sábado, 20 de agosto de 2022

El camino del hombre recto

Saludos a todos.

Hará un par de meses Soter y yo terminamos la campaña de Infinity "El Jardinero Fiel", en la que Usul Fatih, el oficial khawarij con el que suelo jugar, se vio obligado a tomar una decisión ética bastante trascendental. Sin embargo todavía no había escrito ningún relato que hiciera mención a ello. Es más, ni siquiera había escrito un relato relacionado con la campaña. Y esto es lo que trato de solucionar hoy, junto con otro que publicaré en breve.

Aunque este relato lo traigo hoy, sabiendo ya cómo terminó la campaña, cronológicamente se sitúa entre la segunda y la tercera misión. Justo en el momento en el que le tocaba elegir a mi khawarij si acataba órdenes y recibía refuerzos para la fase final de la campaña, o si por el contrario las desobedecía y lo que se encontraba era con un agente fiday entre las filas enemigas (aunque eso él no lo sabía). Considerando que tal y como se ha ido construyendo la narrativa de mi personaje éste tiende a ser bastante recto en cuestiones morales, tocaba apoyar a los habitantes del poblado, enfrentarse a la todopoderosa corporación farmacéutica y confiar en que el Creador valorara la justicia de la causa (dados mediante). Insha'Allah.

Espero que os guste.


EL CAMINO DEL HOMBRE RECTO

“Recibido, teniente. Sus nuevas órdenes ahora mismo son retirarse hasta la posición 78N 43E y esperar allí nuevas instrucciones.”

“Pero señor, con el debido respeto, no creo que haya comprendido la magnitud de lo que está sucediendo aquí. La Compañía Ikari tiene control total sobre el pueblo y según los datos que he conseguido recabar están inoculando dosis de Muqfalyanam a la población. Ignoro cuánto de todo esto sabe Echelon Technologies, pero sea cuanto sea, hay que pararlo. En el mejor de los casos se trata de una violación de derechos humanos por parte de una subcontrata, lo cual dañará enormemente la reputación de la farmacéutica. Pero en el peor de los casos…

La respuesta que esperaba recibir Usul Fatih se demoró un poco, como si el coronel Baladi estuviera pensando sobre lo que le acababa de decir el khawarij. Cuando volvió a hablar, el tono de Baladi era diferente, mucho menos conciliador, y como si se estuviera dirigiendo a alguien con el que hablar le supusiera un gran incordio.

“Teniente, retírese al punto que le acabo de indicar, atienda a sus heridos y destruya toda la información que ha recopilado. Repito: destruya toda la información que ha recopilado. Una unidad de evacuación se dirige en estos momentos a la zona para recogerlos a usted y a sus hombres. ¿Recibido?”

A Usul Fatih se le abrió el suelo bajo los pies. Había dirigido a sus hombres hacia Dar-el-Amal después de recibir algunos informes sobre movimientos sospechosos que olían demasiado a contrabando. Cuando llegaron allí descubrió que efectivamente se trataba de algún tipo de operación ilegal que quería pasar desapercibida, algo que corroboró la numerosa resistencia armada que encontró. Pero el grado de coordinación de la misma y la sofisticación de su armamento le hizo ver que aquello no se trataba de una banda desarrapada de traficantes kum. Eran mercenarios de la Compañía Ikari, lo que quería decir que, fuera lo que fuera, había dinero detrás. Mucho dinero.

Mientras él y sus hombres eran recibidos a tiros, Usul Fatih había notado cómo los mercenarios estaban recogiendo a toda velocidad varias cajas, lo que le llevó a deducir que seguramente fueran clave en la explicación de todo aquello. Ordenó a sus hombres hacerse con varias de ellas y ponerlas en un lugar seguro mientras él y el sargento Ibdan, un veterano zhayedan con el que había trabajado desde hacía dos años, se parapetaban y les cubrían la retirada precisamente en el momento en que un equipo de asalto druso se lanzaba sobre ellos. Drusos. Si bien el khawarij tendía  a ser bastante frío e imperturbable, lo cierto era que los drusos no le gustaban ni un ápice. No por cuestiones religiosas, sino por cuestiones puramente éticas. O mejor dicho, por su carencia. Al fin y al cabo se habían ganado la reputación que tenían en toda la Esfera Humana de manera muy justificada. En Bourak todavía se recordaba con espanto el incidente del ascensor orbital de Ghezirah durante la evacuación de Paradiso, en el que la compañía de drusos asignada a su defensa había dejado abandonados en la superficie del planeta y a merced del Ejército Combinado a miles de civiles mientras ellos escapaban en el propio ascensor hacia la seguridad de la estación orbital. Ése era el tipo de adversario que en esos momentos tenía enfrente, y por eso no le cabían dudas de que los habitantes de Dar-el-Amal habían celebrado la llegada de la Ramah Task Force.

Un posterior vistazo a las cajas y a la documentación obtenida le había permitido saber que se trataba de medicamentos en fase experimental de la prestigiosa Echelon Technologies, y que formaban parte de un estudio sobre el sueño que se estaba llevando a cabo en Dar-el-Amal. El análisis se encontraba en la fase de implantación y su gestión se había subrogado, cosa extraña y muy sospechosa, a la compañía Ikari. Pero lo peor era que los registros encontrados señalaban que se habían estado suministrando de forma forzosa a por lo menos varios de los habitantes del poblacho. Si esto era algo que la multinacional sabía o no el teniente lo desconocía, aunque albergaba la desagradable sospecha de que la farmacéutica estaba al tanto. Simplemente había decidido que los habitantes de Dar-el-Amal, un pueblo marginal y pobre situado en medio de la nada, serían buenas cobayas humanas ya que nadie iba a interceder por ellos. Bien, en ese último aspecto Echelon se había equivocado.

Sin embargo su superior directo, el coronel Baladi, le estaba diciendo ahora que abortara la misión. Y que hiciera como que nada de lo que había descubierto había llegado a pasar. Es decir, que silenciara la voz de los habitantes de Dar-el-Amal.

Usul Fatih supo que se encontraba en un momento crucial de su carrera. No sólo eso, en un momento crucial de su vida. Sin duda lo fácil y conveniente era obedecer a Baladi. Su propia instrucción militar así se lo decía. Pero otra voz en su interior peleaba por ser escuchada, y ésta le decía que obedecer las órdenes recibidas podía ser lo “correcto”, pero no necesariamente lo correcto.

El khawarij escogió cuidadosamente las palabras que pronunciaría a continuación, sabiendo que marcarían su futuro.

“Negativo señor. Mi unidad continuará con la operación para liberar el pueblo y proteger a los civiles indefensos. Exactamente tal y como se espera que obre la Espada de Allah. Y conservaré todas las pruebas de lo que aquí ha sucedido para que puedan depurarse responsabilidades más adelante. Exactamente tal y como se espera que obre un khawarij.”

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