INFORME
SOBRE LA CAPTURA Y POSTERIOR RESCATE DEL MARQUÉS DE SEDA
A MANOS DE
NEMO, HECHICERO DE LA LEGIÓN ALFA
I.- ANTECEDENTES
Los
eventos que desembocaron en la captura del Marqués de Seda por parte de la
Legión Alfa, y su posterior rescate, se remontan mucho atrás en el tiempo, y no
pueden ser comprendidos sin hacer referencia a sucesos que, aunque fuera de
forma indirecta, acabaron provocando el conflicto.
Todo comenzó con el destierro de V´aargonash el
Cornudo, un terrible y poderoso Guardián de los Secretos. Los Videntes de
Biel-Tan habían descubierto que un regimiento acorazado de la Guardia Imperial,
liderados por el inquebrantable Comisario Dredd, se estaba acercando
peligrosamente al planeta en que yacía sepultada esta entidad. Enviaron al
autarca errante Llachmoth y a su esposa Habawi para que les detuvieran, pero
los humanos hicieron oídos sordos a las advertencias de los Eldar y acabaron
liberando a V´aargonash y a toda su corte de demonios del Príncipe Oscuro. Para
empeorar las cosas, la onda psíquica resultante atrajo a una partida de guerra
de los Hijos del Emperador liderada por Evenus el Corruptor. Llachmoth invocó
al avatar de Khaine y se dispuso a vender cara su vida frente a un enemigo que
le superaba ampliamente en número, pero la aparición de una hueste de
arlequines y de comorritas, liderados por el Marqués de Seda, equilibró la
balanza.
V´aargonash fue desterrado de nuevo a la disformidad
y, tras ello, los Eldar abandonaron el planeta tan rápido como habían llegado.
Por alguna razón, ni los seguidores de Slaanesh ni el regimiento imperial
habían abierto fuego entre sí, pero, en ese momento, nadie se preocupó por
ello. El demonio había sido derrotado, y todo pareció quedar olvidado.
No fue hasta unos meses más tarde que Llachmoth fue
requerido para una misión distinta, esta vez por parte del Consejo de Videntes
de Ulthwé. Tobruk, un mundo agrícola imperial, se había rebelado como
consecuencia del aumento desmesurado de los impuestos con los que se pretendía
sostener el esfuerzo bélico en Cadia. Los Videntes habían visto que, si la
rebelión triunfaba, el planeta sería de nuevo readmitido en el Imperio en
apenas dos generaciones, pero, si fracasaba, ascendería tras varios siglos un
Gobernador tan corrupto que acabaría siendo poseído por V´aargonash, quien de
esta forma volvería al mundo material. La tarea de Llachmoth y su esposa era
por tanto impedir que los alzados fueran aplastados.
Pero no pudieron. Las fuerzas imperiales estaban de
nuevo representadas por el regimiento acorazado del Comisario Dredd, quien
infligió una humillante y absoluta derrota a los Eldar. Llachmoth tuvo que
retirarse a Ulthwé, pero lo hizo convencido de que la vinculación entre Dredd y
V´aargonash no podía ser casual. El Consejo de Videntes argumentaba que Dredd
era un firme adversario del Caos, y que no podía estar intercediendo a favor
del demonio, pero Llachmoth decía que, si no él, alguien con mayor influencia
estaba asignando a su poderoso ejército a misiones que favorecerían el retorno
del Guardián de los Secretos. Al final, el autarca recibió permiso de los
Videntes para embarcarse de nuevo en una batalla contra Dredd, en la que el
Comisario no debía morir, pero su ejército debía quedar aniquilado de forma que
éste tuviera que ser reasignado, con suerte lejos de la influencia del
conspirador.
