Saludos a todos, damas y caballeros.
"Ojalá que vivas tiempos interesantes" es en China una maldición, según dicen. Bueno, lo cierto es que estamos viviendo tiempos interesantes por culpa de un bicho que procede de China, para redondear la ironía. Puede parecer una gilipollez y seguramente lo sea, pero creo que en momentos así, sombríos y de incertidumbre, el frikismo es una vía de escape muy buena. Por circunstancias personales viví muy de cerca el alzamiento del Estado Islámico en Iraq, y todos los días lo primero que hacía al despertarme era leer partes de guerra y cifras de bajas. Pero yo no soy militar ni nada semejante y no podía influir directamente en lo que estaba sucediendo, así que las horas muertas las mataba leyendo frikadas. Aquello no disminuía en nada la gravedad de la situación, pero me servía para el sano ejercicio de evadirme un poco y regresar a momentos en los que no tenía esas preocupaciones ni esos miedos.
Hoy los hijos de puta del Estado Islámico están muertos, y el virus también caerá tarde o temprano. Esto quedará escrito y espero que dentro de unos meses o años pueda releer la entrada y alegrarme de saber que todo ha terminado. Mientras tanto y hasta que termine, que lo hará, seguiremos colgando cosas.
Concretamente hoy traigo otro relato de mis orkos sosiales, esa panda de cafres que ya os presenté y que por ser especialmente cómicos (como nunca debieron dejar de ser los orkos) pueden ser adecuados para sacar una sonrisa en esta situación. Espero que os guste y os anime.
La vida
transcurría apacible en Poso Sosial, cuyos habitantes y negocios crecían día
tras día. Las noticias sobre el descubrimiento de benefisio sosial en
“Akiaipiñoh” se habían extendido rápidamente por Vandalucía, y muchos orkos
sosiales habían emprendido la peregrinación hacia el planeta, abriéndose y
cerrándose negocios con una velocidad pasmosa: armerías, talleres de mekánikos,
tabernas, gasolineras… el Poso Sosial era un hervidero de actividad, y buena
parte de esas empresas se habían establecido en el Merkado Libre, ligeramente a
las afueras de la zona más “residencial” de Poso Sosial. Con ello se lograban
generar economías de aglomeración, y aunque esto habría resultado evidente para
cualquier economista humano, ningún orko sosial a quien le hubieran trasladado
este concepto habría entendido un carajo, pese a lo cual lo aplicaban
intuitivamente.
Como buen orko
sosial y Luna Malvada, Krukskul disfrutaba de ese ambiente de emprendimiento y
libre merkao, especialmente porque, siendo él un pionero en “Akiaipiñoh”, los
recién llegados solían consultarle y le guardaban gran respeto. Pero había algo
que ensombrecía su ánimo, y era la presencia de humanos en el planeta, que
también se estaba intensificando. Además de los piratas con los que se había
encontrado en su primera escaramuza en los desiertos, habían aparecido también
unos mercenarios de apariencia muy profesional y equipo muy cuidado que se
hacían llamar a sí mismos el “Equipo Saar”, además de unos militares renegados
que parecían haber adquirido algún contrato en Solitus, la ciudad humana que se
alzaba a varios centenares de kilómetros al sur del Poso Sosial. Tampoco es que
ninguno de ellos hubiera hecho nada extraño, al menos que supiera, pero
Krukskul tendía a desconfiar de los humanos. Siempre tenían necesidad de
establecer estructuras políticas, de obligar a los demás a hacer cosas para
sentirse poderosos. Como le había dicho una vez el Megabrutal Assosiate
Grashkurgh, su mentor:
“Mira sosio, loh sorrosaoh son así porke tienen miedo a
tó: ar de al lao, ar de máh allá, al fontanero ar butanero a su padre… y por
eso no puen ser libreh ni dehar ke nadie lo sea. Siempre se piensan ke arguien
leh va a surrar. Así ke si se ponen tontakoh súrraleh y daleh la razón,
juarjuarjuar"
“Grashkurgh,
ké lihto era er jodío”, pensó Krukskul mientras bebía sus jarras de rebuhito de
hongos en “Er Bien Pagao”. “Luego se fue a buhkar tesoroh raroh desoh ar
fondoermar y desapareció, a saber lo ke pilló por ahí er hijoputa…”
En esas estaba
discurriendo Krukskul cuando entró en la taberna Rotfang, uno de los mekánikoh
recién llegados de Vandalucía. El tío se había montado un buen taller a las
afueras incluso del Poso Sosial, con su propio generador y su depósito de
combustible. Desde luego la demanda de vehículos y armamento era cada vez
mayor, con lo que a Krukskul le sorprendió verle en la taberna y no en el
taller. Aún más se sorprendió cuando vio que le preguntaba al tabernero por él,
y finalmente llegó a donde estaba sentado y, al tiempo que se sentaba, le
preguntó:
"¿Tú ereh Krukskul?"
El Brutal
Assosiate se encendió un puraco y respondió lacónicamente:
"Hil."
"Guay. Mira, tú sabeh ke tengo un taller muy majo
a unoh sinkuenta kilómetroh de akí…"
"Hil."
"Poh veráh, ehtoy pensando ke loh sonrosaoh de
mierda kieren atakarlo… loh he vihto rondando por ahí con malah intensioneh. No
ehtoy seguro y no kiero tampoko liarme a tiroh así porke sí, m´entiendeh… pero
tampoko kiero perder el taller pisha, tengo musho kapital sosial invertido ahí."
