viernes, 12 de febrero de 2021

Antebellum

Saludos a todos, damas y caballeros.

Continuando con la tradición de ofrecer relatos post-batalla tras cada batalla de la campaña "El Reposo de los Muertos", os traemos los relatos posteriores a la tercera partida de la misma, cuyo informe de batalla podéis encontrar aquí


El título que le he puesto a la entrada no solo hace referencia al maravilloso club en el que la estamos jugando (y creo que también a una película bastante mala), sino que también señala la naturaleza de los enfrentamientos que hemos tenido hasta ahora, y que no han sido sino la preparación para que dos personajes titánicos, Sir León Devance y la nigromante Chantal, se enfrenten finalmente en el campo de batalla.

Como adelantamos, esa partida lamentablemente tendrá que esperar unos meses hasta que estemos en condiciones de poder jugarla tal como Nigel Stillman querría. Mientras tanto, os dejo con estos relatos, en los que, como es habitual, Helios ha escrito los de la parte bretoniana y yo los de los No Muertos. Espero que os gusten.

BRETONIA

Sir Milten Devance sobrevolaba al ejército no muerto en retirada, muy elevado sobre las cabezas de los tambaleantes cadáveres que se arrastraban entre un no muy frondoso bosque. Su rumbo los llevaba hacia el oeste, discurriendo de forma paralela al cada vez más lejano río. Tal como sospechaban los informes, el grupo parecía dirigirse en dirección a Los Espinosos, sin duda para reunirse con el contingente principal antes de lanzar el ataque que invadiría la región. El joven caballero del Grial podía ver la silueta del cadáver reanimado del barón Guillaume, tan imbuido del depravado poder de la nigromancia que este se manifestaba en torno a él, dándole un aura espectral que le rodeaba, y hacía humear la hoja maldita de su espada, que no mucho tiempo antes había servido a la Dama del Lago.

Escuchó algunos gritos y vio movimiento entre los árboles cuando algunos de los pervertidos cultistas que acompañaban a los muertos le detectaron, avisándose entre ellos y a los líderes de ultratumba y señalándole con dedos alarmados. Sir Milten tiró suavemente de las riendas de Áxtar y éste empezó a descender despacio. Las siluetas de las fuerzas enemigas comenzaron a dibujarse mejor en sus ojos, y los detalles eran más claros. Conforme su proximidad a los no muertos aumentaba, el cuerpo del caballero del Grial empezó a emanar un suave resplandor plateado, producto de los dones de la Dama del Lago que le protegían, y que se filtraban al mundo material manifestándose de aquella manera cuando sentía la proximidad de magias impías. Cuando solo le separaron una docena de metros del enemigo, un puñado de retorcidos espíritus se alzaron y comenzaron a girar en torno a él. Sin embargo, ninguna de aquellas abominaciones de ultratumba se aproximaba hasta el punto de poder llegar a alcanzarlo, asustadas y llenas de amarga frustración por la magia divina que protegía al caballero.

Danzando en el aire, caballero y espectros fueron descendiendo hacia el terreno, hasta que el pegaso se detuvo a escasos metros del suelo frente a la línea de avance no muerta. Al verlo frente a él, el Señor de los Tumularios interrumpió el paso, y como un solo cuerpo todos los cadáveres que formaban la fuerza nigromántica se detuvieron al momento en torno a él. Desde una distancia prudencial, ambos campeones se observaron el uno al otro. El del Grial estudiaba la calavera desnuda de su rival, buscando alguna muestra del espíritu del antiguo Errante, mientras este parecía observarle a su vez con unas cuencas de los ojos que tan solo mostraban un fulgor impío. Viendo aquel rostro inerte, sir Milten tuvo a bien cierto que cualquier resto que quedara de la antigua fe del barón se había desvanecido por completo. Las poderosas energía que lo animaron en vida aún daban unas fuerzas inauditas a sus restos gracias a la hechicería infernal, pero todo rastro de voluntad por su parte se había perdido para siempre.