Llachmoth volvió a presentar batalla y, aunque esta
vez el combate fue mucho más equilibrado y consiguió castigar duramente al
ejército de Dredd, fue de nuevo derrotado, lo que le valió la hostilidad por
parte del Consejo de Videntes de Ulthwé. Dredd fue destinado a un planeta
cercano a recomponer su ejército y, por azar o destino, sufrió en su retirada
una brutal carnicería provocada por las tropas del Marqués de Seda. Dredd no
murió gracias a que no estaba presente con su ejército en el momento en que los
Eldar Oscuros cayeron sobre él, pero el resto de los integrantes de su
regimiento fueron apresados o asesinados de las formas más siniestras posibles,
y, de esta forma, Dredd fue reasignado, con lo que el conspirador perdió una
valiosa herramienta.
Esta noticia tranquilizó a Llachmoth, quien dejó de
preocuparse por las manipulaciones a favor de V´aargonash. Si bien sabía que el
conspirador no se había revelado, necesitaría mucho tiempo hasta poder disponer
de influencia sobre otro regimiento tan poderoso como el de Dredd, por lo que
se dedicó a otros menesteres.
Llachmoth se enfrentó en una serie de batallas a
Mankor el Desollador, Paladín de la Legión Negra y adorador fanático de Nurgle.
En Ethelmor consiguió herirle y en Ferrograd derrotarle, lo que le devolvió la
amistad de Ulthwé, pero después este retorcido ser se vengó de forma horrible
del autarca, quien, destrozado, partió hacia el autoimpuesto exilio.
Tras su retorno, Llachmoth volvió a interesarse por
el conspirador que buscaba favorecer el retorno de V´aargonash, pues sabía que
seguía operativo y había oído rumores inquietantes al respecto. Gracias a que
Ulthwé había vuelto a congraciarse con él, disponía de un Vidente entre sus
tropas: Aliandros, el Hacedor de Sueños. Los poderes del Vidente consiguieron
localizar una buena pista sobre el conspirador, un científico humano que se
encontraba en una estación de investigación en el mundo helado de Lökarn.
Llachmoth y su esposa movilizaron a su hueste y partieron con la intención de
capturar a este humano.
La sorpresa del autarca fue mayúscula cuando vio que
el planeta estaba siendo asaltado y saqueado por el Marqués de Seda. Su cábala
de la Séptima Conciencia se estaba ocupando de las ciudades más pobladas, y
había obviado la estación científica, donde de todos modos no podía encontrar
un gran botín. Ambos líderes llegaron a un acuerdo por el que Llachmoth no
interferiría en la piratería del Marqués, y éste respetaría la estación. No
obstante, por segunda vez se sintió asombrado Llachmoth cuando, al llegar a su
objetivo, vio que el hemónculo Oterarad se encontraba buscando a su misma
presa, guiado por rumores muy inconvenientes sobre la misma persona a la que
buscaban. El autarca exigió al Marqués que hiciera cumplir el trato, pero éste
no quería desagradar al Cónclave de la Llave, y se negó a entregarle los
prisioneros que Oterarad había hecho en la estación. Ambos ejércitos se
enfrentaron y Llachmoth consiguió derrotar a su adversario, rescatando con ello
al científico de las garras de Oterarad. Habawi y Arkanthas lo interrogaron
durante mucho tiempo pero, sin la guía de Aliandros, quien había sido
gravemente herido por Oterarad, no pudieron extraer mucha información antes de
que un dispositivo de destrucción implantado en su córtex le provocara un
infarto cerebral y lo matara. En todo caso, lo que sí parecía seguro era que el
conspirador era mucho más poderoso de lo que se habían imaginado.
II.- LA CAPTURA
El enigma comenzó a resolverse gracias a la
intervención de una tercera persona: Shazia Mushaira, la Voluntad Indómita,
Vidente de Saim-Hann. Shazia, gracias a su relación con el Marqués y con
Aliandros el Hacedor de Sueños, conocía los problemas a los que ambas huestes
se estaban enfrentando, y estaba también sobre alerta respecto a la posibilidad
de que agentes con grandes influencias en el Imperio estuvieran intentando
traer de vuelta a V´aargonash. Es por ello que, cuando el Marqués de Seda
decidió dirigir sus tropas al planeta selvático de Borneia, Shazia decidiera
seguirle.
