martes, 15 de octubre de 2024

Sombras en Concilium

Saludos a todos, damas y caballeros.

Ésta es una semana muy cargada con cosas de Infinity, dado que están saliendo vídeos diarios sobre la nueva edición del juego. Yo quiero aportar mi granito de arena, que no va a ser comentando novedades, reglas o decisiones de Corvus Belli, para lo cual ya hay mucha gente muy buena, sino escribiendo Trasfondo. Para lo cual seguramente también habrá mucha gente muy buena, pero yo estoy en esto para contar mis batallitas y eso es lo que toca ahora.

Concretamente, esta batallita versa sobre la partida que echamos hace unos días Chernov y yo, dentro de la campaña "Una daga en la oscuridad". Como dije, esa campaña se comenzó en 2022, pero es que para algunas cosas somos lentos y eso provoca que nos hayamos quedado incluso un poco desactualizados, pues el Trasfondo en que se enmarca (el ataque del Ejército Combinado sobre Concilium) ya se resolvió y ha quedado superado. Tengo muchas, muchas ganas de ver el Trasfondo que tendrá la nueva edición e incluso quizá hacer una entrada dedicada al Trasfondo de Infinity, pues para mí han resuelto de forma muy inteligente el problema de tener una megaamenaza que tarde o temprano destruirá la civilización. Desde luego con mucha mayor inteligencia que GW y el Fin de los Tiempos, ejem ejem.

Pero bueno, todo se andará. Mientras tanto, sirva esta pequeña aportación en forma de relatillo propio, que espero que os guste.

SOMBRAS EN CONCILIUM

El hermano Klaus, de la Orden Teutónica, recorría nerviosamente con la mirada cada una de las esquinas y recovecos del hangar. Había varias cosas que le abrumaban en aquella mañana lluviosa, entre ellas la magnitud de la propia instalación, acondicionada para recibir naves de enorme tamaño cargadas de burócratas y material. El aerodeslizador cuya llegada se esperaba de forma inminente era mucho más pequeño, pero la importancia de su ocupante era gigantesca, pues se trataba nada menos que de uno de los principales maestres de la Orden de Santiago. La organización panoceánica encargada de velar por la seguridad de los caminos en la Esfera Humana constituía una de las más importantes fuerzas de combate aeroespacial, y su papel en la defensa de Concilium frente a la ofensiva del Ejército Combinado era crucial.

Esa era otra de las cosas que abrumaba al hermano Klaus aquella mañana. Al tratarse de un representante de PanOceanía, las autoridades de Concilium habían delegado su protección exclusivamente en fuerzas de la Hiperpotencia, como forma de eliminar suspicacias. Incluso en el terrible contexto de una amenaza contra la existencia misma de la Humanidad podía haber acciones oportunistas de potencias rivales que quisieran aprovechar la ocasión para dañar a otro Estado, pues la tentación de la política y la ruindad del alma humana no podían ser descartadas. Sin embargo, casi todas las fuerzas militares de su nación estaban movilizadas para combatir en el frente, y había caído sobre él la tarea de asegurar el aterrizaje del maestre de la Orden. Tenía experiencia en esa clase de operaciones, pero nunca como oficial al mando, y ejercer el liderazgo por primera vez en esas circunstancias de tensión apenas contenida no ayudaba.

"El aerodeslizador del maestre Alfonso ha entrado en la atmósfera. El tiempo de aterrizaje estimado es de seis minutos y dieciocho segundos"

Quien había pronunciado esas palabras era el hermano Rodrigo, también de la Orden de Santiago y alguien junto a quien el hermano Klaus había combatido en incontables ocasiones. Lo había visto morir en muchas batallas, pero por suerte nunca había sido una Muerte Verdadera, y su experiencia en combate era incomparable, no solo el físico sino también el cuantrónico. Le resultaba tranquilizador tenerlo cerca, y el propio hermano Rodrigo había tratado de transmitir esa tranquilidad al hablar, sabedor de que el teutón necesitaba toda la calma y afirmación que pudiera encontrar en esas circunstancias.

