sábado, 20 de febrero de 2021

La Princesa de los Malditos

Saludos a todos, damas y caballeros.

Hace cosa de un año, en mi entrada de la escalada de febrero de 2020 (¡antes de la pandemia!) dije que había escrito un relato de presentación de Zamira, una de las amantes de Chantal, pero que lo publicaría cuando finalmente me llegara la miniatura y la pintara. Esperaba que tal cosa sucediera en abril del año pasado, porque era de un Kickstarter cuya fecha de entrega prevista era para entonces, pero las circunstancias por todos conocidas han hecho que se retrasara hasta principios de este año. Cosa por otra parte comprensible en el contexto en el que nos movemos.

Imagen de Kosa Zsolt

Así que, finalmente, puedo ofrecer la presentación de Zamira, la Señora de los Malditos, la Esclavista de Lashiek. Junto a ella han venido unas veinte "bailarinas guerreras" árabes a las que usaré como necrófagos y a las que iré pintando poco a poco para reemplazar a los que tengo de GW, que son feos como el pecado. En cuanto a la cábala de Chantal, seguramente Zamira será la última integrante que añada, aunque en realidad estas chicas no son más que una excusa para comprarme miniaturas de brujas o de hechiceras en general que me gusten, con lo que quién sabe, siempre hay hueco para una (docena) más.

Os dejo con el relato. Espero que os guste.

Zamira avanzaba al ritmo de su excitación por las voluptuosas calles de Lashiek. Pese a haber nacido allí, hacía tiempo que sus pies no recorrían esos caminos atestados de calor, luz, olor a especias, a vino y a azahar. La hermosa árabe había pasado las últimas semanas bajo parajes muy, muy diferentes: en la terrible oscuridad de los desiertos nunca muertos, bajo la acongojadora sombra de monumentos esculpidos hace eones, perdida en el asfixiante horror de ciudades malditas en medio de la nada. Encontrarse de nuevo entre seres humanos vivos suponía un cambio extraordinario y no necesariamente a mejor, pero el retorno a su ciudad había traído consigo la promesa de una belleza y un poder irresistibles. Y por ello, pese a su aturdimiento ante la sobrecarga sensorial, caminaba ansiosa hacia su destino.

Zamira había contemplado los restos de la condenada ciudad de Ma´arra. El lugar maldito arrasado por los cruzados, quienes tras semanas de aislamiento perdieron el juicio y comenzaron a alimentarse de carne y sangre humanas. Ya solo quedaban horrendas tribus de necrófagos viviendo allí, y Zamira había participado en sus depravados rituales caníbales una vez superado el espanto que le supuso saber que, en el fondo, disfrutaba de semejantes actos abominables. Pero el motivo de su viaje escondía otro propósito, que era el de seguir los pasos de quien quería considerar como su mentora, la nigromante antaño conocida como “El Ojo de las Sombras”.

Pues Zamira, la de los pies ligeros, había conocido de la existencia de esta hechicera hablando con terribles sombras del desierto, seres cuya memoria jamás se agotaba, y que exigían un alto pago por sus conocimientos. De boca de esas entidades, y de los pocos pergaminos blasfemos que se habían salvado de la quema, descubrió la existencia del Ojo de las Sombras, la nigromante cuyas perversiones, tanto mágicas como sexuales, le habían valido el destierro de su Arabia natal. Reconociendo en ella a un espíritu afín, Zamira siguió sus pasos, que le llevaron a la ciudad de Ma´arra. Allí, las sombras embrujadas con las que pudo hablar tras complacer a los necrófagos le dijeron que el Ojo de las Sombras había huido al Norte, a un sitio al que llamaron “La Ciudad de los Condenados”, y que allí había tenido dos hijas, de las cuales una pasó a dominar a los muertos, y la otra se unió a ellos.

Imagen de J Alexander

Las palabras de las sombras eran engañosas, pero Zamira, llevada por su oscuro deseo, recurrió a quienes sabía que tendrían respuestas. Volviendo al desierto esperó durante largas noches, bajo las imposibles lunas que bañaban el inmenso vacío, hasta que una caravana de estríganos apareció por los caminos. Zamira sabía que este pueblo errante aparecía por todas partes, y que no les sería difícil contactar con alguien que conociera a la hija del Ojo de las Sombras, si es que vivía. Cuando acamparon, a la caída de la noche, Zamira se adentró en su campamento. La luz de las hogueras desveló su hermosura, y la vidente estrígana, una mujer joven y oscura, quedó prendada de la joven árabe. La noche trajo la lujuria y, tras eso, al amanecer Zamira obtuvo la promesa de que recibiría noticias sobre la mujer a la que buscaba, si es que existía.

La árabe no se había equivocado al contar con los estríganos. Pocas semanas después, una vez retornada a Lashiek, Zamira recibió un mensaje informándole de que una emisaria de la Maestra de la Carne hablaría con ella en la tetería cercana al mercado de esclavos. Pensando que la tal Maestra de la Carne podía ser esa hija perdida del Ojo de las Sombras, Zamira se puso inmediatamente en marcha, zambulléndose en las ajetreadas calles de la ciudad que había sido maldecida con el nacimiento de semejante bruja entre sus muros.

La nigromante llegó finalmente al mercado de esclavos. El tráfico de esclavos era la base de la economía de Lashiek, el mayor puerto esclavista del mundo, solo superado por la infame Karond Kar en la lejana Naggaroth. La propia Zamira conocía bien el mercado, pues eran muchas las tardes que había pasado deambulando entre los horrendos puestos, deleitándose en la vista de las muchachas capturadas en incursiones en Estalia, Tilea y más allá. Cada vez que reunía algo de dinero compraba a alguna de ellas, y la servidumbre a las que eran sometidas no acababa con la muerte. Pero en aquel momento apenas dirigió una fugaz mirada antes de entrar en la tetería que la mensajera le había indicado.

