domingo, 27 de septiembre de 2020

"Mi prrrimo Barbicane..."

 Buenos días a todos.

El otro día Soter publicó un relato que suponía el epílogo de la Segunda Era. Sin embargo, poco después me di cuenta de que existía otro relato escrito por mí y perteneciente a dicha Era que aún no se había publicado. El motivo era que lo escribí expresamente para un contexto que finalmente no llegó a darse, pero eso no quita que pueda añadirse al trasfondo. 

Hubo un determinado momento de la Segunda Era que, por cuestiones de equilibrio, contemplamos la inclusión de una nueva banda, en concreto unos buscadores de tesoros enanos. Sin embargo, al final no llegó a ser necesario recurrir a ellos y por ese motivo no aparecieron en la campaña (y fue una pena, porque era una banda muy carismática, en la que todos los enanos eran parientes entre sí). Sin embargo, yo ya había dejado escrito un breve relato introductorio para meterlos en la historia, coincidiendo con el momento justo después a haber saqueado la Gran Biblioteca de Mordheim y es el que os muestro a continuación.

Como ya hemos comentado en otras ocasiones, en esa Era hubo múltiples referencias literarias, y una de ellas fue el estilo jocoso propio de las novelas de Terry Pratchett. Este relato va en esa dirección, además de hilar con otro personaje de la campaña muy querido por algunos y muy temido y odiado por otros: el ingeniero Barbicane. El por qué de ello es que en algún momento decidimos justificar su desarrollo de +1R por su parentesco con algún antepasado enano, y este relato era la oportunidad perfecta para reforzar esa teoría.

Os dejo por tanto con el relato. Espero que os guste.


Maximilian estaba en el piso superior de lo que antiguamente era la tienda "El vendedor de humo", ahora reconvertida en cuartel general de los Hijos Pródigos, intentando descifrar el mensaje sagrado que le había transmitido Sigmar. Una hora antes, en un arcón custodiado con tres cerrojos en esa misma habitación, se encontraban dos libros que él mismo había declarado herejes; pero no hacía ni veinte minutos, cuando volvió para ejecutar la sentencia (arder en la hoguera, ¿qué otra sentencia podía haber?), los libros se habían transformado, sin duda por el santo poder de su dios. Uno de ellos ahora era el Directorium Inquisitorum, un libro del que había oído hablar pero al que hasta ahora nunca había conseguido acceder, dados los pocos ejemplares que de él circulaban. Éste era un libro santo, escrito para establecer una serie de pautas y directrices a la hora de extraer confesiones a aquellos acusados por herejía, brujería o crímenes similares. Y por lo que había oído su método resultaba muy eficaz. Sin duda Sigmar había querido que tuviera acceso a esa información y por eso había obrado el milagro, purificando uno de los libros malvados para convertirlo en éste. Lo que no acababa de comprender era el porqué del segundo libro. "Normas relativas al ancho de los ejes delanteros en vehículos de tracción animal de cuatro ruedas", decía el título. Quizás Sigmar le estaba ordenando que hiciera una investigación en Sauerlach para ver quién no cumplía los estándares exigidos por la ley. - Bueno - pensó Maximilian -, la ley es la ley y es igual para casi todos, así que aquellos que no la cumplan habrán incurrido en desobediencia a la autoridad y serán castigados, Sigmar lo quiere así.

En esos discurrimientos andaba cuando oyó un sonido rítmico que venía de la ventana abierta. Se oía lejano pero cada vez se iba haciendo más audible, como si se acercara. Además tenía una pequeña melodía, como si se tratara de una canción, aunque la variedad de tonos era un poco pobre. Sonaba algo así como "oro, oro, oro".

El cazador de brujas se asomó a la ventana y vio a un pequeño grupo de enanos que en ese preciso momento llegaban a la puerta principal de Sauerlach. Tres miembros de los Mangas Verdes, la milicia ciudadana que estaba formando tras el ataque hacía dos semanas, salieron al paso y les obligaron a detenerse. Maximilian bajó corriendo para hablar con los recién llegados. Sabía que la diplomacia no era su fuerte, pero desde luego podía ejercitarla mucho mejor que cualquier obtuso guardia.

"Falin, ¿esto qué es? Dijiste que tu prrrimo Barbicane nos daría una bienvenida de reyes" - andaba diciendo uno de ellos a otro con una barba blanca y trenzada.

"Ya lo sé, y mis últimas fuentes me aseguraron que se encontraba en un pueblo llamado Sauerlach, junto con un grupo de colegas suyos probando armamento experimental, que desde luego no creo que sean estos ceporros que guardan la entrada y que a simple vista resulta obvio que no saben distinguir un giroscopio de un calibrador inercial" - y dirigiéndose al guardia más cercano exclamó - "A ver, humano, te repito que no me sé las Doce Oraciones de la Virtud, ¡y maldito el interés que tengo en aprendérmelas! ¡Déjanos ya pasar para que podamos saludar a nuestro primo o te las verás con siete enanos enfurecidos!"

