"Mi señora, Shazia Mushaira, la Voluntad Indómita, Vidente de Saim-Hann,
saluda a Llachmoth, la Llama del Crepúsculo, el Peregrino de los Soles, Autarca
del Imperio, y desea que los mil soles eternos de Asuryan brillen siempre sobre
su rostro, y la mano de Khaine se alce para defenderle."
La fórmula
protocolaria había sido pronunciada por Salmahán, uno de los brujos de la corte
de la Vidente Shazia. Incluso aunque el encuentro tuviera un fin militar, no
ceremonial, el saludo había sido extraordinariamente simplificado. Junto a
Llachmoth se encontraban su esposa Habawi, el Vidente Aliandros de Ulthwé y el
brujo Arkanthas, sus principales consejeros. Lo normal según las convenciones
de los Mundos Astronave habría sido aludir también a todos ellos, pero entre
los exoditas simplemente se nombraba al líder, pues se entendía que los demás
pertenecían a su mismo clan y el saludo quedaba implícito en la referencia al
cabeza del mismo. Como homenaje a su cultura exodita, que no siempre era bien
comprendida entre sus hermanos de los Mundos Astronave, Shazia había preferido
usar esta fórmula para el encuentro con el autarca.
También era normal que, en los encuentros con propósitos militares, se incluyeran referencias a las victorias de los generales en el saludo. Incluso entre los exoditas era común hacerlo, aunque la declaración cambiaba ligeramente, ya que se exponían hechos que eran más bien hazañas personales antes que gestas militares. En este caso, Shazia lo omitió. Algunas de las victorias de Llachmoth estaban malditas, como la lograda en Ferrograd frente a Mankor y que le había costado una terrible venganza y un breve exilio. Hablar de sus victorias frente al Marqués de Seda tampoco habría sido conveniente, dado el tema que había venido a tratar.
"Mi señor Llachmoth, la Llama del Crepúsculo, el
Peregrino de los Soles, Autarca del Imperio, agradece la visita de Shazia
Mushaira, la Voluntad Indómita, Vidente de Saim-Hann, y abre para ella y sus
compañeros las puertas del Daraith."
La respuesta
formulada por Arkanthas era la habitual en los mundos exoditas. El Daraith era,
más que un lugar, un concepto que aludía a la posibilidad de hablar sin
reservas y sin temor a represalias. En un cierto sentido, la palabra había
evolucionado (apenas en la entonación) para referirse también al hogar, y así
era entendido como connotación general en la mayoría de colonias Eldar. En el
caso en que se encontraban, hablar de hogar habría sido un poco inexacto.
Shazia se había desplazado a Biel-Tan para reunirse con Llachmoth, ya que era
el Mundo Astronave en que con más frecuencia se encontraba el autarca. El Consejo
de Videntes le había asignado un palacete con varios sirvientes. Para él, un
exodita, era demasiado grande y lujoso, con lo que gran parte del mismo se
mantenía cerrado y sólo se abría cuando debía recibir visitas formales, como
era el caso.
Las normas
sociales exoditas establecían que, cuando llegaran emisarios o líderes
foráneos, se les agasajara durante días antes de que expusieran el objeto de su
visita. Así había hecho Llachmoth con Shazia y sus compañeros, a los que había
ofrecido durante tres días banquetes, obras de teatro representadas por
artistas contratados a tal efecto, recitales de las antiguas leyendas Eldar y
otras actividades cuyo objetivo principal era descansar el cuerpo y relajar el
alma. Todos estos eventos habían sido muy austeros en comparación con lo
habitual en los Mundos Astronave, pero todos sabían que Llachmoth era (y lo más
importante, quería seguir siendo) un exodita.
Por fin, una
vez terminado el protocolo, comenzó la verdadera reunión. Los asistentes se
sentaron en torno a una mesa adornada con motivos silvanos, y dos doncellas
Eldar vertieron vino en las copas de los asistentes. Las reuniones ceremoniales
tenían una forma muy estricta en lo que se refería a los asientos que debía
ocupar cada uno, y en los turnos de palabra, pero las reuniones militares eran
más laxas en ese sentido. Sin más, Shazia tomó la palabra:
"Sabréis, Llachmoth, que el Marqués de Seda ha
sido capturado."
