Quería esperar a que Soter publicara el escenario de Gorkamunda Muerte en la Noche para poder colgar el último relato que hice de mis gretchins en dicha campaña, justo después de jugarlo. La verdad es que como he comentado en otra entrada me resultó muy divertido manejarlos, principalmente porque como casi nunca hacían nada bien, el día que lo hacían era motivo de gran regocijo. Sin embargo, el problema que le veo a esa banda es que acabas teniendo que gestionar muchas miniaturas, tanto logísticamente sobre el tablero como en el seguimiento de la hoja de banda después (y Gorkamorka es bastante más minucioso y detallado en eso que otros juegos de escaramuzas como Mordheim). Así que decidí en determinado momento de la campaña suicidar jubilar a mi banda, y el azar quiso que lo hiciera en un escenario trasfóndicamente perfecto para ello (si habéis leído las reglas entenderéis por qué). En esa partida, aunque mis chikoz hicieron algunas proezas como destruir un vehículo enemigo o darle bien de palos a un orko que pretendía abordar uno de los suyos, al final se acabaron llevando una brutal paliza (mayor incluso que en otras ocasiones) y se retiraron antes de tiempo, pero se quedaron con el gusanillo de haber visto todas esas pilas de chatarra saqueables y tan a la mano...
Os dejo por tanto con este breve relato de despedida de miz pekeñoz chikoz:
¡Allá vamoz,
allá vamos, allá vamos!
¡Allá vamoz
allá vamoz a travéz del cozmoz!
¡Allá vamos,
allá vamoz, allá vamoz!
¡Allá vamoz,
allá vamoz, a travéz del infinito!
¡Allá vamoz,
allá vamoz, allá vamoz!
¡Allá vamoz y
no sabemoz a donde llegaremoz hazta ke eztemos allí!
Típico cántico pielverde
Lo de aquel día ya era demasiado.
En ocasiones anteriores, después de haberse enfrentado con humanos y orkos y
tras inevitablemente caer derrotado, Charlie Grizbizz había conseguido
convertir, a base de sucias mentiras, todas esas derrotas en victorias a ojos
del Komité. Cinco orkos muertos por aquí, un buggy destruido por allá, un
kamión inmovilizado por aquel otro lado… y el Komité había quedado encantado y
le habían dotado de más fondos para financiar sus exitosas misiones. Sin
embargo, en esta ocasión esa posibilidad se veía muy remota. Si bien algunos de
sus chikoz habían realizado acciones heroicas como inutilizar la
retroexcavadora que los primitivos humanos utilizaban como vehículo o incluso
echar a patadas a un orko que había asaltado uno de sus kaskarones (hazaña que
el propio Grizbizz pensaba atribuirse), el saldo era muy negativo para el
Komando Revoluzionaro Daltóniko. No había mentira lo bastantemente buena como
para encubrir dos kaskarones inutilizados y un tercio de sus chikoz fuera de
combate. Así que al kabezilla revolucionario solo le quedaba una opción: volver
a por más botín.
“Muy bien chikoz, lo hemoz hecho
de maravilla. Esos zonrozaoz se eztán pegando entre zí y contra los orkoz
liberalez, mientras que nozotroz, aztutamente, nos hemoz retirado temporalmente
de la refriega. Cuando caiga la noche volveremoz para recuperar nueztroz
kaskaronez e indagar máz en ezaz montañaz de chatarra. Vamoz a volver ricos
como zarez. ¡Allá vamoz!”
“¡Allá vamoz, allá vamoz, allá
vamos! – corearon todos los inútiles, cobardes, ridículos y, sobre todo,
inconscientes gretchins.”
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