de que los campesinos tuvieran tiempo de llegar hasta el próximo puesto de defensa.

El barón no permitiría tal cosa. No por nada sus allegados le habían apodado “el Defensor”. Jamás había dado la espalda a ninguna persona de a bien que hubiera necesitado su ayuda. Ni a hombre ni a mujer, ni a enano ni a elfo. Ni tan solo a los extraños seres de buen corazón que había encontrado, como los halflings o los nobles múridins. Él era el señor de aquellas tierras, su deber y su honor exigían su defensa. Salió del edificio y saltó sobre la silla de Garold, su fiel corcel bretoniano, observando el terreno frente a sí. El río dividía el pequeño llano frente a la Capilla, y solo era accesible fácilmente por un paso frente al camino de la iglesia hecho a base de rocas. Aún así un grupo de atacantes decididos podría cruzar el caudal con esfuerzo, pues el agua solo llegaba hasta la cintura en su parte más profunda.

Se encontraba cavilando todo aquello cuando sintió otro caballo acercarse despacio por su derecha. Era sir Gawain el Juramentado, que había llegado junto a él portando el estandarte del barón, pues este debía acompañarlo en todo momento de guerra. Se detuvo junto a él y observó también el terreno, haciendo sus propias conjeturas en silencio.

No tardó en llegar hasta ellos lady Leonor de la Justa Venganza, montada también en su grácil yegua blanca como la nieve. El duro rostro de la mujer miró hacia la distancia con su rictus siempre severo, mirando con ojos que nadie más poseía.

"Los elfos oscuros son un pueblo despreciable, conocido por su mucha felonía y sus oscuras artes. Mucho habéis de cuidaros, mis señores, de su infecta magia. Quedaré aquí pues para contrarrestarla, y traer la luz de la Dama del Lago a Sus caballeros".

"Hablas por gracia de Nuestra Señora, hija mía". - Respondió sir Gawain. - "Queda aquí, si eso es lo que debes hacer".

Sir Milten de la Capa Enlutada hacía un rato que había montado en Áxtar, su radiante pegaso, que había sido compañero de muchas batallas. Había estado unos minutos sobrevolando la zona para obtener información de lo que sucedía. Ahora volaba de vuelta, posándose junto a los otros tres frente al puente.

"No son buenas noticias las que traigo, mi señor barón". - Dijo a su padre tras quitarse el yelmo, mirando a la distancia siempre sonriente. No había nada en el mundo que pareciera poder nublar el buen ánimo del joven caballero del Grial. - "Llegan en buen número y ritmo, y cargan peligrosas balistas. Estarán aquí en menos de una hora".

Apenas había tenido tiempo de terminar de hablar cuando otro corcel llegó al galope. Se trataba del corpulento sir Parsifal, al que llamaban “el Cruel” por la mucha fiesta que hacía al acabar con sus enemigos, especialmente aquellos alienados con el mal como los pielesverdes. Detuvo su caballo junto al resto, observándolos mientras se mesaba la poblada barba.

"¡Por la luz de los cielos! ¿Qué es esto? ¿Una reunión de los Devance, o quizá podemos ser invitados el resto?"

Preguntó con su rudeza habitual, haciendo reír al barón.

"Puedes quedarte si es ese tu deseo, amigo mío. No permitiría dejarte ir sin batallar".

De esa forma, sir Parsifal se unió al resto, junto con los que debatía un posible plan de acción. Llegaron al poco también lady Genevieve la Alquimista, y sir Martel de Abijou que la escoltaba en todo momento. Ambos se inclinaron ante el barón.

"Mi señor, los sirvientes están ya en camino, llevados por la vereda del bosque por nuestros buenos exploradores". - Informó el caballero del Grial. - "Siendo este un lugar sagrado, tanto la dama Genevieve como yo creemos oportuno quedarnos a ayudar en su defensa, pues la idea de marchar y que esto termine en desgracia nos resulta del todo insoportable".

León asintió conforme.

"Hay algo más que deseo deciros, mi señor". - Añadió Genevieve. - "Antes de acercarme vino a hablar conmigo sir Balduin, que como sabéis acompañaba a los pueblerinos en la procesión. Me ha pedido que os solicite vuestro permiso para unirse a la defensa de la Capilla".

Sir Balduin era un hombre peculiar. En la zona lo llamaban “el Loco”, aunque de una forma que se hacía cariñosa de alguna manera. El pobre caballero había hecho un juramento hacía años debido a una impía falta que solo él conocía, por el cual había abandonado su lanza y su caballo, así como la compañía de cualquiera de sus semejantes. Por ello, jamás hablaba directamente con el barón ni con caballero alguno de la zona, y era por eso necesario que se comunicara a través de las damas o de los pueblerinos. Respetando los deseos del caballero el barón nunca había puesto impedimento alguno a ello.

"¡Sea pues!" - Aceptó León. - "Id y decidle que puede servir a la Dama del Lago donde guste, y que su buena espada es bien recibida aquí y dónde sea. Decidle que os acompañe y os proteja en todo momento".

"Así lo haré, mi señor".

La hechicera se inclinó cortésmente y se encaminó con paso apresurado hacia donde sir Balduin los observaba desde la distancia. Mientras eso sucedía, las primeras siluetas de la fuerza druchii ya comenzaban a aparecer en la distancia. León se giró hacia los suyos y, desenvainando la espada, señaló hacia las formaciones enemigas.

"¡Hijos e hijas de Carranza y Las Ocho Villas de Plata! ¡Llegado es el momento del coraje y la determinación! ¡Hoy unos pocos se enfrentan a muchos, pero no hay enemigo demasiado grande bajo la luz de la Dama del Lago! ¡Que nuestras espadas y lanzas sean el castigo de la Diosa!"

La profetisa comenzó a entonar un cántico sagrado, cuya letanía los caballeros recitaban con ella. Elevando sus armas al cielo, rezaron plegarias para que la Dama del Lago posara su atención en sus humildes almas, y les diera protección para permitirles ser el instrumento de su furia.

1 comentario:

  1. Buena colección de individuos, y buena introducción para un escenario tan chulo y particular. :)

    PD: También tengo que confesar que, para este tipo de enfrentamientos entre unos pocos y unos muchos, me inclino más por el rezo de Conan a Crom. xD

    ResponderEliminar