Saludos a todos, damas y caballeros.
Seguimos para bingo con los relatos de la Segunda Era para Mordheim. En este caso, el epílogo, lo que significa que no quedan más relatos de esta campaña por subir, o al menos no que yo haya escrito. La idea de este epílogo era concluir el arco narrativo tanto de la Segunda Era como de la Primera, que en el fondo están conectadas a través de varios personajes y, de forma destacada, del Rey.
El motivo por el que publico esta entrada es porque quiero tener todo preparado antes de escribir otra entrada sobre Aurelian, el vampiro que lideró mi banda de No Muertos y cuyo arco narrativo ha sido oscurecido a favor del de Chantal, pero que también tiene su miga. Aurelian es el protagonista de este relato, con el telón de fondo de la victoria de los ingenieros de Nuln en la campaña, pero mostrando mucho más. Si os interesa, os recomendaría que, a falta de esa futura entrada sobre Aurelian que clarifique también todo el hilo narrativo del Rey, que os leáis la entrada resumen de la Primera Era. De todos modos os iré enlazando los relatos donde se describen las cuestiones destacadas por si estáis aburridos y queréis echar una tarde leyendo Trasfondo. Total, para como se está poniendo la cosa...
Os dejo con el relato. Espero que os guste.
Aurelian abrió sin esfuerzo los pesados portones de la Cámara Real, la enorme sala dentro de la Torre del Dragón destinada a servir como lugar de audiencias y en general sala de gobierno de Arturo. El Rey se encontraba en el otro extremo de la sala, asomado a la ventana, sin inmutarse por la gélida brisa que procedía del exterior y que congelaba los huesos de los mortales. Ni siquiera se giró cuando el vampiro entró en la habitación. De haberlo hecho habría visto que en el estoico rostro de Aurelian había una sombra de preocupación.
"Majestad" – dijo el vampiro – "debemos abandonar este lugar. Los imperiales están arrasando Villabandido. No tardarán en llegar hasta aquí."
Aurelian había hablado en su tono de voz habitual, que era muy bajo, pero su sonido retumbó por toda la sala. Su acústica estaba diseñada para que no pudiera haber secretos en ella. También era fácil escuchar los sonidos procedentes del exterior, y por ello el vampiro sabía que las noticias que había transmitido no podían sorprender a Arturo. Durante la última hora, la primera de la mañana, se había escuchado el atronador rugido de los cañones imperiales, dedicados con especial entusiasmo a la destrucción del nido de inmundicia que era Villabandido. Sus habitantes habían visto recortarse contra el sol del amanecer la silueta de un auténtico pirado que se había pasado la noche arrastrando un howitzer colina arriba y entonces, culminada su obra, se disponía a llevar muerte y destrucción a sus habitantes. Éstos apenas pudieron murmurar “qué tío más badass” antes de ser obliterados.
Arturo, ensimismado en el sonido de las explosiones lejanas, no respondió.
"Nos reagruparemos en Bad Kreuznach, Majestad. Allí podremos resistir con el apoyo del Caballero de Rivas y de su esposa árabe."
"No" – dijo por fin Arturo.
Aquella palabra fue más contundente que todos los cañonazos anteriores. Aurelian quedó aturdido. Nunca antes el Rey había mostrado tal decisión en oponerse a sus consejeros.
"Yo también deseo combatir, Majestad. Pero estamos en unas circunstancias muy desfavorables. Si nos reunimos con los estalianos y los árabes en Bad Kreuznach, podremos…"
"La lucha terminó para ti, Aurelian."
Arturo se giró. Nada en él había cambiado, pero en sus ojos ardía una maldad que no era natural. Ningún ser humano tendría esa mirada, y menos un chaval de quince años. Aurelian se llevó la mano a la espada, pero no la desenvainó.
"Qué demonios…"
"¿Demonios? Es muy oportuno que digas eso" – dijo Arturo, susurrando con una voz que arrastraba los ecos de agonía de miles de almas mientras avanzaba hacia el vampiro -. "Sí, todo esto, esta ciudad… está llena de demonios."
