Saludos a todos, damas y caballeros.
Tal como es justo y necesario, me he propuesto escribir un relato que cierre adecuadamente la campaña de Gaslands Murcia is a Lie Refuelled, cuya última partida, que tenéis aquí, fue un auténtico pepino. No obstante, a medida que iba pensando en el relato me he dado cuenta de que me llamaba más la atención hacerlo, no tanto sobre lo que ya ha sucedido (aunque desde luego habrá de eso) sino sobre lo que está por venir.
No sabemos cuándo comenzaremos esa siguiente campaña. Ya tenemos pensado el nombre, que guarda relación geográfica con el Murcia is a lie, y que me parece una auténtica genialidad como todo lo que sale de la cabeza de Malvador. Y tenemos también definidas algunas de las facciones, particularmente las que usaremos Fornidson y yo, y que tiene la gracia de que va a llevar a enfrentarse a los dos personajes multiverso por excelencia de este blog. Uno es Godred Crovan, quien ha sido blitzer norse en Blood Bowl, caudillo de una enfervorizada banda de nórdicos, explorador de mazmorras en plena pandemia y a partir de ahora será saqueador postapocalíptico, y encima existió de verdad. La otra es Chantal, que no necesita demasiada presentación, pero de cuya incursión en el mundo de los coches de choque ya hablé aquí.
Con esto en mente, os dejo con el relato final de la campaña. Espero que os guste.
Sir Kay desconocía el concepto de la precaución. Durante toda su vida como caballero de NeoCamelot, eso era algo que debía tener quienes osaban enfrentarse a ellos, y no al revés. Jamás se le había ocurrido que tuviera que preocuparse por algo, comportarse con mesura o contenerse de alguna manera en su forma de actuar, menos aún si era con el objetivo de preservar su vida. El mundo tras la catástrofe que había acabado con la civilización era duro, pero en NeoCamelot habían podido preservar buena parte del conocimiento antiguo, y eso, unido a su firme determinación e inquebrantable espíritu, hacía que los caballeros-piloto de la Mesa Redonda fueran los más letales del mundo, guerreros cuyas habilidades marciales eran incomparables.
Sin embargo, a medida que se adentraba en el sombrío bosque radioactivo, Sir Kay empezó a pensar que quizá la precaución no era del todo inservible.
Imagen de J G Hart |
Parte de la razón por la que los caballeros de NeoCamelot habían obtenido la primacía militar en aquel mundo era porque habían triunfado sobre aquellos enemigos que habían pretendido disputársela. Su enemigo más enconado, la Orden del Dragón, había sido derrotado varios años atrás, y desde entonces jamás nadie había osado disputar su poder. Tampoco había sido necesario, pues NeoCamelot no era una potencia expansionista, y las demás facciones que trataban de recomponer la vida tras la catástrofe subsistían en un cierto equilibrio en que cada cual hacía lo que podía y quería para sobrevivir, sin grandes conflictos entre ellas. Eso era posible en buena medida por la labor de vigilancia llevada a cabo por NeoCamelot, los cazadores de bestias de Misericordia y alguna otra facción, que se habían autoimpuesto la labor de librar el páramo de cualquier amenaza, labor que indirectamente favorecía a otros enclaves menores al permitirles prosperar.
Sin embargo, la Orden del Dragón había renacido, y con ello el precario entramado de alianzas, implícitas o explícitas, había saltado por los aires. Los caballeros-piloto y los enigmáticos cazadores de bestias habían tenido que dedicar sus esfuerzos a contener las depredaciones de los sanguinarios y poderosos siervos del Dragón, y con su vigilancia disminuida otras facciones habían prosperado. En algunos casos eso había tenido efectos positivos: los Turbloflame & Malvador Motors habían aumentado su influencia y atraído a muchos jóvenes a su causa, y aunque eran un grupo de tarados con un serio problema de adicción a la velocidad y a muchas de las drogas conocidas, eran trozos de pan sin maldad ni afán de destrucción. En otros casos, su efecto era indeterminado: Jaume Bon se había proclamado el piloto más habilidoso en las carreras, aunque nadie sabía ni quién era, ni a quién servía, y por tanto cuáles eran sus auténticos objetivos. Y, finalmente, había situaciones en que el vacío de poder había abierto puertas demasiado peligrosas: tal era el caso del C.H.E.R.N.O.B.Y.L, cuyos científicos no parecían haber aprendido nada de la catástrofe y seguían llevando a cabo experimentos cada vez más arriesgados sin preocupase ni siquiera mínimamente por los posibles efectos que pudieran tener en los habitantes del páramo, que para ellos no eran más que otro sujeto de estudio.