Una vez en Borneia, Shazia captó una potente señal
psíquica procedente de la capital, señal que, bien lo sabía, era emitida por
una adoración intensa a Slaanesh. Sorprendida, pues tanto ella como el Marqués
pensaban que iban a enfrentarse a soldados imperiales, Shazia puso rumbo a la
capital del planeta seguida de su ejército. Lo que se encontró allí confirmó
sus peores temores: el mundo había caído presa de la adoración al Príncipe
Negro, y lo que antes era una ciudad imperial normal se había convertido en un
nido de degeneración y violencia, donde los militares habían sucumbido también
a la traición y se mezclaban con mutantes, psíquicos desatados y adoradores
enloquecidos entregados a la lascivia y la tortura. El ejército de Shazia los
masacró a todos sin contemplaciones y arrasó la capital, destruyendo todas las
estatuas y edificios blasfemos, pero ahí no terminaron sus descubrimientos.
Junto a la horda de adoradores y cultistas, Shazia
encontró miembros de una Legión traidora cuya presencia significaba algo mucho
más siniestro que un mero culto demencial: la Legión Alfa. Se hizo evidente que
eran ellos quienes habían creado tal culto y también quienes habían atraído al
Marqués a Borneia. Shazia intentó advertirle, pero la disformidad era fuerte en
el planeta y estaba cargado de la presencia de Slaanesh, por lo que abrir su
mente para transmitir el mensaje habría supuesto algo mucho peor que su muerte.
Partió entonces de la capital y, atravesando selvas y ríos, llegó hasta donde
se encontraba el ejército del Marqués.
Allí se encontró con que, una vez más, sus temores se
materializaban: los comorritas habían sido atraídos a una emboscada ejecutada
por la Legión Alfa. Con todo, cuando ella llegó, sus aliados parecían estar
librándose de la trampa puesta en torno a ellos, y se enfrentaban a los marines
renegados con absoluta ferocidad. Tanto es así, que consiguieron sobreponerse a
la sorpresa y derrotarles, y no pasó mucho tiempo hasta que los legionarios
Alfa fueron asesinados, puestos en fuga o capturados. Incluso el comandante de
la hueste enemiga, un siniestro hechicero conocido como “El Oscuro”, fue
apresado por los comorritas. Pero, cuando después de la batalla se intentó
encontrar al Marqués, todos se dieron cuenta de que no estaba: se lo habían
llevado.
En el fragor del combate, el Marqués había quedado
aislado junto con su escolta. De la espesura había aparecido una escuadra de
legionarios Alfa, que tenía órdenes de permanecer oculta hasta que no se
manifestara su presa. Habían desembarcado de su corrupto rhino, masacrado a la
corte del Marqués, malherido a éste y, sin que nadie los viera, habían vuelto a
desaparecer entre la jungla, llevándose a su presa.
Shazia se sintió desfallecer, y más cuando,
interrogando al Oscuro, descubrió dos terribles revelaciones: los legionarios
Alfa a los que se había enfrentado no eran tropas normales, sino Hijos de las
Mil Lágrimas, comandados por el terrible psíquico Nemo, el Nigromante; y el
Marqués debía estar siendo trasladado al Refugio de la Hidra, la principal
guarida de Nemo, que se ocultaba en un planeta cercano. Shazia no pudo extraer
nada más del Oscuro porque ni siquiera él mismo conocía la existencia de la
escuadra que había capturado al Marqués, ni sabía que hubiera órdenes
específicas de apresarlo. Frustrada, la Vidente entregó el hechicero a
Oterarad, algo que, como después comprobaría, nunca debió haber hecho.