Llachmoth
sabía de sobra que así había sido, y es más, conocía que Shazia le decía eso no
para informarle, sino para conocer su perspectiva al respecto. No tenía motivo
alguno para ocultarla.
"Así es, y me alegra saberlo. Ha sido un valioso
aliado en varias luchas contra los pielesverdes, pero un inoportuno enemigo en
muchas otras. Lo normal, sino uno actúa mal, es que acabe mal."
En el fondo,
Shazia compartía esta perspectiva, por lo que hizo un gesto de concesión con la
cabeza.
"Ha sido capturado por Nemo, el Nigromante, un
poderoso hechicero de la Legión Alfa."
"Sabía que le había capturado la Legión Alfa,
pero no creo conocer a ese tal Nemo."
Shazia tardó
un tiempo en responder. Ella sí conocía al Nigromante, a pesar de lo mucho que
éste se preocupara de cubrir su rostro. Y sabía que era un ser pleno de dolor,
desesperación y muerte. Para alguien con la conciencia psíquica de Shazia, no
era fácil hablar de tal monstruo, no sin que los recuerdos asociados a él le
dolieran. Y había otro nombre en su siguiente frase que era aún más difícil de
pronunciar.
"Creo firmemente que Nemo es quien está detrás de
todos los problemas relacionados con V'aargonash."
Al oír ese
nombre, Llachmoth se puso tenso. Recordó un horrible campo de batalla
desgarrado por lo imposible, en el que un horripilante ser, que había llegado a
la realidad rajando el tejido de las peores pesadillas de su raza, los llamaba
a todos con una maldad y una voracidad incomprensibles. La escena era aún peor
porque sabía que toda esa depravación y violencia había salido de ellos mismos,
era el espejo de la parte más oscura de su alma. El avatar de Khaine había
acabado con él, y sin embargo Llachmoth sabía que esa bestia acechaba tras el
velo de la consciencia, en algún lugar inalcanzable, listo para volver a
saquear sus almas.
Una oleada de
energía psíquica tranquilizadora, procedente de su esposa, lo envolvió, y pudo
recuperar la compostura.
"¿Por qué lo creéis? La Legión Alfa no suele
tener nada que ver con los demonios, y menos aún con esa clase de demonios."
Shazia supo
que tendría que contarle toda la historia, así que procedió a ello:
"Desde hacía mucho tiempo, cuando miraba las
hebras de mi destino, sabía que se entrelazaban con las del Marqués. Hace poco,
éste dirigió una incursión de saqueo contra un mundo humano, y en mi destino
veía que esta acción sería crucial. De algún modo, marcaría un punto de
inflexión. No sabía el motivo, porque las señales no eran claras, pero debía ir
allí a verlo.
Aterricé con mi
hueste en el mismo planeta que el Marqués, y una señal psíquica que, en nuestra
maldición, conocemos demasiado bien, me impulsó a dirigirme hacia la capital
del planeta. Ni el Marqués ni yo lo sabíamos, pero el mundo había sucumbido a
la corrupción de la Sedienta. Allí me encontré con un ejército de cultistas
enloquecidos, y militares profesionales que se habían abandonado al hedonismo y
la depravación. Todo estaba repleto de estatuas horripilantes que representaban
escenas de lujuriosa indecencia, y que sin duda habían sido esculpidas por
adoradores del mal, porque el salvajismo que había en ellas no se puede
alcanzar sin haber descendido muy profundo en el camino de la perdición. Entre
ellas bailaban hordas de adoradores enloquecidos, convertidos en poco más que
animales en celo, lacerándose y henchidos de un dolor y tormento que
necesitaban ampliar para sentirse vivos.
Los matamos a
todos, y fue muy fácil, gracias a nuestra ira y nuestro horror y a sus
escasísimas habilidades para el combate, atrofiadas tras tantas orgías y
autoindulgencia. Pensaba que, si todos los enemigos eran así, tampoco el
Marqués tendría grandes problemas, a pesar de pensar que se enfrentaba a la
Guardia Imperial y no a esa horda de escoria. Pero hicimos un terrible
descubrimiento."
Shazia dejó de hablar, y entonces
fue cuando Salmahán dio la noticia:
"Junto a los caídos, encontramos también
legionarios Alfa. Descubrimos que no se trataba de un pequeño culto creado por
simples humanos descerebrados, sino una conspiración seguramente más profunda.
