jueves, 3 de septiembre de 2020

El Caos es Cambio

Saludos a todos, damas y caballeros.

Mordheim es un juego inevitable. Por reglas no es ni mucho menos el mejor juego de escaramuzas medieval que se ha hecho, pero su elemento rolero, su extraordinario Trasfondo y el hecho de que sabes que tus hombres no van a cubrirse de gloria y riquezas sino de muerte y locura, la sensación de que la pregunta no es si tus tropas morirán, sino cuándo, es una auténtica maravilla. Los jovenzuelos y los competitivos pueden buscar juegos con mejores reglas u otros en que no haya que pensar y te venga todo masticado en tarjetas de personajes que no puedes cambiar y limite tu esfuerzo al giro de muñeca para tirar dados, con personajes anónimos de intrascendente muerte. Los sibaritas de esto seguiremos paladeando la demencia de Mordheim.


Entre ellos se encuentran los colegas del Club Antebellum, que tras mucho tiempo de planificación han creado una campaña con unas reglas muy curradas e interesantes. Quizá en algún momento hable de ellas si me lo permiten, pero esta entrada no va sobre eso, sino sobre presentar a la banda de hombres bestia con la que participaré en la campaña en la medida en que pueda. Debo agradecérselo a Emilio, que me permite usar sus miniaturas y así no tengo que preocuparme de mover las mías entre Madrid y Almería. 

Os dejo con el relato. Espero que os guste.

EL CAOS ES CAMBIO

El Caos es cambio. Gothmor lo sabía. Y entre los astados, los hijos primigenios del Caos, el cambio solía producirse de forma violenta.

El chamán de su tribu se encontraba en trance, extasiado frente a la piedra de la manada, temblando furiosamente y echando espumarajos por la boca. En circunstancias normales, alguien hubiera podido pensar que su estado se debía a haberse propasado con las múltiples drogas y setas alucinógenas que había usado para entrar en comunión con los dioses, pero, de alguna forma, Gothmor intuía que el esfuerzo se debía a la extraordinaria naturaleza de aquello cuyo misterio el chamán pretendía desentrañar.

El cometa de dos colas.

Había aparecido varias noches atrás, casi imperceptible al principio, pero últimamente su fulgor era tan potente que iluminaba incluso las sombras más impenetrables de los bosques cercanos a Mordheim. En las pocas ocasiones en que Gothmor había reunido valor suficiente como para acercarse a los muros de la imponente ciudad, había escuchado a los humanos festejando, algo que le llenaba de un odio terriblemente profundo y sincero. Se alegraban porque pensaban que el cometa era una señal de su falso dios, un regalo para ellos, como si necesitaran algo más.

Pero el cometa podía significar muchas cosas, y los humanos podían estar equivocados, al fin y al cabo. Por eso el chamán realizaba aquel ritual. Debían entender la verdadera naturaleza de aquel cuerpo celeste, y a quién bendeciría.

El chamán le había obedecido, pese a que Gothmor no era el caudillo de la Tribu de la Pezuña Ensangrentada. Pero su auténtico líder, Arkogor, hacía tiempo que no escuchaba a los chamanes. La Tribu de la Pezuña Ensangrentada siempre había adorado a los cuatro poderes ruinosos, pero hacía pocas lunas los bestigors, liderados por el iracundo Kharmog, habían recibido una sangrienta revelación y habían pasado a consagrarse en cuerpo y alma a Arkhar el Sabueso, dios de la guerra. Arkogor tenía en alta estima a sus bestigors, en parte por honesto reconocimiento a sus capacidades marciales y en parte porque dependía de ellos para mantener su posición de mando. Por lo que Arkogor comenzaba a inclinarse cada vez más hacia el culto del Sabueso, lo que hacía que sus chamanes quedaran en una mala posición… concretamente, una posición muy cercana a su hacha.

Gothmor, en cambio, no estaba contento con ese rumbo. Pese a que adoraba a todos los poderes, su oscura alma se inclinaba un poco más hacia el Águila, el Arquitecto del Destino, y en todo caso reconocía el valor de la magia y los chamanes a la hora de buscar la supremacía sobre los odiados humanos. Al fin y al cabo, al Sabueso no le importaba de quién fuera la sangre derramada, pero Gothmor se inclinaba a pensar que era mejor que fuera de los humanos antes que suya.


Por tanto, fue Gothmor el primero que vio cómo el ritual se completaba y el chamán caía de espaldas al suelo, resollando con tanta fuerza que parecía que los pulmones le iban a estallar. Arkogor, intrigado, se alojó a lo lejos, intentando no demostrar demasiado interés. Por suerte para él, el chamán habló suficientemente alto y claro:

“Esos imbéciles humanos festejan… pero no deberían, oh no… dentro de seis días el cometa caerá sobre su ciudad, y lo destruirá todo. Sus obras serán ruina, y sobre esa ruina se sentará el Señor Oscuro, el elegido por el Caos para gobernar la tierra corrupta”

Y dejó de hablar, en parte por el esfuerzo, y en parte porque no quería compartir las demás cosas que había visto. No quiso decir que el Señor Oscuro era un desterrado de los dioses, y que no caía solo en ese cometa. Ya haría uso de esa información… cuando fuera necesario.

Gothmor se volvió hacia Arkogor y, con un tono suficientemente violento como para resultar exigente, pero no tanto como para provocar un desafío, le dijo:

“Cuando caiga el cometa, iré a la ciudad de los humanos. Mataré a los que hayan sobrevivido y comunicaré nuestra presencia a ese Señor Oscuro. Quizá nos bendiga… a nuestra tribu… con las recompensas de los dioses”

Arkogor meditó las palabras de su subalterno. No se le pasó por alto que no había pedido permiso, sino que se había limitado a informarle. Pero decidió obviarlo, pues sabía que Gothmor era de sus beligors más rebeldes, y perderlo de vista no sería un problema. Con un poco de suerte, ese Señor Oscuro lo destrozaría y le haría el trabajo sucio. Aunque cabía la posibilidad de que volviera más fuerte…

“Está bien. Pero Kharmog te acompañará”

Gothmor ahogó un rugido de furia ante el pensamiento de tener que ser acompañado por semejante bruto. Era evidente que Arkogor no quería que triunfase, y mandaba a Kharmog para matarlo si obtenía demasiado poder. ¿O quizá era a Kharmog a quién quería ver muerto? No lo sabía, pero no tardaría en descubrirlo. Fuera lo que fuera lo que iba a ser Mordheim tras la caída del cometa, uno de los dos no saldría vivo de allí.

“Que así sea”

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