El lugar era curiosamente claro y abierto, con cantarinas fuentes aquí y allá, aroma a plantas y opiáceos exóticos, y saturado por el trinar de loros, cacatúas y otras especies extravagantes. Zamira logró traspasar las puertas, pero al poco de avanzar, un esclavo semidesnudo, de tez morena y enormemente fornido, la interceptó. Aquel no era lugar para ella.

“Vengo a ver a una emisaria de la Maestra de la Carne” dijo Zamira con firmeza.

Imagen de Lothar Zhou

La nigromante no sabía a quién se refería exactamente, pero el esclavo debía saberlo, pues con un ligero estremecimiento se apartó y señaló a una mesa. Zamira se dirigió hacia allí, y al acercarse vio a la mujer más hermosa que hubiera conocido en su vida, una chica joven con largos cabellos castaños, piel clara, ojos verdes y unos labios carnosos por los que muchos matarían. Vestía con una larga túnica verde, ligera y semitransparente, adecuada para el clima de Lashiek y para estimular el deseo de quienes se cruzaran con ella. Zamira se sintió honrada, y también excitada, de poder estar un rato con aquella preciosidad.

Al llegar a su mesa, la mujer preguntó:

“¿Sois Zamira, la amiga de los estríganos?”

Ella asintió, mirando a los ojos a la emisaria. Eran realmente bellos.

“Sentáos”

Zamira obedeció, y cuando la emisaria dio pie con un gesto vago a que hablara, preguntó:

“¿Quién es la Maestra de la Carne? ¿Es realmente hija del Ojo de las Sombras?”

La emisaria sonrió, una sonrisa pícara pero a la vez terriblemente cruel.

“La Maestra de la Carne es mi señora, y señora de muchos otros, vivos y muertos. En cuanto a si es hija del Ojo de las Sombras… no lo es en un sentido literal, pero creo fue ella quien la convirtió en lo que es. Con lo que, en cierto modo, sí es su heredera”

Zamira sintió que su corazón se aceleraba ante la revelación. Estaba cerca de ver a alguien que hubiera conocido en persona al Ojo de las Sombras.

“Pero la Maestra de la Carne es también…” y bajando la voz, susurró “¿una nigromante?”

“Así es” respondió la emisaria con tranquilidad, como si hubiera dicho que era una cocinera. “Ella, y su cábala, son todas nigromantes”

“¿Su cábala?”

“Sus amantes predilectas. Las que hemos estado con ella desde el comienzo, algunas desde que abandonó la Ciudad de los Condenados. Las mujeres más hermosas, venidas de todas partes del mundo, todas ellas capaces hechiceras… excepto yo. Pero le sirvo… de otras formas”

Imagen de Aly Fell

La sonrisa posterior de la emisaria no dejó lugar a dudar que había derramado mucha, mucha sangre. Cualquiera se habría estremecido ante esa sonrisa, por hermosos que fueran los labios en que se enmarcaban. A Zamira le excitó. Casi sin darse cuenta de lo que hacía, preguntó:

“¿Qué debería hacer para unirme a vosotras, y conocer a aquella que aprendió del Ojo de las Sombras?”

“Yo soy su emisaria. Si estoy hablando contigo y no has muerto, es porque le interesas. Aunque en última instancia será ella quien decida. Deberás encontrar su fortaleza, aunque no te será difícil. Los estríganos te ayudarán con ello, seguramente. Después te encontrarás con la Ladrona de Almas, su preferida, la primera a la que conoció. Ella te probará, en un sentido muy literal… si sobrevives a ella, será mi propia señora quien te ponga a prueba. Y si sobrevives, y te considera digna, serás una de las nuestras”.

Las palabras de la emisaria eran de hielo y muerte. Tras su promesa de placeres carnales había una evidente amenaza de sufrimiento y tortura, y todo ello estaba bañado de una innegable demencia. A Zamira no le importó. Ella compartía esa locura.

“No te retrases” recomendó la emisaria.  “Si dejas que lleguen las primeras nieves, no podrás acceder a su santuario”.

La emisaria se levantó para marcharse, pero Zamira, quien en su locura se sentía de pronto incapaz de soportar su ausencia, se levantó también y la cogió de la mano. Fue un toque suave, pero la emisaria se tensó. No estaba acostumbrada a que la tocaran sin su permiso. No obstante, al ver la desesperación en los ojos de la árabe se relajó. No le haría ningún daño.

“Dime al menos cómo te llamas” dijo Zamira

La emisaria sonrió, y respondió:

“Sarai. Mi nombre es Sarai”

“Sarai… ¿qué regalo puede ser adecuado para tu señora?”

La emisaria esbozó una tétrica sonrisa y contestó:

“Bueno… le gustan las estríganas”

Zamira, la Princesa de los Malditos

5 comentarios:

  1. Gran añadido a un trasfondo ya rico en contenido. Se nos acumulan las locas que matar...

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    1. ¡Muchas gracias! La verdad es que sí, es una amplia colección de malajes... Y eso que tres murieron en Mordheim, pero siempre hay más hechiceras dispuestas a unirse a Chantal (o lo que es lo mismo, miniaturas que me gustan xD)

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  2. Nunca hay suficientes brujas con calabazas y gorros picudos.

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  3. Que no falten hechiceras ni trasfondos guapos. Y menos aún minis que nos gusten.
    Un saludo

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    1. ¡Gracias! No faltarán, ni relatos ni, sobre todo, miniaturas molonas... si acaso faltará el dinero para comprarlas, el espacio para almacenarlas y el tiempo para pintarlas xD. Esa es la maldición del friki!!

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