III.- EL RESCATE
Para Shazia, se hacía evidente que el conspirador al
que Llachmoth había intentado desenmascarar era Nemo. El Nigromante poseía
muchísimos espías e informadores infiltrados en muchas administraciones claves
del Imperio, y perfectamente podía manipular información de forma que le
resultara conveniente para sus propósitos. Además, el Marqués había sido mucho
más activo que Llachmoth a la hora de entorpecerle las cosas, por lo que era
lógico que quisiera quitárselo de en medio. Pero lo que más preocupaba a Shazia
era que la caída del arconte podía provocar un vacío de poder en Commorragh que
alterara el equilibro entre las cábalas de una forma poco conveniente para la
seguridad de la Telaraña. Era imperativo rescatar al Marqués y devolverlo a la
Ciudad Siniestra, y hacerlo cuando antes, pues cuanto más se perdiera más se
debilitaría su posición entre las cábalas y más probabilidades habría de que
algún indeseable obtuviera más poder del que debía.
Shazia convenció a Oterarad de que se mantuviera en
Borneia y pidiera refuerzos al Cónclave de la Llave, algo que no le resultó muy
difícil dado que el hemónculo mostraba un inquietante interés por enfrentarse
al Caos. Sin tiempo para preocuparse de lo que el retorcido ser estuviera
tramando, partió a Biel-Tan para entrevistarse con Llachmoth, al que también
consiguió convencer, si bien en este caso le resultara más difícil dadas las
reticencias del autarca a ayudar a quien consideraba más su enemigo que su
aliado. Por último, el Templo de los Íncubos envió también a Ythil Asuld, uno
de sus más poderosos jerarcas, armado con el Filo de la Oscuridad Primera. De
esta forma, el ejército que se juntó en Borneia llegó a ser inmenso, compuesto
como estaba por las grotescas creaciones del Cónclave de la Llave y sus
terroríficos hemónculos, por las gladiadoras del Culto de las Serpientes
Enfrentadas, por los guerreros de la Cábala de la Séptima Conciencia que no se
encontraban guardando las posesiones del Marqués en Commorragh, por Ythil Asuld
y sus íncubos, y las tropas de Saim-Hann y de Biel-Tan acaudilladas por Shazia
y Llachmoth. Una vez todos se hubieran reunido, partieron hacia el Refugio de
la Hidra con intención de liberar a Nemo.
El aterrizaje de la gigantesca hueste en el planeta
del Nigromante fue extrañamente fácil. Conociendo al hechicero, era evidente
que quería tenderles una trampa, y por eso los cuatro generales (Oterarad,
Shazia, Ythil Asuld y Llachmoth) propusieron atacar desde varios frentes, para
anular posibles trampas que les hubieran tendido. Oterarad y su Cónclave irían a
provocar una salida de las tropas acuarteladas en el Refugio de la Hidra,
mientras que Shazia se encargaría de sabotear los sistemas de comunicaciones de
la Legión. Sobre Llachmoth e Ythil Asuld recayó la misión más compleja, que
consistía en infiltrarse en la fortaleza de Nemo a través de una entrada
secundaria fuertemente defendida y, una vez dentro, abrir un portal que
permitiera que el resto del ejército entrara en la Sala de los Mil Pilares,
donde estaba retenido el Marqués.
Los primeros en actuar fueron los hemónculos del
Cónclave de la Llave. Acercándose a la entrada principal de la gigantesca
fortaleza, intentaron provocar a sus ocupantes para que la abandonaran.
Efectivamente, así sucedió, aunque la horda que abandonó las puertas cubiertas
de plata y bronce no fueron marines espaciales, sino miríadas de mutantes,
guardias imperiales mercenarios, engendros y tribus primitivas del planeta, que
consideraban a Nemo y su cábala de hechiceros como dioses. Tal escoria fue
rápidamente masacrada por el Cónclave, pero lo que no habían previsto es que su
sacrificio sirvió a Nemo para invocar criaturas de la disformidad. No obstante,
también Nemo fracasó en esto, pues las tropas del Cónclave estaban muy
reforzadas por el dolor causado a los adoradores humanos y fueron también
capaces de resistir a los demonios. A Oterarad, en concreto, la aparición de
los habitantes de la disformidad y su posterior matanza le resultó enormemente
oportuna, por razones que pronto todos comprenderían.