La Legión Alfa no emplea sus esfuerzos en vano. Nos habían tendido una trampa
al atraernos hasta la capital, y se la habían tendido al Marqués."
"No pude avisarle – continuó Shazia -. Las
interferencias psíquicas eran enormes, y abrir mi mente tanto en un lugar tan
contaminado por la presencia de La Sedienta era suicida. Por no decir que nadie
en Commorragh tiene la más mínima capacidad psíquica. Partí rápidamente a
encontrarme con él y su ejército.
Cuando llegué,
estaban siendo emboscados por la Legión Alfa. Supongo que, de alguna forma, los
comorritas esperaban problemas, porque estaban rechazando a sus enemigos con admirable
eficacia. Tampoco éstos esperaban una resistencia tan fuerte por parte de sus
enemigos. No sé muy bien por qué, pero la emboscada no parecía bien coordinada
ni planificada. Acabamos con los legionarios rápidamente, y capturamos a su
líder, uno de los hechiceros de la cohorte de Nemo, al que conocen simplemente
como “El Oscuro”. Pero, cuando terminó la batalla, nos dimos cuenta de que el
Marqués no estaba en ningún lado.
Era otra
mascarada. La Legión Alfa, y Nemo en particular, es así: el verdadero plan está
siempre encubierto bajo capas de mentiras y distracciones. La propia emboscada
al Marqués era una distracción. Sólo querían asegurarse de que presentaría
batalla, de que sabrían dónde encontrarlo. En el fragor del combate, una
escuadra de legionarios designada especialmente había surgido de la espesura,
matado a la corte del Marqués, malherido a éste, y se lo había llevado.
El plan era tan
perfecto que ni siquiera el hechicero que dirigía a los legionarios estaba al
corriente de ello. Cuando entendimos lo que había sucedido, le interrogué
haciendo uso de toda mi capacidad telepática. Lo único que pude descubrir es
que se han llevado al Marqués a un lugar conocido como el Refugio de la Hidra.
Ni siquiera supe en ese momento dónde se encontraba, no pude extraer esa
información al hechicero. Frustrada, se lo entregué a Oterarad, cuya
insistencia en interrogarle empezaba a ser hasta violenta. No he vuelto a saber
nada de él."
Aliandros sonrió con desprecio
ante el nombre del hemónculo, y dijo:
"Sí, la obsesión de Oterarad por las muchísimas
cosas que no comprende es peligrosa…"
Llachmoth
había estado escuchando con gran atención. El relato de Shazia había sido muy
preciso, y podía comprender bien cómo estaba desarrollándose la conspiración de
la Legión Alfa, y cómo todos los sucesos que antes todos creían desconectados
entre sí comenzaban a encajar, como siempre había defendido.
"Os agradezco la información, Shazia Mushaira.
Pero no habéis venido hasta aquí para contarme esto, por importante que sea.
Habéis venido hasta aquí para proponerme algo."
Shazia
asintió.
"He descubierto dónde está el Refugio de la
Hidra. Voy a atacarlo y quiero pediros ayuda."
Llachmoth
bebió vino lentamente. Todos sabían que despreciaba al Marqués. Quizá menos de
lo que despreciaba a la mayoría de comorritas, porque había demostrado ser un
aliado capaz y con cierto sentido del honor, por remotísimo y ligero que fuera.
Pero lo seguía despreciando. Lo había ayudado cuando los Arlequines se lo
habían pedido, pero esta vez era una Vidente de Saim-Hann, cuyos motivos
parecían ser, además, demasiado personales.
"Si me estuvierais proponiendo que matemos a
Nemo, lo haría. Pero si para ello tengo que meterme en su propia guarida, sólo
porque tiene al Marqués como cebo, no pienso hacerlo. El comorrita será
importante para vos, pero no para mí. Encontraré a Nemo en otro campo de
batalla y le destruiré. No me va a atraer a su trampa por un motivo que no me
interesa."
Shazia sabía
que recibiría esa respuesta, y no hacía falta haber recorrido la senda del
Vidente para preverlo. Por ello, sabía lo que debía decir a continuación:
"El Marqués debe volver a Commorragh. Hay que
impedir que muera, o las consecuencias serían desastrosas."