Una figura invadió su campo visual, una figura que tenía la habilidad de infundir el temor con su sola presencia. Se trataba del hermano Sebastián, de la Orden de Predicadores, los Domini canes. Pese a que sus rasgos estaban completamente ocultos tras su capucha y su casco, el hermano Klaus no tenía duda alguna de que su expresión era inquisitiva, siempre acechante. Su apariencia podía tener un cierto aire medieval, pero su visor era una muestra de la tecnología más avanzada que existía en la Esfera Humana, y nada podía escapar a su mirada.

"¿Se ha detectado presencia enemiga, hermano Sebastián?"

El dominico negó con la cabeza.

"No en el hangar, aunque hay combates en las inmediaciones. De momento están controlados. La operación de aterrizaje no está comprometida"

La presencia de los sabuesos del Señor siempre era bienvenida, pero especialmente en una guerra como aquella, en que la amenaza de infiltración por parte de los temibles agentes especulares Shasvastii era constante. De las muchas armas terribles de las que disponía el Ejército Combinado en su guerra contra la Humanidad, la paranoia no era menos efectiva, y los dominicos eran el arma que la contrarrestaba, el bastión de Fe al que agarrarse para no sucumbir a la locura.

"Cinco minutos hasta el aterrizaje" dijo el hermano Rodrigo.

El hermano Klaus sintió la tentación de relajarse, pero su entrenamiento y su experiencia le decían que eso era un error que no debía cometer, pues en cualquier momento podía surgir un problema. Y así fue. Un chasquido de estática procedente del comunicador del hermano Sebastián le puso en guardia, intuyendo que era el anticipo de noticias que desearía no tener que escuchar.

"Hemos identificado enemigos infiltrados en el perímetro del hangar. Establecemos contacto"

La voz pertenecía al líder de la patrulla de Hospitalarios que se encontraban vigilando el hangar. Desde el principio contaban con que el Ejército Combinado sabían que el maestre de la Orden de Santiago iba a llegar a Concilium. Hacía tiempo que, ante la extraordinaria capacidad de espionaje de sus enemigos, los humanos simplemente habían asumido que éste conocía todos sus movimientos. También habían contado con que las fuerzas enemigas tratarían de entrar por la fuerza cuando se estuviera produciendo el aterrizaje. Podían haber intentado derribar su aeronave, pero por el momento el dominio de los cielos estaba de parte de la Humanidad y, además, el maestre era más valioso con vida para poder extraerle información sobre la capacidad operativa de la Armada panoceánica.

Incluso estaban preparados para que los asaltantes lograran abrirse paso a través del perímetro de seguridad y alcanzaran la zona designada de aterrizaje. El hermano Klaus había deseado que ese momento jamás hubiera llegado, pero lo había hecho y tenía que afrontarlo con la mayor diligencia posible. Su voz sonó decidida cuando comenzó a impartir órdenes:

"Hermano Rodrigo, comience los protocolos de combate cuantrónico. Debemos proteger nuestras comunicaciones, máxima letalidad"

El caballero de Santiago asintió. 

"Hermanos trinitarios, desplieguen dispositivos de ocultación termo-óptica. Hermano Joao, vigile la ruta de entrada y no desvele su posición mientras no tenga un disparo claro"

El teutón agradecía contar con la ayuda de tres trinitarios, especialmente del hermano Joao, quien con su fusil de francotirador sería una amenaza insuperable para todo atacante que actuara sin la mayor de las precauciones.

"Hermano Sebastián, llévame a la posición donde se ha establecido contacto con el enemigo. No permitiremos que ninguno llegue con vida a este lugar"

De nuevo le pareció que podía ver el rostro del dominico, y, en esta ocasión, sabía que su expresión dibujaba una sonrisa de violenta satisfacción. 

"Deus Vult, hermano"

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