Por su parte, tanto Shazia como Llachmoth e Ythil
Asuld cumplieron su parte, si bien los segundos tuvieron que enfrentarse a una
resistencia mucho mayor. El autarca exodita y el jerarca comorrita consiguieron
penetrar en la Sala de los Mil Pilares y, una vez dentro, abrir el portal para
que entraran el resto de los refuerzos. Desde luego, los iban a necesitar.
Hacía mucho tiempo que el Nigromante no juntaba un
ejército tan potente, desde los eventos de Abrahel IV y su lucha titánica
contra los necrones. Junto al mismísimo Nemo en persona se encontraba su
escolta de rapaxes, liderados por Jánser, la Luz que se Apaga, al que el
Maestro de los Deseos había resucitado tras su muerte en Abrahel. Sadal Sund,
el Señor de la Llama y el único superviviente de la cábala de Nemo tras la
captura del Oscuro, comandaba a sus Adoradores del Fuego. Lúvan Kórrigan
acechaba más allá de las miradas indiscretas, y Gorgon, el Paladín mutante de
los motoristas, profería amenazadores rugidos al tiempo que calentaba el motor
de su moto infernal. El propio Marqués estaba bien protegido por siete
exterminadores, cubiertos a su vez por varias escuadras de devastadores con
armamento pesado. No iba a ser nada fácil rescatar al comorrita.
Con todo, y sin pensárselo dos veces, el ejército
Eldar comenzó a avanzar. Su asalto fue fulgurante y, a pesar del fuego enemigo,
pronto habían conseguido destruir a los motoristas de Gorgon. Las enloquecidas
gladiadoras del culto de las Serpientes Enfrentadas arrasaron la primera línea
de defensa del flanco derecho del Caos, y los motoristas de Gorgon fueron
destruidos. Nemo no se inmutó: ordenó concentrar su artillería en el flanco
izquierdo, logrando con ello que las kymeras y los íncubos se replegaran, al
tiempo que mostraba una de sus sorpresas: Lúvan Kórrigan provocó una explosión
que voló por los aires a la mayoría de brujas del culto de las Serpientes
Enfrentadas. Además, Sadal Sund consiguió herir gravemente a Llachmoth, y
varias unidades de renegados y mutantes aparecían para ayudar a sus señores.
Para completar su contraataque, una terrible hidra, que Nemo había conseguido
amaestrar, hacía su aparición, aullando con sed de sangre por sus siete
cabezas.
Fue en ese momento cuando entró Oterarad, liberando
el poder de un horripilante artefacto que había conseguido construir gracias a
los conocimientos extraídos del Oscuro: la bomba H. Consistía en un dispositivo
que usaba la energía disforme, que es esencialmente el reflejo de los
sentimientos de las razas, para amplificar el sufrimiento hasta límites
extremos, lo que conseguía dejar fuera de combate a sus adversarios y
revigorizar a los comorritas. Muchos fueron los que cayeron cuando Oterarad
empleó el poder de tan despreciable artefacto, tanto adoradores del Caos como
Eldar de los Mundos Astronave, pero los comorritas se llenaron del sufrimiento
ajeno y atacaron con renovado esfuerzo.
La Legión Alfa fue capaz no obstante de mantener la
posición frente a la violencia del asalto rival. Su flanco izquierdo,
controlado por la misma escuadra que había capturado al Marqués, era una línea
de fuego infranqueable, y en el centro los devastadores no dejaban de escupir
castigo sobre sus enemigos. Sadal Sund volvió a herir a Oterarad, quien sólo se
libró porque una ralea de atormentados se abalanzó contra el Señor de la Llama
para proteger a su señor, y la hidra trabó combate con los grotescos, partiendo
por la mitad de un poderoso mordisco al hemónculo que los dirigía, Hierethamón.