"¿Qué sois y qué habéis hecho con el Rey?"
"YO SOY TU REY"
Cualquier ser vivo se había arrodillado de puro terror al oír aquella voz. Pero Aurelian era un caballero de Abhorash, y no se inmutó.
"Ha sido todo muy conveniente, ¿verdad?" – continuó el ser impío -. "Recuerda cómo comenzó todo. El Caballero de Rivas vino aquí sencillamente para acompañar a su mujer, quien a su vez vino aquí sencillamente para hacer dinero. Los príncipes-mercaderes árabes son así. Nadie esperaba a ningún Rey, nadie imaginaba que una profecía se haría realidad ante ellos. Y de pronto, cuando Trifón entrega su alma al Príncipe Oscuro, cuando Gunnar completa aquel ritual… aparece un Rey. El Rey. El objeto de vuestro… deseo."
"¿Pero qué clase de historia me estás contando?"
"Oh vamos, vamos… incluso un ser incompleto y mutilado como sois los vampiros podéis atar un par de cabos. El ritual. Ese ritual liberó una inmensa cantidad de energía mágica, pero parte fue en una dirección… incorrecta."
"Al Brujo" – dijo Aurelian ante la pausa de aquel ente.
"¡Muy bien! No eres todo músculo y sin cerebro. Sí, al Brujo. Un hombre muy válido, pero cuyas lealtades están confundidas. Verás, supongo que crees saber qué cayó aquí en Mordheim. Supongo que crees saber quién es el Señor Oscuro. Pero no lo sabes. Ese demonio creyó que podía desafiar a los dioses, y su caída aquí no es un castigo para Mordheim, sino para él. Un destierro de los planos celestes del Caos para castigar su soberbia. Pero el Brujo le sirve, y esa servidumbre le da poder al demonio. Conseguimos quitarlo de en medio, pero no matarlo, y después Gunnar lo revivió…"
"Veo que tus siervos no tienen ni puñetera idea de lo que hacen" – dijo Aurelian, quien empezaba a vislumbrar, como en una pesadilla, lo que estaba sucediendo.
"Oh, Gunnar nunca ha sabido realmente lo que hace. Adora a la Serpiente, claro, pero es una cosa más bien casual… la adora porque tiene que adorar a alguien, pero no la entiende. La Serpiente no es para él más que una excusa para beber y fornicar. Que no está mal, claro, pero… Thorvald, en cambio… él comprende la naturaleza de Sharnoor. Y comprendió muy bien que su ritual había traído consecuencias indeseables. Por eso él permaneció en Mordheim, tenía que arreglar lo que había roto. Por eso me llamó…"
"¿Qué eres? ¿Qué has hecho con el Rey? Es la segunda vez que lo pregunto, maldito engendro."
"Te lo estoy diciendo, vampiro cabezota. Yo soy tu Rey. Yo soy el señuelo que trajimos aquí para que te enfrentaras al Brujo y pudiéramos evitar que el Señor Oscuro escapara de su cautiverio. Puedes intentar ignorar esto cuanto quieras, como tu especie intenta negar el Caos, pero no hay otra verdad. Yo soy el ídolo ante el que te has postrado esperando una redención imposible. ¡Yo he jugado con tu alma como si fuera un niño con una peonza! ¡YO SOY TU SEÑOR!"
"Mientes."
"Aférrate a esa esperanza cuanto puedas, patético ser. Es la última que te queda, y cuando desaparezca, como han desaparecido todas las anteriores, verás que la única redención posible está en los brazos del Príncipe Oscuro."