Imagen de Nachson Rubel |
Todo eso serían problemas con los que tendrían que lidiar en el futuro, pues el presente estaba copado exclusivamente por el Dragón y sus siniestros caballeros... cuya conducta, además, comenzaba a ser de lo más intrigante. Tras unas semanas en que se habían mostrado con toda su fuerza y habían atacado varios asentamientos, e incluso a los propios caballeros-piloto de NeoCamelot, habían pasado a una extraña calma en la que apenas se dejaban ver. Dado que esa calma no había venido precedida de ninguna derrota en combate, resultaba extraño que hubieran renunciado a mantener el ímpetu de su ofensiva, y debía haber una buena razón para ello... una razón que, probablemente, no iba a gustar nada a los caballeros de la Mesa Redonda.
Algunos exploradores al servicio de NeoCamelot habían descubierto a los siervos del Dragón entrando en un bosque radioactivo que se encontraba en el extremo oriental de aquellas tierras. Era un lugar sombrío, poblado por incontables horrores mutados y sumamente hostil para cualquier forma de vida. Era una herida abierta en la región, adonde solo se adentraban los más valientes, y solo si era completamente necesario. Sir Kay era valiente, y creía que lo que hacía era necesario... pero le habría gustado estar muy, muy lejos de allí.
Los antiguos relatos de NeoCamelot hablaban de un mal ancestral que había sido expulsado a aquel lugar remoto, desde el que estaría tramando su venganza contra los caballeros-piloto. Una bruja, una adoradora de los demonios que tenía inexplicables e inquietantes poderes. Lo peor era que se suponía que había sido una dama de la corte de NeoCamelot y que había llevado a cabo innombrables rituales en su sagrado suelo antes de ser descubierta, pero logró huir antes de recibir el justo castigo por sus pecados. Sin embargo, eso había sido mucho tiempo atrás, y no se había vuelto a saber de ella. Con un poco de suerte habría muerto presa de la radioactividad o de alguna de las bestias del bosque. Todos en NeoCamelot contaban con ello, aunque solo fuera porque era lo que deseaban creer. En cualquier caso, lo cierto era que los caballeros del Dragón estaban confluyendo en aquel punto, y debía haber alguna razón para ello.
Mientras avanzaba a bajas revoluciones con su vehículo por lo que parecía ser un camino aceptablemente firme, Sir Kay se mostraba atento a cualquier señal que pudiera indicar la presencia de sus enemigos. El camino parecía haber sido transitado hacía no demasiado tiempo, pues la tierra, húmeda por las filtraciones de agua fétida procedente de los pantanos circundantes, mostraba huellas de vehículos. El caballero-piloto no tuvo que avanzar demasiado hasta que vio, a lo lejos, lo que parecía una casa destartalada con un techo curiosamente puntiagudo, de cuya chimenea emanaba un humo negro como el pecado. Allí, aparcado frente a la casa, se encontraba uno de los coches que mostraba los símbolos heráldicos del Dragón.
Sir Kay dudó entre acercarse más para investigar a quién pertenecía esa casa, aunque tenía sospechas que probablemente estarían bien fundadas, o dar marcha atrás para no caer en una trampa. No obstante, no pudo llegar a tomar una decisión: apenas hubo visto la amenazadora construcción, notó un descenso marcado de la temperatura, y una sensación de inquietud de lo más espeluznante. Sorprendido ante un temor tan repentino, trató de dar marcha atrás, pero las marchas de su coche no respondían, como si aquel temor informe hubiera atenazado también a la máquina. Sintió como si algo incorpóreo lo atravesara... parecía un vehículo, pero no se había producido ningún choque, simplemente una ráfaga de aire de ultratumba que le había helado los huesos. Vio cómo los muchos crucifijos e iconos de su coche se ponían al rojo vivo al paso de aquella aparición, como si estuvieran tratando de expulsar a un espíritu maligno.
Aquello apenas duró un segundo, al término del cual todo volvió a la aparente quietud. Sir Kay trató de relajarse, y casi lo había conseguido cuando vio a lo lejos, entre los árboles deformes y raquíticos y la neblina amarillenta, el rostro de una mujer. Era un rostro precioso, pero lleno de maldad. Sabía muy bien a quién pertenecía.
Sir Kay dio marcha atrás con su vehículo y se alejó lo más rápido que pudo de aquel lugar infernal. La bruja había regresado.
Imagen de Egor Kapustin |
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