De todo el ejército inicial de Llachmoth y Ythil
Asuld, apenas unas pocas escuadras seguían con vida, y el Cónclave de la Llave
estaba también desmembrándose a pasos agigantados. Pero la Legión Alfa había
sufrido también mucho castigo, y su frente, que resistía heroicamente, se vino
definitivamente abajo cuando Shazia y sus jinetes del viento entraron en
combate. Una vez más atacaron los Eldar: Sharabel el Tenebroso, el Paladín que
había capturado al Marqués, consiguió matar al último hemónculo y a muchas de
sus degeneradas creaciones, pero acabó cayendo ante ellas. Los rapaxes de la
escuadra del Nigromante fueron acribillados, así como la mayoría de los
aniquiladores. Nemo, viendo que la situación se tornaba casi desesperada, entró
en combate intentando destruir a los motoristas que avanzaban directos hacia el
Marqués, pero fue interceptado por Ythil Asuld, quien le hirió gravemente con
el Filo de la Oscuridad Primera. Gracias a su terrible fuerza de voluntad, el
Maestro de los Deseos pudo seguir en pie y, al ver que la espada de Ythil Asuld
era un arma vampírica, manipuló al alma encerrada en ella para que destruyera a
Ythil Asuld. El jerarca no tuvo suficiente fuerza de voluntad y su cabeza fue
cortada limpiamente por su propia espada. Después, Nemo extrajo fuerzas de la
disformidad, y descuartizó violentamente a los íncubos que acompañaban al
jerarca. Entonces el dolor provocado por el Filo de la Primera Oscuridad volvió
a él, y ya incapaz de resistirlo, se desplomó en el suelo.
Esto marcó el final de la resistencia de la Legión Alfa.
Aunque todavía seguían entrando legionarios, no eran capaces de enfrentarse a
la potencia de fuego de los Eldar. Shazia y su escuadra se hicieron con el
Marqués después de que todo el ejército barriera a los exterminadores que le
custodiaban y, evitando los disparos de sus enemigos, abandonaron la Sala de
los Mil Pilares por el portal, que se cerró tras ellos.
IV.- CONSECUENCIAS
El Marqués volvía a estar en libertad, aunque el
precio pagado por ello fue inmenso. Ythil Asuld había muerto, así como todos
sus íncubos, lo que podía suponer un revés a la alianza forjada entre el
arconte y los disciplinados psicópatas. También habían caído todas las
hekatrices del culto de la Serpiente Enfrentada, así como los hemónculos del
Cónclave de la Llave, que eran quienes más castigo habían sufrido. Sólo
Oterarad se había librado, pero, tras comprobar que había investigado la
tecnología disforme más allá de lo aconsejable, Shazia y en especial Llachmoth
estaban listos para pedir su cabeza.
Con su recién recuperada independencia, el Marqués
agradeció (casi) sinceramente a Shazia y a Llachmoth sus desvelos y,
recuperando lo que quedaba de sus ejércitos, marchó hacia el planeta de Artios,
en el sector Medusae, desde donde esperaba volver a Commorragh mediante un portal
a la Telaraña que allí yacía oculto.
Nemo, por su parte, no se había quedado cruzado de
brazos. Inmediatamente envió a Lúvan Kórrigan y a algunos de sus más destacados
agentes a que siguieran la flota del Marqués, con órdenes de no abrir fuego
salvo que fuera necesario, y de pasar totalmente desapercibidos. Sólo un hombre
de la habilidad de Lúvan habría conseguido ser invisible ante los sofisticados
radares de los Eldar, pero lo consiguió, y transmitió a Nemo la información de
a dónde se dirigía el Marqués.
Nemo se limitó a abrir un canal de comunicación que
durante muchos años había estado cerrado.
Al otro lado, se encontraba Mad-Makz.
Relatos:
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