"De akuerdo… ké proponeh."
"No sé tron, me vendría bien ke me esháraih un
kable… No ke oh vengáih a vivir konmigo klaro pero ke oh paséih de veh en
kuando o ke mandeh a un par de sosioh pa ke eshen un ojo o argo. Yo oh pago la
gasofa klaro y oh puedo dar argún vehíkulo o argún kañonsiko molón ke tenga por
ahí…"
En ese
momento, Krukskul miró a través de la apestosa humareda verde de su puro a una
mesa cercana, donde el sosio mekániko de su asosiasión, el Manitas Thugsnik, se
dedicaba a la difícil y sumamente técnica tarea de pelar un cacahuete. De
alguna forma logró que el cacahuete acabara alojado en su ojo, y soltando un
lastimero aullido cayó de espaldas, justo al tiempo que un camarero pasaba
cargado con varias jarras de rebuhito de hongos, las cuales acabaron todas en
el suelo derramadas. La pistola que llevaba el camarero al cinto se disparó,
con tal precisión que arrancó la mitad del puro de Krukskul. Éste ni se inmutó,
ni siquiera movió un músculo: se limitó a mirar su puro destruido, suspirar, y
decir con aire melancólico:
"Er kaso eh ke me vendría bien tener argún
mekániko mah, ¿sabeh?"
"¿Kiereh ke noh asosiemoh?"
"Hil."
"Ah bien bien… poh venga, vale."
"Poh lihto."
"Poh hil."
"Poh yahtá."
" Poh hala."
"Vete ar karaho ya pisha."
Las sospechas
de Rotfang no eran infundadas, y Krukskul había acudido a defender el taller
del mekániko… y a sufrir la enésima incidencia con su vehículo, que nada más
comenzar la batalla había decidido estamparse contra el enorme generador que
abastecía de electricidad las instalaciones de Rotfang. Krukskul, con su
tradicional mente calculadora y en un sorprendente arranque de solidaridad,
había analizado muy seriamente en qué medida la destrucción total y violenta de
su mekániko Thugsnik representaría un servicio por el bien de los Orkos
Sosiales y del conjunto de la orcidad, pero los enemigos eran muchos y era
mejor que Thugsnik matara a alguien antes de ser recompensado por su máxima
inutilidad.
Por suerte, los rivales de los orkos también estaban matándose entre
sí. Al parecer el Equipo Saar había sido “contratado” por esos malditos
Gretchnins comunistas que Krukskul conocía y odiaba por encima de todo. Algo le
decía que ese Equipo Saar no cobraría tanto como habían previsto, si es que
llegaban a cobrar algo. Esta extraña alianza, además de enfrentarse a los
orkos, luchaba también contra la coalición de militares renegados y piratas,
los cuales no necesitaban que nadie les apaleara porque ya se estaban
encargando ellos solos de abrirse la crisma saltando innecesariamente hacia el
vacío. Krukskul, con su habitual desconfianza hacia los humanos, no dejaba de
observar la situación para encontrar el sentido oculto que debía tener aquella
forma tan enrevesada de bajar de un vehículo, pero no terminaba de verle la
gracia.
En cualquier
caso, las extravagantes tácticas de guerra de los humanos no tuvieron efecto,
ya que tanto ellos como los Gretchins acabaron retirándose antes la perspectiva
de una carga combinada de los orkos sosiales. Parte
del taller de Rotfang había sido saqueado, pero la mayor parte del mismo seguía
intacto y seguía siendo funcional y operativo, con lo que el kapital sosial del
mekániko estaba, aunque algo disminuido, a salvo. Pese a ello, Krukskul no
estaba del todo tranquilo, y cuando la vista de los vehículos humanos se perdió
en el horizonte se sentó sobre las recalentadas planchas de metal de la
plataforma que unía el generador con el taller y, mientras comenzaba a tragar
con ferocidad cantimplora tras cantimplora de rebuhito de hongos, se puso a
pensar que aquel enfrentamiento iba a ser largo. Esos malditos humanos y su
carencia de comportamiento sosial… menudos malajes. Otra vez iba a ser como
Vandalucía. Cierto que la Junta pretendía cobrarles impuestos y aquellos
piratas, mercenarios y renegados sólo querían robarles, pero al fin y al cabo,
como decía la opinión popular extendida y firmemente creída entre los orkos
sosiales: “Loh Impuehtoh son Robo”. Y por tanto el robo como los impuestos.
Quizá no tan malo, pero…
“Bueno, ehtoh
hijoh de puta ar menoh vienen elloh a kitartelo con suh rifleh, no pretenden ke
vayah tú mihmo a pagarleh, pero vamoh, ke par kaso…”
La solución,
como siempre, pasaba por asosiarse, lo que le recordó:
"¡ROTFANG, CABRONASO! ¡KE TENEMOH UN TRATO TÚ!"
El mekániko se
acercó a Krukskul, dejándose caer a su lado mientras se limpiaba de grasa de
motor y de tortillika de garrapato-kamarón, y tras ello le tendió la zarpa y le
dijo:
" ¿Sosios?"
Krukskul
sonrió y, estrechando la zarpa del mekániko, respondió:
"Sosios."
Yo, hayan pasado los malos tiempos o no en el futuro, reconozco que siempre soltaré una carcajada cuando eche la vista atrás y recuerde esta campaña de Gorkamunda. Esos escenarios sí que fueron "tiempos interesantes"...
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