"No hay necesidad de llegar tan lejos, distinguidos viajeros. En Sauerlach siempre habrá un fuego encendido y un barril de cerveza para la raza enana..." - interrumpió Maximilan antes de que la cosa llegara a mayores, y dirigiéndose al guardia añadió - "Sargento Hass, ¿debo recordarle que según el Deus Sigmar y multitud de otros libros sagrados los enanos son el más antiguo aliado del Imperio y siempre serán bienvenidos en él? ¡Váyase a hacer algo productivo, como cortar leña para las piras, antes de que considere mandarlo al cepo! En cuanto a ustedes" - volvió hacia los enanos - "¿a quién tengo el honor de recibir en mi pueb... quiero decir, nuestro pueblo, y cuál es el motivo de su visita? ¿Se encuentran de paso?"

"Me llamo Falin Zhufbaison, y estos son mis amigos y parientes. Somos un grupo de enanos buscadores de aventuras dirigidos por aquí mi primo Dogrinbal." - dijo el enano de la barba trenzada mientras hacía un gesto hacia su compañero más próximo, que inclinó la cabeza en señal de saludo y a lo que Maximilian respondió de igual manera - "Venimos a visitar a un pariente, un nieto de la hermana de mi madre, y que creo que se encuentra aquí."

"Me temo que les han informado mal, no hay enanos en este asentamiento, ni hemos visto uno en mucho tiempo2 - intentó explicar Maximilian.

"¡Oh, no! No es un enano, es un humano, aunque con algo sangre enana, por suerte para él debo añadir" - respondió rápido Falin -. "Hará un mes o así que vino con un grupo de amigos, de la Escuela de Artillería de Nuln me parece. Como ya he dicho, es un primo lejano mío; por lo visto su bisabuela sabía apreciar los encantos y habilidades amorosas de mi abuelo. Y el ser primo mío automáticamente lo convierte en pariente en algún grado de todos mis compañeros aquí presentes, pues todos tenemos familia en común."

"Fornicio, sexo interracial, endogamia..." - la mente de Maximilian todavía no había digerido toda la información que acababa de recibir. El enano seguía explicándole detalladamente qué lazos familiares unían a cada uno de sus compañeros, pero el cazador de brujas todavía no se había recuperado. Examinó a los recién llegados uno por uno, mientras intentaba retomar el hilo de la explicación.

"Y éste es Boli, al que apodamos "el mudo" debido al voto de silencio que hizo cuando tomó el juramento del matador" - continuaba Falin -. "De él no estamos muy seguros de su parentesco, y podríamos saber más si conversara, porque de esa forma a veces encontramos relaciones que desconocíamos. Por ejemplo, yo descubrí hace cuatro días que mi tío materno es yerno del primo de Bórbodum. Además, el hermano de mi abuelo paterno..."

Maximilian había vuelto a perderse. Decidió que sería más fácil englobar a los siete enanos dentro de un grupo llamado "primos-hermanos-tíos propensos a la endogamia". Además, el hecho de que uno de ellos, no sabría decir cuál, continuara canturreando "oro, oro, oro" mientras Falin seguía explicando infructuosamente las relaciones familiares no ayudaba a que se concentrara.

"Y en definitiva, que aprovechando que nos encontrábamos por la zona buscando tesor... esto, aventuras, hemos decidido venir a saludar a nuestro amigo y pariente Barbicane. ¿Seríais tan amable de indicarnos dónde se encuentra?"

"Aventureros enanos en busca de oro... - pensaba rápidamente Maximilian, su cerebro ya recuperado y trabajando a toda velocidad - Eso es interesante, quizás podamos convencerles de que hay muchas riquezas por la zona y conseguir que se unan a nosotros. Tendré que hablar seriamente con Da Vicín sobre el asunto." - Y con una sonrisa inocente se dirigió a los enanos - "¡Por supuesto, mis queridos amigos! Nada me complacería más que acompañarlos hasta él. Síganme por favor. Ignoro si ahora mismo estará presente o si habrá acudido a algún pueblo cercano a vender los muchos tesoros que encontramos periódicamente por la zona. A veces aparecen tantos que suponen un problema, ¿saben? Pero en cualquier caso puedo dirigirlos hasta el lugar donde reside y en donde ahora mismo se encuentra su superior, que seguro que desea tanto como yo hablar con tan distinguidos visitantes. Por cierto, creo que tenemos una vivienda libre en el pueblo, en caso de que quieran prolongar su estancia. Pertenecía a un ciudadano cuyo carro incumplía la normativa sobre ejes delanteros..."

3 comentarios:

  1. "Fornicio, sexo interracial, endogamia..." xD. Qué fenómenos los enanos.

    De Barbicane se nos pasó escribir un relato sobre cuando se volvió majara, le vació el cargador del arcabuz de repetición en el pecho al colega que iba con él en el globo y después se dedicó a tirotear a toda su banda. Sin duda un momento para recordar.

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  2. ¡Coño, es verdad! "El día en que TODO EL MUNDO temió a Barbicane" xD

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  3. Jajaja, gran relato, grandes personajes

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