Entonces, todo cambió. La mutación que reptaba bajo la piel del ser que decía ser Arturo no podía ser contenida más, y su forma se distorsionó de manera horripilante, con un estruendo de huesos crujiendo y agonía placentera. Los músculos se tensaron, extrañas e innombrables protuberancias crecieron, un olor mezcla de éxtasis y podredumbre inundó la sala, que comenzó a cambiar también. Con un rugido de ira, un demonio rasgó el cuerpo de Arturo y se transformó en un ser titánico, de varios metros de alto, cabeza de cabra y varios brazos acabados en garras y pinzas. Un Guardián de los Secretos. A su alrededor, los viejos blasones de las Órdenes de Caballería se retorcieron para mostrar escenas de impudicia y sadismo, la luz de las antorchas adoptó un fulgor rojizo amenazante, y la brisa… la brisa se convirtió en un huracán, un siroco que hizo ondear la capa de Aurelian y que le recordó los vientos huracanados que se vivían en Estalia a orillas del mar. Aquel recuerdo hizo que, pese a lo dantesco de su situación, una cierta calidez le envolviera. Sí que había algo a lo que aferrarse, después de todo.
"¡CONTEMPLA LA MAJESTUOSIDAD DE SLAANESH! ¡ÉL ES UN VERDADERO REY!"
Lo cierto es que la teatral y decadente puesta en escena del ser infernal no causó el efecto que éste esperaba. Aurelian se echó a reír.
"¿A quién te crees que tienes enfrente? ¿Piensas que soy uno de esos bárbaros nórdicos que se asustan con un truco de magia barato? Soy un estaliano, un caballero del linaje de Abhorash. No sabes lo que es el verdadero poder."
Por primera vez desde que el vampiro entrara en la sala, no era él quien se mostraba sorprendido.
"Conozco a los de tu ralea. Sois incapaces de decir la verdad, sólo susurráis medias verdades para llevar a la gente a la locura. Pero mi alma es de acero, demonio. Yo no sucumbiré. Yo sé que mientes. Yo sé que el Rey está entre nosotros. Yo sé que Be´lakor no cayó solo."
Un rugido de pura furia brotó de la garganta del demonio. Había subestimado al vampiro. Pero intentó no perder el control.
"¡Deja de asirte a esas vanas ilusiones! ¡Nunca ha habido…!"
"El cometa de dos colas" – siguió Aurelian, ignorándolo -. "El Señor Oscuro… y el Niño de la Luz. La desesperación… y la esperanza. Pero vosotros necesitáis que sólo exista una. Si las personas tienen esperanza, ¿Quién os adoraría? Creéis que tenéis poder, y sin embargo necesitáis de la adoración para poder subsistir. Y esa adoración es tan frágil que un niño puede romperla… el Niño de la Luz."
"Tienes una extraordinaria capacidad para autoengañarte, vampiro."
Pero el demonio ya no podía evitar mostrar el abatimiento en su voz. Había intentado quebrar a Aurelian, y no lo había conseguido. Seguiría buscando al Niño de la Luz. Y como si el vampiro hubiera podido leerle la mente, dijo:
"Efectivamente, lo buscaré. Y lo encontraré. No sé qué habéis hecho con él, no sé dónde está, pero sé que, igual que no podéis matar al Señor Oscuro, no podéis matarle a él. Y ahora" – desenvainó por fin la espada – "hemos hablado suficiente."
Y mientras la realidad a su alrededor colapsaba y se abría un portal hacia dimensiones que no deberían existir, él se lanzó hacia el frente, con su acero apuntando directamente al corazón del demonio.
¿Ves por qué mis cazadores de brujas hacían bien queriendo matar a ese muchacho? Otra cosa es que hubieran podido, pero oye... xD
ResponderEliminarMuy chulo el relato y bien hilado con todo. :)
Cohone, no había visto este comentario xD. Sí, no iban desencaminados. Claro que tus cazadores de brujas lo hubieran matado igual aunque solo fuera un chaval xD
EliminarSois muy buenos, un placer leeros a los tres...voy a por la tercera era
ResponderEliminar¡Muchas gracias monono! Nos alegra mucho que nuestras idas de olla narrativas sirvan para disfrute de otros. Es un placer :)
EliminarLa Tercera Era ya la verás, va saliendo poco a poco entre ola y ola del coronavirus... Pero ahí está, a ver si con la progresiva vuelta a la normalidad podemos llevarla a buen término.