Sin embargo, no era por Guillaume que el menor de los Devance se encontraba allí. Junto al general de la fuerza nigromántica, sus guerreros tumularios enarbolaban el pabellón de aquellos a los que servían. El caballero del Grial observó bien el dibujo sobre el lienzo raído. Tal como había creído ver durante la batalla, sus sospechas quedaron confirmadas. Había algo que le resultaba familiar en aquel rostro que le observaba desde la pintura de la tela.

Antes de que los muertos se decidieran a intentar deshacerse de él, tiró de las riendas y Áxtar comenzó a coger altura de nuevo mientras el cráneo embutido en malla del Señor Tumulario se giraba siguiéndole con la mirada.

Pero ya no había mucho que hacer por él, y asuntos más apremiantes debían llegar hasta oídos de su padre. Poco a poco la masa de muertos fue perdiéndose atrás en la vista a medida que la montura del caballero iba elevándose y ganando velocidad mientras este la espoleaba. Ya sabía quiénes eran los responsables del ataque sobre la región.

Sir Milten Devance, vencedor en la batalla por el puente sobre el Aveyrón

NO MUERTOS

Beatrice se encontraba arrodillada en medio del prado, completamente desnuda, inmóvil en mitad de un círculo dibujado con sangre y alrededor del cual unos braseros hacían arder sustancias irreconocibles, cuyo vapor envolvía el cuerpo de la nigromante. Sus ojos en blanco desvelaban que se hallaba en medio de un trance, una comunión impía con el paladín que su nigromancia había creado unos días atrás: el malogrado Guillaume D´Arbois, quien comandaba sus huestes mientras se enfrentaba a los bretonianos en el puente sobre el río Aveyrón.

Finalmente, la hechicera jadeó, recuperando una respiración que aparentemente había perdido por la intensidad del trance. Sus ojos volvieron a reflejar su mirada, y se apoyó con las dos manos en el suelo mientras empezaba a sudar profusamente. Tanto Chantal como Sveta, quienes se encontraban cerca de ella, quisieron ir en su ayuda, pero sabían que penetrar en el círculo tendría consecuencias fatales. Beatrice saldría de él por su propio pie… o no saldría.

Al cabo de un rato, la bretoniana consiguió reunir suficientes fuerzas como para ponerse en pie y, avanzando con cuidado, salió del círculo. Unos esclavos apagaron los braseros, y Sveta le tendió una manta con la que se cubrió los hombros, aunque dejó el resto de su cuerpo al descubierto.

“¿Qué has visto?”, preguntó finalmente Chantal.

“Los bretonianos se han impuesto. Guillaume ha combatido bien y ha herido a uno de sus paladines, pero no ha conseguido atravesar el puente”

“¿Quién los comandaba esta vez?”

Beatrice sonrió. Sus amantes, acostumbradas a reconocer el más mínimo gesto en sus expresiones, supieron qué clase de sonrisa era: la que precedía a un asesinato particularmente sádico.

“Un caballero del Grial, que monta un pegaso blanco, muy puro e incorrupto”

“Debe ser Sir Milten”, intervino Sveta. Sus meses espiando en Puerto Gris habían dado sus frutos.

“Me suena ese nombre” murmuró Chantal, absorta en la nube de pesadillas torturadas que eran sus recuerdos. “¿No llegó un caballero que respondía por ese nombre a la Ciudad Maldita, poco antes de que nos marcháramos? ¿Será el mismo?”

“Si lo es, no creo que encontrara el Grial allí” terció Beatrice.

Chantal rio, con esa risa que era el sonido más maravilloso del mundo para quien no supiera los horripilantes pensamientos que ocultaba.

“No, desde luego que no”

“Sir Milten es hijo de Sir León Devance, la máxima autoridad bretoniana en la región” dijo Sveta, devolviéndolas de sus ensoñaciones respecto a su tiempo en la Ciudad Maldita. “Muy probablemente él también estará tomando las armas en este momento. Reunirán un ejército poderoso para evitar que tomemos el Ulth Kanopesh”

Chantal, volviendo en sí, replicó:

“Habrá que convocar a nuestros aliados, entonces… si ese noble caballero nos invita a un baile, sería una pena no acudir con nuestras mejores galas”

Guillaume D´Arbois derrotando a Sir Héctor


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