"No entiendo por qué. Otro ocupará su lugar, y
será igual de despreciable que él. Si por su causa estallara una guerra civil
entre las cábalas de la Ciudad Siniestra, tanto mejor. Menos escoria de la que
preocuparse."
"El problema es precisamente que otro ocupará su
lugar. Y es lo que debemos evitar."
"Sinceramente, no veo el motivo."
Shazia supo
que era el momento de exponer la verdadera causa. Debía ser todo lo clara y
precisa que pudiera. Con Llachmoth los trucos no valían, sólo la mera
honestidad desnuda, sin artificios. Su ascendencia exodita hacía que nadie
pudiera obtener nada de él si no hablaba directamente y con la verdad, por
mucho que se adornaran las palabras.
"Llachmoth, Vect es un ser despreciable, pero es
lo suficientemente inteligente como para comprender cuál es el verdadero
enemigo de toda la raza Eldar, sean comorritas, exoditas, habitantes de los
Mundos Astronave o Arlequines. Vect sabe perfectamente que de la integridad de
Commorragh depende en gran medida la integridad de toda la Telaraña y sus
caminos, y toda su política se encamina a garantizar este control. Ahora, la
fuerza de Vect comienza a decaer, y muchos están esperando un leve tropiezo
para lanzarse a por el poder. Y entre ellos, no todos comprenden la necesidad
de salvaguardar la Telaraña, ni están tan poco dispuestos a prohibir
terminantemente la actividad psíquica, o incluso a buscar enemigos inoportunos.
¿No lo ha hecho ya el Arconte Ysclith? La respuesta de Vect fue contundente y
evitó que otros siguieran sus pasos, pero, sin esa fuerza, os aseguro que más
de uno volverá a experimentar con fuerzas que no comprenden y no son capaces de
controlar. Se produciría una especie de segunda Caída. Los demonios y sus
aliados mortales podrían adueñarse de Commorragh y, desde ahí, extenderse por
toda la Telaraña. Supongo que comprendéis las implicaciones de esto."
Shazia hizo
una pausa para que Llachmoth y su consejo pudieran retratar en su mente el
horror del que estaba hablando, y continuó:
"Si los chacales no se han arrojado ya sobre
Vect, se debe, en no poca medida, al Marqués. Él hace de tapón contra los
rebeldes. Su posición es suficientemente buena como para estar contento con
ella, y no tiene aspiraciones de desafiar a Vect, pues también sabe que, cuanto
más alto se está, más ataques se sufren. Ahora, el Marqués controla los
astilleros más importantes de Commorragh, astilleros que los rebeldes
necesitarían para intentar un asalto a tan escala contra el Corazón Negro, y
que el Marqués no va a ceder. Sus nuevas influencias entre los íncubos le hacen
ser también temido. Si los rebeldes se alzaran contra Vect, saben que el
Marqués probablemente esperaría, pero, si ve que la rebelión fracasa, se uniría
a Vect contra los insurrectos, y tras él llegarían los íncubos. Nadie quiere
arriesgarse a tanto, y por eso, aunque sea de forma indirecta y casi hasta
inconsciente, el Marqués garantiza la estabilidad de Commorragh. Y, al hacerlo,
se convierte también en una de las salvaguardas de la Telaraña."
Llachmoth
suspiró. Lo terrible es que Shazia tenía razón: el Marqués era un degenerado,
como todos los comorritas, pero era un degenerado suficientemente inteligente
como para saber que toda la raza Eldar pendía de un hilo, y sus acciones, por
censurables que fueran, nunca traspasaban unos límites que para otros menos
inteligentes sencillamente no existían.
Lamentándose
por ver cómo la supervivencia de su raza había quedado en manos de gente tan
inmoral, Llachmoth miró a su esposa, a Aliandros y a Arkanthas. Todos estaban
de acuerdo con lo expuesto por Shazia, aunque a todos les molestaba en gran
medida. Pero los tiempos en que los Eldar podían permitirse el lujo de hacer lo
que quisieran quedaban muy lejanos. Es los días sombríos que les tocaba vivir,
había que hacer simplemente lo necesario.
"Está bien – cedió Llachmoth -. Iremos."
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