domingo, 4 de mayo de 2025

Un lugar seguro

Saludos a todos, damas y caballeros.

Me he visto lamentablemente obligado a dejar el blog un poco abandonado en abril, he tenido una carga de trabajo que no ha sido del todo normal. Hay alguien en la RFEF que tiene la marca negra, aunque no lo sepa. Eso, junto con varios viajes que he tenido que hacer, me ha hecho imposible seguir el ritmo... pero creo (CREO) que mayo va a ser más tranquilo, y podré retomar esto donde lo dejé, si Dios quiere.

Tengo que retomar ritmo de hobby y hacer varias cosas por aquí: pintar de nuevo, mostrar mi ejército orko al completo, traer un nuevo informe de batalla de la campaña de Armageddon... mientras todo eso sucede, lo que traigo de momento es un relato con el que cerrar la campaña de Infinity que terminamos hace poco Chernov y yo. Siempre es necesario que haya un relato para dar un final digno a las cosas y más si es una campaña en la que ganan los buenos, esto es, los milites Christi.

Os dejo pues con el relato. Espero que os guste.

UN LUGAR SEGURO

El hermano Gabrielle, de la Orden del Hospital, dio gracias a Dios por la pericia con que los agentes de seguridad del espaciopuerto habían conseguido confundir a un enemigo tan temible como los Shasvastii. Pese a encontrarse bajo el ataque de un comando de esta pérfida raza alienígena, el aerodeslizador que transportaba al maestre de la Orden de Santiago había conseguido aterrizar en Concilium y, de momento, se encontraba a salvo gracias a que habían conseguido que los atacantes creyeran en las coordenadas erróneas de aterrizaje que se les había proporcionado.

Cualquier otra raza habría decidido que ese era el momento de abortar la misión, toda vez que el objetivo había desembarcado y presumiblemente puesto a cubierto en un lugar seguro. Pero el hermano Gabrielle había luchado demasiadas veces en Paradiso como para saber que los Shasvastii no se rendirían con tanta facilidad. Con toda seguridad habían logrado infiltrar a sus insidiosos espías cambiaformas incluso dentro de la seguridad de Concilium, por mucho que se hubieran reforzado los protocolos de control biométrico desde que la IE fijó su mirada en el planeta de O12. Ello, sumado a un odio atroz hacia la Humanidad y una tétrica determinación de causarle todo el daño que fuera posible, hacía que la continuidad del comando asaltante en el espaciopuerto fuera una apuesta segura.

"Aún siguen aquí"

Había un pequeño matiz interrogativo en la frase que le dirigió al oficial al mando, el hermano Alfonso de la Orden de Santiago, pero todos sabían que en el fondo era una afirmación, y el propio Alfonso se lo tomó como tal.

"Permaneced vigilantes" le respondió, en lo que era al mismo tiempo un mandato evangélico y una orden directa de combate.

Apenas transcurrieron unos minutos de tensa espera hasta que su sospecha se materializó. Tal como habían temido, los Shasvastii estaban dispuestos a llevar a cabo un último intento para acabar con el maestre de la Orden de Santiago.

"Francotirador enemigo. Hermano Gabrielle, abatidlo"

El hermano Gabrielle recibió la geolocalización del Shasvastii, murmuró una oración y se asomó hacia la posición donde estaba el enemigo. Disparó con su HMG y soltó una tormenta de balas, pero no consiguió hacer nada y, de hecho, lo único que logró fue que un proyectil enemigo impactara en su yelmo. De no haber sido por la protección de las mejores armaduras que el NeoVaticano podía comprar, habría perdido la vida en ese instante.

"No dispongo de línea de tiro clara contra el objetivo" comunicó al hermano Alfonso.

"Hermano Joao" dijo éste.

El francotirador trinitario recibió la orden y, con precisión milimétrica, alojó un proyectil en la cabeza del Shasvastii... aunque, al hacerlo, desveló su posición, y era seguro que la amenaza no había terminado.

"Avanzad, hermano Gabrielle" dijo el teniente de las Órdenes Militares. "Si hemos visto a uno, significa que habrá muchos más"

"Recibido. Avanzamos" respondió el hospitalario, confiando en que no hubiera más amenazas ocultas... aunque sabía que eso era bastante improbable.

"Deus Vult, hermano"

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El hermano Alfonso se acercó con cautela al Caliban que agonizaba a pocos pasos de él. Había vivido suficientes batallas como para saber que su enemigo se encontraba en sus últimos instantes de vida, pero esa experiencia también le decía que no había que subestimar la capacidad de los Shasvastii de tener siempre guardado un as en la manga. Es por ello que el spitfire estaba apuntando directamente a la cabeza del Caliban, y ahí seguiría mientras los sensores de su armadura siguieran identificando constantes vitales en el cuerpo de su enemigo.

Como era habitual en ellos, los Shasvastii habían luchado con una ferocidad casi suicida, provocando muchas bajas entre el personal civil y militar del espaciopuerto y amenazando seriamente la vida del maestre de la Orden de Santiago... quien, pese a todo, había sobrevivido. O eso parecía: a diferencia de lo que sucedía con los brutales y directos Morat, nunca se sabía cuándo comenzaba ni cuándo terminaba un ataque de los Shasvastii. Los disparos habían cesado y las sombras parecían haberse evaporado, pero era imposible tener ninguna certeza, y esa paranoia constante era un arma temible en manos de enemigos tan determinados.

"¿Dónde están los tuyos?" preguntó el hermano Alfonso cuando se encontró a suficiente distancia del Caliban como para ser escuchado, pero no como para ser envuelto por una detonación en caso de que el Shasvastii malherido lograra detonar una granada para inmolarse. Tal como esperaba, el alienígena no respondió, aunque estaba seguro de que le había entendido de sobra.

"¿Cómo esperabais escapar con vida de aquí?" insistió el caballero de la Orden de Santiago. "Ésta es una de las instalaciones más militarizadas de uno de los planetas más militarizados de la Esfera Humana. Incluso aunque hubierais asesinado al maestre, no habríais salido de aquí con vida"

De nuevo, el alienígena no respondió, pero su mirada de odio antes de exhalar su último suspiro le dijo al caballero lo que necesitaba saber. Aquellos seres entendían que su misión era suicida, pero la habían llevado a cabo de todos modos porque su odio superaba su instinto de autopreservación. Porque se trataba de transmitir un mensaje: mientras ellos existieran y tuvieran armas, sus enemigos jamás podrían tener un lugar seguro.

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